Cuento corto
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Su última cena

Dejan que Leo cene solo.

Lo acompañamos a tomar en el bar después de la cena y lo hacemos creer que vamos a coger después, igual que la última vez.

Vamos los cuatro a la habitación de Leo, apenas al entrar voy al baño y lleno la tina, Clara toma el liderazgo y sentada desde una silla le ordena a Leo que se quite la ropa y se meta en la tina mientras Erin se quita ella misma su ropa y entra a la tina.

Ya en la tina con Erin, Leo empieza a sospechar. Clara se levanta de su silla y desde atrás le sostiene los brazos. Me meto en la tina también y lo tomo por las piernas. Erin toma la navaja mariposa que lleva desde esta tarde oculta en el cinturón, la ensambla lentamente mientras revive en su cabeza la primera vez que la usó en Clara. Empieza a hacer cortes diagonales de unos 7 centímetros de largo en la entrepierna de Leo. Leo grita y agita el agua. El agua se tiñe de rosado, el rojo se mueve lento en comparación con lo rápido que parece que todo sucede.

Tomo la cuchilla de las manos de Erin y de con un solo movimiento apuñalo la pierna derecha de Leo, profundo, hasta que mi mano toca la piel de Leo y lo saco. Fue como abrir un tubo de sangre que convierte la tina y el piso del baño en una piscina roja. Me sorprende un poco y con la cuchilla todavía en la mano me hago para atrás. Clara lo toma como su señal para entrar en la escena, suelta los brazos de Leo que se ha desmayado, toma la cuchilla de mi mano y vuelve a su lugar por detrás de la cabecera de la tina. Toma la cabeza de Leo por la frente y la levanta despejando el cuello y lo atraviesa con el filo de la cuchilla de izquierda a derecha; con un gesto muy teatral le suelta la cabeza empujándola a la izquierda y tira la cuchilla por el aire hacia la derecha. Todas reímos a carcajadas, estamos agitadas, llenas de sudor y sangre pero no podemos dejar de reírnos. Trato de levantarme y me resbalo en el piso, reímos todavía más. Me arrastro por el piso asegurándome de que de los desagües estén despejados. Cuando el nivel del agua ha bajado un poco y nos hemos arreglado para dejar de reír abrimos la ducha para limpiarnos.

En la tina ya sin agua reposa el cuerpo de Leo que se ha puesto un poco blanco. Sobre él hemos puesto toda nuestra ropa. Nadie pensó en el detalle de que ahora tendremos que recorrer todo el hotel desnudas.

Nos sentamos así desnudas a contemplar nuestro cadáver y nuestra ropa manchada. Todas coincidimos que para la próxima vez deberíamos elegir atuendos que no nos importe perder, todas lamentamos la pérdida de alguna pieza hoy, pero también coincidimos que valió la pena. Perdimos muy poco en comparación con lo que ganamos con la muerte de Leo. Compartimos el último cigarro entre las tres todavía sentadas en el piso frente a la tina y luego nos vamos cada una a nuestras habitaciones. Dejaremos todo en la habitación tal y como está, solamente nos llevaremos el cuerpo y la ropa para meterlo en el incinerador del hotel, pero eso puede esperar a la mañana siguiente.

Sin habernos puesto de acuerdo nos encontramos a la mañana siguiente a las 10, estamos de pie frente a la tina sin decir nada. Desde que desperté he estado pensando que el cuerpo va a pesar mucho. “Vamos a tener que cortarlo”, les digo. “Erin, ve a la cocina por un cuchillo”.

Regresa y enseguida se inca, le digo que solo separe las piernas y los brazos. Empieza por los brazos, lo hace con soltura, tantea con la mano donde está la articulación y luego hace un corte muy preciso. En cuanto termina con el primer brazo, Clara y yo lo tomamos y lo ponemos sobre una sábana estirada. Cuando tenemos los dos brazos meto la ropa con sangre en el mismo bulto y cerramos la sábana con un nudo, le digo a Clara que prepare otra sábana para las piernas mientras yo llevo los brazos al incinerador.

Corro todo el camino hacia el sótano, al fondo hay una boca gigante dejo enfrente la sabana como una ofrenda, doy media vuelta y corro hacia arriba. Da miedo este lugar, es aún más oscuro y solitario que el resto del hotel.

Cuando entro en la habitación ya están terminando la segunda pierna, mientras ellas cierran la sabana yo preparo otra para el torso. Aclaro la tina con agua y seco el piso con un paño que pongo junto con los paquetes para bajar. Clara llevará las piernas y Erin y yo el torso. Bajamos todas juntas.

Cuando tenemos la ofrenda completa en el incinerador, tomo el comando y lo enciendo. El aparato se enciende en un rugido infernal y caliente, se convierte en una boca de fuego. Devora nuestra ofrenda. Lo apago y es como si saciado regresara a dormir.

25 de Julio de 2022 a las 15:46 2 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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