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Evelyn Sanchez


Tepoca, un pueblo situado entre cerros y bastante alejado de las ciudades, aparentemente normal, hermosos paisajes y poca población, lo que nadie del exterior sabía es que siempre había estado rodeado de muerte, es algo que llevaba consigo. Una chica llamada Regina, vive en el pueblo desde que tiene uso de memoria, única hija, padres ejemplares, buen nivel económico, un tanto antisocial, le encanta disfrutar de los paisajes, tirar con arco y cuenta con una belleza muy peculiar. Un día la carta que desencadena el mal, llega a su casa, ella es la destinataria, su contenido es un tanto extraño y parece ser una broma de mal gusto, pero termino siendo más verdadero que la vida misma. Esto desencadena curiosidad en la chica y comienza a recibir más cartas, las cuales esconden un oscuro secreto. Su oscuro secreto, del que ella no tenía conocimiento. Su vida cambiará. Su naturaleza de por medio. Decisión entre lo bueno y lo malo. Luchar por entender su presente y futuro. Se verá enrollada en un mar de oscuridad no solo son las cartas, sino su trasfondo. SOLO RECUERDA QUE HASTA LA FLOR MÁS BELLA TIENE UNA ESPINA. CARAS VEMOS, TRASTORNOS MENTALES NO SABEMOS.


Suspenso/Misterio Sólo para mayores de 18. © TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
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CAPITULO 1

-Señorita Robinson, ya puede salir-avisó la profesora Clayton desde su pequeño escritorio.

Ese día había estado bastante distraída, no me pude concentrar en ninguna clase. Estaba sentada en mi pupitre observando mi cuaderno con detenimiento, mientras mi barbilla estaba apoyada en mis manos. Ya habían dejado salir a la mitad del salón.

Me limite a asentir y enseguida tomé mis cosas, para después salir del salón de clases.

El viento fresco impactó contra mi rostro haciendo que mi cabello sumamente negro y largo volara hacia atrás y unos cuantos cabellos llegaran a mi boca. Rodeé la cancha de deportes a paso rápido. Mi amiga Vania no había asistido, por lo que me la pase sola todo el día lo que hizo que me preocupara, ya que era rara la vez que ella faltaba y lo más extraño es que no me había avisado nada.

Salí de la pequeña escuela y me adentré entre las casas, por un camino que da hasta un pequeño arroyo, por el cual debo pasar para llegar a mi casa. Bajé por otro sendero, estaba rodeado por árboles, y llegué al pequeño arroyo, el cual tenía unas cuantas piedras para poder cruzar.

Primero brinqué en una, pude observar el agua completamente cristalina, con piedras en el fondo y algunos peces pequeños. Brinqué como pude en otra, la mochila pesaba demasiado, lo que me dificultaba saltar. En la última piedra brinqué al suelo y me salpicó un poca de agua. Subí una costa baja y llegué a mi casa.

Era una de las residencias más grandes en el pueblo, estilo colonial, demasiado amplia por dentro y además contaba con varios corrales atrás de ella; nunca había tenido la curiosidad de preguntar por qué los hay, porque de hecho no teníamos ningún tipo de animal y mis padres se habían negado a adoptar o comprar siquiera un perro, gato o conejo.

Entre por la puerta de la cocina y ahí se encontraba mi madre frente al lavaplatos; donde el sol entraba por la ventana que daba a la calle.

- ¿Como te fue querida? -preguntó mi madre secándose las manos con un trapo amarillo y volteándose hacia mí.

Cerré la puerta y colgué la mochila en un banco, para después sentarme en él.

-Bien, solo que Vania no asistió hoy-contesté recargando mis codos en la isla de la cocina y sosteniendo mis mejillas, con mis manos.

Mi madre aún lucia muy joven, siempre con su cabello castaño recogido en una cola alta, sus ojos me hacían recordar al océano, eran sumamente azules y combinan de maravilla con su labial coral de siempre.

-Oh, la señora Miller me comentó que Vania amaneció enferma, pero que en cuanto se recupere te llamará para que no estés con el pendiente-comentó.

Los Miller siempre habían sido muy amigos de la familia, a Vania la consideraba como mi hermana, era la única amiga que tenía, los demás eran simplemente conocidos.

-Ya vengo, voy a dejar mi mochila-avisé mientras me bajaba del banco y tomaba mi mochila.

Salí de la cocina, recorrí la gran sala para poder llegar a mi habitación. Entre en el gran dormitorio y encendí la luz, la cual saturó un poco mi vista.

El hecho de ser hija única me gustaba y me desagradaba. Me gustaba porque la atención de mis padres era completamente mía, tenía una gran habitación, más regalos en mi cumpleaños y navidad, pero me desagradaba porque a veces solía sentirme muy sola y mirando al vacío pasaban lo minutos sin más que hacer.

Dejé mi mochila en la silla frente al escritorio y antes de volver a la cocina me miré en el espejo de cuerpo completo, me acerqué aún más para poder apreciar lo único que me hacía sumamente diferente a los demás: mis ojos. Uno color café bastante obscuro, casi negro y otro azul verdoso, pero muy claro, casi blanco. Mis pestañas largas y chinas pegan en mis cejas delineadas.

Salí de la habitación y me dirigí a la cocina, cuando entre el olor a caldo de pollo, -la especialidad de mi madre-, impactó mis fosas nasales, haciendo que tomara aún más aire.

-Siéntate, ya está servido-anunció la castaña sentada en uno de los tres bancos, en la isla de la cocina.

Enseguida me acerqué y me senté al lado de ella. Siempre comíamos solas, excepto los domingos que mi padre tenía día libre en el trabajo. Ser el encargado de que el agua llegara a todo el pueblo sí era algo cansado y llevaba su tiempo.

El plato se veía muy apetitoso, despedía un olor exquisito. Después de terminar de comer mi madre salió a comprar comida para la semana y me quede sola. Estaba lavando los platos y tocaron la puerta de la entrada de la cocina, -había otra en la sala-, cerré el grifo, me sequé las manos y me dirigí hacia la puerta. Al abrirla no había nadie, me asomé, pero no había rastro de persona alguna.

Antes de cerrar la puerta me di cuenta que había pisado algo, me agaché y la tomé: era una carta, estaba cerrada con un sello de color violeta, el cual tenía una "A" y también tenía una flor morada, al parecer recién cortada porque no estaba seca. La observé detenidamente y la comencé a revisar por fuera, no había remitente, pero si destinatario y era para mi "Regina Robinson". Me senté en un banco frente a la isla de la cocina y abrí el sobre de la carta. La desdoble y la caligrafía de lo escrito era sumamente perfecta, con letra cursiva y legible.

Regina:

Cuídate, te está vigilando, no puedo hacer mucho por ti, más que advertirte.

Desconfía de todos, nunca salgas sola y sobre todo siempre revisa a tu alrededor, tu vida depende de ello.

Al leerlo me confundió mucho, pero lo analicé y llegué a la conclusión que no era más que una broma de mal gusto, porque ¿Quién me podría estar vigilando? ¿Con qué finalidad?

Dejé la carta en la isla de la cocina y seguí lavando los trastes. Al terminar tomé la carta, entre en mi habitación, con la finalidad de guardarla en un cajón del escritorio.

Aún era muy temprano y no tenía ningún pendiente, así que le envíe un mensaje a mi madre pidiéndole permiso para salir, a lo cual ella acepto, con la condición de que regresara temprano.

Me puse un bikini, por encima un short y una blusa de tirantes azul marino.

Salí de la casa y bajé por la costa baja. Hacia el lado derecho se avistaba el bosque y el arroyo correr, hacia el lado izquierdo había una reja la cual daba a varios corrales que estaban detrás de mi casa; a pesar de que había entrada desde mi casa a los corrales mis padres la bloquearon, no les agradaba la idea de verme rondando por ahí sola.

Miré hacia los lados, por precaución; si alguien me veía le podría contar a mis padres y me iría muy mal por ello, además los chismes y rumores se corrían rápido por el pueblo.

En los corrales había unos cuantos sabinos gigantescos, los cuales hacían sombra, todo el lugar esta bardeado por cimientos de piedra. Corrí hacia la otra punta del corral y me brinqué del otro lado.

Hace algunos años cree un camino para ir directamente a un arroyo muchísimo más grande del que se encuentra a escasos metros de mi casa.

Así que me adentre entre las ramas, árboles y arbustos; el día era muy soleado. Después de caminar 10 minutos llegue al gran arroyo, en donde solía relajarme y bañarme. Mi vida era muy aburrida, no había mucho que hacer en el pueblo.

El arroyo era increíble, su agua de un color azul verdoso, la cual bajaba de una pequeña cascada, además al fondo del arroyo se encontraba la arena y a la orilla se concentraban las rocas. El lugar estaba rodeado de arbustos y árboles, era tranquilo; era como si al ir ahí se respirara paz y al mismo tiempo esa paz generara felicidad.

Me quite el short y la blusa, dejando a mi cuerpo cubierto solo por el bikini color carmesí, el cual hacía lucir mi cintura.

Me acerqué a la orilla del arroyo y el aire impactó con mi cuerpo generando un escalofrío a pesar del caluroso día; se logró ver como el viento hacía que las ramas de los árboles se movieran de un lado a otro generando un sonido tranquilizador. Comencé a caminar adentrándome en el arroyo al punto en el que solo mi cabeza salía, el agua estaba tibia, era muy agradable.

Mi piel pálida disfrutaba los días como ese, me hacía tener un poco más de color, no solía salir de casa, por lo que venir al río me venía de maravilla.

¡Ayuda! ¡Por favor sácame de aquí!

Se escucha el sonido del agua, cuando sus brazos intentan salir de ella, luchando por no sumergirse y morir. Una y otra vez manotea, hasta que poco a poco va perdiendo fuerza.

¡Ayúdame, te lo pido!

Abrí los ojos y me di cuenta de que estaba sumergida completamente en el agua y que la corriente me había arrastrado a un sitio más hondo.

Nadé todo lo que pude, pero la corriente lo impedía, manoteé y pataleé lo más que pude, pero fue inútil, mi pequeño cuerpo no pudo más que la corriente. Mi corazón pegaba contra mi pecho una y otra vez, lo podía sentir en mis oídos, mi garganta y pulmones comenzaron a sentirse poco a poco más fríos...

Desperté en mi cama, tapada con una cobija y mi bikini aún puesto.

¿Cómo? ¿Quién? ...

Mi cabeza estaba llena de dudas, lo último que recordaba era rendirme ante la corriente y sentir mi garganta helada. Lo de la carta y eso, ya era mucha coincidencia, pero la gran pregunta era ¿Si me quiere matar por qué me salvo?

La cabeza me palpitaba un poco. Revisé el reloj que estaba colgado en una de las paredes y eran las 8:34 pm, ¡Oh! Mis padres ya debían estar en casa.

Salí de la cama y me vestí con mi pijama, la cual era un short y una blusa holgada, que me gustaban a pesar de ser de los Minions. Me acerqué al espejo y mis ojos estaban demasiado rojos y mi cabello aún estaba un poco húmedo.

¿Pero quién me salvo? Porque no había nadie allí... ¿O sí?

Meneé mi cabeza quitando esos pensamientos de mi mente y me puse mis pantuflas, para después salir de mi habitación y dirigirme a la cocina. Entre en ella y el olor a lasaña invadió mis fosas nasales, mi madre siempre se lucía con la comida. Ella estaba sirviendo los platos y mi padre estaba sentado en uno de los bancos frente a la isla de la cocina. Los dos se percataron de mi presencia y voltearon a verme.

-Oh querida, ya despertaste-habló mi madre pasándole el plato con comida a mi padre.

Me limité a asentir y sonreír. Me senté al lado de mi padre y mi madre me sirvió, para después sentarse a mi derecha, pude notar que su labial estaba corrido y su pelo un tanto despeinado, lo que me llevo a una obvia e incómoda conclusión.

- ¿Cómo te fue en el trabajo padre? -pregunté cortando un pedazo de lasaña y tomándolo con el tenedor, para después soplarle, ya que el humo salía de ella.

Mi padre volteo a verme y sonrió.

En su pelo sumamente negro se hacían presentes unas cuantas canas, sus ojos eran de color verde. Nunca había llegado a explicarme como de entre tantas personas yo tenía heterocromía, en el colegio me decían rarita y el pueblo hablaba de lo extraña y única que era.

-Bien, aunque ahora fue un día muy cansado-respondió enseriado.

Solo llegaba a ver a mi padre los domingos y en la cena, con el tiempo me acostumbre a ver solo a mi madre.

Después de terminar con la cena me encerré en mi habitación, ¿Cómo llegué hasta aquí?

Algo me decía que tenía que ver con la carta, pero......

¿Quién me podría estar vigilando?

¿Con qué finalidad?

Te está vigilando.

¿Y si el contenido de la carta es verdadero?

Me podía esperar lo que sea de ese pueblo, ya nada me sorprendía.

21 de Julio de 2021 a las 03:45 0 Reporte Insertar Seguir historia
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