ManuelGL Manuel G

Un encuentro ficticio entre un singular burgués y un reconocido Caudillo.


Cuento Todo público.

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Sin Miedo Al Centauro

Epifanio no podía evitar observar fijamente a sus hermanos menores, quienes corrían y jugueteaban por todo el patio de la casa. Él deseaba fervientemente ir con ellos pero era demasiado orgulloso como para admitirlo, en lugar de eso intentaba fingir que leía, pero los gritos y las risas lo obligaban a desviar la mirada. Su madre quien acababa de salir, notó esa inquietud muy mal disimulada.

— ¡Lleven a su hermano con ustedes! —gritó la madre a los dos pequeños.

—Estoy ocupado — dijo Epifanio, quien rápidamente aparentó estar concentrado en su lectura.

La mujer no insistió pues sabía de antemano a donde podría llegar esa conversación, así que sólo asintió con la cabeza y se dirigió al jardín. En cuanto su madre se alejó, Epifanio continúo contemplando a sus hermanos pues esas imágenes despertaban en él sentimientos de frustración y envidia, los cuales normalmente lo torturaban hasta llegar al punto de mandar al diablo a todos incluyendo a Dios, el ser a quien él consideraba como el principal causante de su desgracia, quien no había tenido consideración alguna al enviar al mundo a alguien que nunca podría valerse por sí mismo. Epifanio solía acumular todo ese rencor y descargarlo en quienes no lo merecían, su familia, y es que en los momentos en los que peor se sentía, él era propenso a hacer comentarios hirientes y sarcásticos con el propósito de que los que lo rodeaban se sintieran igual de infelices. Por tal razón su madre y hermanos le dirigían la palabra únicamente cuando era necesario, sólo su padre demostraba ser más tolerante ya que frecuentemente conversaban y siempre lo invitaba a opinar en las pláticas familiares.

Él chico acostumbraba leer toda la tarde hasta la puesta de sol, luego una de las sirvientas lo metía a la casa para la cena, a Epifanio ya no le gustaba mucho que lo empujaran de un lado para otro, pero él solo no podía hacer girar su pesada silla de ruedas, así que debía resignarse a que alguien más lo llevara cuando tenía que ir a algún lado, incluso dentro de la casa.

Aquella noche transcurría normal al igual que siempre, la familia cenaba tranquilamente bajo la luz de las velas, hasta que, al igual que en todos los mementos de reunión familiar, el padre intentó iniciar una conversación para hacer más amena la cena.

—He notado que en los últimos días la presencia del ejército en la ciudad ha aumentado considerablemente, parece que la situación en el país está empeorando, el presidente debe estar muy preocupado.

—Bueno yo no creo que sea para tanto, y es que siempre han existido inconformes. Chusma que cree que puede alterar el orden a su conveniencia, pero siempre fracasan y ahora no será diferente —dijo su esposa con un tono de voz que reflejaba su total despreocupación sobre el tema.

—Pero en esta ocasión en algunas partes del país ya se han levantado en armas, ejércitos compuestos por campesinos que están cansados de la forma en la que se les trata. Estoy seguro que estamos a punto de ver un fuerte cambio en la vida de esta nación, o ¿tú que crees Epifanio?

Epifanio, quien escuchaba muy atento la conversación, contestó rápidamente.

—Estoy de acuerdo con mi madre, el presidente no debe tener mayor problema para ponerle un alto a la insurrección, y tal como lo dijiste “son sólo campesinos” estoy seguro que la mayoría no debe traer más que piedras y palos. No tienen oportunidad, lamentablemente muchos morirán, y todo por la absurda idea de tener más de lo que merecen.

—Tienes razón, hasta cierto punto —replicó su padre—. Esas personas no son distintas a nosotros, tienen sueños y ambiciones que van más allá de ser explotados y tratados como esclavos.

—Pero padre, si hay algo que nos ha enseñado la historia es que las grandes naciones se han forjado con el sudor y la sangre de los esclavos. Tal vez parece cruel, pero en aras del progreso la libertad de los menos afortunados pierde su valor.

La conversación continúo por un largo rato y aunque ambos dieron fuertes argumentos, no llegaron a un acuerdo. A Epifanio le gustaban mucho ese tipo de conversaciones, pues en ellas podía usar todo el conocimiento adquirido en sus largas horas de lectura, por tal motivo su padre tenía ese tipo de charlas con él.

Al finalizar la conversación y la cena, Epifanio pidió permiso para salir al patio mientras sus hermanos se fueron a la cama, quedando únicamente sus padres.

—Cada vez se vuelve más complicado tratar con Epifanio, todo el tiempo esta de malas, ya no sé qué hacer con él —confesó la madre de Epifanio a su esposo luego de que los niños se retiraron de la mesa.

—Por favor trata de comprenderlo, ya se está convirtiendo en un hombre y el hecho de estar lisiado ahora lo afecta más que nunca. En estos momentos es cuando debemos estar más cerca de él.

La mujer guardo un breve momento de silencio, luego lanzó un suspiro y dijo.

—Tienes razón, mi hijo ya ha sufrido bastante. Toda su vida se la ha pasado viendo a los demás hacer lo que él nunca podrá. No entiendo que fue lo que hicimos mal para que Dios nos castigara así. Mi pobre Epifanio nuca podrá sobrevivir sin alguien a su lado.

—Tranquila ya no vale la pena torturarse por eso. Estoy seguro que aunque será difícil, Epifanio encontrara la manera de valerse por sí mismo, aunque no puede caminar, él es muy inteligente, y apuesto mi vida a que tarde o temprano ya no va a necesitar de nosotros ni de nadie.

No cabía duda que aquel hombre tenía una inmensa confianza en su hijo, lamentablemente el muchacho no se sentía capaz ni de vestirse solo, pues estaba convencido que durante toda su vida sería una carga para los demás. Esta clase de pensamientos son los que lo torturaban durante el día, por tal motivo acostumbraba salir a ver las estrellas después de la cena, y es que sólo la belleza del cielo nocturno lo ayudaba a calmar la mente y el corazón. La luna y las miles de estrellas eran para Epifanio un espectáculo único. Esa noche no fue la excepción, pues al terminar la cena una de las sirvientas lo llevó a su lugar favorito para observar las estrellas, que era justo al lado del pozo de agua.

El cielo nocturno se encontraba especialmente bello, adornado magistralmente con una gigantesca luna llena que con sus blancos rayos hacia parecer que el día aún no había concluido. No era difícil quedar hipnotizado ante tal paisaje el cual únicamente mejoraba cuando llegaba a aparecer una estrella fugaz, pues al divisar una Epifanio inmediatamente cerraba los ojos y apretaba los puños para luego pedir fervientemente un deseo, el cual siempre era el mismo, cualquiera podría suponer de que deseo se trataba. Aunque él estaba consiente que eso era completamente inútil, sin importar cuantas veces lo intentara, ya que creía que la única desventaja del conocimiento era que te mostraba al mundo tal y como era, con la frialdad que lo caracteriza y sin adornos como la magia, los cuales eran puestos por las personas para hacer más llevaderas sus tristes vidas. A pesar de que la razón mostraba total oposición, algo dentro de Epifanio, algo más fuerte que la razón, lo obligaba a pedir su deseo, ocasionando que por un breve instante creyera en los milagros.

De pronto y como si Epifanio hubiera sabido el momento exacto en que sucedería, una estrella fugaz se dejó ver en aquel paisaje nocturno. Entonces comenzó el rito para pedir el deseo, cerró los ojos y cuando estaba a punto de apretar los puños, el sonido de varios gritos desesperados lo interrumpieron, tales alaridos parecían provenir de su casa. Muy alarmado el niño intentó ver lo que pasaba, pero el respaldo de su silla se lo impedía, trató de girarla sin lograr nada pues era demasiado pesada, los terribles gritos continuaron ahora acompañados por los sonidos de cosas rompiéndose. Epifanio comenzó a gritar lo más fuerte que pudo, una y otra vez llamaba a su padre y a su madre sin recibir respuesta alguna, así se mantuvo la situación por algunos minutos, hasta que todos los sonidos cesaron por completo, al ocurrir esto, Epifanio ya con lágrimas en los ojos también detuvo sus gritos. Por un momento la tranquilidad de la noche regresó, el chico permaneció completamente inmóvil esperando lo que sucedería después, y lo que paso fue que un resplandor comenzó a iluminar lentamente el jardín, entonces Epifanio se dio cuenta que la casa se estaba quemando.

El auténtico terror se apodero por completo del niño y sin pensarlo dos veces usando los brazos, se lanzó de la silla de ruedas hacia el piso. Sin importarle el golpe que se había dado comenzó a arrastrase por el suelo clavando las uñas en la tierra hasta que pudo ver aquella tétrica imagen, llamas saliendo de su casa y quemándolo todo. Epifanio comenzó a gritar de nuevo, grito y grito con todas sus fuerzas y con la cara empapada en llanto, llamando a sus padres una y otra vez hasta que de un momento a otro el sueño lo venció.

El amanecer trajo consigo la triste realidad, pues al despertar por un momento él creyó que se había tratado de una pesadilla, pero al verse tirado en medio del patio y después al observar las ruinas de su hogar se dio cuenta de que en realidad había sucedido. Poco a poco se acercó a su casa con las lágrimas brotándole una a una no podía entrar pues la puerta estaba bloqueada con escombros, así que el chico permaneció afuera, en completo silencio esperando algún sonido o cualquier tipo de señal que le diera esperanza.

Las horas corrieron al igual que las lágrimas, y nada, ningún signo que pudiera indicar vida dentro de las ruinas. Pero a pesar de eso el joven no perdió la esperanza pues pensó que tal vez al comenzar los disturbios, su padre pudo haber huido con su madre y sus hermanos y no tuvo tiempo de ir por él. Así que impulsado por esa idea, y aunque gran parte de él pensaba otra cosa, Epifanio comenzó a rodear la casa para salir a la calle y buscar a su familia.

La situación afuera era mucho peor, casas aun ardiendo y varios cuerpos sin vida regados por todas partes, pero eso no detuvo al niño, pues siguió sin darle importancia al triste escenario que lo rodeaba, ni siquiera el hecho de tener las manos llenas de sangre y tierra lo detuvo, ya que la pequeña luz de esperanza que aun permanecía en su corazón era suficiente para seguir adelante.

La puesta de sol llego y con ella el cansancio comenzó a pasarle factura a Epifanio, ya que a pesar de tener unas inmensas ganas de seguir adelante, simplemente ya no podía debido al gran esfuerzo que había realizado. El sueño comenzaba a ganarle y antes de que su cabeza pudiera tocar el suelo, el sonido del trote de caballos lo despertó por completo. Alarmado Epifanio miró hacia la esquina de la calle más cercana a él, que era de dónde provenía aquel estruendo el cual se escuchaba cada vez más cerca, hasta que aparecieron varios hombres montados a caballo; sucios, harapientos y portando armas. Epifanio los observó detenidamente hasta caer en cuenta que ellos habían sido los causantes de toda esa destrucción.

— ¡Ese está vivo! —gritó uno de los hombres que conformaba la cuadrilla de jinetes al mirar al niño que los observaba.

El grupo se detuvo y todos los hombres bajaron de sus caballos para después dirigirse hacia donde se hallaba Epifanio.

—Por su ropa debe ser hijo de un hacendado —murmuró uno de los hombres mientras se acercaban al muchacho.

Los sujetos lo rodearon y apunto estaba Epifanio de pronunciar una palabra, cuando de entre el grupo de hombres apareció una figura a la que le abrían paso al caminar. Se trataba de un hombre de imponente porte, el cual obviamente era el líder de aquella tropa. Se acercó a Epifanio, lo observo por unos instantes y después sin quitarle la vista de encima dijo:

—Pónganlo de pie.

— ¡No!, yo no puedo caminar —dijo rápidamente Epifanio antes de que dos de aquellos hombres pudieran acercarse a él.

— ¿Estas herido? —pregunto el hombre.

—No, yo… estoy lisiado.

Al decir esas palabras, Epifanio no evitó bajar la mirada, pues le dolía mucho hablar sobre su condición. Luego volteo a ver nuevamente al líder de la tropa, se llenó de valor y le dijo:

— ¡Además yo nunca aceptaría la ayuda de los animales salvajes que destruyeron mi ciudad!

—“Animales salvajes” —replico el líder de aquellos hombres con un tono un tanto irónico.

—Sí, ustedes creen que van a lograr algo matando inocentes y destruyéndolo todo pero para su mala surte no va a ser así. Tal vez podrán derrocar al actual presidente pero lo más seguro es que el siguiente sea igual o peor, así que, para que me entiendan. ¡Lo único que lograran con esto será cambiar la mano que sostiene el látigo que los arrea!

Esas palabras molestaron bastante a todos aquellos campesinos, hasta el punto en el que uno de ellos apunto con su arma a Epifanio.

— ¡Maldito niño! ¿Sabes lo que le hacemos a los caballos cuando se rompen una pata?

— ¡Basta! —Gritó con fuerza el líder de la cuadrilla—. Déjennos solos.

Inmediatamente después de escuchar la orden, los demás hombres se alejaron. Luego el tipo se acercó a Epifanio, se puso en cuclillas frente a él y le dijo:

—Para estar lisiado tienes los tompiates muy grandes muchacho. Hasta ni parece que seas hijo de un mendigo hacendado.

— ¡Mi padre no es un hacendado! —respondió Epifanio viéndolo fijamente a los ojos— él es un hombre honesto que forjo su fortuna con muchos años de esfuerzo; y todo para que en unas cuantas horas ustedes destruyeran por completo lo que él construyó.

El hombre pensó en retirarse pues no tenia tiempo para discutir con un niño, pero al observar con más detenimiento al muchacho, pudo darse cuenta del estado en el que se encontraba. Las ropas rasgadas y las manos ensangrentadas hicieron pensar a aquel hombre que tal vez ese no era un niño rico cualquiera.

—Escúchame chamaco —dijo el hombre mientras volteaba a ver a su ejército— esos hombres de haya son gente que nace, vive y muere en la maldita miseria, y pa acabarla de fregar todavía se la heredan a sus hijos. Por eso es que están en esta lucha, para cambiar las cosas, no por ellos sino por sus hijos y los hijos de sus hijos. Así que, para que me entiendas —miro nuevamente a Epifanio—, lo único que buscamos con esto es que todos los mexicanos tengan la oportunidad que tuvo tu padre; la oportunidad de salir adelante; ya no queremos vivir en la pobreza y la ignorancia, y si por esa simple idea nos van a matar a todos, pues les van a faltar balas.

Esas palabras dejaron en silencio a Epifanio, por primera vez él no tenía algo que decir, más que reprochar el resultado de aquellos actos violentos.

—Pero eso no justifica matar a inocentes. Gente buena que queda en medio del fuego cruzado; familias enteras que ustedes y el gobierno se llevan entre las patas familias...fa…familias…como la mía.

Luego de aquellas palabras, Epifanio ya no pudo sostener su mirada retadora, pues las lágrimas comenzaron a brotarle nuevamente, ya que a esas alturas la esperanza que tenia de ver a su familia casi se desvanecía por completo, siendo sustituida por el terrible dolor que provocaba el imaginar que sus padres y sus hermanos estaban muertos.

Aquel hombre no evitó sentirse un poco conmovido, al ver como ese muchacho comenzaba a derrumbarse. Pero no podía asegurar que alguno de sus hombres no haya sido el causante de su desgracia, ya que sabía muy bien de lo que eran capaces. Así que hizo algo que no estaba acostumbrado a hacer, mentir.

—Escucha —comenzó a hablar sin mirar directamente a Epifanio—, cuando todo esto empezó mucha gente salió de sus casas para esconderse en las afueras de la ciudad, a lo mejor tus padres hicieron lo mismo, y si quieres te podemos llevar haya para que los busques; pues nosotros ya nos vamos.

— ¡Si! ¡si por favor! —dijo rápidamente Epifanio olvidándose por completo de su orgullo.

De modo que el hombre cargo al muchacho, quien estaba a punto de ser vencido por el cansancio.

—Y ¿Cómo te llamas niño? —pregunto mientras caminaba.

—Me llamo Epifanio Hernández López ¿y usted?

El hombre menciono su nombre y varios apodos pero Epifanio sin darse cuenta se quedó dormido, y antes de caer por completo en el sueño alcanzó a escuchar uno de sus nombres, el cual hizo eco en su cabeza. Escucho las palabras "General Villa".

 

                                                       FIN

26 de Julio de 2017 a las 01:59 0 Reporte Insertar Seguir historia
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