Revoloteaba la mejor cámara con baterías de Alctium y una carcasa de cerálnico de antigravedad. Era un derecho, los administradores en la colonia de Vulcano podían enjuiciar su proyecto, sin siquiera fastidiar a sus empleados allá abajo. Sí, una esfera dedicada a ver cómo caminaba la humanidad a su única salida. La lente, el diafragma y los obturadores imitaron el iris, la lucecilla rojiza indicaba la simpleza de estar en directo, un zumbidillo sordo se propagó corto y se posó para atestiguar el proceso.
Era la caída de la tarde, el viento soplaba con fuerza y hacía levantar las telas de quienes caminaban en fila. Un paraíso perdido al que debían abandonar, un planeta en su mayoría yermo, sólo aquel pensamiento hacía a la muchedumbre soportar el azote de las ventiscas cargadas de los hijos de las dunas, mientras se dibujaba en cada paso más enorme la garganta del transportador.
Un esfuerzo humano por sobrevivir, ¿cuántas veces ya se había enfrentado a crisis aquella especie?, pero jamás alguna tan enorme como para abandonar la Tierra. Los rostros tristes, quizá pensando más en el incierto que sobre la realidad, no mermaban su marcha. Niños en manos, los rumores debían ser dejados atrás por la sedosa nube de polvo de las dunas, ahí en el bautizado Sahara, una reliquia desértica de nombre incambiable, ¿quién se molestaría siquiera en cambiar el llamamiento a una tierra seca sin futuro? Y, sin embargo, llenaba con largas filas de los sobrevivientes hacia las naves transportadoras, al fin «los de arriba» se preocupaban por ellos.
Debatiéndose contra el viento de sílex un niño marchaba, la capucha y bufanda se balanceaban al capricho del desierto, como siempre ha sido para los viajeros de áridas tierras, aquí es mi voluntad, sólo la fortaleza te hará sobrevivir. Es simple escuchar la inclemencia, cuando a besos de lija, te susurra. Los ojos del pequeño apenas daban su lucha con el polvo, pero el silbido le hizo levantar su mirada. Era un vestigio, sí lo era, cuando en los albores de la aeronáutica el sonar impresionante de las turbinas hacían de los linderos de un aeropuerto el destino para algunas familias o aficionados, sólo para ver a los maravillosos aviones vencer la gravedad, y ese pequeño e insignificante niño reaccionaba con ese primitivo instinto de ver la maquinaria voladora.
Fue apenas un instante, el Rom pareció rozar a la multitud, tanto como para obligar a las filas de humanos a encorvarse tras su estela. Dibujó un círculo en los cielos, la máquina robótica barajó su geometría, abandonó la forma delta, en cambio separó sus piezas para imitar la forma erguida del humano, y bajó con máxima propulsión, no sin ganarse los comentarios soeces de las caravanas. Pero poco importa si un piloto, envuelto en sus artilugios y cómoda cabina, hacía molestar a la muchedumbre, sólo bastaba posar el Rom con su «arma», imitando los seguratas de algún edificio militar, para hacer entender, ¿tienes más opción?
Los transportes, semi enterrados en las arenas calientes, aguardaban con sus propulsores a poca fuerza. Jabalinas, así prefería llamarlos, esa forma puntiaguda en su cabina principal, y dos alas cargadas de impulsores quedaban propio para un simple transportador de personas. Los encargados movilizaban sus brazos, como si el ganado debiera ser guiado, no existe más camino, es esto o perecer, y algunas palabras de consuelo de estos para calmar miedos, no puede ser divertido ser criogenizado por un tiempo incierto. Con las hectáreas irradiadas, la tierra muerta y ningún otro lugar, aquellos vocablos de los burócratas de Vulcano ciertamente sonaban absurdos para los harapientos vivos esperanzados, quizá la Unión Científica Espacial ya había olvidado lo difícil de sobrevivir en la Tierra, aún antes de aquel diciembre, y no necesitaban pastores absurdos, sólo una solución.
A pocos cientos de metros, una Jabalina iniciaba el camino, seguida de un Rom. El humo expendido y el calor del combustible pudo sentirse en las filas inacabables a su espalda. Haría falta algunos viajes más para acopiar a los elegidos en el Proyecto F.U.A. Sin embargo, los terrestres no les importaba qué nombre recibirían sus especulaciones científicas, la Unión tenía obligación moral de ayudarles, siempre me debes, me debes porque los de arriba fueron parte de nosotros, una conducta incambiable, 3777 d.C. y aún la deuda egoísta se acurruca a la humanidad.
La esfera fisgona elevó, y contempló desde el aire la colilla de humanos caminando en fila sinuosas. Podría juzgarse de inhumanos a los miembros de la Unión por hacer de este desierto el punto de partida para personas en deplorable estado. Pero L.Y.E.D., cuánto desearían aquellos eliminar esa funesta agrupación de siglas, cometió su error al no dar importancia al Sahara. Ahora restaba sacar partido de su locura religiosa y tomar lo poco dejado.
Detrás de la lente, en una habitación concurrida por la soledad, se desplegaban sus imágenes en un proyector. Era una hermosa superposición; obscuridad total con el reflejo de la tecnología de las sofocantes y amarillentas dunas del Sahara. Se tornaba en sí como un Sol, ante una sala sólo labrada por el aire.
En sus ventanillas las estrellas se dibujaban impolutas, los Roms espaciales creaban un tránsito incansable, siempre enfocados desde hacía tantos años en las tres magnánimas estructuras. El punto final de los criogenizados para iniciar el Proyecto F.U.A. relucían, preparadas para explorar el infinito.
Poco importaba el afuera para quienes miraban las imágenes del Sahara. Trece proyectores, todos en negro absoluto. Seis en filas acompañados justo debajo por un uno más pequeño y con el ícono de sonido clausurado. Las filas superiores se enumeraban con un M-H del uno al seis, y sus acompañantes con C-E también del uno al seis. La treceava se postulaba sobre aquellas, M-H siete. Veían las imágenes de la Tierra, y mostraba cómo uno de los Roms dejaba la forma erguida y tomaba el ala delta para perseguir a una de las Jabalinas en su viaje.
—Enviar Roms a proteger esos transportadores, un absurdo si me lo preguntan. —Acompañó a su comentario las ondas características de acústica como imagen, utilizadas desde tantos siglos atrás por la humanidad. Era necesario permanecer con aquella única forma visual, en un cifrado exclusivo para aquellos trece. La voz de M-H 5 siempre era crítica, algo burlona, pero daba en clavos importantes, malgastar los recursos en vano.
—No conocer la historia es peligroso, 5. —Siempre era tan seria y su voz, un cántico embriagador al oído, M-H 1 sin embargo, era la relevante en asuntos históricos, aguijoneando a la mínima de repetición de esta y siempre el silencio la protegía para dar sus puntos —. Cargamos los errores de nuestros predecesores, un Rom de la vieja alianza, con su «pistola» laser es suficiente para echar atrás a los posibles subversivos.
—El precio a pagar lo ves tú mismo, 5. F.U.A., como la salvación. ¡Ja!, escupiré a mis botas y me quedarán secas, el eufemismo es digno de nosotros —burló el M-H 6 y esbozó una risa tan maligna como su gutural timbre permitió. 6 era de los más toscos, con clase, pero ordinario cuando a mostrar sus emociones debía —; la realidad siempre es cruel, siempre lo será.
—Cabría a la duda... no, pero nadie es más capaz en este asunto específico. —La imagen de total negro, sobre todas las demás, evocó en las otras proyecciones el silencio, M-H 7 hacía un comentario cínico, un mutismo respetuoso. Salvo M-H 4 con su respiración fuerte, y 2, quién siempre era la dama de la tos para encarrilar la concentración a los doce —. Debemos ser aprensivos, como lo dijo 2, si existe una verdad absoluta en nosotros es simple; nuestros errores han sido tan graves como nuestros aciertos... No le debemos nada a los terrestres, somos muy conscientes de nuestra misión. ¿Seremos dignos de alcanzarlo?, no es algo propio del humano entonces quererlo, ¿verdad? Veremos sus efectos en el futuro, o quizá sobrepasemos nuestros límites, las preguntas serán para nuestros Dual-ev, sabrán responderlas sin dudas.
—Filosofía, ¿conmigo? —Rompió su silencio M-H 3, con su habitual corte de voz altanero. No iría, seguramente, contra la intención de 7, pero los dados estaban echados —. Perdona si debo comportarme como siempre, querido siete —avisaba ya con ese ligerísimo espasmo de querer burlarse, y los monitores de 4 y 2 mostraron las líneas de su acústica, pero se detuvieron —; así es, queridos cuatro y dos, no me molesten.
—Sólo... no digas una estupidez, por favor —reclamó con el cansancio en un lastre de voz suave y tan femenina 2, que no pudo evitar soltar la risilla pícara el 3.
—Ah, ¿por qué no fui yo el C-E dos?
—Sabes muy bien por qué, eres más útil como el M-H tres. Deberías pedir disculpas al Dual-ev de dos. —Qué cansino podría llegar a ser M-H 4, era tan conservador, una habilidad peligrosa como efectiva, si se quería evitar otra Tierra irradiada por lunáticos religiosos.
—Me cansan ambos —concluyó 3. Las risas de 1, 5 y 6 resonaron, siempre eran aquellos roces algo indigno para personas de calado tan importante, 2, 3 y 4 los eternos M-H en discordias tan refinadas como podrían serlo dentro del grupo —, bien, continuaré. Decía, siete, que utilizar la filosofía es absurdo. Creo hablar por los demás, que debemos dejarnos de las palabras sin sentido. —Un asentir de los otros 5 acompañaron este último comentario de 3. Sí, se podía contar con 3 para la seriedad, a pesar de su actitud jocosa poco usual para un M-H —. Hemos recibido tus órdenes... y me preocupa mucho...
—La distribución no es negociable. —Era muy común, 7 siempre parecía responder como leyendo los pensamientos, sin siquiera necesitar presencia de quien le dirigía las palabras —. Es necesario hacerlo de esa forma, no podemos seguir perpetuando la evasiva e impermisible falencia del treinta y cinco por ciento.
—Eres algo duro amigo mío. No es propio mezclar nuestros sentimientos, nuestros Dual-ev restallarían, y lo harán a mis palabras, sin embargo, me preocupas personalmente.
—Es una tarea a hombros, pagaré yo mismo la equivocación de Ladóv.
—Una decisión loable, no demos olvidar tampoco el desacierto de Lady Thelena y Sir Laríl . —Otra clase de historia de 1, apropiada a puertas del mayor proyecto.
—Jamás lo olvido —respondió con seca voz 7 —, son los errores más graves, y los únicos. Tan enorme es nuestra responsabilidad, que dos únicos errores irradiaron la Tierra. No, queridos M-H, será la mejor opción para erradicar la imperfección de nuestra historia. Debemos ver bien, porque esos son quienes pagaron —. Aún sin la necesidad de señalar con imágenes apropiadas, dieron todos unos momentos de silencio para analizar las imágenes del Sahara. Las muchedumbres de harapientos, sucios y con los huesos marcados en sus rostros, la más baja forma de miseria, de una especie con ciudades cargadas de tecnología y comodidades, ahora impensables para esta generación hambrienta. —Sir Händel, Sir Gordon y Sir Henry, serán nuestro regalo. Naves-colonias llevarán a la humanidad a rincones impensables. Con nuestra guía, la sagrada evolutiva no volverá a perder el rumbo, esa es nuestra misión. Todos tomarán su rol, su talento los escuda; M-H y C-E, ustedes sembrarán una nueva semilla en cada una y así perpetuaremos el rumbo correcto de los acontecimientos. Elijan bien a sus nuevos miembros, y hagan enorgullecer a nuestros predecesores.
—¡Sí, señor! —respondieron al unísono los seis con audio permitido.
Doce de las trece pantallas obscuras se apagaron. No existía más órdenes, el Proyecto ya se había escrutado durante tantas décadas, simplemente era el momento de echar a andarlo. El treceavo proyector siguió transmitiendo, M-H 7, líder de los otros doce, sostuvo implacable su atención al Sahara.
Roms cuidando el orden todavía; nizaries, ninjas, ejércitos, policías, ¿cuántos sinónimos para asesinos con derecho adquirido por un orden específico?, como si aquellos desdichados, marchando a sandalias, pies descalzos o roídos calzados pudieran siquiera decir «no quiero obedecerte». Un acto suicida de intentarlo, como un juicioso grupo de ahogados romanos en su circo contra los cristianos sería visto tal acto de insensates para un tercero con conocimiento, pero la historia había hablado tantas veces. El humano, aún con la soga al cuello, la espada a dos centímetros dentro o el gatillo preparado, podía frustrarse a tal punto, movilizándolo a la autodestrucción. L.Y.E.D. fue un buen ejemplo. ¿La diferencia?, esas maquinarias robóticas no podían herir, era mostrar el romo de una espada a un neonato, incapaz de entender ni diferenciar, pero la actual humanidad desconocía mucho de los de arriba, sólo bastaba una forma de rifle o pistola para amedrentarlos. El láser no funcionaba en la atmósfera, pero era mejor una apariencia sombría, a otra anarquía de lunáticos.
La sala de obscuridad pura se vio iluminada por las puertas automáticas. Ingresaba tranquila la figura, M-H 7 pudo oír su risa, una muy conocida royéndole las entrañas. Nada podía hacer, aquel era parte de su propio esquema para el futuro, y era inevitable su amarga reacción, ocultándola con una sonrisa suave y fría el recién llegado.
—Duró muy poco, fue una reunión bastante movida, sin embargo —expuso mientras caminaba por la sala, y se aparcaba en una de las ventanillas para observar las inmediaciones de la colonia Vulcano en su lecho universal —, y también, cargada de hipocresía, siete.
—Es imperativo, mi C-E. Los mejores gobiernos se fortalecieron con la hipocresía. —M-H 7 siempre buscaba con su C-E un punto de equilibrio, pero la realidad es siempre un juego de marañas justificadas por el objetivo —. Nuestras motivaciones no escapan de los fundamentos de nuestra organización.
—Pero incluso así, llevarás a cuestas los errores de Lady Thelena y de Sir Ladóv... ¿En verdad...?
—Sí, sino fuera así no tuviera objeto nuestro duro trabajo.
—Eso es verdad... Bien, mi señor, haré mi traslado y llevaré acabo nuestra comitiva.
—No espero menos de ti, C-E. —El varón sonrío, y tal como llegó, se fue. No existía mucho más por agregar. El momento había llegado al punto de inflexión, la cámara se apagó, y las tinieblas consumieron por completo la sala. Tan sólo unos haces de luces violaron el espacio privado del salón, las tres naves-colonias; Sir Händel, Sir Gordon y Sir Henry, las maravillas de la humanidad le recordaban a 7 su obligación heredada.
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