ondrealion Ondrea Lion

Carmen y Noah se conocían desde niños. Él siempre estuvo enamorado de ella, pero por la actitud extrovertida y social de la chica, en comparación con la suya, tímida e introvertida, estaba convencido de que la posibilidad de estar juntos era inalcanzable.


Cuento Sólo para mayores de 18.

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Cuento corto
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RELATO: ÚNICO CAPÍTULO

El primer día que la vio se sintió como cuando Edward Bloom vio por primera vez Sandra Templeton en El Gran Pez. Todo alrededor se congeló, cada objeto o ser vivo palidecieron a su lado; el tiempo se detuvo y su atención se concentró completamente en ella.

Fue amor a primera vista, lo golpeó con fuerza, lo cambió para siempre y nadie estuvo nunca a su altura luego de conocerla.

Noah Nevin era tímido y amó en silencio a su vecina. Tuvo la fortuna de que compartía intereses con su hermano Enrique, y juntos organizaban partidos de balompié con otros habitantes contemporáneos del complejo residencial donde vivían. Esa no era la única razón por la que era su amigo, por supuesto, les gustaba la misma música, las mismas películas, los mismo videojuegos, aunque evidentemente, no las mismas chicas.

Gracias a esa amistad pasó mucho tiempo en su casa, y con el tiempo se hizo amigo de ella también.

Pero Carmen era extrovertida, divertida y fiestera, tenía muchas actividades y un círculo social amplio y variado, y eso solo provocaba que Noah se retrajera aún más. La veía inalcanzable.

Cuando se graduaron de la escuela fueron a estudiar a la misma universidad. Él, cine. Ella, derecho.

Noah estaba claro de lo que quería hacer, edición cinematográfica —aunque sus comienzos fueron en comerciales publicitarios y producciones de bajo presupuesto—.

Carmen deseaba ser abogado criminalista y defender a los más desafortunados, y su personalidad fuerte, e inteligencia para argumentar, vaticinaban un futuro exitoso.

Compartieron más de una vez en la cafetería y se encontraron en más de una ocasión en las fiestas universitarias, y para el final de sus estudios, eran mejores amigos.

Noah quería más pero nunca se atrevió a hacer algo al respecto, siempre la admiró y consideró como un tesoro que no podía tocar. Su belleza no dejaba de cautivarlo, sus preciosos ojos café bajo sus cejas arqueadas eran acompañados por unas largas pestañas, su delicada nariz se posaba sobre unos labios que parecían ser creados para besar, y sus cabellos color chocolate con reflejos dorados, ondulaban hasta la mitad de su espalda de manera agraciada.

Una y otra vez tuvo que ser testigo de sus relaciones tormentosas, Carmen tenía la costumbre de salir con hombres que no le convenían. Fue muy buena para los estudios y luego en su trabajo, pero sus elecciones de pareja eran desafortunadas.

De esa manera Noah entró en ese terreno indeseado donde se convirtió en un apoyo emocional y más nada, cada queja y llanto caía sobre sus hombros y le pesaban como una piedra. Verla infeliz y con el corazón roto una y otra vez le causaba aún más daño del que le causaban a ella.

Cuando Noah se estableció como uno de los editores más famosos de la industria, construyó una casa aislada en lo alto de una colina donde instauró su oficina. Su gran talento le permitió costearse una vida acorde a su personalidad introvertida, donde solo recibía a directores, productores del cine y por un tiempo, a Carmen.

Luego de quince años de languidecer por su amor no correspondido, Noah tomó la determinación de alejarse poco a poco de ella. No podía continuar toda su vida de esa manera, fracasando en cualquier intento de relación con cualquier mujer porque su antigua vecina era lo único que ocupaba sus pensamientos cuando besaba, tocaba, o le hacía el amor a otra.

No fue una tarea fácil, para nada, tener que mentirle al decir que estaba demasiado ocupado para encontrarse con ella o recibirla en su casa. Ignorar sus mensajes o llamadas fue una lucha constante de voluntades.

Finalmente Carmen desapareció de su vida, entendió el mensaje indirecto, y aunque los primeros meses tuvo que obligarse a no contactarla, un año después de su último encuentro pensó que finalmente había superado su amor.

Pensaba en ella de vez en cuando porque no podía evitarlo, pero se entregaba por completo al trabajo cuando sus recuerdos aparecían para torturarlo.

El día de su cumpleaños número treinta, Noah rechazó varias invitaciones y le dio instrucciones precisas a su prudente asistente para que bloqueara cualquier intento de celebración de parte de sus conocidos.

En aquella ocasión silenció su teléfono, se encerró en su oficina con sus ordenadores y pantallas, y pasó horas editando la última película del director más cotizado del momento. Trataba de un drama criminal y la actriz que protagonizaba la producción se parecía dolorosamente a Carmen, sin embargo procuró recordarse una y otra vez, que la paz que le otorgaba no saber de ella no pretendía cambiarla por la oportunidad de verla aunque sea una vez más.

Sabía cuáles serían las consecuencias, sufriría por meses la agonía de no tenerla a su lado, de no ser correspondido, de no poder amarla como deseaba.

Eran las diez de la noche cuando se dirigió a la cocina para prepararse un emparedado, y se sobresaltó al ver en la cámaras de seguridad que un auto estaba aparcado a las afueras de su casa frente al portón de entrada.

Consideró sus opciones: podía ignorarlo, tomar un bate y salir a ver quién era, o llamar a la policía. No tuvo que tomar ninguna decisión consciente porque su cuerpo la tomó por él cuando vio a una tambaleante Carmen saliendo del auto para tocar el botón del intercomunicador.

Si hubiera tomado el tiempo de pensar un poco no se hubiera apresurado como lo hizo, se hubiera resistido y hubiera aparentado que no estaba en casa, pero no tenía poder sobre sus acciones, un impulso le hizo tocar el botón que abría la reja con motor eléctrico y salió al patio a recibirla.

—¡Feliz cumpleaños! —balbuceó Carmen cuando detuvo su auto junto al de Noah y se apeó con movimientos torpes.

Evidentemente estaba borracha y Noah solo pensó en lo que pudo haber pasado en el camino hacia su casa conduciendo en ese estado.

—Hola —saludó él no sabiendo qué más decir.

Carmen levantó un dedo y se giró para volver a su auto de dónde sacó una botella de champaña, un par de copas y una rosa roja.

—¿Te puedo invitar una copa? —preguntó ella cuando se detuvo frente a él entregándole la flor.

Se veía nerviosa y tímida y eso preocupó a Noah considerando que no conocía a nadie más confiada y segura que Carmen. Se preguntó la razón de esa actitud llegando a la conclusión de que probablemente estaba metida en algún tipo de problemas o le habían roto el corazón una vez más. Eso tendría sentido ya que cada vez que una de esas dos cosas pasaban, era a él a quien recurría.

Noah resopló resignado y la invitó a pasar decidido a hablar con ella de frente; hacerse el fantasma no había funcionado, cesar toda comunicación y contacto sin ninguna advertencia no había sido suficiente para mantenerla alejada, por lo que debía pedirle sin miramientos que le diera la oportunidad de olvidarla. Haría algo que nunca se imaginó hacer, rechazar su amistad porque para él no era suficiente.

Antes de llegar a la cocina, que era a donde se dirigían porque era el lugar favorito de Carmen en toda la casa, ella lo detuvo tocando su brazo. Noah sintió como la piel le ardió justo donde los dedos de la mujer se posaron, y se convenció de que nunca podría dejar de sentir las emociones tan poderosas que despertaba su mera presencia. Hasta el fin de sus días sería la mujer que se le escapó, la que no pudo tener.

—Te extraño —dijo Carmen rodeándolo con sus brazos.

A pesar del ligero olor a alcohol que le corroboraron que estaba intoxicada, hubo otros aromas que lo subyugaron, como el de rosas que desprendía su cabello y el delicioso dulce de su perfume. Aspiró las fragancias y la estrechó con fuerza, preguntándose, momentáneamente, si algún día tendría la oportunidad de besarla. Pero aquella debilidad desapareció con la misma rapidez que había llegado, Noah se apartó y continuó el recorrido hacia la cocina diciendo:

—He tenido mucho trabajo.

—No te creo —acusó ella soltando la botella de champaña en una de las encimeras, seguidamente se desplazó naturalmente en el espacio al buscar una hielera para mantener la bebida fría.

—Es la verdad, afortunadamente soy muy solicitado. No me puedo quejar —replicó Noah secamente al ubicar un envase alargado para poner la rosa que le había regalado.

Se giró hacia ella para encararla ordenando sus pensamientos para decirle de una buena vez por todas que la amaba y que no quería ser su amigo, que lo mejor era alejarse.

—Esa es una excusa barata —protestó Carmen—. No importa cuán ocupados estemos, siempre tenemos tiempo para el otro.

—Las cosas cambian, las personas se distancian. Es algo natural y común —dijo Noah abriendo la botella de champaña para ocupar sus manos en algo porque la ansiedad se lo estaba comiendo.

—La manera cómo te alejaste de mí no fue nada natural, no la entendí, ¿qué hice? —preguntó Carmen alzando un poco la voz.

—No hiciste nada —admitió su acompañante extendiéndole una copa del licor burbujeante.

—Entonces, ¿por qué? ¿Por qué desapareciste de pronto? ¿Por qué no he podido ver y hablar con mi mejor amigo? —reprochó la mujer negándose a tomar la bebida al cruzarse de brazos.

Noah soltó la copa, se bebió la suya de un sopetón y se sirvió otra. No importó que hubiera decidido decirle la verdad, no pudo hacerlo, las palabras no salían de su boca. Cuando se sirvió la tercera copa con la mirada fija en la botella en todo momento, sintió que Carmen se acercó a él para posar sus manos en las mejillas de su amigo y obligarlo a mirarla. Durante unos segundos detalló su rostro, una mueca se dibujó en su rostro el recordar que siempre le recordó al personaje de Emmet de Crepúsculo pero con cabellos castaños claros y ojos color cielo. Siempre le agradó su gran tamaño y mandíbula cuadrada, la hacía sentir segura.

—¿Por qué te alejaste? ¿Qué hice? —preguntó de nuevo.

—Nada, Carmen. No has hecho nada, eres perfecta.

Sus palabras eran sinceras pero su acompañante las interpretó como sarcasmo y explotó al replicar.

—¡Nunca he dicho que soy perfecta! ¡Lo sabes! ¡No entiendo qué carajo pasó! Y no entiendo por qué no hablas conmigo cuando siempre nos hemos dicho todo.

—No ha pasado nada —replicó Noah, y lo dijo con sinceridad porque ese era precisamente el problema, no pasaba nada entre ellos que era lo que más deseaba en el mundo—. Algunas cosas han cambiado, eso es todo. Estoy enfocado a mi trabajo, paso casi todo el día en la oficina, no tengo tiempo para más nada.

Eso también era en parte cierto, no tenía tiempo para contactarla o pensar en ella porque se lo había propuesto.

—¿Qué ha cambiado? Necesito una explicación, Noah. Me la merezco, no puedes votar a la basura una amistad como la de nosotros sin decirme por qué.

Noah negó con la cabeza, soltó su copa y abrió un gabinete para extraer una botella de güisqui. Necesitaba beber algo más fuerte. Mientras se servía un vaso, y sin mirarla, le preguntó:

—¿Qué te parece si ordenamos algo de comer?

Carmen pensó que iba a perder la cordura, no soportaba su apatía y negativa a darle una justificación por su comportamiento. El efecto del alcohol estaba desvaneciéndose y lo necesitaba para mantener el coraje que había adquirida al tomar le decisión de aparecerse en su casa, así que tomando la copa de champaña que Noah le había servido unos minutos antes, replicó:

—Comida china, por favor.

Decidió controlar sus impulsos y tener paciencia por el tiempo que le tomara sonsacarle la verdad, esperar no era una de sus virtudes porque siempre había sido impetuosa e inquieta, pero esa noche conseguiría respuestas sin importar cuántas horas le tomara.

Mientras ordenaban la comida y se ubicaban en la terraza de la cocina que tanto le agradaba a Carmen, conversaron sobre sus vidas. Ella había terminado una relación seis meses antes y estaba soltera, y él había editado las dos últimas películas más taquilleras alabadas por los críticos.

Comieron entre carcajadas y por un rato fue como si fueran los mismos amigos de siempre, disfrutaron la compañía del otro enfocándose en lo mucho que les agradaba conversar, en la empatía y reacciones que despertaban entre ellos, y quizás hubiera sido la velada perfecta, si Noah no hubiera caído en cuenta de lo difícil que serían las próximas semanas cuando se volviera a alejar de ella.

—¿Qué pasa? —preguntó Carmen susurrando—. Por favor, ¿qué pasa? Me voy a volver loca tratando de entender.

—Nada —mintió Noah—. Creo que debería irme a acostar, mañana tengo mucho qué hacer. Deberías quedarte en la habitación de invitados, no quisiera que condujeras así.

Carmen observó cómo su amigo se levantó de su asiento y comenzó a recoger la mesa, gracias a la comida ya no estaba tan intoxicada como cuando había llegado, podría irse, pero no quería. Lo siguió hasta el fregadero donde uso sus manos para girarlo y encararlo.

—¡No! Me niego a que esta noche termine así. Me debes una explicación y me la vas a dar —ordenó ella conteniendo su ira.

—No hay nada que explicar y lo sabes, es bastante obvio, ¿verdad? ¿Por qué fingir que no sabes el motivo de mi alejamiento?

—¿De qué demonios hablas, Noah? Yo no estoy fingiendo que sé los motivos, los desconozco.

—¡Por favor, Carmen! ¿De verdad me vas a decir que no ha estado claro todos estos años? ¿Qué evidentemente entre nosotros hay un amor no correspondido? Es mejor alejarse que sufrir por algo que nunca va a pasar.

Carmen dio dos pasos hacia atrás abriendo mucho los ojos, sus mejillas se sonrojaron y sintió como su estómago se revolvió.

—¿Esa es la razón? ¿Por eso te distanciaste?

—¿Qué otra opción tengo? Entre nosotros solo puede haber una amistad y no hay razones para pretender que eso será suficiente, nunca lo será.

Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas y se tapó la boca para que los sollozos que luchaban por escapar de su garganta se acallaran.

Noah se arrepintió de haber hablado, no deseaba hacerle daño, nunca, jamás, pero lo mejor era que finalmente supiera que siempre la había amado, que estaba consciente de que no correspondía sus sentimientos y que no día mantener una amistad porque siempre desearía algo más.

—Tú no tienes derecho a decidir que será suficiente para mí o no —gritó Carmen de pronto—. Yo acepté hace mucho tiempo que solo seremos amigos, que nunca me amarás. ¿Quién demonios te crees para terminar nuestra amistad porque no puedes corresponderme? ¡Nunca te he dicho nada al respecto! ¡Jamás he sugerido que seamos algo más que amigos porque sé dónde estoy parada! ¡Eres un egoísta arrogante!

—¿Qué? —replicó Noah sorprendido, la confusión reinó cada línea de su rostro, aquellas palabras de pronto no tenían sentido aunque era evidente lo que significaban.

Carmen dio otro paso hacia atrás, y por unos segundos, no comprendió el desconcierto de su acompañante. Entonces abrió aún más los ojos y masculló:

—No hablabas de mí.

—¿Aceptaste hace mucho tiempo que solo seremos amigos y que nunca te amaré? —preguntó Noah intentando ordenar la tormenta de su mente que comenzó a reunir cada uno de sus recuerdos junto a ella buscando alguna señal que le permitieran compaginar el pasado con sus palabras.

—Estabas hablando de ti —balbuceó Carmen retrocediendo un poco más porque aquello de pronto la golpeó como un tren a toda velocidad.

Desde que vio a Noah la primera vez se sintió intensamente atraída, y con el pasar de los años fantaseó más de una vez la posibilidad de tener una vida juntos convencida de que su tímido vecino no sentía lo mismo, se conformó con una amistad deseando algo más que pensó que nunca tendría.

—¡Claro que hablaba de mí! ¿De verdad hacía falta que te dijera que me moría por ti? ¿De lo difícil que era mantener una amistad con la única mujer que he amado toda mi vida?

—Yo… yo… Siempre pensé que me veías… que me veías… como la hermanita de Enrique —tartamudeó la mujer—. Me consideré afortunada de que estudiáramos en la misma universidad, que te agradara mi compañía y que te cayera lo suficientemente bien como para que te permitieras conocerme y fuéramos amigos por lo menos.

—¿Por lo menos? ¿Sabes lo difícil que ha sido para mí estar cerca de tu boca, de tu cuerpo, y no poderte besar y tocar como tantas veces lo he imaginado? Por muchos años pensé que estar cerca de ti, ser tu confidente, así me muriera de los celos cada vez que me hablabas de otro, era mucho mejor que no formar parte de tu vida.

—Estuve con otros para olvidarte y nunca lo logré —admitió Carmen.

—Yo también —replicó Noah soltando una carcajada.

Se mantenían en lados opuestos de la cocina, como si ninguno de los dos pudiera creer lo que estaba pasando, como si aquello fueron un sueño del que despertarían para regresarlos a la realidad donde no existía ni la más mínima oportunidad de estar juntos.

—Lo sé, verte con otras fue… no sé qué palabra utilizar. ¿Frustrante? ¿Doloroso? ¿Desesperanzador?

—Insoportable —replicó Noah—. Me hablabas de los tarados con los que salías y me preguntaba por qué no era yo quien te besaba, quien te apoyaba, quien te demostraba que eras un tesoro que debía ser respetado y adorado.

Carmen suspiró y amplió una sonrisa que cubrió su rostro. Amagó un paso para acercarse a él, pero se detuvo, ¿estaba lista para recibir el amor con el que había soñado durante tanto años? Debería estarlo, sin embargo, de pronto temió que no funcionara como todas sus relaciones anteriores.

—Lo mejor de mis días era cuando te veía, la expectativa de nuestros encuentros siempre me produjo una felicidad que no puedo explicar, conseguir cualquier excusa para verte o hablarte me resultaba tan fácil como… editar un video, no sé —continuó hablando Noah mientras caminaba lentamente hacia ella—. Se sentía natural acondicionar todo mi tiempo libre alrededor de cualquier oportunidad para compartir contigo, buscar la manera de que nuestros caminos coincidieran, no me importaba exponer mi corazón, prefería tenerte en mi vida a no formar parte de ella.

—No es cierto —susurró Carmen—. Porque te alejaste de mí, preferiste no tenerme en tu vida, no formar parte de la mía.

—Comenzó a doler, ¿sabes? —replicó Noah deteniéndose a un paso de distancia entre ellos—. Me convencí de que no era sano mantenerme en una relación donde mis sentimientos no eran correspondidos, que debía aprender a vivir sin ti, olvidarte.

—Pero tus sentimientos sí eran correspondidos —suspiró la mujer comprendiendo que lo de ellos no se parecían en nada a su pasado con otros, porque se conocían como nadie, estaban al tanto de todas sus virtudes y defectos, no existían secretos ni agendas ocultas. Estaban hechos el uno para el otro, una relación entre ellos estaba destinada a suceder.

—Ahora lo sé —masculló Noah dando el paso final para tomarla entre sus brazos y posteriormente darle el beso que siempre quiso desde la primera vez que la vio.

Sus bocas colisionaron y demostraron el anhelo contenido durante tanto tiempo, no hubo torpezas ni choques, todo fluyó y encajó creando una experiencia extraordinaria, fue mucho mejor de lo que alguna vez habían soñado. La química que compartían como amigos se manifestó en sus besos y encajaron como dos piezas que siempre les correspondió estar juntas pero no se habían encontrado.

Noah llevó sus labios hacia el cuello de Carmen y las manos a su trasero, ella se aferró a sus cabellos y lo atrajo, invitándolo a tocarla más, besarla más.

Carmen le quitó la camisa, y su acompañante le quitó el vestido ajustado que llevaba y bajando la tela del sujetador, besó la punta de sus senos succionando y mordisqueando. Carmen gimió y empujó sus caderas hacia él dándole una señal para que continuara y le dieran más placer.

Noah inició un recorrido de besos desde sus pechos hasta su vientre y ella arqueó su espalda con un gimoteo que provocó que él la tomara entre sus fuertes brazos, la alzara por los aires y la sentara en la encimera, donde abriendo sus piernas apartó la tela de sus bragas y enterró su lengua.

Carmen gritó extasiada todavía incrédula de lo que estaba pasando, la lengua de Noah era experta y gloriosa, y cuando sus dedos la acompañaron, sintió como un orgasmo creció en su interior, sus caderas convulsionaron y su garganta gritó su nombre pidiéndola más.

Entonces saltó hacia el suelo, lo guio al pequeño sofá de la terraza de la cocina, lo sentó y le abrió la cremallera para meterlo por completo en su boca, quería corresponderle, contarle sin palabras lo que le acababa de hacer sentir. Lo lamió, succionó y besó apasionadamente, lo volvió loco y lo escuchó gruñir hasta que él la detuvo para girarla, ponerle de rodillas sobre el diván y juguetear con sus pliegues para escucharla otra vez suspirar su nombre.

La penetró entonces y sintió como su caverna lo acogió por completo apretándolo con su calidez. Carmen gimió, se estremeció y agitó para indicarle la velocidad y la fuerza que quería, y cuando sintió que su cuerpo explotó en mil pedazos gracias el segundo orgasmo, y todavía sentía los espasmos, Noah la giró sobre su espalda, la penetró de nuevo, y besándola en la boca provocó que un tercer orgasmo naciera de las ondas finales del anterior y suplicara más profundidad y rapidez.

Noah la complació, y unos segundos después, la acompañó en el clímax esparciendo su semilla en su vientre y desplomándose a su lado. El espacio del mueble era pequeño, así que después de un largo beso, él se levantó, la guio hasta su habitación y luego a su cuarto de baño donde abrió la ducha.

Carmen amaba cómo podían comunicarse sin palabras, como sus acciones eran más que suficiente para expresar cualquier cosa. Bajo el agua cálida, y con besos, declararon su amor, entre risas y suspiros hicieron el amor de nuevo sobre la cama descubriendo que aquella relación que nació de una amistad, duraría toda la vida.

7 de Julio de 2022 a las 15:09 0 Reporte Insertar Seguir historia
1
Fin

Conoce al autor

Ondrea Lion "Las palabras viajan de mi imaginación a mis dedos..." 𝘈𝘭𝘵𝘦𝘳 𝘦𝘨𝘰. Escritora de Romance. Me encanta la lluvia y el café junto a un buen libro, y la música es mi mejor compañía cuando escribo, puedo, literalmente, imaginarme historias detrás de una canción. Me gusta mucho leer los comentarios de los lectores en mis obras, es como si tuvieramos una complicidad junto con la historia. Muchas, muchas, muchas gracias por leerme, siempre alegran mi día :D Instagram: @ondrealion

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