Cuento corto
0
2.1mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

La historia pierde algunos colores...

Pienso en todas las historias que de acá al futuro nos vamos a perder, como hijos, como testigos de nietos, como partícipes necesarios de la historia de la humanidad. Aún no puedo creer que nos faltará en la mesa la épica, la nostalgia y los secretos bien guardados que nunca supimos.

Soy un argentino promedio, un porteño más de linaje típico, mitad gallego mitad tano por todos los costados, cuyos abuelos y bisabuelos de la familia bajaron de los barcos, huyendo de Europa y de guerras, de hambre y de miedo a la falta de esperanza de un futuro mejor.

Esta última oración es la que se repite cumpleaños tras cumpleaños y cada navidad en cualquier conversación familiar y me cuesta imaginar que alguien no me cuente acerca de la salsa de tomate que hacía su abuela Giussepina desde las siete de la mañana acompañar las pastas del domingo o que Don Mingo separaba de su quinta los ajíes para preparar en conserva y repartir a sus amigos. Ni qué hablar de un tal José con olla en la vereda invitando a todos los vecinos a llevar una porción de paella como excusa para hablar un poco de lo que no puede decir que extraña.

A medida que transcurre la vida administrativa y se va complejizando paso a paso la cotidianidad de las pequeñas cosas, me doy cuenta que no existen milongas donde se conocer al amor de tu vida, el tiempo escasea para amasar una pizza o para tomar mate en la puerta sentado en una reposera. Ojo, digamos todo, pudimos crecer tanto que también están en peligro de extinción el ruego a la macetita para que crezca la frutilla en la terracita de la casa chorizo piso de baldosa, toldo sin techo, sin lavarropas y llena de amor, la menor que se queda encerrada cosiendo la ropa para sus hermanos que ellos sí pueden ir a la escuela y trabajar la tierra, si el invierno ayuda, para cosechar algo de comida y con suerte faenar un cerdo.

Qué lejos quedaron los ocho hermanos que nadie conoció, pero uno era el más gracioso de todos y qué lindo hubiera sido pasar un año nuevo juntos, nos dice la abuela.

Cada día caminamos en una dirección a ritmo intenso que esfuma todo rastro de lo romántico de la pobreza, de la escases, de las historias de no divorcio y de lámparas a kerosene.

Supongo que hoy los abuelos contarán que llegaron a trabajar cansados, que el contador no le respondió el whatsapp, que tal vez le habrán robando el teléfono, que todavía puede ver como el homebanking no le debitó la guita de la tarjeta de crédito y que el viernes tiene turno para ir a la peluquería. Ah, también que sería ideal ir al supermercado el miércoles porque hay descuento pagando con QR. Que en su época le encantaba el rock y los bailes de los clubes, que podía haber militares en el gobierno, aunque no los eligieran y que había un petiso de rulos que le pegaba a la pelota con la zurda que pudo hacer feliz a una sociedad entera entero con tan solo eso, aunque el país se cayera a pedazos.

Hoy los abuelos contarán que sus papás les han contado que hubo una vida mejor de abundancia y de felicidad, de domingos en familia y de hacer la América en Argentina. De conocer casi recién nacida la tierra prometida y de agradecer a la vida por una nueva oportunidad.

El hilo de la historia se tuerce y la temática buscará otros rumbos… no me intrigan mucho a decir verdad.

Nunca habrá tanto para leer como en el tuco de mi abuela.

11 de Julio de 2022 a las 00:04 0 Reporte Insertar Seguir historia
0
Fin

Conoce al autor

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~