gonzalo-celayes-caballero Gonzalo Celayes Caballero

Esta historia se remonta al siglo 17, en el año 1652 en Inglaterra, donde existe un lord llamado Edward Charles Johnson Hamilton, quien es conde Northumberland y miembro del parlamento Inglés de Gran Bretaña. Antes lucho en las Guerras Civiles Inglesas sirviendo a Inglaterra como caballero, pero ahora, tiene que cumplir con las ordenes de los reyes. Sin embargo, Edward empezara a darse cuenta que los reyes no estan ayudando a su pueblo, que no los estan protegiendo y que la gente sufre de mucha pobreza y miseria. Al ver tanta crueldad por parte de estos reyes, quienes no dan a su gente nada para comer, planea armar una revolución en la que los pueblos sean liberados, que dejen de estar condenados por la maldad de sus superiores. Para lograrlo, Edward tendra que usar todos sus conocimientos, estrategias e ideas, para acabar con toda esta destrucción.


Cuento Todo público. © Todos los derechos reservados © Made by G. Celayes Caballero G.C.C.

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LA REVOLUCION DE LOS PUEBLOS CONDENADOS: PARTE 1

Cuando empezó la guerra, el lord nunca se imagino toda la destrucción que causaría esta revolución. No habían esperanzas, era una batalla interminable, la lluvia caía por doquier y los truenos rugían con fuerza. Unos brutales enfrentamientos donde los caballeros sacrificaban sus vidas y familias eran separadas.


El reino se desmoronaba y este lord, al ver tanta tristeza, gritaba con furia:


“¡Que horrible es este lugar! ¡No dejan descansar ni trabajar! ¡Matan a todos sin piedad, no tienen respeto ni compasión! Solo hay muertes y peleas en estas tierras. Ojala paguen por lo que han hecho. ¡Por dios! ¡Mataron a niños y familias, son unos asesinos! No hay nadie que nos salve, la gente se muere de hambre y son esclavizados.”


Se hacía preguntas como: “¿Quienes son ellos para encerrarlos? ¿Donde está la justicia?”, pero no encontraba ninguna respuesta. La libertad había desaparecido, la gente no se expresaba como quería. Sus voces eran silenciadas, los tenían encerrados en esos muros de ignorancia y negatividad. No existía la igualdad, desapareció esa unión que tenían y se defendían como podían.


Este conde esperaba que se arrepintieran, que pararan esta guerra y vivieran en paz. Pero en el interior de esas personas no existía la armonía, solo habían crueldades y traiciones. Entendía que para detener estas batallas, tenía que ganar esta revolución. Si quería lograrlo, debía ayudar a los miserables, salvarlos del martirio de los demonios y destruir el egoísmo que tenían.


Para que entiendan porque se dio esta batalla, iremos al inicio de esta historia, como fue que comenzó y en qué lugar. Vamos a ir al comienzo de este conflicto, conociendo al conde que trato de que los pueblos de Inglaterra sean liberados.


Su nombre era Edward Charles Johnson Hamilton, un Lord Inglés, conde de Northumberland y miembro del parlamento. Vivió en el sur y se mudo a los condados del norte, convirtiéndose en lo que es ahora.


Los reyes Enrique y Carlota le otorgaron este título a los 30 años, en el año 1652. Antes de obtener esto, fue un soldado del ejército militar de Gran Bretaña. En los campos de entrenamiento, demostraba su admirable forma de luchar, usaba bien la espada y sabía defenderse.


Cuando peleaba, derrotaba con agilidad a sus oponentes, era inteligente e imparable. Por estas razones, entre otras más, se le dio la orden de luchar en las tres Guerras Civiles Inglesas, estando en el bando de Oliver Cromwell. Se enfrentaban a Carlos I, quien quería quedarse con el poder de Gran Bretaña.


En 1651 salieron victoriosos, vencieron a los enemigos y la guerra se había terminado. Mientras tanto, Carlos I escapo de Inglaterra y ejecutaron a los que estaban en su bando. A decir verdad, a Edward no le gustaban las batallas, pero lucho para proteger a su país.


Hablando sobre el clima, Inglaterra es un lugar frio, por eso se usan abrigos grandes. La vestimenta es de lo mejor, las mujeres usan un corsé en la cintura, se ponen vestidos grandes, una peluca y unas zandalias o zapatillas. Se suelen maquillar, aunque algunas exageran un poco. Los hombres se visten con trajes negros o claros, dependiendo del día. También usan traje y corbata, botas, sombrero, reloj, y a veces una túnica larga.


Es un país grande, cuenta con muchos condados. Entre estos, estaban las tierras que pronto serian de Edward: el condado de Northumberland. Los reyes Enrique y Carlota le otorgaron este título por sus servicios al país. Sin embargo, fue más que nada por su padre, ya que este quería meterlo en la política. Cuando llego el momento de irse, se fue del condado donde nació, empaco sus cosas y viajo en carruaje hasta ese lugar.


Al llegar, se encontró con un lugar lleno de personas, donde algunos eran pobres y otros ricos. El pueblo era extenso, había casas y comercios, así como iglesias bien construidas. En lo más lejano de esas calles, estaba su castillo, una mansión con buena arquitectura gótica.


Primero, antes de entrar, conoció a los habitantes del pueblo, los saludo y vio los trabajos que hacían. Le gustaba como se esforzaban, la manera en que trabajaban para mantener a su familia, su resistencia al calor, y lo agradecidos que eran. Cuando termino de recorrer algunas partes, se fue hacia su nueva casa. Al ingresar, fue recibido por burgueses, aristócratas y nobles caballeros.


Eran personas de mucho poder, cuidaban el lugar y organizaban fiestas en el. Además, había algunos juglares, trovadores, violinistas y pianistas. A pesar de tantas riquezas, festejos y ambiciones, sentía una gran tristeza.


Se puso su ropa de Lord, su peluca y, cuando estaba preparado, salió de su habitación. Bajo por las escaleras y se dirigió a la puerta, abriéndola para dar un paseo por el pueblo. Al encontrarse entre ellos, la gente lo miraba raro, se preguntaban porque él estaría caminando ahí. Se dio cuenta de sus miradas, pero no sintió temor, estaba calmado. Viendo a tantas personas, y con las ideas claras, comenzó a hablares de una forma educada.


Edward: buenos días damas y caballeros de Northumberland, mi nombre es Edward Charles Johnson Hamilton, vengo desde muy lejos, los reyes me ordenaron que sea conde de este lugar. Espero que nos llevemos bien y trabajemos juntos.


Antes de que sigan con lo suyo, quería invitarlos a bailar en mi castillo, habrá músicos, orquestas y buena comida. Podrán bailar con gente de poder, pero tranquilos, ellos no son malas personas, no son egocéntricos ni manipuladores, tienen respeto. Les informare a mis guardias de esto y les llegaran las invitaciones, todos pueden venir, no importa la posición social que tengan.


Sin dudas, creyeron que era una broma, ya que ningún conde trataría con tanta generosidad a su pueblo. Muchos no le creían y estaban molestos, pensaban en rechazar su invitación. Entre el público, hubo un señor que no creía nada de lo que decía, que Edward les estaba mintiendo:


“¿En serio piensas que te vamos a creer? ¿Nos tomas por ignorantes? Nadie hace estas cosas, vivimos una miseria y ni siquiera los reyes nos ayudan. Tengo una familia que alimentar, pero hay poco trabajo y el dinero no alcanza para comer. Estamos artos que nos mientan, que no cumplan sus promesas y que no recibamos nada a cambio. Nadie nos quiere ayudar ni dar una mano, este país se viene abajo por ustedes, quienes se quedan con todo. Así que no insistas mas, porque no seremos manipulados otra vez.”


Todos creían lo que decía este señor, era imposible que alguien ayudara al prójimo (según lo que pensaban ellos), mucho menos un lord. Pero, cuando Edward escucho sus palabras, se acerco hasta él y confesó su deseo de ayudar.


Edward: entiendo que sientan desconfianza, que piensen que los traicionare y que soy como otros lores. Pero con el tiempo, les demostrare que no soy así. Voy a ofrecerles puestos de trabajo, su salario será mayor y no les faltara comida.


Los ayudare con todo lo que pueda, crearemos iglesias y les aseguro que sus hijos tendrán la mejor educación. Además, si quieren cumplir algún sueño como pintar, ser músicos o lo que sea, díganmelo, les daré las herramientas para conseguirlo. No teman, los protegeré y no tendrán que sufrir más.


En ese instante, se acerco a la persona que le hablaba y, mostrando una dulce sonrisa, lo abrazo. Le susurro al oído y le dijo: “No tienes porque seguir desconfiando de mi, te prometo que te protegeré a ti y a tu familia, a nadie le faltara nada.”


Luego de escucharlo, al hombre le salieron un par de lágrimas de felicidad, por fin encontró a alguien que de verdad quería ayudarlo. Por otro lado, la gente se impresiono, nunca había visto a un conde tan honesto y amable, les gusto como hablo de ellos y lo empezaron a querer.


Al final, Edward saludo a la familia de esta persona, a todo el pueblo y se fue, debía organizar todo para la fiesta de aquella noche. El día se hizo largo, pero cuando llego la noche, los guardias ya estaban avisados y, aunque se sorprendieron y no les convencía mucho hacer esto, aceptaron llevar las invitaciones.


La gente del pueblo llego al castillo, los primeros eran entre diez y veinte. Después llegaron mas y el lugar se lleno de personas, había música, orquesta, Sala de baile y mucha comida. Sin dudas, estaban impresionados de todo lo que había ahí.


Los niños y las mujeres se divirtieron mucho, bailaban al son de las composiciones de juglares y trovadores. Los hombres se divertían con ellos y cualquier estilo de baile estaba permitido.


Lo más increíble es que, en ese castillo, bailaron personas de distintas clases sociales. Era algo insólito para aquella época, nadie se podía imaginar que pasara eso. Pero Edward Charles lo logro. Mientras tanto, cuando el Lord estaba bailando, conoció a una persona que cambiaría su vida.


Era un campesino, estaba sentado en una silla, alejado de la multitud, solo y sin hablar con nadie. Le intereso este chico, se pregunto porque estaba tan solitario, así que se acerco a él. Se sentó en una silla que estaba a su lado y empezaron a conversar.


Edward: ¿esta fiesta es divertida, verdad? No siempre se hacen fiestas así. Me presento, mi nombre es Edward Charles Johnson Hamilton, si quieres dime Edward. He visto que no estás bailando o comiendo, ¿te sientes bien?


El campesino, con un aire de desconfianza y mirándolo seriamente, le contesto lo siguiente.


Guzmán: buenas noches conde, mi nombre es Guzmán Reeder Blakewood, soy un campesino y vine a este baile porque me pareció divertido. Pero no tengo a nadie con quien bailar o hablar. Me siento bien, no te preocupes, solo soy introvertido y no me gusta estar entre tantas personas.


Edward: entiendo, pero eso no es algo que debería detenerte, diviértete y ya, no prestes atención a lo que digan, solo relájate un poco. Es más, si quieres podemos conversar un poco y bailar, también necesito charlar con alguien, a veces me siento solo también, a pesar de que sea extrovertido, jejeje. Vamos, cuéntame algo de ti.


Comenzaron a charlar sobre sus gustos, del arte y de la moda, se llevaron muy bien. Al principio, Guzmán tenía un poco de desconfianza, pero al ir hablando con Edward, se sentía más seguro. Hasta sintió que podía contarle lo que sea.


Luego de un rato, empezaron a bailar entre la multitud. Edward estaba muy bien hablando con él, le gustaba su forma de hablar y sus ojos marrón oscuro. Miraba su cabello y tenía ganas de tocarlo, pero por respeto no lo hizo.


Sentían algo que los unía, era como si solo estuvieran ellos en esa sala, tenían sentimientos similares. La noche fue perfecta para los dos, para el pueblo y la clase alta, todos se divertían y no había maldad. Ojala hubiese seguido así, que se mantuviera esa paz y esperanza. Pero, lamentablemente, esa armonía solo duro por unos días.


Cuando termino el baile, todos se fueron a sus casas y le agradecieron a Edward. También dejo que algunas personas durmieran en su castillo, dándoles un lugar donde dormir a los que no tenían casa. Ningún lord hizo algo como esto, todos quedaron sorprendidos y felices. Algunos durmieron ahí, mientras que regresaron a sus casas.


Todo parecía andar bien, había alegría y no existían las discusiones. Sin embargo, esto estaría por cambiar muy pronto. En los siguientes días, Edward fue hacia el parlamento del reino, debía dar sus opiniones y armar debates con otros condes y duques.


Era un lugar grande, estaba cerca del reino, la mayoría tenían mucho dinero, demasiado respetados y hasta crueles. Las conversaciones que tenían no eran las mejores. Entre ellas, hablaban sobre tratar de mejorar el reino, pero hacían lo contrario a esto. Decían que no tenían que preocuparse tanto por el pueblo, sino que se debían preocupar más por la política, por subir impuestos, la jerarquía y el dinero.


Pocos le prestaban atención a las necesidades del pueblo, a los trabajadores o campesinos. Entre los que tenían una opinión diferente a ellos, estaba Edward, quien les hablaba más del pueblo y de cómo deberían protegerlo y ayudarlo. También un duque estaba de acuerdo con lo que decía Edward, era Guillermo el protector, duque de Yorkshire del norte.


Apoyaba sus ideas y le gustaba ayudar al pueblo, era uno de los pocos que tenía ideales parecidos a los de él. Siguiendo con el lord ingles, a él también le importaba la política y la clase alta, pero veía que los reyes no estaban ayudando a su pueblo correctamente, había mucha suciedad en las calles, enfermedades y pocos puestos de trabajo.


El comercio se venía abajo y el salario, comida o herrería no eran suficientes. Les dijo que debían actuar, que no podían seguir tratándolos así, tenían que cambiar algunas cosas y prestar más atención. Pero la mayoría no estuvo de acuerdo, solo les interesaba la plata y el oro, al igual que los reyes de ese reino.


Aunque Edward quisiera hacerles entender esto a los reyes Enrique y Carlota, nunca iba a conseguir su aprobación. El parlamento se negaba a aceptar sus ideas, pensaban que estaba loco. Y así fueron pasando veinte y treinta días, yendo obligadamente a un parlamento donde su voz no era escuchada.


Al salir, observaba al pueblo de este reino, tan miserable y menospreciado por los demás. Había mucha podredumbre, niños llorando, madres preocupadas por darles de comer, hombres que no encontraban donde trabajar, todo era horrible e injusto.


Lo que más le dolió fue ver a esos niños, sentados en las calles, trabajando cuando en realidad tenían que estudiar, pasando hambre y frio, cargando con todo el peso. En ocasiones, lloro por unos segundos al ver tanta tristeza y desamparo, el gobierno no los protegía ni los ayudaban a mantener sus casas.


Eso y mucho más fueron la miseria, injusticia y maldad que sufrieron esas personas.

Pero el Lord no se quedaría de brazos cruzados, buscaría una forma de ayudarlos. Empezó a darles dinero a los niños que trabajaban, a las personas pobres que estaban en la calle, además de darles algo de comida y agua que llevaba. Le agradecieron y dijeron: “que Dios te bendiga, no cualquier conde haría esto por nosotros.”


Un día, al ver tanta pobreza, crueldad y corrupción en el reino, se dio cuenta que debía iniciar una revolución. Si quería que los reyes le prestaran más atención a su gente, Edward tenía que armar una guerra, un conflicto civil para hacer que la gente deje de ser maltratada.


Por eso, le informo de esta idea a su pueblo, a todos los ciudadanos de Northumberland. Trato de reclutar a la mayoría de los caballeros de este condado, a los guardias y a campesinos. También tenía que pedir la ayuda de otros condados, pero primero trato de convencer a su gente.


Edward: he visto mucha pobreza en el reino, la gente se muere de hambre, hay poco trabajo, los reyes no se preocupan por su pueblo y todo es un caos. Mientras ellos viven cómodos, las personas sufren y no tienen nada para alimentar a sus hijos.


Es hora de que esto cambie, Inglaterra no puede seguir de esta manera. Nuestro país necesita una revolución, una guerra en la que salvemos a nuestra gente, donde los pueblos dejen de ser condenados.


Haremos que no haya más diferencias entre clases sociales, que se unan y nos ayudemos entre todos para construir un mundo mejor. Hay que cambiar esta situación, debemos levantarnos y abrir la mente de la gente, que todos se den cuenta y que se levanten contra esta injusticia.


Ustedes y yo, el lord, revertiremos las cosas y caerán las leyes injustas, las mismas que no dejan trabajar ni estudiar la gente, aquellas leyes que hacen trabajar a niños cuando deberían estudiar.


Llevaremos nuestra causa a distintos condados, buscaremos más personas que nos apoyen y Gran Bretaña volverá a ser el país libre y justo que siempre debió ser. ¡Ayúdenme en esta batalla! ¡Únanse a esta guerra! ¡¿Quién está conmigo?!


Aunque les gustara su forma de pensar, la gente estaba preocupada por su familia, podrían llegar a sacrificar sus vidas en la batalla. Muchas vidas se perderían, corrían un riesgo muy grande si se unían. La mayoría estaban nerviosos y le decían al lord todas sus inquietudes, no estaban seguros de hacerlo.


El sabía que muchos no iban a querer pelear, pero trato de convencerlos y de decirles que quien no quisiera ir a pelear, que no fuera. Entendía que había muchas personas con familia, que tenían hijos y debían protegerlos.


Por eso dijo que todos los que tuvieran hijos y familia a la que cuidar, que no marcharan a la guerra, que se quedaran en el condado y asegúrense de cuidar de los suyos.


Sin embargo, los padres de familia, tanto hombres como mujeres, decidieron unirse a la revolución. Los hombres siguieron al lord, mientras sus esposas se quedaban a cuidar a sus hijos. De esta manera, se unieron trabajadores, campesinos, caballeros, gente de mucho poder, entre otros.


Todos le demostraron determinación y valentía, estaban seguros de querer luchar. Principalmente, quisieron luchar por el motivo de la justicia, por las mismas razones de libertad que tenia.


Edward reconoció que, a pesar de reclutar a tantos hombres, guerreros y caballeros, debía buscar ayuda en otros condados, ya que no serian suficientes.


Entonces mando a diferentes personas a los condados, más allá de Northumberland. Viajaron hasta Yorkshire del Norte, Cumbria, Hampshire, etc. Pero, para encontrar más personas que lo ayudaran, hablo con algunos condes y duques que tenían pensamientos parecidos a los suyos.


Pudo conseguir algunos, entre ellos se encontraba el duque Guillermo de Yorkshire del Norte, un hombre que era amado por su pueblo y su condado en general, los protegía y se preocupaba por ellos.


Era la persona indicada. Tenía unas ideas muy buenas del compañerismo, la bondad y la lealtad. Consiguió a pocos condes que eran así, la mayoría solo les gustaba el poder y el dinero, no les importaba nada.


Les dejo en claro a los condes que por el momento no era necesario enfrentarse contra soldados, que primero buscarían una forma más tranquila de actuar.


Por el momento, Edward siguió preocupándose por su condado, les dio más puestos de trabajo a sus trabajadores, dio buenas ofertas para que la gente compre comida y otras cosas.


Empezó a construir algunas iglesias, instituciones para que los jóvenes estudien, barcos, castillos, arreglo teatros abandonados, etc. La gente estaba más que satisfecha con él, le agradecían y admiraban todo lo que hacía. Sin embargo, los reyes empezarían a darse cuenta de todo lo que hizo.


A la misma vez, Edward se acordaba de todo lo que pasaba en el reino donde nació, conocía la miseria por la que pasaban las personas. Se sentía triste por esto y quería cambiar las cosas, fue por eso que decidió armar esta revolución, para que la gente dejara de sufrir tantas injusticias.


Sin embargo, todos los días, mientras se encontraba en Northumberland, hablaba con Guzmán, haciendo que ese dolor desapareciera por completo. El era la única persona que le quitaba esa angustia de soledad, el hombre que más lo quería y que lo aceptaba tal y como era.


Después de hablar tantos días con él, Guzmán se convirtió en su pareja. Se enamoraron tanto que hablaban siempre de ellos y se conocían cada vez más, sabían cómo amarse y se comprendían el uno al otro.


Se besaban con pasión y se abrazaban como dos seres unidos en uno solo, deseaban quedarse juntos por el resto de su vida, respetándose cada día y amándose sin importar lo que diga la gente. Mientras se enamoraban, Guzmán sentía miedo por los rumores de la gente, no quería que ellos arruinaran el amor que sentían.


Mientras estaban conversando en el castillo, estando sentados en una sala, Guzmán le dijo todas sus preocupaciones y temor hacia lo que decían de ellos dos.


Guzmán: mi vida, sabes que te quiero y te respeto con todo mi corazón, que daría mi vida por ti y que lo dejaría todo por estar contigo. Pero esos rumores no me dejan tranquilo, la gente habla mucho y no dejan de sospechar sobre nuestro amor. Tengo miedo que nuestra relación se vea afectada por lo que digan los demás, porque nuestra forma de amar sea diferente a la de otros. Ojala que todos aceptaran lo que somos, que algún día abran los ojos y se den cuenta que esto está bien.


Edward: mi amor, quédate tranquilo, nadie podrá separar nuestra unión, ellos no comprenden que está bien lo que sentimos, simplemente hablan sobre esto porque siempre vivieron en una sociedad donde se les enseno que ser homosexual está mal.


Las personas de mi familia me recordaban que era malo ser así, que nunca debían gustarme personas de mi mismo sexo. Pero ahora, al conocerte a ti, he comprendido que no tengo miedo de amar a un hombre.


Te amo, te amo con toda mi alma y quiero morirme a tu lado, deseo que podamos estar juntos por la eternidad y que viajemos por todo el mundo. Tú eres lo que más me hace feliz, eres la persona que cambio mi vida y que me hizo mejorar como persona. Nunca te olvides de lo mucho que te quiero, siempre te protegeré y te amare incondicionalmente.


No me importa lo que digan los demás, quiero casarme contigo, que vivamos en este castillo y despertar todos los días a tu lado, acariciando tu cabello y admirando tus ojos iluminados. Todo va a estar bien, la gente entenderá y algún día nuestra sociedad aceptara a los que sienten como nosotros.


Observando a Edward, Guzmán lo abrazo mientras caían lágrimas de felicidad de sus ojos. Luego de hablar mucho, se fueron juntos hasta la habitación del lord, cerraron la puerta y se besaron en aquel lugar. Sus cuerpos se entrelazaban y se acostaron en la cama, se quitaron la ropa y sus cuerpos se unían en aquella noche de placer.


Disfrutaron de muchas cosas y se demostraron el amor que sentían. A la mañana siguiente, los dos despertaron juntos en la cama, Edward lo veía con ternura y acariciaba su cabello, mientras Guzmán observaba sus ojos azules y tocaba su abdomen.


A pesar de las guerras, nada iba a poder detener el amor que sentían, se seguirían amando sin importar los conflictos que hubieran. Los reyes, a pesar de erradicar tantas guerras y conflictos, nunca romperían el lazo que los unía, ni siquiera podrían destruir tanto amor y compasión.


Mientras tanto, en el reino de Inglaterra, los reyes estaban comiendo tranquilamente en la sala real, hasta que les llego una noticia de uno de sus caballeros. Este hombre entro a la sala y le ofreció a Enrique un papel donde se decía todo lo que Edward había hecho a lo largo de estos días como lord. Lo leyó junto con Carlota y no podía creer todo lo que provoco.


Enrique: ¿pero que fue lo que hizo? ¿Cómo se atreve a insultarnos de esta manera? ¡Maldita sea Edward! ¿Cómo pudiste darles esperanzas a esos pobres y olvidarte de tu clase? que traicionero, me pregunto que diría su familia sobre esto.


No entiendo cómo pudo invitar a trabajadores y campesinos a su castillo, no sabe respetar ni hacer las cosas bien. Unir a diferentes clases y hacer que bailen juntos, que vergüenza. Hasta dicen que también trabaja con ellos y que los ayuda con la tierra, ¿se está haciendo pasar por pobre o que le pasa? ¡Lo voy a matar! ¡Te juro que lo voy a asesinar! ¿Quien se cree que es para hacer lo que quiera? al igual que cualquier conde, el tiene que seguir mis órdenes y solo las mías.


Además, mira que dicen por ahí, corren rumores de que Edward está teniendo relaciones con un hombre, no lo puedo creer. Ese tipo de relaciones son prohibidas aquí, no puede existir tal unión y no lo aceptare, no dejare que se burlen en mi cara y que un hombre se case con otro. Tengo que impedir todo esto, si dejo que este lord siga con sus ideas liberales, todos se rebelaran contra mí y este país se irá al caos.


Ya sé lo que hare, ¡voy a ejecutarlo! ¡Lo hare! ¡Les diré que lo traigan y le corten la cabeza! ¡Se merece morir por no respetar a su rey!


Carlota: me parece que exageras un poco querido, no ha matado a nadie ni quebranto ninguna ley. Es verdad que está mal que haya invitado a pobres a su castillo y que los hizo bailar con ricos, que es extraño que le gusten los hombres, pero eso no hace que necesariamente lo tengamos que matar.


Si ordenamos su ejecución, nos hará ver como débiles, como unas personas locas e imbéciles que no tienen piedad. Te propongo que, en vez de matarlo, lo encerremos en un calabozo, así hablaremos mejor con él y vemos que podemos hacerlo cambiar de idea, si hay alguna forma de convencerlo y que trate de comportarse como el conde que tiene que ser.


En cambio, si notamos que las cosas no mejoran y que Edward sigue comportándose así, lo ejecutamos, le cortamos la cabeza delante de todo el público y buscamos a un mejor lord para Northumberland.


Escucha lo que te digo Enrique y te juro que todo esto se acabara. Busquemos la mejor solución para esta situación, no queremos que esos pobres se pongan rebeldes y quieran destruir todo.


Mejor no les demos nada de comida a estas personas, no se merecen comida ni trabajo, hay que reducirles el salario y hacer que se vuelvan más blandos, que se tranquilicen más. De esta forma, los mantendremos mas controlados y todo el pueblo estará bajo nuestro control.


Enrique: así es, tienes razón, seremos más inteligentes y encerraremos a ese lord, le quitaremos su titulo y su revolución será todo un fracaso. Morirá quien tenga que morir, pero a ese hombre me lo van a traer vivo o muerto, cueste lo que cueste. Nadie se rebelara y los controlaremos a todos, no permitiré que desobedezcan nuestras leyes.


Mientras tanto, Edward, Guillermo y los demás condes buscaron un lugar para entrenar a sus guerreros, debían estar preparados y listos para cualquier ataque. También Edward consiguió a más personas que se querían unir y pelear en esta guerra, como campesinos y hombres fuertes. Ese fue su primer día de entrenamiento, haciendo que faltaran muchos días más para que estuvieran lo suficientemente listos para todo.


En los siguientes días lograron llamar a la mayoría de los condados, estos se unieron a los dos y se encontraron todos en el castillo, tal y como Edward había pedido. Se armo una asamblea donde negociaron lo que tenían que hacer, hablaron sobre las ventajas y desventajas que tenían.


Cuando los condados ya estaban unidos, y habían decidido como atacar, varios ejércitos se iban a enfrentar en el reino. Algunos condes se unieron a Edward y Guillermo, mientras que otros apoyaron a Enrique y Carlota.


Los condados que apoyaban a los reyes estaban más preparados que nunca, tenían los mejores ejércitos y una gran caballería. Miles de soldados y guerreros estaban bien entrenados y creían tener la victoria asegurada, pero no se esperarían lo que estaría a punto de pasar.


Ahora Edward ya no usaría su ropa de lord, en este momento, volvería a usar su armadura de caballero. Estaba más que furioso, quería derrotarlos. Una vez que los condados de los condes se unieron, se fueron hacia el reino de Inglaterra y para tener la batalla final: el enfrentamiento que lo diría todo. Valientes hombres marchando hacia el peligro, sacrificando sus vidas como guerreros y buscando una nación libre de corrupción y de maldad.


Caballos marcharon hacia su castillo, la gente empezó a oír por todos lados a los jinetes, la tierra temblaba y el cielo se ponía oscuro. La lluvia caía fuertemente, los relámpagos se estrellaban fuertemente contra los arboles, las nubes se pusieron grisáceas y el sol se oculto. Estando listos y sin pensarlo dos veces, los caballeros corrieron hacia el reino, estaban muy cerca.


Unos guardias que vigilaban la entrada los vieron, se impresionaron al ver este gran ejército y sacaron sus espadas. Iban a entrar con un tronco gigante, con este derrumbarían la puerta y lograrían pasar.


Pero, cuando llevaron el tronco hacia la entrada, ¡cayó sobre ellos un liquido acido! Este componente provoco que su piel ardiera y que terminaran con muchas heridas. ¡Después, tiraron fuego sobre ellos! Quemaron sus cuerpos y se escuchaban los gritos de los soldados.


Al ver tantas bajas, Edward les dijo que no pararan, que siguieran luchando. Y eso fue lo que hicieron. Con mucha fuerza, haciendo trabajo en equipo, los hombres trataban de abrir la puerta con este tronco, lo hacían una y otra vez sin parar. Hasta que, luego de unos momentos, ¡lograron derribar la entrada! ¡Dejaron el tronco en el piso y comenzaron a entrar! ¡Pelearon contra otros caballeros y les cortaron la cabeza! ¡Estaban más vivos que nunca! ¡Pelearon hasta morir! ¡Rebanaron las extremidades de sus oponentes! ¡Les ganaban en número!


Los caballeros de los condes estaban ganando la pelea, eran imparables, invencibles. Los reyes se enteraron de estos ejércitos y estaban más enojados que nunca, mandaron a todos los caballeros que tenían a luchar contra ellos. Los soldados llegaron rápidamente a la entrada, se enfrentaron a los guerreros y lograron matar a algunos. Pero los guerreros de los condes y duques eran más fuertes que ellos.


No se detenían y lograban vencerlos, usaban martillos además de espadas, hachas, escudos, arcos y flechas, tenían más armas que ellos. Las personas, quienes estaban cerca de aquel enfrentamiento, huyeron asustadas y se escondieron en donde podían. Todos se impresionaron al ver tal matanza, el reino se convirtió en un baño de sangre, parecían animales enfrentándose por la comida.


Edward estaba más que loco, con su espada mataba a sus enemigos sin piedad, les cortaba el cuello, los apuñalaba en el estomago y les provocaba grandes heridas. Estaba más que dispuesto a ganar, nadie lo iba a detener. Cada tanto gritaba y le pedía a los caballeros que le trajeran a Enrique, que peleara con el cómo un hombre.


Edward: ¡vamos guerreros del rey! ¡Tráiganme a Enrique! ¡Que venga al combate y que dé la cara como un hombre! ¡Que se enfrente contra mí y que deje de mandar a sus hombres! ¡Ahora! ¡Que venga a mí para derrotarlo! ¡Esta guerra es solo entre él y yo! ¡Nadie más tiene que morir!


Aunque gritara con mucha fuerza, Enrique no aparecía, no se quería enfrentar contra Edward, mucho menos enfrentarlo, pues sabía que iba a perder. Los reyes estaban entre la espada y la pared, no sabían que hacer y estaban de brazos cruzados.


Enrique pateaba cosas y destruía sus muebles, tiraba la mesa y las sillas, estaba muy loco. Gritaba con desesperación y sacaba miles de insultos de su boca, no podía creer que un lord le estuviese ganando esta guerra.


Por otro lado, los príncipes veían desde su castillo aquella batalla, notaban como la ciudad estaba ardiendo y los caballeros se mataban entre ellos. Estos jóvenes no eran como sus padres, querían a su pueblo y no tenían ningún tipo de maldad.


El hermano mayor se llamaba Francis Armstrong Heinsworth, quien pronto seria conocido como Francis el salvador, y su hermana menor Elizabeth Armstrong Heinsworth, conocida en los siguientes días como Elizabeth la protectora.


Estos odiaban las acciones de sus padres y reconocían que no podían seguir reinando. Viendo tantas muertes y destrucción por las calles, los príncipes se pusieron de acuerdo e intentaron convencer a sus padres de detener esta guerra. Hablaron con ellos y trataron de abrirles los ojos, de que se den cuenta que lo que estaban haciendo estaba mal, que debían parar y dejar de sacrificar la vida de tantas personas. Pero estos no los escucharon, era imposible convencerlos.


Así que los hermanos, acompañados por un guardia, escaparon del castillo por la noche. Le pagaron mucho dinero para que no dijera nada, y cumplió con su palabra. Para que no los reconocieran, se pusieron unas túnicas largas que tenían una capucha, así no iban a saber que eran de la realeza. En la noche, los ejércitos habían dejado de pelear, el bando de los condes se fue a descansar en las afueras del reino, mientras el bando de los reyes estaba descansando en sus casas.


Una vez que lograron salir del reino, los príncipes se encontraron con un par de casas de acampar construidas por los caballeros. Estos los vieron y, al darse cuenta que ellos eran los príncipes, sacaron sus espadas para enfrentarlos. Pero, justo cuando iban a enfrentarse, Edward pego un grito muy alto y les dijo que se detuvieran, que no les hicieran nada.


Los guerreros obedecieron su orden, el lord se acerco a los príncipes y hablo con ellos. A la misma vez, Guillermo escucho su grito y salió rápidamente de su cuarto, vio a los príncipes y se puso a conversar con ellos, a preguntarles porque estaban ahí.


Edward: buenas noches príncipe Francis Armstrong Heinsworth y princesa Elizabeth Armstrong Heinsworth. No me esperaba que vinieran hasta aquí, pensé que obedecían todas las órdenes de sus padres. Díganme, ¿porque vinieron a conversar con nosotros?


Francis: buenas noches conde Edward Charles Johnson Hamilton, hemos venido porque no estamos de acuerdo con lo que están haciendo nuestros padres, esta guerra tiene que parar, hay que buscar una forma para que no hayan tantas muertes. Por esa razón, mi hermana y yo queremos apoyarlos, también deseamos ver una Inglaterra más libre, una nación donde los pueblos dejen de sufrir y en la que todos se ayuden como un equipo. Por favor señor Edward, ayúdennos a parar con esta batalla.


Guillermo: ¿y cómo podemos estar seguros de que esto no es una trampa? Puede ser que ahora mismo hayan caballeros apuntándonos con flechas, es posible que estén escondidos, esperando para atacarnos y matarnos aquí mismo. Me parece muy extraño que justo los príncipes vinieran acá, cuando se supone que deberían estar descansando en su castillo. Si de verdad quieren ayudarnos a ganar esta guerra, ¿porque lo quieren hacer? ¿Cuál es su propósito, motivo, razón o circunstancia para rebelarse contra sus padres?


Elizabeth: buenas noches duque Guillermo de Yorkshire del norte y conde Edward de Northumberland. Quiero que sepan que mi hermano y yo no queremos matarlos, no hemos enviado a ningún caballero para acabar con ustedes, ni siquiera nuestros padres saben que estamos aquí.


Lo único que queremos es que la gente deje de morir, que ya no haya niños muertos en las calles ni mujeres que son prostituidas por hombres corruptos. Estamos cansados de ver tantas injusticias, de saber que nuestro pueblo no tiene nada para comer, que no tienen trabajo, que hay muchas enfermedades, que el parlamento y la realeza no se preocupa por su propia gente.


Si nos unimos y tratamos de armar alguna estrategia, lograremos vencer a los reyes y tal vez, algún día, nosotros nos convertiremos en los reyes de Inglaterra, mi hermano y yo gobernaremos Gran Bretaña y ya no habrá más sufrimiento.


Todos escucharon con atención la conversación, Edward estaba seguro de que no estaban mintiendo. Guillermo sentía algo de desconfianza, pero las palabras de Elizabeth le tranquilizaron y de a poco cambiaria de opinión. De esta manera, los príncipes se unieron al conde y duque, conversaron sobre las estrategias que tenían que realizar y los planes.


Los ejércitos estaban por enfrentarse, el día estaba nublado, la lluvia caía por doquier y los relámpagos se estrellaban contra el piso. Los caballeros de cada condado que apoyaban a los condes se unieron, mientras los otros caballeros de los condados de los reyes también se unieron. Empezaron a formar escudos, ya estaba todo listo para iniciar la batalla. Antes de que esta guerra se pudiera dar, Edward dijo unas palabras a sus valientes guerreros.


Así que, junto con Edward, Guillermo y los demás condes, los caballeros corrieron hacia los ejércitos de los reyes. Estos también venían rápidamente, la guerra se estaba por dar y nadie iba a evitarla. ¡Sin pestañear, comenzó el enfrentamiento! ¡Los soldados se enfrentaban entre espadas, lanzas y martillos!


¡Blandían sus espadas y la sangre se derramaba sin parar! ¡Había cantidades de muertos! ¡Los guerreros se mataban unos a otros sin parar! La guerra era interminable. Los caballeros de los condes tuvieron más victoria al principio, supieron como derrotar a varios hombres, ¡les atravesaban su estomago con sus espadas! ¡Les destrozaban la cabeza con sus hachas! ¡Les rebanaban el cuello y cortaban esas extremidades!


Nunca se vio una lucha como esta, los guerreros no solo se enfrentaban con espadas, ¡usaban sus puños para matar! Algunos daban patadas y otros les rompían la cara contra el escudo con sus puños de guerreros. La lluvia caía por debajo de los miserables, la sangre brotaba por doquier! Los caballeros se estrangulaban, se destrozaban las cabezas y hasta algunos hacían trampa, mordiéndole los brazos a los rivales para que soltaran sus espadas.


¡Los ejércitos eran grandes! ¡Incalculables! Todos luchaban por Inglaterra, por una nación mejor. Los condes también se unieron a la batalla, ¡Guillermo agarro una espada y mato a treinta hombres! ¡Era un asesino! ¡Los mataba a todos sin piedad! Tenía buenos movimientos, estrategias y, usando su espada, ¡les cortaba las piernas a sus enemigos! Era un buen guerrero cuando entraba en la batalla.


El conde de Northumberland y lord inglés, Edward, mato a varios de ellos, ¡asesino a cincuenta hombres sin dudar! ¡Nadie lo podía detener! La rapidez que tenia no dejaba que ningún guerrero lo tocara. Todos temblaban al verlo, le tenían miedo y no podían creer lo bien que luchaba.


Con su espada, ¡cerceno las cabezas de varios hombres! ¡Les apuñalo en el abdomen! ¡Corto sus brazos! ¡Era un animal! ¡Hasta se acerco a uno y le mordió en el cuello! Salió mucha sangre del cuerpo de aquel hombre, muriendo al instante.


Los condes y duques estaban ganando, la guerra no se detenía y los caballeros lucharon por diez horas sin parar. ¡Diez horas! ¡Eran inmensos ejércitos! Era increíble la cantidad de guerreros que luchaban.


¡La batalla seguía y los soldados se mataban! Los soldados de los condes, los cuales tenían arcos y flechas, ¡dispararon a sus enemigos rápidamente! ¡Las flechas cayeron sobre ellos y los mataron a todos! No quedo casi ninguno con vida.


Al ver que los ejércitos de Enrique estaban perdiendo, los condes avanzaron hacia la entrada del reino y lograron entrar en él.


Cuando entraron, ¡se encontraron con un ejército más grande! ¡Estos les dispararon con sus flechas! ¡Los mataban uno a uno! Los soldados de los condes estaban cayendo, este ejército les impedía avanzar y no podían derrotarlos.

LA HISTORIA CONTINUA EN LA SEGUNDA PARTE.

Todos los derechos reservados © Made by G. Celayes Caballero

G.C.C.

15 de Marzo de 2022 a las 20:37 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Conoce al autor

Gonzalo Celayes Caballero Me llamo Gonzalo y tengo 19 años, me gusta leer libros y escribir. Empecé a escribir cuentos y poemas a los 14 años, me interese por la literatura y los mundos que se pueden descubrir en ella. Mis escritores favoritos son Edgar Allan Poe, H.P Lovecraft, Lorca, Becquer, Benedetti, entre otros.

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