deargukkie_ A

Algunas cosas valen la pena esperar… Viajando miles de kilómetros de su casa para entrar a la universidad es la única manera para Kim Taehyung, de diecinueve años, escapar de lo que sucedió en la fiesta de Halloween hace cinco años—un acontecimiento que cambió su vida para siempre. Todo lo que necesita es llegar a sus clases a tiempo, asegurarse de que su pulsera en la muñeca izquierda esté en su lugar, no llamar la atención y tal vez—por favor, Dios—hacer algunos amigos. La única cosa que no necesitaba y nunca planeada fue capturar la atención del chico que podría romper el precario futuro que está construyendo para él mismo. Algunas cosas valen la pena ser experimentadas... Jeon Jungkook es un metro noventa y dos centímetros de atracción, completado con un par de llamativos ojos y una notable capacidad para hacerla desear cosas que creía le habían sido irrevocablemente arrebatados. Tae sabe que necesita mantenerse lejos de él, pero Jungkook está en todas partes, con su encanto, sus ingeniosas bromas, y ese maldito hoyuelo que es tan…tan lamible. Involucrarse con él es peligroso, pero cuando se vuelve imposible ignorar la latente tensión que despierta siempre que están cerca, Jungkook saca a relucir un lado en Tae que nunca imaginó que existiera. Algunas cosas nunca deben mantenerse en secreto… Pero cuando Taehyung comienza a recibir amenazantes correos electrónicos y llamadas telefónicas forzándolo a enfrentarse a un pasado que él quiere mantener en silencio, no tiene más remedio que reconocer que alguien no le permite olvidar esa noche cuando todo cambió. Cuando la devastadora verdad sale a la luz, ¿podrá resurgir esta vez con una cicatriz menos? ¿Y podrá Jungkook estar ahí para ayudarlo o será arrastrado junto con Tae? Y hay algunas cosas por las que vale la pena luchar… ADAPTACIÓN -TODOS LOS DERECHOS A SU AUTOR ORIGINAL.


Fanfiction Bandas/Cantantes Todo público.

#kooktae #vkook #taekook
126
13.3mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

UNO

Hay dos cosas en la vida que te asustan como nunca. Despertar en el medio de la noche y descubrir un fantasma con su transparente rostro frente al mío era una de ellas. No creía que ocurriera, pero seguía asustado de tan sólo imaginarlo. La segunda cosa era llegar tarde a una sala de clases llena de gente.

Soy totalmente reacio a llegar tarde.

Odio que la gente se dé la vuelta y te mire, lo que siempre ocurre cuando entras a una sala de clases un minuto después de que empezara la clase.

Por eso, tracé obsesivamente la distancia entre mi apartamento en University Heights y el estacionamiento designado para estudiantes que viajan el fin de semana en Google. Y si soy sincero, manejé dos veces el domingo para asegurarme de que Google no me estuviera llevando por un mal camino.

1.9 kilómetros para ser exactos.

Cinco minutos en el auto.

Incluso llegué quince minutos antes, así que llegué diez minutos antes que mi clase de las 9:10 comenzara.

Lo que no planeé fue el tráfico en varios kilómetros y la señal de stop, porque Dios prohibió que existiera un semáforo en esta ciudad histórica, o el hecho de que no había ningún estacionamiento vacío en el campus. Tuve que estacionar en la estación de tren al lado del campus, perdiendo un precioso tiempo descubriendo cuartos en el medidor.

—Si insistes en moverte al otro lado del país, al menos permanece en una de las residencias. Ellos tienen residencias allí, ¿no? —La voz de mi mamá se filtró a través de mis pensamientos cuando me detuve en frente del Edificio de Ciencias Robert Byrd, sin aliento por correr por la más empinada e inconveniente colina en la historia.

Por supuesto que no había optado por quedarme en una residencia, porque sabía que en algún momento, mis padres se presentarían al azar y comenzarían a juzgar y hablar y prefiero una patada en mi cara antes de que un inocente espectador vea ese espectáculo. En cambio, aproveché mi dinero bien ganado y alquilé un departamento de dos habitaciones junto al campus.

El señor y la señora Kim odiaban eso.

Y eso me hizo extremadamente feliz.

Pero ahora lamentaba un poco mi pequeño acto de rebelión, porque mientras me apresuraba a salir del calor húmedo de una mañana a finales de agosto y un edificio de ladrillo con aire acondicionado, ya eran las 9:11 y mi clase de astronomía estaba en la segunda planta. Y, ¿por qué en el infierno elegí astronomía?

¿Tal vez porque la idea de sentarme en otra clase de biología me hizo lanzarme? Sí. Eso fue.

Corrí hasta la amplia escalera, me apresuré a través de las puertas dobles y golpeé una pared de ladrillo.

Tropezando hacia atrás, mis brazos se agitaban. Mi compacto bolso de mensajero se cayó, tirando de mí hacia un lado. Mi cabello voló frente a mi cara, una hoja de castaño eclipsó todo mientras me tambaleaba peligrosamente.

Oh, querido Dios, me estaba cayendo. No había forma de pararlo. Visiones de cuellos rotos bailaban en mi cabeza. Esto iba a apestar demasiado…

Algo fuerte y duro estaba en mi cintura, deteniendo mi caída libre. Mi bolso cayó al suelo, derramando libros caros y lápices por el suelo brillante. ¡Mis lápices! Mis gloriosos lápices rodaban por todas partes. Un segundo más tarde estaba presionando una pared.

La pared era extrañamente cálida.

La pared se rió entre dientes.

—Guau —dijo una profunda voz—. ¿Estás bien cariño?

La pared no era tan pared. Era un chico. Mi corazón se detuvo y por un segundo aterrador, la presión se cerró sobre mi pecho y no podía moverme o pensar. Fui lanzado hacia cinco años atrás. Atascado. No me podía mover. El aire perforaba mis pulmones como una ráfaga de doloroso hormigueo que se extendió hasta la parte trasera de mi cuello. Cada músculo estaba encerrado.

—Oye. —La voz se suavizó, con bordes de preocupación—. ¿Estás bien?

Me obligué a tomar una respiración profunda, sólo una respiración.

Necesitaba respirar. Aire adentro. Aire afuera. Había practicado esto una y otra vez por cinco años. Ya no tenía catorce. Ya no estaba allí.

Estaba aquí, al otro lado del país.

Dos dedos presionaron debajo de mi barbilla, forzándome a levantar la cabeza. Sorprendentes y profundos ojos enmarcados con negro y espesas pestañas estaban fijos en los míos. Y entonces me di cuenta.

Un tipo me estaba sosteniendo. Nunca un hombre me había sostenido. No contaba aquella época, porque en ese tiempo no contaba la mierda, y estaba presionado en él, muslo con muslo, mi pecho en el de él. Como si estuviéramos bailando. Mis sentidos se frieron cuando aspiré el aroma ligero de su colonia. Guau. Olía bien y caro, al igual que su…

La ira de pronto se precipitó a través de mí, una cosa dulce y familiar, alejando el viejo pánico y confusión. Me aferré a eso desesperadamente y encontré mi voz. —Su. Él. Ta. Me.

Ojitos inmediatamente dejó caer el brazo. No estaba preparado por la repentina pérdida de apoyo y me tambaleé hacia un lado, él me atrapó antes de tropezarme con mi bolso. Respiraba como si hubiera corrido un kilómetro, empujé las hebras gruesas de mi pelo fuera de mi cara y finalmente conseguí una buena mirada a Ojitos.

Dulce bebé Jesús, Ojitos era…

Era magnífico en todos los sentidos. Era alto, una cabeza o dos más alto que yo y ancho de hombros, pero con una cintura estrecha. Un cuerpo atleta, como el de un nadador. Pelo negro ondulado cayó sobre su frente, con cejas combinadas. Anchos pómulos, labios anchos y expresivos, completando el paquete creado para que todos babearan. Y esos ojos, Santo Jesús.

¿Quién hubiera pensado que en un lugar llamado Shepherdstown se esconde alguien que luce así?

Y tropecé con él. Literalmente. Lindo. —Lo siento. Estaba apurado por llegar a clases. Estoy atrasado y…

Sus labios se inclinaron en las esquinas mientras se arrodillaba. Empezó a recoger mis cosas y por un breve momento sentí ganas de llorar. Podía sentir las lágrimas en construcción en mi garganta. Estaba bastante atrasado ahora, no había manera de que pudiera caminar en esa clase y era el primer día. Fallé.

Agachándome, dejé que mi cabello cayera hacia delante y protegí mi cara cuando comencé a agarrar mis lápices. —No tienes que ayudarme.

—No es ningún problema. —Recogió un trozo de papel y levantó la vista—. ¿Astronomía 101? Me estoy dirigiendo allí, también.

Genial. Por todo el semestre tendría que ver al chico que casi maté en el pasillo. —Estás atrasado —dije sin convicción—. Realmente lo siento.

Con todos los libros y lápices de vuelta en mi bolso, se puso de pie mientras me lo entregaba. —Está bien. —Esa sonrisa torcida reveló un hoyuelo en la mejilla izquierda, pero sin embargo, en la derecha no había nada—. Estoy acostumbrado a que se lancen sobre mí.

Parpadeé, pensando que no había oído bien a Ojitos, porque seguramente no habría dicho algo tan defectuoso como eso.

Lo hizo y no había terminado aún. —Sin embargo, tratar de saltar en mi espalda es nuevo. Me gustó un poco.

Sintiendo que mis mejillas ardían, le espeté—: No estaba tratando de saltar en tu espalda o lanzarme a ti.

—¿No? —La sonrisa de medio lado se mantuvo—. Bueno, eso es una vergüenza. Si es así, este habría sido el mejor primer día de clases de la historia.

No sabía que decir mientras agarraba el pesado bolso en mi pecho. Los chicos no me habían coqueteado en casa. La mayoría de ellos no se atrevía a mirarme en la secundaria y los pocos que lo hacían, bueno, no me habían coqueteado.

La mirada de Ojitos se deslizó a la hoja de papel en su mano. — ¿Kim Taehyung?

Mi corazón saltó. —¿Cómo sabes mi nombre?

Inclinó la cabeza hacia un lado mientras su sonrisa fue más amplia.

—Está en tu horario.

Oh. —Empujé mi cabello ondulado de vuelta a mi cara caliente.

Me entregó mi horario, y lo tomé, deslizándolo en mi bolso. Un montón de incomodidad descendió mientras colocaba la correa.

—Mi nombre es Jeon Jungkook —dijo Ojitos—. Pero todos me dicen Kook.

Kook. Repetí el nombre, disfrutándolo. —Gracias otra vez, Kook.

Se agachó y recogió una mochila negra que no había visto. Varios mechones de pelo oscuro cayeron sobre su frente y cuando se enderezó, los apartó. —Bueno, vamos a hacer nuestra entrada triunfal.

Mis pies estaban atrapados en el lugar donde estaba cuando se dio vuelta y se dirigió a la puerta cerrada, a la sala 205. Alargó la mano hacia el mango, mirando sobre su hombro, esperando.

No podía hacerlo. No tenía nada que ver con el hecho de que me estrellé contra lo que era el chico más sexy del campus. No podía entrar en la clase y que todo el mundo se dé vuelta y me mire. Estaba harto de ser el centro de atención donde quiera que fuera durante los últimos cinco años.

El sudor estalló en mi frente. Mi estómago se tensó cuando di un paso hacia atrás, lejos de las salas y de Jungkook.

Se dio vuelta, con el ceño fruncido mientras una expresión de curiosidad se posó en su cara llamativa. —Vas en la dirección equivocada, cariño.

Había estado yendo en la dirección equivocada la mitad de mi vida. —No puedo.

—¿No puedes qué? —Dio un paso hacia mí.

Y me escapé. De hecho, di media vuelta y salí corriendo como si estuviera en la carrera por la última taza de café en el mundo. En cuanto llegué a esas malditas puertas dobles, le oí gritar mi nombre, pero seguí adelante.

Mi cara estaba encendida mientras me apresuraba por las escaleras, sin aliento, mientras salía del edificio de ciencias. Mis piernas se mantenían en movimiento hasta que me senté en un banco fuera de la biblioteca adyacente. El sol de la mañana parecía demasiado brillante cuando levanté mi cabeza y apreté los ojos con fuerza.

Jesús.

Qué manera de hacer una primera impresión en una nueva ciudad, nueva escuela… nueva vida. Me mudé a más de mil kilómetros para empezar de nuevo y lo estropeé en cuestión de minutos.

20 de Mayo de 2022 a las 22:23 1 Reporte Insertar Seguir historia
18
Leer el siguiente capítulo DOS

Comenta algo

Publica!
PR Perla Rubí
Dios, ya la amo, a mi también me intrigaria mucho Tae, ya quiero saber que paso, que pensé Jungkook de el, y que pasen más tiempo juntos. A esperar una semana se ha dicho.
March 19, 2022, 19:29
~

¿Estás disfrutando la lectura?

¡Hey! Todavía hay 33 otros capítulos en esta historia.
Para seguir leyendo, por favor regístrate o inicia sesión. ¡Gratis!

Ingresa con Facebook Ingresa con Twitter

o usa la forma tradicional de iniciar sesión