maria_heart_dreamer María Wicc

Todo aquello que el lector encuentre plasmado en estas páginas habrá sido producto de la más pura inspiración del alma. Por consiguiente, no habrá especificación alguna; no habrá nombres, cifras ni épocas, ni siquiera quien podría ser llamado "protagonista" tendrá una identidad definida, podría ser cualquiera el dueño de las letras que aquí yacen. Con vergüenza y pesar admito que desconozco el número de actualizaciones que se llevarán a cabo, asimismo, no tengo idea de cuál será la frecuencia general de las mismas. Ni siquiera podría asegurar que esta sarta de desahogos tendrá final en algún momento. Por último, quiero disculparme de antemano con el lector por si, en algún momento, evidencia algún desperfecto entre los párrafos que abrume su experiencia. Comprenderá que el corazón no conoce de reglas y en cualquier momento tiende a dejarse llevar por la pasión y callar al necio cerebro, olvidando por completo la redacción. Sin embargo, aquél portador de sentimientos incomprensibles aprecia la posibilidad de expresarse y ser escuchado, por lo tanto, cada palabra será escrita con la mayor intención de deleitar a quien desee ser el receptor.


Clásicos Todo público.

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La miserable costumbre de enfrentar el declive

"¿A dónde van las estrellas al apagarse?, si nunca han poseído el don de la vida, ¿por qué han de morir? Todo lo que va, llega a alguna parte... ¿A dónde va su luz cuando abandona aquel cuerpo inerte cuya función es burlarse de su naturaleza puesto que a pesar de no tener vida alguna, muere?". Estas eran las preguntas que solía formular para mis adentros cada vez que veía la ventana por la que se filtraría la luz de la cruel y hermosa noche. Contemplaría aquellos seres pequeños llamados «estrellas» que iluminan el mundo necesitado, lo haría todas las noches de mi vida, lo haría; mas no lo hago.

—¿Quieres dejar de mirar el cielo y volver a los libros? ¿O prefieres que te tomen como sinónimo y representación de la palabra "baldío"?—. Esa era la voz que me lo impedía: mi madre nunca aceptó mis intereses reales, incluso los veía como sinónimo de insensatez. Pese a mi gran impulso de hacer caso omiso a estas palabras, mis aspiraciones a futuro eran mucho más pertinentes, debido al hecho de que, aunque crear dilemas sin respuesta era mi talento nato, muchas veces me cuestionaba «¿Para qué sirven las estrellas si de ganar dinero se trata?, quiero decir, si opto por la filosofía, quizá me dedicaría a escribir libros o impartir clases, pero la filosofía es compleja y el ser humano huye de la dificultad por naturaleza, ¿quéharé entonces?», pero por más que me lo repitiese, no conseguía respuesta, eran demasiadas preguntas en una sola. Tal vez debía obedecer a mi madre y olvidarme de las paradojas; detodo lo que fuese inexplicable, pero no solo de pan vive el hombre; también de sentimientos como el orgullo y el mío estaría intacto; ¡No permitiría nunca que me señalasen como ser estulto! Estaría decidido, estudiaría matemáticas, las matemáticas de Pitágoras y no me mataría la cabeza pensando en la matemática del tiempo y su ilógica medicina. Estudiaría geometría y no me empeñaría en buscar las dimensiones a la razón humana. Estudiaría historia y no me preguntaría todo el tiempo «¿De dónde salió el universo?», entonces obtendría reconocimiento por mi cultura y jamás volvería a escuchar la palabra «estulticia» cuando de describirme se tratase. Pero por mas que me convenciera de ello, aún tenía una pequeña voz que me llamaba hacia la ventana, hacia las estrellas, hacía todo aquello que no tenía respuesta pero su cuestión era tan sencilla que me fascinaba, y, sin importar mi edad, mi mente aún me manejaba y ahí me veía, de nuevo, buscando respuesta al universo en la ventana, haciendo preguntas sin respuesta porque en todo caso, ¿de qué sirve hacer una pregunta cuya respuesta es conocida ya?

Y así pasaba las noches, casi nunca dormía preguntándome todo ello y si dormía, soñaba con posibles respuestas, respuestas que al despertar por la mañana repasaba y descartaba dejando intacta la incógnita.

Jamás olvidaré aquella desdichada mañana en la que no recordaba mi sueño y me desesperé, ¿qué tal si en aquel sueño estuviese la respuesta correcta y yo la haya desperdiciado por ser un insensato que no prestaba atención a cosas tan elementalmente complejas como los sueños?, me reprochaba mientras repetía que mi madre tenía razón: yo cera carente de sensatez, tan carente que no podía percatarme de detalles tan mínimos como un sueño. Me maté tanto la cabeza que comencé a sentir una fuerte migraña que me obligó a dejar de pensar y dirigir mi mirada y mi mente a otro lugar, a otro asunto; por causas del destino vi el reloj y recuperé la memoria: era martes y me quedaba sin tiempo para llegar a la escuela, mi madre no me había llamado y todo mi ser se había sumido en un profundo agobio. No conseguía poner los pies en el suelo y bajar de la cama al mundo, de todos modos me daba igual, la escuela no me enseñaba nada que fuese de mi interés, no había ninguna asignatura que se llamase ¿Cómo entender las estrellas? o ¿A dónde va el viento? ni nada por el estilo; estas cosas no me interesaban en lo más mínimo, pero de todos modos en casa me aburría y esa era la única razón por la cual salí corriendo a medio vestir con libros en una mano y una manzana en la otra.

17 de Julio de 2022 a las 17:10 0 Reporte Insertar Seguir historia
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