— Aquí tiene señora —dice el joven, estira su mano para entregar una hoja de opalina, un tanto desgastada, a la dama que se encuentra observando el tránsito desde el ventanal de su oficina. Ella sonríe, una sonrisa cansada, y hace un movimiento ligero con la cabeza, no dice nada, el joven sabe que es su forma de agradecer, además se nota que la sacó de su ensimismamiento.
Mientras el joven se retira en silencio, la dama desdobla con cuidado el opaco papel, aunque parece intacto, la tinta ya corroída denota su tiempo de vida. Nuevamente siente ese nerviosismo al leer su contenido, no importa cuánto tiempo pase, la reacción parece ser siempre la misma. Se gira hacia su escritorio, dando la espalda al ventanal y a la increíble vista que tiene de San Francisco. Cierra los ojos y suspira para concentrarse. Necesita recordar palabra por palabra lo que desde hace más de 50 años se ha establecido. Quizá haya algo diferente, pero no, la profecía sigue tan indemne, como la primera vez. Aun así, quizá esta vez halle algo más… Quizá… Respira hondo y lee lentamente:
"Llegará el día en que la tierra se llene de fuego y el cielo se congele.
La noche se abrirá camino y se estacionará la oscuridad.
Llegará el día en que la naturaleza reclame su lugar y la vida vuelva a renacer.
Y ese día, cuando la Tierra, la Luna y el Sol sean uno mismo,
la oscuridad prevalecerá y la sangre de nuestros hijos se esparcirá.
No habrá dolor, ni llanto, ni tristeza, porque no habrá esperanza.
Sólo la luz evitará que la oscuridad prevalezca.
Sólo la luz nos dará esperanza.
Sólo la luz nos podrá salvar".
La mujer arruga su entrecejo, intentando descifrar nuevamente la profecía, rebuscando entre los espacios, las comas, las letras, preguntándose si habrá pasado por alto algo, ansiosa por encontrar un mensaje diferente, o cualquier indicio que le pudiera dar respuesta a la avalancha de preguntas que rondan por su cabeza.
Pero, no encuentra nada más.
La profecía es clara.
Todo parece sencillo, pero la realidad es mucho más complicada.
La inquietud invade su interior, no puede creer que la profecía está por cumplirse, aún queda tanto por hacer. Lentamente toma asiento, procurando ignorar el intenso dolor de cabeza que la acompaña.
Están cerca, así lo puede sentir, porque para ella ya no hay dolor, ni tristeza, ni llanto. Incluso casi no hay esperanza.
Suspira con fuerza y deja el trozo de papel a un lado.
Ha tomado una decisión... es el momento de actuar.
Gracias por leer!
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