Rheva – Orfanato Lumpy cloud
Rheva ha estado pasando de orfanato en orfanato durante años.
Ya había estado en 10 orfanatos distintos ¿La razón? Su actitud, físico y condición “médica”. En todos los orfanatos en los que había estado, terminaban por echarla sin ella haber hecho algo en específico o al menos eso es lo que ella pensaba. Además del hecho de que todo el mundo la “odiaba”, las veces que la veían para posiblemente adoptarla o más bien comprarla, siempre la miraban con disgusto y extrañeza.
En estos tiempos, Rheva vivía en un orfanato cerca de las fronteras para pasar de Alemania a Francia. Un pequeño orfanato que “cuidaban” a más de 30 jóvenes de diferentes culturas, solo con el objetivo de que cuando viniera algún amo a “adoptar” algún niño, tuviera muchas opciones. Cada semana que pasaba solo dos niños eran adoptados por sus amos, mientras que los otros se quedaban en el orfanato aprendiendo a como servir de la mejor manera a sus amos. Normalmente a los jóvenes de entre los diez años en adelante, les enseñaban a cocinar, limpiar y hablar idiomas, ya que era necesario que supieran todas esas cosas para satisfacer de la mejor manera a su futuro amo, pero para los que tenían ya más de 17 años las cosas cambiaban.
Cuando ya los jóvenes alcanzaban la edad de más de 17 años, se les hacía más difícil ser adoptados porque los amos pensaban que entre más edad tuvieran, más se les haría difícil para adiestrarlos. Eso le paso a Rheva.
Rheva estaba cerca de cumplir los 20 años y todavía no era adoptada por nadie a pesar de que, había demostrado ser muy buena en muchos ámbitos como la cocina y la limpieza, pero aun así jamás había sido capaz de captar la atención de algún amo, ni tampoco es que a ella le interesara ser la esclava de alguien más.
Por el momento mientras esperaba a que alguien fuese a adoptarla, ella permanecía en su habitación acompañada de otras dos chicas: Dalinda y Briella, las chicas más insoportables del mundo. Rheva era ese tipo de personas que no soportan las voces chillonas, sobre todo en las personas que son muy expresivas por naturaleza. Esa era una de las razones por las cuales no soportaba a esas dos. Le provocaban dolor de cabeza.
Rheva como todas las mañanas, se encontraba en su habitación con una libreta y un lápiz, sentada al lado de su ventana, intentando visualizar más el paisaje que rodeaba el orfanato. A ella le gustaba mucho pintar paisajes, a pesar de que no le salían del todo bien. Disfrutaba mucho intentando hacer las diferentes sombras y pequeños detalles de los árboles que observaba, para que el dibujo se viera más trabajado en vez de ver sólo unas líneas mal hechas al lado de unos círculos desproporcionados. Definitivamente su don no era el dibujo.
Rheva miraba el poco paisaje que había a su alrededor, los escasos árboles que había casi todos sin vida. Estaban marchitos, sin hojas, hasta llegar al punto de la muerte, y ni hablar de los pastizales, estos no eran de un color verde brillante como uno se los imagina, estos eran de un color gris llegando a café. Al parecer en todos estos años, la contaminación llegó a un punto que ya la humanidad no podía hacer nada para remediar el daño grave que le había causado a la naturaleza, por lo que también la belleza de esta se vio afectada drásticamente, sin dejar rastro de lo que una vez fue.
A ella le entristecía ver aquello, porque que por el momento era la única cosa que la mantenía distraída de lo que sucedía a su alrededor, un mundo lleno de dolor y desgracias. Un mundo donde todos los jóvenes son obligados a servir a los mayores, llegando hasta ser asesinados si no cumplían con algún mandato u orden que sus amos les asignaban. Lo más triste se hacía presente cuando esos niños llenos de amor y alegría contentos de que alguien por fin los va adoptar, se dan cuenta de las verdaderas intenciones de la adopción, ocasionando que muchos de estos acaben con sus vidas por la gran presión y desesperación que sienten día a día.
Rheva siguió mirando en dirección hacia su ventana, hasta que una voz hace que se asuste y caiga del lugar en donde estaba sentada, haciendo que su cuerpo sufra un golpe lo suficientemente fuerte como para hacer que ella suelte un gemido de dolor.
Después de caer al suelo, dirige su mirada en dirección hacia donde sonó aquella voz, al ver detenidamente se dio cuenta de que era una de las encargadas de lugar, Eos; Su más grande pesadilla.
–¡25, levántese y míreme a la cara! – Le gritó Eos con su característica voz gélida y hostil. Rheva al escucharla se levantó del suelo y siguió la instrucción que le había dado.
Su vista estaba fija en aquella mujer caucásica, en sus ojos rasgados, dos orbes marrones que, eran como si te atravesaran el alma, y fueran capaces de ver hasta el más mínimo detalle de ella.
–¿Qué sucede señorita Eos? – Habló esta vez Rheva.
–Otra vez serás trasladada a un nuevo lugar– Rheva podía notar la malicia y la satisfacción de esa mujer al decir esas palabras.
–Oh…– Pretendió estar triste, bajando la cabeza para mirar al suelo y evitar que Eos descubriera su desinterés respecto aquello.
–Por fin, no tendré que lidiar contigo nunca más.– La mujer soltó una pequeña carcajada.
Eos le dijo que en unas horas sería trasladada a otro lugar, pero no cualquier lugar, no un orfanato como ella pensaba, sino a un psiquiátrico donde supuestamente la “arreglarían” y la volverían una persona aparentemente “normal”. Este hecho la hizo enojar, pero sabía la razón.
Luego de que esa mujer le explicara todo, Eos se retiró de la habitación dejándola completamente sola ya que, por alguna razón, ni Dalinda ni Briella estaban ahí. Luego de que se fuera Eos, Rheva se acercó nuevamente al ventanal donde acostumbraba estar y empezó a mirar al exterior, intentando recordar cada aspecto de ese maravilloso paisaje, el pasaje que la mantenía distraída de todo lo que pasaba a su alrededor.
La tristeza abrazaba su cuerpo. Sus ojos empezaban a aguarse poco a poco, concluyendo en sus mejillas empapadas, que ahora se habían tornado de un tono rosado yendo a rojizo.
Le dolía mucho irse, aunque no lo crean, a pesar de que se mudara muy seguido, había pasado viviendo en ese lugar casi un año entero, por lo que le agarró un poquito de cariño a ese paisaje. Además, sabía que cuando se fuera allí, no volvería a ver jamás una vista como esa, ni le agarraría el mismo “feeling”.
(...)
Pasaron unas cuantas horas y Rheva seguía sola en su habitación. Estaba en su cama vieja, jalando levemente su cabello rubio cenizo por el gran estrés que había desarrollado estas últimas horas. Dejó de tocar su cabello para luego acostarse en la cama con las piernas dobladas en dirección hacia el techo. Suspiró y cerró sus ojos. Estuvo así por un rato, hasta que sonó una voz por el altavoz que se ubicaba en la parte superior de la habitación. Normalmente este altavoz lo usaban para anunciar algo importante.
–¡Sirviente número 25, recoja sus cosas y diríjase a la salida del orfanato! ¡Tiene 5 minutos! –Se escuchó una voz femenina por el altavoz. Comenzó a recoger sus cosas rápidamente ya que, su “nombre” clave era 25, sí, todos los chicos y chicas en el orfanato tenían este tipo de nombres clave, jamás los llamaban por su nombre, tanto así que muchos de los chicos llegaban a olvidar su nombre real. Ese no era el caso de Rheva.
Posteriormente, terminó de recoger todas sus cosas (eran muy pocas) y salió de la habitación, encontrándose con uno de los guardias del orfanato, él la escoltaba hacia la salida para que ella no hiciera nada raro o intente escaparse. El guardia la tomó con fuerza de su antebrazo izquierdo y la comenzó a llevar a la fuerza hacia la salida, mientras ella sostenía con su otra mano la maleta.
Minutos más tarde, por fin salieron del orfanato. En la salida del orfanato, justamente al frente de la entrada del lugar, se encontraba una camioneta gris con algunas personas vestidas de las típicas pijamas azul crema que usan los que trabajan en los hospitales, las cuales serían las personas que probablemente, si ella intentaba escapar o hacia algo inusual seguramente la sedarían y la meterían a esa camioneta de todos modos.
El guardia la llevó hasta donde se encontraba la camioneta gris, soltó el agarre que ejercía en su antebrazo.
–Aquí está la chica–Dijo el guardia acercando a Rheva con un empujón algo fuerte hacia esas personas. Una de esas personas era una mujer de unos 30 años aproximadamente, esta mujer al escuchar lo que dijo el guardia, agarró a Rheva de uno de sus brazos y la acercó a ella para posteriormente, ponerle unas esposas en las muñecas y, con un poco de fuerza guiarla hacia la puerta trasera de la camioneta gris.
–Súbase–Le ordenó la mujer, Rheva como respuesta hizo lo que la mujer le pidió y se subió a la camioneta.
Al entrar en la camioneta, se sentó en uno de los asientos del lado derecho. Por dentro la camioneta estaba completamente sellada, los pasajeros que estaban en el lugar de ella, eran incapaces de ver lo que había afuera, parecía que fuese uno de esos vehículos donde llevan a los criminales. Rheva se sentía como si fuese una de esos enfermos mentales.
Luego de unos minutos, la camioneta comenzó a moverse. Por fin iba a irse de ese lugar. Rheva no soportaba estar en ese orfanato, y si, ella había estado en muchos orfanatos, pero ese en especial había sido un infierno vivir ahí. Al darse cuenta de que el camino sería muy largo, decidió acostarse. Estando ya acostada, colocó sus manos dobladas al lado de su cabeza y cerró sus ojos con la intención de quedarse dormida.

Rheva – Hospital mental Flower Garden
Después de unas cuantas horas, por fin había llegado a su destino.
Rheva aún seguía dormida, hasta que el sonido de la puerta abriéndose hace que se sobresalte y se despierte. La persona que había abierto la puerta era la misma mujer de antes.
–Salga de la camioneta ¡Ahora! – Manifestó la mujer, agarrando a Rheva del brazo, sacándola de la camioneta a la fuerza.
Estando ya afuera de la camioneta, la arrastraron hacia la entrada del psiquiátrico. El lugar desde afuera parecía enorme. Las paredes exteriores eran de un tono beige y las ventanas parecían rejas como las de una cárcel. Dentro del lugar, se podía ver un largo corredor, lleno de habitaciones con puertas blancas un poco viejas y sucias.
La mujer quien la estaba llevando a la fuerza, la arrastró hacia una de las habitaciones. Abrió la puerta y la empujó haciendo que entre a la habitación. La habitación era pequeña, su tamaño aproximado era de unos 13 metros cuadrados, las paredes eran de color blanco y el suelo era de un tono gris.
–¡Priscila, venga aquí de inmediato! – Gritó la mujer, llamando a una tal Priscila.
Unos pocos segundos más tarde, una mujer de tez anaranjada, cabello rojo y un cuerpo promedio, llegó a la habitación de manera apresurada. La otra mujer al verla, la dejó entrar a la habitación y la regañó.
–Ya que estas aquí inútil, esta chica de aquí será a quien cuidaras.–
–Ahora me tengo que ir, revisa su historial médico y haz tu trabajo bien por primera vez. – Añadió para luego darle una carpeta con la información personal de Rheva. La mujer a los pocos segundos, salió de la habitación.
Priscila se acercó a Rheva mientras revisaba sus datos personales.
Nombre del paciente: Rheva.
Edad: 19 años.
Género: Femenino.
Fecha de nacimiento: 20/08/2046
Tipo de sangre: O +
Número de identificación: 25.
Alergias: Polvo, piña y picadura de abejas.
Miedos o fobias: Entomofobia.
Análisis psicológico: Sin realizar.
–Usted es Rheva, ¿verdad? – Preguntó Priscila mirando aún la carpeta con sus datos personales.
–Emm…Si– Respondió Rheva con obviedad en su voz.
¿Esa mujer era tonta o pretendía serlo? Se preguntó Rheva.
–Bueno como habrá podido escuchar, mi nombre es Priscila. Yo seré quien se encargará de usted desde este momento– Manifestó la mujer con una sonrisa forzada en su rostro.
Priscila le dijo que a partir de ese momento cada vez que ella fuera a revisarla, tendría que hacerle una serie de diferentes exámenes para asegurarse de que nada “malo” le estuviera pasando. Después de aquello, la mujer trajo unas cuantas cosas como un colchón viejo amarillento, una sábana “blanca” desgastada y una almohada. Además, trajó un conjunto de ropa que consistía en unos pantalones holgados grises, una camiseta blanca de manga corta y unas medias blancas junto a unas chanclas grises. Dejó las cosas en la pequeña celda y antes de irse le mencionó que debía colocarse el conjunto de ropa que le había traído y luego permanecer en la celda hasta un nuevo aviso.
Gracias por leer!
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