Planeta Plutón, Tártaro Dorsa
Año 2290
Hubo un tiempo que muchos darían cualquier cosa por tener la más mínima e insignificante imagen o muestra del suelo de aquel lejano y pequeño planeta. Antes era objeto de investigación científica, ahora volvió como al principio: distante en su oscuro firmamento, desolado, silencioso y muerto en el espacio.
Una luz en el horizonte estrecho sus brazos luminosos en la superficie de Plutón. Donde el entorno manifestaba su toxicidad con una tenue atmosfera de nitrógeno y metano. Al otro extremo, su luna Caronte emitía una luz opaca y distante. Mientras, en el planeta un conjunto montañoso similar a la corteza de un árbol proyectaba sombras tenebrosas.
Poco a poco el brazo luminoso dejó de irradiar. En su lugar, una roca eclipso el cielo nocturno, entonces la oscuridad se enalteció en el cielo. Una explosión envolvió la roca y fragmentos forzaban su entrada en la débil capa atmosférica de Plutón. Estos últimos estrellándose contra las montañas de Tártaro Dorsa.
Uno de los fragmentos colisiono con la cima de una montaña destrozándola a la mitad. Su choque sonó como chirrido metálico, pero aun así siguió su trayecto precipitándose con el áspero suelo.
¡¡Boom!!
La explosión esparció escombros por doquier, su impacto creo un cráter de trescientos metros. Humo y fuego salían del granito, por la falta de oxígeno se disiparon en el ambiente. Al poco tiempo el entorno retorno a su estado natural.
A dos kilómetros de allí, pedazos de vidrios y metales rebotaban en el suelo: lo que parecía una simple montaña era una estructura metálica. Detrás de este espejismo se escondía un sistema ecológico cerrado con aspecto de cúpula. A su alrededor había dos torres. Una de ella se desmoronaba a pedazos y la otra seguía en pie, iluminada por la cálida luz que aún brillaba en la lejanía.
—¡Advertencia!... ¡El sistema de camuflaje ha sido averiado!
—¡Advertencia!... ¡El sistema de camuflaje ha sido averiado!
En el interior, una voz robótica repetía una y otra vez el mensaje; este empezó a escucharse a las afueras de la instalación. Las alarmas sonaban incesantes a través de los rincones y de las estériles paredes blancas, mientras las bombillas reflejaban su luz en ellas, tornándolas rojas.
¡Druuummm!
¡Druuummm!
¡Druuummm!
El peculiar domo, con su techo en cristales hexagonales, brillaba bajo el resplandor de la lejana luz; rodeado de un desértico y robusto terreno, imponía su presencia ante los continuos destellos de rocas que caían a la superficie del abandonado planeta. Afuera del domo, una puerta presurizada soportaba la hostilidad del clima, al igual que su pequeño pasillo que sobresalía de él.
Luces en su interior continuaban parpadeando, en su centro se podía ver un jardín con extravagante vegetación de las cuales colgaban frutos apetecibles. El domo consistía de lo típico de una base planetaria: un hangar, laboratorios, dormitorios, sala de mando y de máquinas. Todo conectado por un pasillo que rodeaba al jardín y conducía a las diferentes partes de la estructura.
Había varias puertas distribuidas por el pasillo. Una de ella llevaba a los dormitorios, de repente se abrió. Un hombre en calzoncillos y pantuflas salió enfurecido, mascullando insultos.
¡Druuummm!
¡Druuummm!
—¡ahhg, Que dolor de cabeza! ¡¿Alguien podría apagar ese ruido?!—a pesar de gritar fuerte, el sonido de alerta siguió sonando. —Todo lo tengo que hacer yo.
Los dormitorios estaban del lado este del domo, así que nuestro hombre camino hacia la parte sur. Vio en letras color rojizo la señalización que decía: Sala de Mando. Al lado de la puerta había un dispositivo que exigía las huellas dactilares y la clave de acceso. El hombre colocó su mano en él, luego marco una serie de números y con un chasquido la puerta se abrió.
Cuando entro una amplia ventana transparente como un cristal mostraba el paisaje de Tártaro Dorsa con sus montañas semejantes a las escamas de un árbol, senderos oscuros y un suelo oculto por la espesa neblina. La expresión en su rostro cambio de repente cuando distinguió cientos de naves salían de la distorsión.
—Ya están aquí… Sabía que era cuestión de tiempo, pero nunca pensé tardarían tanto.
«Señor, un asteroide dañó el sistema de camuflaje», indico una voz. «Además, el sistema está siendo vulnerado.»
—¡Oh mierda! —desesperado llevo sus manos a la pantalla táctil, intentando frenar la brecha, pero era inútil. —¿Un asteroide? Esto es inusual que suceda aquí… ¿Y por qué aún no has apagado ese maldito ruido?
«Aquí dentro, no tengo control total sobre la base.» El hombre no hizo caso al comentario de la voz «¡Inusual! ¿Ha olvidado donde estamos?»
—¿No estamos en la Luna? —preguntó con vacilación.
«Parece que la edad hace que se le olviden las cosas… Y no, no estamos en la luna. Estamos en el planeta enano. Por lo demás, la probabilidad que un asteroide se precipite es de un ciento por ciento.»
La voz en su cabeza tenía razón. Este incidente mostró que su cuerpo y mente necesitan de un descaso. No obstante, si no hubiese ocurrido esto, nadie sabría que en Plutón existía una base planetaria, y además oculta por mucho tiempo.
—Está bien, está bien, lo había olvidado. —sus dedos se movían rápido sobre la pantalla táctil, neutralizando las ventanas que salían cada segundo. —Ordena a los robots que empaquen mis cosas, nos vamos a un mejor lugar.
«¿Cómo sabes que será un mejor lugar? ¿Eres adivino?»
—Es solo una intuición. Sabemos quiénes son los que están ahí fuera.
«Entonces, ¿Planeas dejarte atrapar? Sabes que una vez lo hagas, estarás en sus manos y no serán tan condescendientes.»
—Bueno, dejémoslo a la suerte. Por precaución, activa el protocolo AB0100-15 por tiempo indefinido.
«¿Estás seguro?», preguntó la voz.
—Sí, lo estoy. Y no me cuestiones más. Prepara todo para cuando llegue el momento. —contestó como si no le importará que lo atrapen. —La tortura que me espera. —murmuró.
«Señor, algunas veces no sé qué estás pensando.»
—Es bueno que no lo sepas.
* * * * *
Naves espaciales, unas tras otras, salían de la distorsión. La había de diferentes tamaños y diseños, pero cada una de ellas portaba el alegórico emblema del Imperio Terra. Un emblema compuesto con el mundo tierra rodeado de diez estrellas dentro de un escudo de armas.
Cada una de las naves apunto sus sistemas de armas plasmáticas hacia el enano planeta, ante el repentino evento este parecía una bola de billar esperando ser arrojado al vacío. En la historia de la humanidad había ocurrió un hecho parecido contra de la Confederación Enarka, pero ya hace mucho tiempo. Y al parecer nuevamente se repetirá.
Un hombre en uniforme militar blanco con bordados dorados y medallas colgando de su pecho izquierdo, observaba desde una enorme y extravagante nave. Parado con sus brazos en la espada. El resplandor de la luz opacaba su rostro, detrás de él varios oficiales moviéndose de allá para acá mientras manipulaban varias pantallas táctiles. El hombre levantó la mano derecha y con la izquierda selecciono varias opciones de un dispositivo, el cual acerco a una distancia prudente de su boca.
—A toda la flota imperial. Les habla el Almirante John Farkon. —Se detuvo un momento y miro el planeta. —No tengo la intención ni el tiempo de explicar los motivos y razones de por qué estamos aquí, ya eso lo saben, así que a cualquier costo no permitan que nada salga de ese planeta. Deben impedirlo. —su voz se transmitió a cada nave presente e incluso a las que aún no lo estaban.
—Almirante, la cápsula espacial está lista. El primer equipo ya está en tierra. —le informó el oficial de comunicaciones.
—¡Bien!, Notifícales que me uniré al equipo. Recuérdales, no debe haber fallos en esta operación.
—Sí, almirante.
Más tarde, una cápsula ingresó a la atmósfera del pequeño Plutón, aterrizó en el puerto. Donde varios oficiales desembarcaban en formación táctica. El Almirante los siguió hasta la entrada, divisó un oficial que realizaba una abertura con un soplete de plasma.
¡Boom!
¡Boom!
La puerta no resistió el corte y cayó.
—¡Advertencia!... ¡El ecosistema ha sido comprometido!
—¡Advertencia!... ¡El ecosistema ha sido comprometido!
—Oficial Meléndez, desactive las alarmas y sistemas de seguridad. —ordenó el oficial al mando.
—Estoy en ello, deme unos minutos más y este juguetito freirá todo. —señaló un dispositivo con cuatro extremidades y un indicador que mostraba el porcentaje de carga, este hacía un pitido cada cierto tiempo.
El aparato terminó de cargar y lanzó un pulso electromagnético que se propagó por todo el edificio, afectando todos los sistemas electrónicos.
—¡Advert…encia! ... ¡El ecosi…stema ha sido compr…ome…tido!
—¡Ini…ciando……!
—Cambien visión a modo nocturno.
El grupo de oficiales entró a la edificación sin detenerse ni observar sus alrededores. Ya que lo único distintivo eran dos naves de tamaño mediano a simple vista se podía intuir era el hangar. Por este motivo, no hubo necesidad de inspeccionar, así que prosiguieron por un corredor que los llevo a un jardín protegido por un fino vidrio.
El oficial al mando hizo varias señas con sus manos y el equipo se separó en dos grupos: uno tomo la derecha y el otro la izquierda. Mientras avanzaban forzaron cada puerta que encontraban en su trayecto. Una hora más tarde, ambos grupos parados frente a una gran puerta que encima del marco decía «Sala de Mando».
Los oficiales entraron encontrándose a un hombre sentado con sus piernas cruzadas, tomándose un líquido de un recipiente metálico del cual bebía con sutileza.
—Si es veneno, no te preocupes. —anunció el almirante a su entrada. —Tenemos métodos para revivirte, aunque no creo que seas ese tipo de persona.
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