En Alaviv, un reino conformado por dos islas, Sereia y Helah, en ellas vivían dos clases de personas, los que podían (sihiri) y los que no podían (al'ada) controlar la magia. Los primeros usaban sus poderes para ayudar en las tareas difíciles y peligrosas a los que no tenían ese don.
Un día, un hombre llamado Zander llamó a todos los sihiri a levantarse contra los al'ada porque según él llevaban encargándose del trabajo sucio cientos de años.
El movimiento no tuvo mucho impulso al principio, pero de repente, un día un grupo de al'ada aparecieron muertos. Los guardias de la ciudad declararon que habían sido asesinados con mai guba, una clase de magia que envenenaba a sus víctimas matándolas poco a poco. Los síntomas empezaban con malestar general, después aparecían bultos por todo el cuerpo que van creciendo hasta dejar a la víctima, que termina ahogándose.
Los guardias reales comenzaron a perseguir a los sihiri, asesinando a muchos y enviando al exilio a otros, sin hacer juicios previos ni tener en cuenta si eran hombres, mujeres o niños. Esto hizo que los sihiri siguieran ciegamente a Zander, que les guió hacia una guerra que duró veinte largos años, donde hubo miles de exiliados y otros tantos muertos.
Esta guerra se dio por finalizada con la firma de la Paz de Zaman, sin embargo los sihiri no volvieron a ser bienvenidos en y tuvieron que salir todos de la isla principal y mudarse a una mucho más pequeña, esto hizo que el reino se dividiera en dos, la isla principal (Sereia) gobernada por la familia Moorhill, unos al'ada muy poderosos, y una mucho más pequeña (Helah) donde vivirán todos los sihiri.
Doscientos de años más tarde este hecho se sigue recordando, y las tensiones entre ambos pueblos seguían siendo notables, aunque no tuviesen ningún tipo de relación entre ellos. Si un sihiri era visto en Sereia, sería encarcelado, juzgado y probablemente sentenciado a muerte, mientras que por otro lado no se sabía lo que le podía pasar a un al'ada en Helah puesto que nadie había tenido el valor suficiente como para atreverse a cruzar el estrecho que hacía de frontera natural e investigar la isla.
