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Criaturas con apariencia angelical caen en un lugar terrible y gélido, allí son atacadas por criaturas endémicas que son sumamente violentas y poderosas.


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#tierra desolada #violencia #asilenbept
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Tierra desolada

En medio de la oscuridad de la tierra más septentrional del hemisferio oeste, dejando impresas sus peculiares patas en la nieve, un saurkt paseaba acompañado de un imponente y absoluto silencio. Tan sólo para él las nubes eran distinguibles gracias a sus incomparables ojos. Más terror no podía infundir aquel hábitat sin vida en derredor y una completa y agónica oscuridad que lo cubría todo; pero eran justo esas determinadas condiciones las que causaban más exaltación en estos seres.

En solitario iba errante aquel personaje sobre una llanura impedida de ninguna otra luz más que la de las constelaciones a la deriva en el espacio. Con una coraza azulada de un material mineral-proteínico era, no sólo más resistente que el tronco de las coníferas que existen un poco más al sur, sino posiblemente más resistente que un escudo de acero; su apariencia metalizada conformaba una autentica armadura que les daba el aspecto de robots creados sin duda para la guerra, que con su fuerza, tenacidad y mente fría conformaban soldados sin miedo, astutos y casi invencibles.

Sus dedos puntiagudos que formaban mortíferas cuchillas iban extendidos flotando a sus costados. Su mirada inerte sin compasión miraba furtivamente el camino que andaba. Sus pasos firmes anunciaban un letal comportamiento. Todos como él: vagabundos, hostiles, amantes del peligro, osados guerreros, despiadados esbirros; serios, fríos, y con aspecto de eminentes figuras bélicas que, si no provocaban pavor, nadie jamás faltaría respeto ante ellas…

Su cara escondida por una placa de aquella dura coraza obturaba su boca, sin embargo parecía dibujarse una siniestra sonrisa debajo.

El saurkt había sentido algo, aunque más correcto sería decir que oyó algo pues su línea lateral funcionaba parecido a la de algunos peces al proyectarse ondas en su fluido. Captó un aleteo en el aire. La distancia era extraordinaria, pero él no tardaría mucho en recorrerla; la impresionante rapidez con que llegan los sonidos hasta ellos les da una ventaja temible sobre otras criaturas.

Con agilidad fulminante se desplazó. Sólo unas débiles huellas que pronto serían sepultadas en la nieve quedaron en la escena.

-Siento un frío descomunal, Vilen. No estoy cómodo en este lugar.

-Sigue tapándote con tus alas, esta energía te fortalecerá. ¡Maruii, ayúdame! Tú tampoco dejes de taparte; en cuanto nos recuperemos saldremos de este inhóspito lugar. ¿Cómo puede alguien crear un lugar con estas condiciones? ¿Cuál dios tan enfermo puede tratar así a sus criaturas? –decía un nelig envuelto con sus grandes alas y que dejaban solamente un poco de espacio frente a él para que sus brazos alcanzaran a su compañero que tiritaba y trataba, con temor del desértico y congelado terreno que les rodeaba, de observar algo. Un tercer nelig se acercó e imitó al primero en dirigir las palmas de sus manos al más pequeño de los soldados.

Portaban petos de un metal que parecía hierro con grabados en oro, dos de ellos llevaban enormes costales hechos de la seda más blanca, delicada y resistente de su tierra. Los cargaban en la espalda, estaban bien atados y henchidos de cargamento. El otro llevaba un embalaje cilíndrico-elíptico de un metal paramagnético también de un gran volumen. En cada uno colgaba de un cinto de cuero, con gemas incrustadas, una aparatosa espada plateada.

De cara pálida y ojos claros, los nelig eran llamativos más que otra cosa por sus gloriosas alas. Éstas eran blancas como el algodón y de similar textura, aunque en realidad debían ser parte de su sistema integumentario porque nacían con ellas. Maravillosas y enormes, les permitían volar grandes distancias. Al ser soldados, los tres tenían las alas de mayor envergadura que cualquier otro de su especie en general.

Espolones, espinilleras y brazales: todo de metal, era el complemento de su atuendo que resguardaba partes de su blanquinoso cuerpo.

Mientras dos de los nelig curaban con sus manos al otro, alguien asechaba cerca.

De pronto, entre los tres se cernió una enorme desolación, aquel nelig que en lugar de costal llevaba el embalaje a sus espaldas, vio con desesperación como el líquido que cargaba se derramaba y manchaba la nívea alfombra con el amarillo de la bebida. Sus compañeros sabían que lo sucedido no fue accidental, alguien lo había provocado. Sin meditarlo asieron sus anchas y brillantes espadas que de un tajo estaban de punta al cielo. Con una formación triangular que cubría la mayor área posible esperaron a ver si alguien se hacía notar; pero iluminados solo por una débil aura dorada que emanaba de ellos, la oscuridad imperaba y menguaba pavorosamente toda posibilidad de ver más allá de dos metros.

Como una ráfaga y en tan sólo un microsegundo, un destello metálico azulado acaparo el brazo de otro nelig. Ese lapso fue suficiente para que en menos de lo que parpadeara, el nelig tuviera el brazo destrozado; doblado espantosamente; la posición que adquirió era completamente anormal, el hueso estaba quebrado. El peso de la espada se venció ante la gravedad por estar sostenido sólo por una mano, y un rugido reverberante estalló en los oídos de los tres neligs. Era el aviso del saurkt. Era el pavoneo de un guerrero letal invitando a los invasores a un batalla cruenta y en donde el único vencedor sería él.

Volviendo las espadas a sus fundas, los dos neligs restantes unieron cada par de manos junto con la no lastimada del tercero. Con mucha energía comenzaron a formar una esfera luminiscente que se iba agrandando al centro de ellos. Izaron sus manos y la esfera dorada salió despedida raudamente hacia lo alto. Habiendo tomado una considerable distancia la esfera estalló y el área quedó iluminada por una violenta expansión: alcanzando un diámetro de 300 metros. Todo esto sucedió en sólo unos cuantos segundos. La luz dorada parida de las celestiales criaturas les dio el benefició de la claridad; el lúgubre lugar no perdió esa cualidad pero ahora el blanco de la nieve era completamente reflejado a los ojos diáfanos de los neligs, y esos mismos ojos observaban a la inquietante criatura de cuatro dedos en cada extremidad, con su azulada armadura, de pie a escasos metros de distancia; más grande que ellos y de carácter belicoso. El siguiente acto lo protagonizaría él; no sin antes esperar a que los neligs tomaran sus espadas, bajaran sus pesados costales y estuviesen en la mejor posición para recibir sus mejores ataques. Así de confiado se comportaba el saurkt, pues sabía que no tenían oportunidad contra él.

Deslizándose en la nieve el agresivo saurkt se acercó a uno de ellos; su brazo cubrió la estocada del nelig, su caparazón no sufrió un solo rasguño, y quebró la espada con una sencilla pero hábil maniobra. Mientras el otro nelig sano se apresuraba a contraatacar por el costado que le pareció más endeble. Pero antes de que eso sucediera, el pie del saurkt asesto una patada en la cara de éste. Sus dedos filosos y puntiagudos atraparon por completo su cabeza y en seguida la soterraron en la nieve. El cuerpo desvalido del nelig cayó con tosquedad. El tercer nelig con un único brazo útil había permanecido detrás de los otros, concentrándose. Con su vanaglorioso poder encendió su espada que ardía con una flama azul celeste. Con toda su fuerza trataba de mantener con esa única mano la pesada arma. Sus músculos tensados al máximo contenían un golpe que trataría de hacerlo lo más certero posible; sus esperanzas fueron despojadas salvajemente cuando el saurkt le lanzó diminutos cristales de su coraza al empujar con arrojo su torso hacia el frente, poniendo rígidos su músculos lumbares del dorso y dejando los brazos detrás de su tronco. El peto del nelig manco que parecía de un hierro de buena calidad y bien forjado presentaba múltiples orificios; y el resto de su cuerpo descubierto tenía una exacerbada cantidad de perforaciones que no tardaron en demostrar la sangre morada y algo vinosa de estas criaturas. Su mano no pudo contener más aquella espada que licuó la nieve al caer.

Con ferocidad el saurkt tomó del cuello al nelig a quien momentos antes le había roto su arma y lo aventó con desdén a diez metros de distancia. Dio un par de pasos y cogió la llameante espada. Con una brutal fuerza y en demostración de invencibilidad la hizo impactar con el filo de cara a su propio brazo, pero apenas le hizo mella.

Hasta ahora procuraba mantener escondida su boca, que era como una mascarilla del mismo material que el resto de su coraza, pero ésta se movió bajo su barbilla y dejo ver el horripilante hocico circular con dientes afilados que circundaban dentro de ésta. Un moco verdusco le escurría y de aquella intimidante oquedad escapo un bramido espantoso.

El nelig manco había quedado absolutamente incapacitado, los cristales perforaron hasta llegar a varios de sus nervios distribuidos por todo el cuerpo, el dolor se aglomeraba a la estimulación interminable de varios receptores nerviosos que tensaban múltiples músculos y le impedían relajarlos para su motricidad. Sus ojos eran ya inútiles con millares de diminutos cristales enterrados en ellos, lo que le provocaba una profusa hemorragia y la pérdida completa de la visión.

Aún con la espada en sus manos, el saurkt se acercó al nelig que yacía en la nieve boca abajo después de ser noqueado al estrellar su rostro contra el frígido tapete polar. Apenas recuperaba la conciencia y rodo en la nieve para quedar boca arriba; la primer imagen que observó al hacerlo fue la del siniestro rostro del saurkt por encima de él con el hocico redondo abierto, su baba verde oscura cayó en su cara y de inmediato sintió una terrible irritación que se propagaba al resto de su cuerpo. Sus gritos estériles para la ocasión sólo le daban un matiz más sanguinario al panorama, pero el intolerable dolor los alentaba y acrecentaba. Absorbida la viscosa baba por los poros del nelig, ésta le intoxicaba su sangre e invariablemente sus tejidos y órganos; pese a que no fue ni medio mililitro la que tocó su piel. Volviéndose de bruces, el nelig se arrastraba raptando con ayuda de sus brazos y piernas desesperadamente por la nieve. Un divino soldado nelig nunca había parecido tan decadente al arrastrase entre alaridos lastimeros alejándose de su agresor.

Sin estar satisfecho de la afrenta y aún con la espada, que ya no ardía bajo ninguna llama, el saurkt atravesó el muslo del nelig que reptaba quejumbroso. El golpe que asestó fue tan atroz que la capa más dura del permafrost crujió y el mango de la luenga espada fue la única que sobresalió del muslo lánguido del nelig; así quedó varado y retorciéndose aún más ante la barbarie sobrellevada.

El único nelig todavía no invalido, el cual había sido arrojado como un trapujo a diez metros de distancia, se levantó. Aún iluminado por la dorada y altiva luz que habían concebido, hizo gala del despliegue de sus maravillosas alas con azorado ánimo, empero el saurkt ya lo había notado y se acercaba a él con paso impávido y contundente. Sus hombros prominentes le hacían prescindir de alas para verse más amenazante que el nelig. Cuando el saurkt estuvo a escasos metros de él, éste último contrajo instintivamente sus alas en señal de sometimiento, pero esto alimento más la impiedad del saurkt, y así de cruel fue el golpe que colisionó en su abdomen.

El golpe levantó ligeramente del suelo el gacho cuerpo del nelig, mientras escupía sangre. Girando rápidamente tras de éste, el saurkt tomó agresivamente una parte del borde de las alas que las conectaban con la espalda, y haciendo palanca con una de sus piernas adherida por donde pasaba la espina dorsal, arrancó de un jalón ambas alas. Desconectar tantas venas y arterias que nutrían los majestuosos instrumentos de vuelo incidió en un abundante derramamiento de sangre.

El nelig cayó con las rodillas al suelo. Su cara de aflicción era más por la agonía psicológica de saber perdidas sus alas que por el agobiante dolor engendrado al dirimirlas. Hincado en la nieve que se teñía de morado lentamente, a espaldas del saurkt que detenía con locura sus alas; con los brazos tendidos con flaqueza y con lágrimas en sus ojos, el nelig sólo quería que la pesadilla terminara ya. En completa sumisión esperaba que le arrebatara de inmediato la vida, junto con sus otros compañeros soldados. Su misión había fallado desde que perdieron el rumbo por la tormenta que se había atravesado en el océano Máltico. Pensaba que su pequeña distracción había sido la causante de que Catitemis los castigará por no estar a la altura de una meta tan importante como lo era llevar los diamantes “Esperanza” y “Amistad” de 150 quilates cada uno desde la tierra ellior.

Ahora el rompope, la especia de la planta perteneciente a las labiadas y las telas únicas que hilvanaban los sacerdotes neligs nunca llegarían para consumar el intercambio y lograr el objetivo de la gran alianza con el pueblo humano.

El saurkt tiró las alas y ahora sí habiendo menguado su exaltación, se retiró del lugar. Su boca volvió a cubrirse y una extraña sonrisa pareció implantarse debajo. Posiblemente el protocolo de bienvenida habrá quedado claro para aquellos extraños que osen visitar o caer en esta tierra en donde solo sobreviven los que estén prolíficamente adaptados a las inclementes condiciones de este lugar; y se den cuenta los que no cubren los requerimientos que es mejor quedar a la deriva en el océano a pisar territorio saurkt.

Al abandonar el lugar en donde había acaecido la masacre, solamente quedaron los tres cuerpos aborrecibles y maltrechos de los neligs. Dos tirados: uno boca arriba, cegado totalmente y con parálisis de la cintura para arriba; el otro intoxicado por un veneno devastador que consumía sus entrañas, anclado a la superficie congelada con la espada atravesada en su pierna; y el tercero hincado, lamentándose por la incuria de haber llegado a aquella tierra que los había recibido con tanto rigor, aparte de la turbativa perdida de lo más sagrado para un selecto soldado de la guardia real del primordio anogpkintal. Y pese a que se mantenían con ligeros atisbos de vida, el cuadro en el que se encontraban hacía completa y acertada representación de lo que significa un ambiente tan severo y yermo como ningún otro en todo Asilenbept.

26 de Julio de 2017 a las 14:31 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Continuará…

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