denisedvl Denise Vázquez

Me despierto en lo que parece ser el interior de un ascensor completamente destrozado por algún tipo de explosión. No recuerdo cómo he llegado hasta aquí ni cómo salir de este lugar; solo puedo ver, a las puertas del ascensor, un impecable pasillo de paredes y suelo blancos. Mi desesperación aumenta por momentos, pero parece que mis recuerdos también empiezan a aflorar cuando me encuentro al primero de ellos. Tengo que huir de Los Azules, pero, ¿hay alguien más detrás de todo esto? ***SIN ACABAR***


Horror No para niños menores de 13.

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Cuento corto
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I

De pronto abrí los ojos. Estaba tirada en el suelo del ascensor, me había partido la ceja izquierda y tenía algunos cortes y heridas por toda la cara y el cuerpo. Me dolían las costillas; mi ropa estaba rota y completamente llena de... ¿tierra? Todo el ascensor estaba destrozado, como si una bomba acabase de estallar en su interior.

No sabía cómo había llegado hasta ahí ni qué clase de lugar era ese. Estaba completamente perdida y desorientada.

Me levanté como pude y limpié la sangre de mi ceja con la mano.

- ¿Dónde estoy? - pregunté, pero no había nadie más allí.

Fuera del ascensor, sorprendentemente, todo estaba impoluto. Había un largo pasillo de paredes y suelo blancos, relucientes y luminosos. Era el único lugar al que se podía ir, ya que no había otra salida. Decidí comprobar si el ascensor todavía era capaz de funcionar después de lo que fuera que hubiese pasado, pero no tuve suerte. Por más que apretaba los diferentes botones, incluido el de emergencia, el ascensor permanecía inmóvil, sin hacer ni un solo ruido que indicase que todavía podía sacarme de allí.

No me quedaba otra. Aunque el pasillo no me inspiraba ninguna confianza, parecía ser el único camino disponible. Di un paso para salir del ascensor y un sonido de alarma empezó a sonar de manera estruendosa. No sabía qué estaba pasando.

Decidí correr hacia el final del pasillo luminoso para encontrar alguna salida, pero para mi sorpresa, cuando creí encontrarla, esta resultó ser el mismo punto del que había partido: la puerta del ascensor. La sirena sonaba cada vez más fuerte y presentía que mi tiempo se agotaba.

Tenía que huir, pero ¿a dónde?, y ¿de qué?

Estaba agotada, asustada y confusa.

- Tengo que parar... tengo que intentar recordar por qué estoy aquí - pensé. Me senté en el interior del ascensor, derrotada, e intenté concentrarme en mis recuerdos. Un trozo de cristal afilado se había desprendido del enorme espejo que cubría la pared trasera del ascensor; casi por instinto decidí esconderlo entre mi ropa, "nunca se sabe cuándo lo necesitarás", pensé. Dejé caer mi cabeza suavemente sobre mis rodillas y mis brazos las rodearon haciendo de esto un movimiento casi bonito, como una especie de danza. Pero por más que me esforzaba, no lograba recordar cómo había llegado hasta allí.

- ¿Acaso me estoy volviendo loca? - sollocé, desesperada. Levanté la cabeza para secarme las lágrimas, cubriendo mi cara con las manos por completo. Entonces, a lo lejos, divisé una figura.

Se trataba de una silueta que permanecía completamente paralizada al fondo del luminoso corredor. Entrecerré mis ojos, forzando la vista todo lo que mi magullado cuerpo me permitía, para poder analizar bien esa figura. Se trataba, concretamente, de la silueta de una persona, pero muy pequeña... ¿un niño? Exacto, se trataba de un niño.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero desde la punta de mi cabello hasta las uñas de los pies. Había empezado a recordar.

Apoyé la espalda sigilosamente en la pared del ascensor para ayudarme a incorporarme. Numerosos flashes se entrecruzaban ahora en mi memoria a la velocidad de la luz: "estarás bien, te lo prometo", papá me repetía estas palabras cualquier noche de mi infancia mientras me besaba antes de irme a dormir... "tenemos que irnos de aquí, corre todo lo que puedas", mamá lloraba intensamente pero sin alzar la voz, no podían encontrarnos... "¡me haces daño!" gritaba yo, casi llorando, a un ser extraño que no conseguía identificar.

Casi había conseguido incorporarme del todo sin quitarle la vista de encima a la silueta del niño, cuando ésta dio un paso hacia delante, quedando así iluminado por el último foco del pasillo.

Todo mi cuerpo se quedó completamente paralizado entonces. El miedo se apoderó de mis extremidades al completo y empecé a temblar desconsoladamente cuando pude observar la cara y el cuerpo de ese niño.

Por su tamaño habría dicho que tenía unos cuatro años. El pelo fino y rubio le cubría la monstruosa cabeza, a la que le habían arrancado el ojo izquierdo y cosido la boca casi hasta las mejillas. Llevaba puesto un mandilón azul que le llegaba hasta las rodillas, pero en la mitad de su cuerpo, a la altura del ombligo aproximadamente, había un enorme agujero que alguien había utilizado para despojarle de todas sus diminutas vísceras. No podía creer lo que tenía ante mis ojos. La imagen de ese diabólico niño sangriento me revolvió las tripas y sentí ganas de vomitar de miedo, asco e incluso desesperación. No fui capaz de articular palabra; ni siquiera pude gritar.

Entonces recordé que era de ellos de quien huía.

3 de Abril de 2022 a las 18:10 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Continuará…

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Denise Vázquez 🧸Ig: @denisedvl. 💌 [email protected] 📍Galicia, A Coruña.

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