Como odiaba las frías noches de verano. La reunión sería en el puerto y debería de haber comenzado hace solo dos horas atrás.
Llevando un elegante traje negro, el detective de homicidios Bernie Traveler estaba esperando pacientemente a que su sospechoso principal en una docena de homicidios a sangre fría apareciera de un momento a otro. De cabello negro y rostro apuesto, Bernie era la clase de galán que atraía a las mujeres con su sola presencia. Aunque por desgracia la única mujer con la que últimamente tenía una relación era su ex esposa quien deseaba llevarse a su pequeña a otro estado tras haber concretado el divorcio. Bernie no era un hombre que tuviese una vida familiar estable y su mujer se encontraba cansada del alcohol, las largas noches en la oficina, aquella vida sacrificada donde no envejecía con su marido sino que se encontraba sola criando a su pequeña y cada noche esa pregunta salía de su dulce boca: “¿Dónde está papá?” “Salvando el día” le respondía su madre esperando que al menos su hija no creciera odiándolo debido a que todo el trabajo de Bernie era rápidamente desestimado durante el juicio donde varios abogados que eran contratados por aquellas lacras con dinero lograban que los soltaran o absolvieran de todo crimen.
Siendo esa clase de sospechoso que ahora se acercaba en su limusina dispuesto a hacer un trato con él sin que sospechara siquiera que era policía. Esbozando una sonrisa, Bernie se dispuso a seguir con la farsa esperando que ese idiota se la creyera hasta el día del arresto.
La limusina se detuvo y el hombre en cuestión descendió del coche. Era alto, de largo cabello negro peinado hacia atrás y una elegante barba cuyas canas en el mentón se notaban demasiado dándole un aspecto agradable que lo hacía parecer un importante empresario antes que un peligroso traficante cuyos territorios dominaban gran parte de la costa este de Estados Unidos. Llevando un traje blanco de pies a cabeza que resaltaba su corbata roja, Ricardo Pedroza saludó a Bernie con un eufórico acento latino.
- Bernie, muchacho ¿Cómo te encuentras?
- Impaciente- le respondió Bernie mostrándole el reloj de pulsera que poseía en su muñeca derecha- llevas dos horas de retraso
- Si, lo sé, lo sé y lo siento- le respondió Pedroza sacando el maletín de su asiento- es que tuve un serio problema que me retrasó
- ¿Ah sí? ¿Qué tipo de problema?- le preguntó Bernie sonriente
- Bueno, en realidad fueron varios tipos de problemas- le contestó Pedroza abriendo el maletín sacando una ametralladora que se encontraba escondida en su interior- como descubrir que eres un policía
- Oh mierda- exclamó Bernie desenfundando con rapidez su pistola, por desgracia no era Clint Eastwood ni mucho menos John Wayne y sus movimientos fueron torpes. Pedroza disparó su arma mucho antes de que Bernie pudiese apuntar con la suya y su cuerpo recibió todo un cartucho de dieciséis balas que dejaron su pecho como un colador
La sangre manchó de rojo el negro atuendo de Bernie y él cayó de espaldas al agua que rodeaba el inmenso muelle. Pedroza se dio media vuelta y largando una risa maliciosa se despidió diciendo:
- Nos vemos Bernie, cuídate
Subiéndose a su coche, la limusina partió dejando al cuerpo de aquel pobre desgraciado flotando sobre el agua mientras que en su pecho se dibujaba una cruz de color rojo sangre.
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