Acomode la lampara para que pudiera observarlo mejor; así se sienten más tranquilos, los ciega un poco y me es más fácil hacer mi trabajo, aunque a la mayoría esa luz tan directa, tan intima, los pone más tensos, más nerviosos, casi al borde de la locura; a mi me gusta, me ayuda a ver mejor los trazos que debo hacer, me acerca a la persona, me hace sentir como su confidente.
Jale la mesita de los instrumentos, le expuse todo tipo de herramientas, las pequeñas, otras puntiagudas, unas filosas, las grandes, algunas intimidantes -son las que prefiero-; pongo las mangueras, la anestesia, la jeringa, las pinzas.
Muchos odian esta profesión, pero yo la amo, la disfruto, la llevo en mi sangre. Desde pequeña practicaba ya, lo hacia con mis muñecas, mis mascotas, mis padres, con mis ex novios, los vecinos y hasta con mis compañeros de estudio.
Extraordinaria es la boca y sus dueños, y el ayudarles a entender como debe ser el cuidado dental es mi pasión, así como limpiarlos, cortarlos, sacar, poner, pulir. Es inimaginable como la gente es de cochina, descuidada, pero para eso estoy aquí, hago mi trabajo perfecto, soy la mejor en el negocio, solo se quejan un poco, pero jamas dejo nada sucio, ni una caries al aire.
Saque la jeringa, prepare la anestesia, abrí la boca de mi paciente, me acerco a secarle la gota de sudor que viene resbalando lentamente sobre su cien, le susurro algo al oído, sus pupilas están dilatadas, es tan orgasmico. Clavo la jeringa, se retuerce en su lugar, le extraigo la dentadura, trata de decirme algo, comienza a ponerme paranoica, no deja hacer mi trabajo, hay mucha saliva, se mancho la lengua de sangre, odio las manchas, tomo las pinzas, la acerco a la lengua, hago un corte perfecto, saturo; no hay manchas, intenta gritar, lo sujeto con más fuerza.
Su cara me relaja, está en pánico, asustado. Regreso a mi compostura, le agradezco. Tiembla, llora, se que está feliz. Mi trabajo casi ha terminado. Saco la manguera y succiona todo y entonces llega el silencio, ese silencio que hace que me sienta satisfecha. Limpio todo, me tomo mi tiempo, me acerco al paciente, tomo foto del gran trabajo realizado, le digo que no es necesario que me recomiende.
Lo ayudo a salir, le pongo una bolsa negra para que se sienta más cómodo, lo ayudo a llegar a su auto, le abro la puerta del maletero; lo meto con cuidado, ayudo con su cartera, cobro el servicio, le agradezco nuevamente y me retiro del lugar tan feliz por dejar a otro cliente satisfecho.
Gracias por leer!
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