Los Campos Elíseos
Hace mucho tiempo, quizá en una era clásica y prosa. Un lugar más allá del cielo y el firmamento. Un lugar más allá de las penumbras y el clamor de hombres y criaturas que purgaban sus crímenes una y otra sin parar. Un lugar más allá del mismísimo averno. Ni el mismo cosmos podía negar su existencia a tan caprichoso edén.
En aquel bioma exquisito, no descampado por decirlo, porque no lo era, habían hombres, héroes, ninfas y seres de gracia mensurada. Lugar elíseo. Elísea, como se nombra en sus prados. Pequeños canticos se oían en su alrededor. Ninfas de belleza tan perfecta acompañaban el ritmo en su canto. Adonis de elegancia inmensa tocaban liras e instrumentos de cuerda. El brillo de luz, que ni en su parpadeo como una nota de piano se podía oír en el final del inframundo. Elísea, qué pasaje, qué tañido tan suave. Bienaventurados aquellos que disfrutan bioma tan primoroso y florido. No bastaría contarlo con miles de himnos para describir paradisiaco edén.
Entre aquellas notas y alegres cantos de criaturas tan delicados. Había una pequeña muy agraciada con cabellera al tono plateado más claro y al oro cerúleo más fino entre todos. Ella, quien gustaba correr con tan bella alegría por pasajes tan relucientes... su sonrisa contagiaba calidez. Presenciar algo así ¡Era placentero! Su bondad, no se podía comparar algo tan incomparable ante el todo, pues era tan dulce, que imaginar algo así, pareciera un sueño de exquisita hermosura más despertar sería como vivir en el mundo de los humanos.
Se le veía gustar de aquel colorido y agradable prado, pues en su mirada, se distinguía el amor y la nostalgia. Una inocencia indiscutible en sí decirlo. Era tan sublime y especial, que podía recorrer sin problemas por aquellos campos tan relucientes. Imaginarlo no seria suficiente para la creatividad humana.
Insensato sería llamarlo por su nombre. Fue el capricho de la misma existencia. Invocar el nombre de reluciente Edén, era un tabú en sí por decirlo. Un enigmático lugar incluso prohibido por los dioses.
¡Aquellos ingratos y no aventurados, no tenían derecho a gozar de glamuroso bioma!
Como toda historia cuenta. Nuestra encantadora doncella jugaba con una devoción inigualable. Pues su agraciada imagen, la convertían en un manjar de dioses...
Su nombre era "Macaria", hija de un dios al que temían entre todo el cosmos. Aquel temido Dios quien gobernaba con gallardía el mismísimo averno más devastador de la existencia en el cosmos.
Macaria, hija de una madre a quien muchos daban alabanzas y hacían afables reverencias en sus suplicios por gracia y plegaria... era la diosa de la primavera, quién concedía el bien y la prosperidad del hombre. Perséfone, quién hacia gustar al hombre con relucientes campos a gloria.
No había aquel día, ni el sólo hecho o insignificante instante en pensar que Macaria, pudiese separarse de armoniosa felicidad, pues así era. Como todos sabéis "nada es duradero por más bueno que sea" Así como toda historia, nada estaba predicho antes del hecho.
Uno de tantos días, sí, uno de esos, dónde la pequeña deidad jugaba con tanto aliento y amor por dónde fuese.
¡Dejó de correr!
Permaneció quieta, postrada en su lugar y por más que pudiera pasar, se quedaba pensativa e intrigada a un hecho, más no afectada por algún sentimiento. Pero sí consternada por la duda, "quedaba varada en aquel camino enverdecido con relucientes jazmines que acariciaban el velo rostro de doncella tan querida por todos".
Su vista, se centraba en sus faldas, se la veía con una gran pregunta, la cuál ella no podía responder. Así que se mantuvo cabizbaja, en ello, empezó a caminar... caminó y caminó, y sin darse cuenta, llegó a su morada, eso sí, esta no era una casa, tampoco un edificio amueblado, más si se trataba de un santuario elegante y grandioso. Eran los aposentos de su padre, que al llegar se podía describir un sin fin de cosas, mas Macaria, se asomó a la puerta y abría apenas de ellas con sus delicadas manos, pareciera imposible por su tamaño poder empujarlas...
¡Ingresó! y comenzó a dirigirse a su habitación por unos pasillos muy bellos. Una voz fría y serena se manifestaba en la nada...
Un mundo más allá de lo que nos hacían creer... Leer más sobre Arrodíllate humano. Te espera un mundo de oscuridad y a tu especie la muerte. Extinguiré hasta la luz más insignificante. Yo soy el final....
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