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Ojalá supiera el cómo y el por qué, pero no necesitaba

respuestas.

Me llamo Carlos, Carlos Romero. Estudiaba en un instituto
de mi pueblo, el cual no me gustaba. Lo diré claro y sin

rodeos: sufría bulling. Quizás no tanto como observamos en
las películas, pero cada granito de arena suponía su propia responsabilidad.
Empecé primero de Educación Secundaria, bastante mal.
La gente de este asqueroso siglo no entiende otros gustos diferentes a lo socialmente bien visto. Y a lo que me refiero es al fútbol. Era el
chico a el que no le gustaba el fútbol. El chico que estaba solo por no ser como el resto, y que en realidad era más listo de lo que parecía. No es que exactamente pensara más si no que sabía lo que

tenía que pensar y a lo que me tenía que aferrar en esta vida
para poder pasar la dura prueba de la adolescencia siendo yo mismo y sin seguir estas modas absurdas.
Y así era yo, intentando ganar esta batalla que todos debemos vencer, mejor o peor.

Año 2014, 3º de E.S.O. La gente decía que era muy difícil

superarlo y que había demasiadas asignaturas y un esfuerzo
extremo. Pero en este comienzo del curso, no me importaba
tanto como los demás. Era un adolescente, no quería estar

todo el invierno pensando en estudiar, en deberes... Quería
pensar en mi mismo, en mi vida, en lo que quiero que pase,
en lo que pasa y en lo que pasará. Para que agobios,

depresiones, esfuerzos, soledad, sufrir, todos los días igual,
para luego, morir. Lo pensaba siempre, y siempre me deprimía más. Pero era lo que quería pensar.

Pero todo esto comenzó mucho antes.