saraypey Sara Saray Pey

Después de mucho tiempo, Andrés se ve en la necesidad de confesar su amor hacia Darya... después de que una ardilla se lleva su gorro


Cuento Todo público.

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Una gorra con amores

Las hojas rosadas de aquel árbol bailaban sin cesar, como ese mismo día hace unos años atrás, ella en el piso, y él entre el gentío de estudiantes que hablaban y reían. No se quiso unir a sus murmullos, y decidió mejor ir a ver el estado de su compañera.

Los dos muchachos, ahora con dieciocho años, juntos bajo el árbol donde compartieron recuerdos de su juventud, en los tiempos cuando estudiar, jugar y vivir era lo único que había que hacer.

Andrés, de ojos azules, cabello naranjo y una gorra con la que iba a todos lados; Darya —Lía, para cercanos—, de ojos azules como el mar, cabello negro con mechas naranjas y una corta chaqueta naranja, ambos se conocían de años.

Ellos estaban conversando, entonces el gorro de Andrés sale volando hacia el suroeste

—¡Mi gorra! Con permiso Darya, voy por ella —exclamó.

—Yo te acompaño, que no pase que termines volando tú —río.

Mientras lo siguen, el gorro termina entre muchas nueces. Una ardilla se acerca a la cumbre y toma la gorra entre sus dientes.

—Ardillita, no uses la gorra de bolsa para tus nueces; es mía, no tuya —rogó Andrés.

La ardilla, mirando las nueces y el gorro; el cual en su hueco tiene parte de las nueces, se lo lleva hacia el noreste como bolsa para su alimento.

—¡Ven acá! ¡dame mi gorra! —gritó.

Juntos fueron tras la ardilla, hasta una calle principal; en el otro lado había una edificación, entonces la ardilla entró por la ventana, con el gorro y unas nueces dentro de esta.

—Allá se va mi gorra, era un regalo... fueron muchos años de recuerdos juntos, y se fueron por un animal haciendo de... ¡mira! ¡la escuela!

—¿Qué tiene?

—¿No te acuerdas? Allá pasamos muchos años; vamos a ver el gimnasio, y de paso buscar a esa ardilla y recuperar mi amada y preciada gorra —propuso.

—¿Tanto por una gorra? Bueno, vamos.

Observaron a través de la enorme ventana del gimnasio mientras miraban hacia el interior del edificio de concreto, una persona de apariencia adulta los mira cerca desde el circuito de ejercicios y sale de esta.

—Ya nos vio, adiós a nuestra visita, y a tu gorra.

—Vamos Lía, no creo que venga y nos diga que no podemos estar aquí, este es un lugar público y aquí crecimos después de todo, además nos ayudará a encontrar a esa ardilla ladrona.

—Estamos distrayendo a los colegiales, creo que eso va a venir a decirnos.

—No hay problemas, nadie va a reclamar.

—Andrés, estamos distrayendo de todas formas, ¿no ves que hay niños mirando?

—No te preocupes, ya he hecho esto antes; lo más probable es que piensen que somos personas que los van a apoyar.

—Dudo que piensen eso, además... ¿ya has merodeado a gente antes?

—¿Te alborotarías si te explico que te menciono a ti como mi único ejemplo? N-no me mires así, se llama hacer apoyo moral.

Ambos se miraron fijamente, ella no lo decía, pero tenía ganas de tirarse al pasto, taparse con su chaleco naranjo y quedarse un buen tiempo ahí. Él la miraba con dulzura y aguantando la risa de como su amiga lo miraba con rabia y nervios.

—No te enojes, tú me preguntaste después de todo.

—No me esperaba esa respuesta, ¡espiar a la gente no es bueno! Es muy incómodo para el que estás espiando, ¿¡no te han espiado alguna vez!?

—No hablen tan fuerte, van a incomodar a... Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? ¡saludos jóvenes!

—Te dije Andrés, nos van a decir algo.

—No lo hará, no creo que nos venga a decir que nos vayamos, capaz hasta nos recuerde y nos deje entrar.

—¡Claro que los recuerdo! ¿Acaso creen que no recordaré a los estudiantes de generaciones anteriores?

Andrés mira a Darya de forma graciosa, ella lo mira indiferente.

—Están tal y como los recuerdo; cambiando de tema a algo más actual, ¿son pareja ahora? Sus miradas me dicen que si lo son —supuso.

—Creo que se confunde maestra, nosotros no somos...

—No lo sabe, pero lo seremos pronto, si ella dice que sí, claro —murmuró Andrés en el oído de la entrenadora.

—No sé de qué hablas.

—Que graciosos son ustedes, te acuerdas de tu entrenadora, ¿no Darya? —cuestionó, Darya no comentó nada.

—Parece que no lo haces Lía.

—¡Tu no la conoces! ¿sabes su nombre acaso?

—No, pero... no puedo argumentar nada.

—Bueno, ya lo noté, y no me conoces siquiera Johnson; pero por las dudas, Irvette; como la heroína, una gran coincidencia —aclaró, parecía de la misma edad de los jóvenes, sin embargo, era mucho mayor.

—Entonces, ¿no está enojada con nosotros por incomodar a sus estudiantes?

—En lo personal, no, ¿quieren que los deje entrar para ver?

—No es necesario, pero bueno —cedió Darya.

—Por mi podemos entrar cuando quiera —río Andrés.

—Síganme, les podrían dar consejos a los jóvenes —concluyó Irvette.

—Claro, ella podría darles muchos consejos —comentó.

—Andrés, veníamos por tu gorra, ¿recuerdas?

—Vamos, podemos después buscar a la ardilla.

—¿Ardilla? ¿hablan de esta ardilla? —dijo, mostrando en sus palmas a una ardilla—. Puedo preguntar a uno de mis estudiantes si sabe dónde dejó tu gorra, puede hablar con los animales.

—¡Ves! Podemos ayudar, y buscar mi gorra, ¡dos pájaros de un tiro!

—Vamos... pero te quiero ver cuando descubras que esa no es la que buscamos.

—No se preocupen, si resulta que no es, los puedo ayudar después del trabajo, vengan, unos minutos y buscamos la gorra.

Entonces fueron a la entrada de la escuela, pasaron cerca de las salas vacías hasta el fondo, veían como había cambiado su lugar de estudio, había mejorado.

Miraban como los inmobiliarios eran diferentes, las paredes cambiaron a un color crema, se imaginaban como los estudiantes corrían por el renovado piso de madera, disfrutaban mirando una pizarra blanca, limpia y con materiales de calidad; después disfrutaban un buen aperitivo en mesas largas y limpias y al final jugaban en un patio limpio y con zonas para todos.

Se sintieron encantados, y caminaron hacia el nuevo gimnasio.

—Es aquí, no se desvíen del camino, sé que es diferente a lo que era antes, pero no vayan a otro lugar — advirtió Irvette, al mirar como los jóvenes estaban distraídos.

—¡Ah! Sí, sí, claro, ¿Lía? Hay que ir al gimnasio, no te quedes aquí.

—¿Viste esto? —preguntó, su mirada miraba hacia la vitrina de los premios.

—¿Qué cosa? —analizó.

—Nada, jijiji, ¡Hay que irnos al gimnasio! ¡Nos vemos! —bromeó Darya, corriendo hacia el gimnasio.

—¡Lía! No me esperaba que hicieras eso —alego Andrés, corriendo tras Darya.

—Johnson, Collins, cálmense y avancen lentamente —ordenó Irvette, que ya estaba agotada de ver a los jóvenes muy distraídos sin seguir sus órdenes.

—Ah... sí, lo siento —murmuró Darya, Andrés la miro extrañado.

—Increíble, no recuerdo que Lía actuara así cuando le llaman la atención, a menos que lo diga Melissa; y en el poco tiempo que llevamos no he visto que la tratara por apellido... conclusión, ella le tiene mucho respeto a su entrenadora —pensó Andrés.

—¿Uno de ustedes tiene algo que decir?

—N-no, nada maestra.

—Nada, por mi parte.

—¡Bien! vamos, después vemos lo de la ardilla.

—Claro, Lía, ¿pasa algo? Parece que hubieras visto un fantasma.

—Nada, estoy bien, vamos a hacer esto.

—¡Bien! ¡Síganme señores!

Fueron al gimnasio, ayudaron a los estudiantes a lograr ciertas técnicas, a lograr los circuitos difíciles y a realizar muchas acrobacias, giros y piruetas.

Después de una buena práctica de circuitos, la clase llegó a su fin.

—Vengan, voy a llamar al estudiante y a la ardilla, esperen aquí —comentó, salió de la gran sala, dejando a Darya y Andrés esperando.

—¿Lía?

—¿Sí?

—En el tiempo que hemos estado aquí he pensado en muchas cosas; ya no me importa el no encontrar a la ardilla ni mi gorra, podría haberla usado como bolsa para poder llevar alimento a su casa, o para sobrevivir al próximo invierno... creo que ahora es más importante el estar con quienes amamos.

—Concuerdo.

—Digámoslo de esta manera, Melissa perdió a sus padres, Alejandro y Alexa no saben dónde están sus familias, Jacob la perdió, Cara no pudo verlos después de venir aquí y Violeta tampoco... capaz nunca puedan, ¿Y yo aquí sufriendo por un gorro? Fue un regalo de mi padre antes de escapar hasta aquí, sí, pero ahora puedo hablar con él, y visitarlo.

—Ya acabo la guerra en tu pueblo, así que está bien.

—Ese es el punto, ellos tienen un punto para aferrarse a sus recuerdos, todos los tienen; pero no tenemos el de una persona cercana, tú no tienes recuerdos de Elena, o de Ayla, por ejemplo.

—Tienes un punto.

—Cuando pensé eso, también pensé, ¿Cómo quiero que me recuerden cuando no esté aquí? ¿Cómo quiero que mis amigos me recuerden? ¿Cómo quiero que mi familia lo haga? He pensado en eso y... creo que ya no puedo ocultarlo.

—¿A qué te refieres?

—Me refiero a que... —comentó, puso la mano en el corazón y suspiró—. Lo siento, no sé cómo explicar a qué me refiero, pero pronto sabré como, lo prometo... —vaciló, estaba rojo, no sabía cómo decir lo que sentía, estaba frustrado, asustado, nervioso. Tenía el sentimiento, tenía la idea de lo que quería expresar; pero le faltaban las palabras para usar la llave para abrir su corazón, revelar sus sentimientos a ella, la que revolucionó su mundo.

Andrés siempre usaba bellas y dulces palabras para hablarle a quienes quería, pero no sabía las adecuadas para ella, sus esperanzas de mostrar su verdadero yo se caían lentamente, Darya al verlo tan desanimado tomó sus manos, él, aun estando rojo, sintió sus suaves y delicadas manos en las suyas, pero a pesar de ello, no podía liberar ese secreto que protegía.

—No te preocupes, sé que encontrarás la solución, siempre la encuentras —comentó, él podía resolver muchos problemas, pero no los de su corazón, necesitaba encontrar esa forma de decirlo.

—¿Interrumpo en algo? —Interrumpió Irvette, notando que el ambiente estaba tenso—. Daniel, ellos son los que te dije que buscaban la gorra, se llaman...

—No se preocupe maestra, yo los conozco, son de mi grupo de amigos —comentó, y añadió—. A propósito, ¿le dije que creo que son pareja?

—No lo son, aun —respondió.

—Hola Daniel —musitó Andrés, evadiendo la conversación

—Saludos, nos volvemos a ver Dani —Comento Darya.

—Saludos jurado, aquí está la ardilla que buscaban, Pepa Junior Tercera. Resulta ser que es novia del primo de la vecina de nuestra ardilla Mandy, no son la misma ardilla —anunció.

—No sé porque, pero lo veía venir.

—Yo te lo advertí, ¿recuerdas? —alegó Darya.

—Sí, sí; puedes seguir si quieres.

—Bien, como decía, nuestra ardilla nos dio la ubicación de esta otra, y me dijo que la gorra está en su guarida, está cerca de un árbol rosado con hojas en forma de corazón... ¿Cómo se llama?

—Cercis cilicuastrum, mejor conocido acá como el árbol del amor, esta chica hizo un hueco en un pino cercano, Daniel, ¿Podrías preguntarle si los puede guiar hasta allá?

—Dice que ella sí puede, y que la sigan.

—Bien, hora de salir, gracias maestra, gracias Daniel —agradeció Andrés, ambos salieron corriendo a la salida cercana tras la ardilla, ahora como buenos amigos.

—¡Adiós amigos! ¡Nos vemos en la cabaña! Yo le apuesto que ellos dos serán pareja al final, yo le digo mañana temprano si pasa —insistió Daniel.

—Como digas, ya veremos —concluyo Irvette, observando que Daniel insistía en su relación.

Los jóvenes pasaron corriendo a través de los árboles, pinos, acacias, sauces y muchos más, hasta llegar a la combinación más extraña, unos nogales formando un círculo, y en el centro, un Árbol del Amor y un Árbol de Hierro.

—Son muchos nogales, me pregunto cómo no se confunde —inquirió Andrés.

—Yo igual, ¡allá esta! —exclamó Darya, viendo a la ardilla en el nogal más cercano a los árboles, tomando la gorra con los dientes y lanzándolo desde una de las ramas, al mirar arriba para buscarla, a Andrés le cayó el gorro en la cara.

—¡En el clavo! —gritó Darya.

—Sí, justo en el objetivo —río Andrés, ambos rieron.

Él sintió como su corazón latía de forma precipitada cuando estaba con ella, en el momento que sintió el gorro en su cara, descubrió las palabras que necesitaba antes.

—¿Nos vamos? —preguntó Darya, empezando a caminar lentamente, sin pensarlo dos veces, Andrés tomo su muñeca.

—¡Espera! Tengo que decirte algo antes de que nos vayamos.

—¿No puedes decirme en la cabaña?

—Sería incomodo decirlo frente a todos, es mejor aquí, junto con la naturaleza —rogó, acercando su mano hacia él.

—Bien... ¿es lo que querías decirme antes? —inquirió.

—S-sí, después de esta aventura...—musitó, dando un suspiro—. Ya sé exactamente lo que quiero decir —afirmo, con voz decidida, sabiendo que lo que diría podría cambiar su relación con Darya por el resto de su vida; o hasta que se olvidara de lo que dijo, lo que ocurra primero.

—¿Qué es? Espero que no se te olvide como antes —insistió Darya, ambos rieron.

—Bien, tal vez te enojes por lo que voy a decir, no sé cómo reaccionarás, pero espero que sea una reacción buena de tu parte —advirtió.

—Vamos, no me dejes con el suspenso, ¡Dilo! —exclamó.

—Okey, okey... moriré de vergüenza al hacer esto, pero lo hare —admitió.

—¡Dilo!

—Ya, ya, no me mates... —comentó, dando un suspiro —Darya Lía Collins, la que mueve mi mundo, la que hace que mi corazón lata rápidamente, mi pieza faltante en este rompecabezas llamado vida, ¿quieres ser la que me acompañe hasta el último día de mi vida? —filosofó, sin darse cuenta, él estaba rojo y ella mirándolo sorprendida por aquella revelación.

—Entonces... dices que me amas y que quieres ser mi pareja, ¿no?

—S-sí, ¿es un sí o un no?

—Si quieres que te diga la verdad... sí, es un sí —confesó, al ver a Andrés con expresión dudosa, añadió—¿Qué idioma crees que hablo? ¡claro que sí! De que estés ciego para notarlo es diferente —cuestionó.

—Al menos no moriré de vergüenza, ¿¡me dijiste ciego!? ¿¡sientes algo por mí!? —agradeció.

—Si alguien te dice que si cuando le dices si quieres ser su pareja, ¿sienten algo por ti o no? —preguntó.

—No necesariamente.

—Pero yo si lo hago —alegó Darya, a pesar de nunca admitirlo, sentía lo mismo por Andrés.

—Bueno, pero no se enoje —río, cambiando el tema—. ¿vamos a la cabaña? —añadió.

—Claro, vamos, se está haciendo tarde —concluyó.

Ambos se fueron de ese lugar donde se confesaron su amor, esta vez, de las manos tomadas. En este momento siempre decimos «y vivieron felices para siempre» pero en realidad no es así, el tiempo pasa y las peleas siguen, así que esta historia terminará así...

«Si el destino lo quiere así, su romance juntos crecerá hasta el último día de sus vidas, en el momento que menos lo crean, la vida pruebas les tendrá, pero si confían de verdad, el árbol del amor siempre crecerá...»

•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•


Nota de autora:


¡Hola a todos! Espero que les guste este intento de hacer romance, así como disfruté hacerlo, esta historia es para la fase 1 del concurso de EditorialGods, usé un total de 2480 palabras dentro de un límite de 1500.


Es la primera vez que hago una historia de este género tan popular como lo es el romance, ¿qué les parece? ¿cómo ha quedado?


De esta forma le damos la bienvenida a Darya y Andrés, les digo que me ha encantado hacer esta historia, aunque tuve problemas en la confesión, pero son cosas.


¡Gracias por leer! <3 ❤


Atte. Sara Saray.

14 de Julio de 2022 a las 21:07 2 Reporte Insertar Seguir historia
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