En las montañas de Shalimar vivía el pueblo de Balam, una ciudad oculta de los ojos incautos de las planicies, donde el agua brota de las laderas y el sol proyecta su sombra eterna en la depresión central. Sus construcciones manaban un aspecto vielbau con exteriores de madera entramada, las calles estaban cubiertas por adoquines y al centro de todo se encontraba la gran plaza, el punto de reunión, juicio y condena, sus verdes arboles regados con sangre y sus tierras cubriendo los incontables cuerpos de la antigua guerra.
<<El gran acorazado cuida nuestras espaldas>> dijo el florista, eran las 10 de la mañana y su ánimo estaba marcado por la amargura de no saber quién sería el emisario en la asamblea de la tarde.
<<Que su sable siempre tenga filo y fortaleza su casco>> A la señora Tully no le importaban realmente las palabras, el reflejo se había formado desde muy pequeña como era usual, el captor de las montañas era a la vez guardián y carcelero.
Era una mañana usual, las incontables almas que se reunían y revoloteaban en la ciudad obedecían el impulso de sus cuerpos, los conminaba a ser fructíferos, les demandaba la obediencia absoluta.
<<Son las dos caras de la moneda, eso es lo que debes entender Holly>>, el rostro de Spector se contuvo ante la bocanada de humo que fue a parar a su rostro.
<<No me interesa, es necesario, imagina que las planicies se atrevieran a invadirnos>>, era un argumento convincente, llevaban tiempo discutiendo al respecto y ella se estaba impacientando, faltaban 40 minutos para la gran asamblea y todavía no se había arreglado.
<<Pero piensa, tenemos toda la seguridad del mundo solamente mientras hagamos todo lo que el acorazado nos diga>>
<<No es el acorazado Spector, es el sacerdote que habla por el acorazado, es como si hubieras reprobado toda tu educación>> sus aparatosos aros rebotaban a medida que hablaba, se había puesto sus mejores ropas esperando a la gran selección del emisario y estaba perdiendo el tiempo en el apestoso sótano de su hogar discutiendo estupideces.
<<Holly, es lo mismo, entiende, no estoy cuestionando la utilidad del acorazado, solamente estoy diciendo que un poco de apertura estaría bien>>
<<Y a mí me gustaría tener una montaña de oro>>
Spector no se dignó a responder, era el punto muerto que alcanzaban todas sus discusiones, a veces se le olvidaba lo desesperante que Holly llegaba a ser, a veces casi podía encontrarla encantadora. Nuevamente sacudió la cabeza cuando la bocanada de humo golpeó su rostro, hizo una mueca de asco y agarró la pistola que se encontraba sobre la mesa del estante.
Las puertas de los hogares se abrieron de par en par casi al unísono, pues era el tiempo de la meditación y de la cautela, de la contemplación silenciosa ante el apremiante clima de eventos.
Todos los años se realizaba el mismo ritual, el sacerdote los conminaba a la misericordia y llamaba a la expiación de los pecados, <<¡oh gran acorazado, que cuidas nuestras espaldas, que tu espada tenga siempre filo y fortaleza tu casco!>>, eran las 16:00 y la gran sombra del monte norte le llegaba a las rodillas, a lo lejos sonaban los quejidos del gran guardián, su coloso y captor. Podía sentir el frío metal por dentro de su chaqueta y cada segundo lo llenaba de un cosquilleo ansioso.
<<Ciudadanos, sea este el momento de consultar a nuestro gran acorazado, que su voluntad sea cumplida>> el anciano se encontraba parado en el centro de la gran plaza, su voz amplificada por los altoparlantes.
Somos solo una pieza más en sus designios, pensó Spector, sostuvo el mango del arma entre sus manos a la vez que se movía hacía el frente del grupo.
<<¡¡¡CHIIIIIII, SCRIIIIIIICH, CHIIIIIII!!!>>
El metal habló.
<<Gloria al acorazado, que ha elegido a su emisario, gloria eterna a quien emprenderá el viaje a sus calderas vivientes>>
Spector estaba a punto de hacerlo, sostuvo el arma y posó su dedo índice en el gatillo, solo unos pocos segundos lo separaban del momento, el cosquilleo se hizo más fuerte, frente a ella Holly hablaba <<espero que estés seguro de lo que vas a hacer>>. Apuntó desde la cintura, el arma escondida por completo bajo su chaqueta.
<<Contemplen pues que su nombre esta tallado en cromo, mírenlo a él pues traerá las palabras sagradas, nuestro Spector, espero que hagas bien en cumplir sus designios>>
El cosquilleo se transformó en una nausea, se mantuvo congelado en su lugar, con sus dedos todavía apretando el arma. La multitud lo empujó, haciéndolo caer de rodillas frente al sacerdote que ahora sonreía de una forma obscena.
<<Haz cuenta de prepararte bien, pues mañana conocerás a dios>>
A su lado la voz de Holly soltó una risita <<te dije que las cosas nunca salen como las planeamos>>. Spector solo hizo el gesto de una arcada y devolvió el austero desayuno que había consumido.
<<¿Puedes creerlo?>> la señora Leigh habló en susurros, a pesar de que el volumen de su voz era el suficiente como para ser escuchado al otro lado de la tienda, <<el muchacho de los Albright, una pensaría que después de todo lo que le tocó vivir ya estaría...>>
<<¡Shhhh!>>, el florista se encontraba particularmente malhumorado aquella mañana, no conocía bien al muchacho pero no lo envidiaba para nada, no merecía lo que le iba a ocurrir. No iba a interferir en lo que debía hacer pero tampoco quería que su florería se transformara en el hogar del cuchicheo local, mucho menos para enjuiciar a un pobre joven desahuciado.
Carmen Leigh pagó sus compras y se fue, seguida de Sonia Tully y Anna Hope, <<malditas aprovechadoras>> susurró el florista cuando vio entrar a Spector, <<buenos días>> le dijo, el joven le respondió con un movimiento de su mano.
<<¿Lo de siempre?>>
<<No, es poco probable que vuelva, quiero pagar lo que te debo y te dejo un poco más>>
<<¿A qué se debe este repentino acto de generosidad?>>
Spector entrecerró los ojos, no sabía si era sarcasmo o si el viejo florista estaba realmente preocupado, <<solamente... cuando no esté, porque dudo que pueda volver, cuídalas, mantén el sitio limpio y si sobra alguna flor, déjala allí, odiaría que el lugar se pusiera sucio y feo.
<<No te preocupes muchacho, dalo por hecho, mis mejores flores serán para ti y para ellos>>
<<Gracias>> le entregó el dinero y se fue inmediatamente con la cabeza agachada. El florista apoyó sus codos en el mostrador, tapando su rostro con sus manos y comenzó un suave sollozo, <<maldita sea>> dijo mientras una lagrima caía por su mejilla.
Eran las 10:30 y ya tenía todos sus asuntos en orden, a su lado Holly se mofaba <<realmente vives una realidad deprimente, ¿Qué harías sin mí?>>, Spector miraba el suelo fijamente a cada paso, tenía miedo, había estado a punto de hacerlo pero había dudado, el cosquilleo le había traicionado y todo su plan se había caído como un castillo de naipes, cruzó la avenida Hêrzogstahmer y dobló por un pequeño callejón, sus pasos cansados iban marcando un ritmo lúgubre, cada adoquín resonaba en los tacos de sus zapatos, ahora se encontraba frente a la abadía.
El edificio con sus altas cúpulas y sus ventanas adornadas lo miró con rabia, era una construcción imponente, en su infancia Spector lloraba al entrar, su madre le decía <<no llores corazón, es solo la abadía, nada malo te puede pasar mientras estés conmigo>> eran días en los que a pesar de su miedo recordaba la calidez de la mano de su madre.
<<¡¡¡CHIIIIIII, SCRIIIIIIICH, CHIIIIIII!!!>>, Sonó en las lejanías de las montañas.
Sostuvo la botella entre sus manos y puso la mecha por dentro, encendió el fosforo y lo puso debajo de la mecha, arrojó la cuna de sus miserias por uno de los vitrales y rápidamente el fuego se esparció.
Vio como las llamas devoraban la abadía desde el callejón mientras la ardiente mole exhalaba bocanadas de humo en su rostro.
Tosió y por primera vez pudo respirar sin miedo.
El viento soplaba en la llanura, el polvo golpeaba su rostro y su abrigo se arrugaba por las ráfagas, no tenía a donde volver, todo lo que conocía ya no era suyo. Eran las 13:00 y caminaba en dirección a las colinas, llevaba consigo solo un pequeño morral con agua y su pistola, no necesitaba más, de una forma u otra su vida acabaría en aquel lugar.
<<¡¡¡CHIIIIIII, SCRIIIIIIICH, CHIIIIIII!!!>>, Sonó está vez más cerca.
Caminó durante el resto de la tarde entre pedregales, bosques vírgenes que no conocían intervención humana desde hacía siglos y lagos cuyas aguas cristalinas sobrepasaban en pureza a las de Balam.
Se detuvo al borde del monte Shalimar a contemplar su futuro, los bosques se veían interminables hacia el horizonte, pero ese no era su destino, solo existía un camino para salir de Shalimar y era cruzando el acorazado, una lagrima se filtró por su ojo <<eres más sensible de lo que pensé>> sonó la misma voz familiar.
<<Holly, ¿Qué haces acá?>>, se secó rápidamente el rostro.
<<Por más que me duela no podría dejarte, te voy a acompañar hasta el final>>
<<No sé qué te hace creer que querría tu compañía>>
<<A mí no me engañas con tu falsa dignidad, realmente no querías estar solo>>
Realmente estaba feliz, no era el tipo de situación por la que deseaba pasar en soledad.
En el pueblo de Balam era cercana la hora de la plegaría y el florista se encontraba cerrando su negocio, el atardecer proyectaba sombras en su pórtico y los faroles de la calle comenzaban a encenderse. Caminó por las calles en dirección a la abadía.
La muchedumbre se encontraba reunida frente al humeante armazón metálico, restos de madera quemados adornaban lo que antes era el centro de la comunidad, el sacerdote lloraba desconsolado.
<<Mi reino celestial>> escupía entre lágrimas.
<<Debe haber sido el muchacho Albright, escuché que su casa se quemó ayer antes de la asamblea>> ladró Sonia Tully, su hermana Gwendolyn replicó <<siempre supe que era peligroso>> ella por supuesto mentía, de hecho le agradaba el muchacho y no guardaba ninguna simpatía por el acorazado ni su sacerdote, pero ese tipo de comentarios costaban muy caro en Balam.
<<Esto no se quedará así, ¡el incauto responsable por esto ardera en las manos de nuestro señor!>>, la roja cara del sacerdote se movía ante cada palabra como si de sus ojos fueran a salir rayos fulminantes.
El murmuro de la gente se transformó en un grito ensordecedor, tomaron tablas y cuchillos, antorchas y guadañas, por un momento el florista se tapó con el cuello de su chaqueta avergonzado del comportamiento salvaje de sus compatriotas.
De repente <<¡CLANK!... ¡CLANK!>> sonaron los restos de la abadía, el sacerdote corrió hacia adentro, donde se escondía intacto el corazón de metal, un cajón metálico con un intrincado sistema de cerrado, sus dedos resbalosos del sudor recorrieron el exterior del baúl metálico para sacar desde su interior el ultimo recuerdo pre-atómico... pero no estaba, la reliquia con sus 8 cilindros de muerte no se encontraba, en su interior solo encontró una flor, y supo a quién debía preguntar.
Spector había llegado al límite del camino, el paso estaba imposibilitado por un derrumbe, <<eso no me lo esperaba>>, Holly tenía razón, su viaje había llegado a su fin, estaba determinado a lo inamovible de su muerte pero no se la imaginaba en esos términos, esperaba haber podido hacer algo con su vida, algo significativo, ahora sin embargo solo quedaba una cosa por hacer.
Spector metió su mano al morral y sacó la pistola <<¿Estás seguro de eso?, no te voy a juzgar si lo haces, pero nada te impide entrar en los bosques y vivir allí>>
<<Ellos lo sabrán, vendrán a buscarme cuando sepan lo de la abadía>>
Puso el cañón del arma contra su cabeza, aún recordaba cuando su madre le contó de la caja metálica, de cómo abrirla, algún tiempo atrás había sido de su familia junto con las reliquias que allí habían, antes de que el sacerdote pusiera sus manos en ella.
Puso su dedo índice en el gatillo, sintiendo el frío metal presionar contra su piel...<<¡¡¡CHIIIIIII, SCRIIIIIIICH, CHIIIIIII, CRACK!!!>>, Sonó un retumbar a su lado y en vez de las rocas se encontraba una sombra de proporciones gigantescas <<el acorazado>>.
<<Nos dirás la verdad, ¿a quién le vendiste esa flor?>>, las antorchas alumbraban su rostro, proyectando sombras a partir de su nariz afilada.
<<Vendo muchas flores, no sabría decirte>> el florista se encontraba sentado en una silla, maniatado de manos y pies, a su alrededor una multitud preparada para cercenarlo sin piedad.
<<Fue él muchacho Albright ¿cierto?, ¡maldito huérfano!>>
<<¿Y por qué crees que es huérfano?, tú te encargaste de que su familia fuese condenada por herejía, te llevaste todo lo que él quería... no espera>> se dio cuenta del error después de haberlo dicho, la condena era tabú, y el sacerdote era intocable.
El sacerdote propinó dos golpes con su bastón y la cabeza del florista quedó hundida, <<y ahora... quien le... pondrá... flores a sus tumbas...>> el vapor de su boca se vio a medida que daba su última exhalación.
<<No queda nada más que hacer, hay que soltar a los perros, no tendrá el privilegio de conocer al acorazado>>, dejó a los pobladores limpiando el cuerpo y se adentró en los restos de su quemada abadía.
Dentro del armazón metálico activó dos botones y un par de siluetas metálicas salieron disparadas por el suelo hacia los montes de Shalimar.
<<No, no pienso hacerlo>>, el helado metal de la maquina vibraba con cada pulsación de sus entrañas, en su costado se abría una extraña boca, su aterciopelado interior palpitaba al ritmo de un extraño compás, <<tal vez deberías entrar>>, la voz de Holly sonaba calmada, incluso cariñosa.
<<Tengo miedo>> sus lágrimas quemaban surcos en sus mejillas.
<<No lo tengas, te perdono>>
<<¿Qué?, Holly donde estás, Holly... ¡Holly!>>, estaba solo, de nuevo solo.
Dentro del acorazado una luz se encendió, dio un paso adelante y fue tragado por la bestia.
Los cazadores avanzaban siguiendo parámetros bien establecidos, era tecnología de punta, mucho más avanzada que cualquier arma pero mucho menos discreta, era un último recurso necesario. Se abrían paso por las colinas y riachuelos con sus sensores mecánicos, sus mandíbulas serradas se encargaban de cualquier obstáculo, sus filosas navajas centrales aniquilaban la resistencia de las bestias que se sentían atraídas por su extraña presencia, saltaban desde las alturas hasta que lo encontraron, la fuente del olor. <<Oh no>> dijo el sacerdote detrás de los comandos, antes de ver como sus sabuesos eran aplastados por el gigantesco soporte del acorazado.
Era como estar flotando en el vacío, la bestia lo había tragado, allí dentro de dios no podía sentirse más desconcertado, <<¿Cómo salgo de aquí?>>, repentinamente una luz se encendió y pudo ver lo que se escondía delante suyo.
<<Hola Spector>> habló el cerebro que permanecía cubierto de un cristal de plexiglás, <<esperaba alguna vez conocerte>>.
<<¿Qué?, ¿Quién?>>
El sonido venía de todo su alrededor pero las luces parpadeantes del cerebro seguían el fijo compás de su voz, <<soy lo que conoces como un ancestro>>, la maquina se movió y Spector se descubrió sentado en un asiento acolchado rodeado de palancas, <<Soy Adelaide Albright, soy el acorazado, lo que tu pequeño pueblo conoce como Dios>>.
<<¡Clang!>> sintió golpear con el costado del acorazado, seguido de una gran explosión que sacudió la cabina, <<Veo que no hay tiempo para explicaciones, permíteme un momento para encargarme de esto>>, los estertores del coloso eran acompañados de movimientos sincrónicos, "está caminando" pensó Spector, dos movimientos más y se sintió otra máquina chocar contra el acorazado, metal de frente a metal. Entonces se encendió una luz frente suyo y lo vio, otra de las grandes maquinas yacía inmóvil frente a él.
<<¿Otro acorazado?>> su cerrazón se aceleró.
<<Así como yo hay muchos, el mundo solo conoce una constante y es el genocidio, hace cientos de años cree este santuario y me dediqué a defenderlo hasta el día de hoy, que me enfrento a la necesidad de tomar una decisión>>
<<¿Y para que me necesitas a mí?, llevamos todo este tiempo muriendo por ti encerrados entre las montañas cuando hay todo un mundo que descubrir>>
<<El mundo es un lugar terrible, creo que ya conoces bien los horrores de la mente humana, pero tal vez hay otra forma, podemos mostrarles que hay otra forma de hacer las cosas>>
<<¡No es así!>>, Spector golpeo fuertemente su mano contra el mullido asiento y sintió un bulto en su chaqueta, todavía tenía la pistola.
<<Pobre florista, no merecía eso>> la voz de Carmen Leigh marcó un contra compás entre la muchedumbre, sostenía la cabeza del fallecido hombre que otrora le había silenciado numerosas veces, a sus espaldas el sacerdote gritaba enfurecido. Sonia Tully se le acercó junto a su hermana quien dijo <<después de todo, quien puede culparlo, yo también compadecía al joven Albright>>, al final Anna Hope se cansó <<¡Silencio!, ¡estamos intentando procesar una perdida!>> el sacerdote la miró fijo y cuando iba a seguir sus diatribas la muchedumbre hizo una pausa, después de todo... vivían con el miedo constante de que el sacerdocio se quedase con sus posesiones por la fuerza, ese miedo nunca había sido tan intenso antes de que sucediera el incidente de los Albright.
Después de todo, Spector había vivido dos perdidas aquella noche de invierno.
<<Necesito una voluntad humana, he pasado mucho tiempo en soledad, me he vuelto diametralmente distinta a cualquier criatura viva, soy más máquina que otra cosa, necesito que me dirijas porque ha llegado el momento de tomar una decisión>>
<<No entiendo, eres Dios, puedes hacerlo por tu cuenta>>
<<No lo soy, ustedes me ven así, soy solamente carne con una coraza metálica y tú eres mucho más, conozco tus perdidas>>
<<No sé de qué hablas>>
<<No entiendo por qué año tras año enviaban emisarios, pero al final resultaban ser personas débiles guiadas por el miedo, de ellos ninguno cumplía con las características que ahora cumples, todos morían a manos del bosque o se arrodillaban frente a mí hasta la inanición>> la maquina pausó extrayendo archivos desde un banco de memoria interno... <<hablemos de tu madre>>
Holly le dijo <<esto se va a poner interesante>>
<<No entienden, el sacerdocio requiere muchos recursos>> la gente se cernía frente a él, haciendo que su figura se volviera una ínfima parte de lo que era realmente.
<<Ese era el prendedor de mi hermana, la que falleció en la hambruna>> clamo una voz desde dentro de la quemada abadía, <<la bodega está llena de granos y agua, y pensar que tuvimos que racionarla>>. Gwendolyn Tully miraba fijamente al sacerdote, sus ojos seguían las suplicas del hombre marcadas en sus resecos labios.
Jack Ambrose tomó su hacha, dispuesto a cercenar el cuello del sacerdote cuando Sonia Tully lo detuvo <<No, que se lo lleve el acorazado>>, Jack asintió <<será para Dios>> y el canto se replicó en la multitud.
Era una mañana helada, Spector recordaba el calor de sus manos frente a la estufa, cada montón de leña hacía un sonido al quemarse que consideraba encantador, como era usual su madre lo esperaba en la mesa con el baúl metálico.
<<Muy bien hijo, creo que estás listo para abrirlo solo>>
Nervioso puso sus manos en el cofre y presionó con sus dedos siguiendo el ritmo correcto a medida que tarareaba. Su madre seguía cada movimiento con especial atención hasta que finalmente el baúl emitió un sonoro siseo <<tssssss>> Spector tenía solo 13 años cuando vio las palabras en el tablero del cofre [Bienvenida Leona Albright], <<hoy inscribiré tu nombre en el sistema, algún día en el futuro alguien de nuestra familia va a liderarnos a todos fuera de las montañas, espero que tú puedas hacerte cargo, para eso necesitaras cada una de las reliquias que aquí se esconden>>. Aún recordaba los tres objetos que lo tentaban con sus misterios se encontraban rodeado de monedas y billetes que poca importancia tenían, a él solo le preocupaban las reliquias, el arma que llevaba guardada en su chaqueta, el controlador de los sabuesos mecánicos y el collar del que pendía el anillo que ahora usaba, era un circulo dorado cruzado por varias líneas.
<<Veo que te gusta ese anillo>> su voz era tan suave como sus manos mientras acariciaban el collar, <<Corazón, registra a Spector Albright como el único usuario del anillo de control>>, la pantalla respondió [a sus órdenes] mientras su madre le ponía el collar <<tienes que cuidar mucho este anillo, ahora llevas el futuro a cuestas>>
<<¡Thomp!>> el sonido provenía de abajo donde la guardia del sacerdote acababa de derribar la puerta, el baúl metálico se cerró de golpe y su madre lo escondió rápidamente bajo el piso de la cama un espacio en el que solo cabía una persona.
No recordaba los gritos o al menos no quería recordarlos, solo recordaba que se llevaron a su madre y que se tuvo que quedar con la familia de Holly durante ese tiempo.
Su madre apareció muerta cuatro meses después con claros signos de tortura, nunca borrará esa imagen de su mente, mucho menos la del cadáver que encontró cuando quisieron que dejara de hacer preguntas, el sacerdote lo necesitaba vivo por los misterios del baúl, pero no necesitaba a Holly.
Holly no merecía eso...
<<No te hagas eso>> la voz eléctrica exhaló.
<<Merecen morir>> susurró Holly en su oído.
<<¡No!>> era más que una respuesta una forma de asegurarse a sí mismo, <<todo esto comenzó por ti, sin dios no hay fanáticos>>
<<Tienes que tomar una decisión Spector, con el anillo y tu comando puedo acceder al arsenal completo, podemos trazar un camino más allá de las montañas y detener esta guerra con el ejemplo de Balam>>
<<¿Cuál ejemplo? Allí sólo hay miseria, deberías saberlo>>
<<Pero aun así hay gente buena, gente que inevitablemente hace frente a lo que tiene por delante, tú eres un ejemplo>>
<<¡No sabes de lo que hablas, no tienes idea de lo que es vivir en Balam!>>
<<También tengo sufrimientos, nuestra sangre carga con un peso que no comprendes>>
Spector nuevamente sostuvo el arma en su mano, listo para apretar el gatillo y finalizar lo que hace tiempo atrás había comenzado, todos los males de su vida se reducían a ese pequeño cerebro, pero esta vez no hubo intervención divina, eran las 6:30 y el sol se asomaba entre las cimas del Shalimar, nunca había visto un amanecer así.
Por la pantalla vio como bailaban los colores del sol, allá donde el azul profundo se fundía con el intenso amarillo del gigante, entre los montes el hielo resplandecía y más allá donde su mirada no alcanzaba se expandía el infinito horizonte, infinitamente iluminado.
Puso la pistola contra su cabeza y se preparó para tirar del gatillo, un ave de pecho rojo se posó en la cima de un árbol y sus miradas se encontraron a través del acorazado.
Era el medio día cuando el sonido de retumbar se hizo sentir a lo largo de Balam, por todas partes las personas frenaron los preparativos para el viaje, ya no era necesario llevar al sacerdote, el acorazado venía a ellos.
La imponente silueta eclipsó al sol, su figura humanoide era desconcertante para quienes imaginaban a Dios como un ente ajeno a toda vicisitud de humanidad.
La ofrenda estaba lista y esperaban una respuesta, deseaban ver como el acorazado se alimentaba, deseaban ganar su favor.
Las enormes y frías manos sostuvieron al sacerdote sin mayor esfuerzo levantándolo hasta la altura de la cabeza, <<no por favor, solo le he servido>>
La boca se abrió revelando a su solitario habitante, su anillo brillaba desde las sombras.
<<¿Cuánto crees que tome descender las montañas?>> Carmen Leigh usaba un vestido que claramente no estaba hecho para caminatas largas.
<<No lo sé, es un viaje largo, pero al menos tenemos buena compañía>> Gwendolyn Tully realizaba su descenso cargando con un pesado ramo de flores.
<<La verdad es un bello día para caminar>> exclamó Anna Hope sostenida del brazo de Sonia Tully, atrás suyo la seguía una hilera compuesta por los habitantes de Balam, sus rostros iluminados por el sol del amanecer, más atrás el sacerdote arrastraba los pies seguido de Jack Ambrose.
<<Era después de todo un buen muchacho>> susurró Gwendolyn.
Delante de ellas se encontraba el infinito horizonte y la solitaria silueta del Acorazado.
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