anviloza Angela Vieira

John es un artista que tiene una rutina diaria. Hasta que una mañana ve a una hermosa joven que vende lavandas, y su día resulta ser diferente al resto.


Cuento Todo público. © Angela Vieira

#amable #cuentodeunrasgo #descuidado #positivo #soñador
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La joven de las lavandas

John era artista.


Por lo general, un sujeto reservado y observador entre desconocidos. Pero, John no era un solitario. Él tenía amigos, Bruno y Paul eran artistas igual que él. Sólo que estos seguían en esa Academia de Artes que John había dejado hacía dos años atrás.


Cómo no sería observador, éste artista apasionado por el detalle y las maravillas de todo lo creado. El arte y dibujo eran su vida. Por eso, como todas las mañanas ya se encontraba en la Plaza Central de la Ciudad. Un espacio abierto, con bancos alrededor, muchos árboles y sombrillas sobre mesas.


El sol empezaba a producir su calor con algo de pereza, después de esa lluvia mañanera que lo había obligado a llevar ese suéter negro. Había dos niños jugando a perseguirse y otros transeúntes equipados con un vaso de café o una sombrilla que cruzaban la Plaza para llegar a su destino.


John alzó la vista al cielo, la coronilla de su cabeza chocó con los tubos que sobresalían de su mochila, y miró el vasto azul celeste. Casi no habían nubes, el sol estaba saliendo y una fresca ventisca le hizo suspirar.


Sonrió con un buen presentimiento en el corazón, no llovería; de eso estaba seguro. Otra cosa: sería un gran día. Lo pensaba sintiéndose optimista.


John era artista. Pero trabajaba independientemente. Siempre iba a la Plaza todas las mañanas y pintaba el paisaje, o pintaba cualquier ensoñación que su mente inspirada inventara. Incluso iba por aquellos que podrían querer un retrato.


No era rico y tampoco le importaba. Tan sólo disfrutaba la alegría de hacer lo que más amaba. Aunque su rutina fuera siempre la misma, no se sentía aburrido; en cambio, portaba ese gesto tranquilo y calmo a donde fuera.


Sus pasos lo acercaron más al centro, consciente de su alrededor y la gente que se había empezado a instalar en las mesas adyacentes para disfrutar su desayuno, así como de los niños jugando. Vio algo nuevo. Mejor dicho alguien, una chica que lo dejó paralizado.


Era una joven, su tez era tan clara y de apariencia tan suave como lana. Su cabello era de un color naranja atardecer y usaba un sombrero hecho a mano con paja y un vestido celeste. La chica instalaba su puesto, en su antebrazo descansaba una cesta llena de flores color violeta. Lavandas.


Su mirada se quedó fija, ahí cerca del centro de la Plaza donde se instalaba ella, ignorante de quien la miraba embelesado. John no entendía porqué el corazón se le había acelerado, o porqué su respiración parecía irregular, tampoco explicaba el sudor de sus manos y crecientes nervios. Lo único que comprendía era que la labor de aquella joven se le hizo muy interesante de pronto, cómo arreglaba las flores y en su labor, el viento ondeaba su cabello y a su vez perfumaba el ambiente al aroma de las lavandas.


De pronto, John se sintió inspirado y quiso dibujarla. ¿A ella no le importaría, o sí? ¿Y si se acercaba? ¿Cómo se llamaría la encantadorajoven de las lavandas?


Podría dibujar su retrato. O enfocarse en su perfil y dibujarla arreglando flores, hasta añadiendo un par de alas en su espalda porque le parecía un ángel. Soñó despierto sobre cuán hermosa sería su sonrisa y el brillo que sus ojos tendrían.


Decidió que compraría un ramo de lavandas para así, hablar con ella. Miró sus manos, sus dedos y uñas manchados con óleo, al igual que la piel del dorso de sus manos. Suspiró frustrado, si no fuera tan descuidado al pintar, tal vez diera una mejor impresión... ¿qué podía hacer? Gajes del oficio.


El corazón le dio un vuelco y los nervios de John incrementaron cuando se acercó con pasos vacilantes a ella.


—"¡Cuidado!"—alguien exclamó a su costado. Era una voz pequeña.


"¡A un lado!"— exclamóotra voz, cuando John volteó era demasiado tarde.


Fue embestido por dos niños en una pequeña bicicleta fuera de control. Sí, los mismos que se perseguían, ahora conducían sin práctica esa bicicleta y esos fueron los resultados.


John había sido atropellado por los menores. Cayó al suelo de forma estrepitosa y los tubos con láminas en blanco para dibujo salieron de su mochila rodando metros más lejos.


El dolor en su costado derecho, las piernas y la cabeza le hizo apretar el gesto antes de emitir un quejido. Esperaba no haberse quebrado un par de huesos. Escuchó a los niños quejarse y abrió un ojo mientras apretaba el otro.


Con todo, no pudo moverse. Unos pasos apresurados, una exclamación de sorpresa y una pregunta, lo evitaron.


"¿Estás bien?"— era ella. La joven de las lavandas. Su dulce voz denotaba mucha preocupación. En lo que John pudo mirarla directamente, se quedó ensimismado por sus delicadas facciones. Su nariz respingada y bañada de pecas, labios finos y su mirada azulada. Apenas asintió, totalmente ido.


>>"Lo siento tanto"— prosiguió angustiada, intentando ayudarlo a incorporarse, sin tener éxito.— "Mis hermanitos debieron tener más cuidado, apenas aprenden a andar en bicicleta..."


John estaba dolorido. Con todo su esfuerzo, se incorporó y aceptó la ayuda de la joven de las lavandas, aunque le daba vergüenza mostrar sus manos llenas de manchas. Los niños se habían levantado, al parecer hacía rato ya. Y lo observaban con mucho temor.


"Descuida"—Fue lo que John pronunció, dedicando una dulce sonrisa sin mostrar los dientes a la joven y los pequeños. La chica, sin embargo, había centrado su atención en sus descuidadas manos. John, soltó las manos de la joven con sutileza.


"Oh"— musitó — "eres artista"— mencionó con una entusiasta sonrisa, después de mandar a los pequeños a disculparse y a recoger las cosas del hombre. John asintió apenado.


>>"¿Cuál es tu nombre? Lamento no haber preguntado antes.—quiso saber ella.— "Me llamo Alice".


—"Soy John. Es un gusto"— Respondió exhalando aire que no recordaba haber contenido. Los latidos de su corazón le ensordecían. Se sentía muy nervioso. La chica de las lavandas tenía un nombre muy lindo, tanto como ella.


>>"No te había visto antes..."— observó con prudencia— "¿Te has mudado hace poco?"—preguntó y Alice asintió.


Los pequeños terminaron su labor y le entregaron los útiles a su dueño. John los recibió con un gracias y los niños volvieron a pedir disculpas. Alice les pidió guardar la bicicleta después de una breve reprimenda.


"¿Trabajas aquí?"—preguntó la joven con interés.—"¿O venías por unas flores?"


Alice señaló su pequeño puesto, mientras le invitaba a caminar al mismo. John caminó junto a ella despacio con un poco de dolor, notando como la joven olía a lavandas.


"Sí... iba a comprar algunas y de paso preguntarte"—Alice le miró con sus grandes ojos azules y John casi se perdió en ellos.—"¿Te importaría que alguna mañana te dibujase?"


La joven rió complacida al mismo tiempo que sonreía y negaba con la cabeza.


"Me encantaría"


Alice. La chica de las lavandas era tan dulce y hermosa que John no pudo evitar pensar que seguía soñando y aún no había despertado. Pero él sabía muy bien que el despertador había dado su aviso diario a las 7: 30 am.


Compró un pequeño ramo de lavandas y prometió dibujarla al día siguiente.


John era un artista independiente, tal vez un poco tímido, reservado y observador. Sin saber que su mayor descuido: mancharse las manos al pintar, le haría más fácil hablar con la hermosa joven de las lavandas.


Sin embargo, John no se había equivocado; aunque iba de camino al hospital porque aún se sentía dolorido. Había tenido un gran día y sentía que sería memorable, gracias a la joven de las lavandas.


El sol brillaba y regalaba una calidez primaveral, la brisa paseaba por todas partes y John juraba que Bruno y Paul no creerían lo que él tenía para contarles.


Sacó el móvil y les pidió a sus amigos que lo visitaran al hospital después de sus clases.






12 de Enero de 2022 a las 04:14 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Conoce al autor

Angela Vieira Soy Angela Vieira. Nací el 27 de Noviembre de 2000. Me gusta pasar tiempo con mi familia, escuchar música y cantar. De verdad espero que mis obras sean de su agrado. 와이팅!

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