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De las dunas de la playa, los camiones salieron de su largo entierro, conducidos por una fuerza mística, por toda la ciudad llevando bienes de toda clase. Y de los atolones desencallaron los barcos, saliendo por fin de su larga decadencia para comerciar con lejanos puertos de lejanas ciudades y fue entonces, cuando me llegó el humo de las fábricas y de los coches y de las estufas


Cuento Todo público.

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Verde per Cápita

Miré mi dorado pelaje, mi melena, mis fauces, mis garras y me pregunté por última vez, si lo que estaba a punto de hacer era lo correcto pero, entonces, miré a las majestuosas torres en medio de las montañas, enhiestas, todavía después de tantos años, con tanto orgullo y añoranza por lo que alguna vez fui, y supe que sí. Entonces, subí a la más grande de las torres, me erguí en dos patas como no lo había hecho hace mucho tiempo, y los llamé, a los animales del bosque y de la pradera, de la jungla y de las montañas a que vinieran y retomaran sus puestos antiguos como los humanos ancestrales que fueron.


Veía pumas, otros leones como yo, cacatúas y rinocerontes salir de la pradera y del bosque, cada paso más erguidos. Tigres y cóndores, con los pulgares en sus manos recién nacientes como retoños. Ya el ocaso había pasado, y recién entonces, vi a las luces encenderse y fue maravilloso. Las plantas que antes reclamaban la ciudad iban desapareciendo poco a poco, refugiándose en parques o regresándose al suelo de donde vinieron.


De las dunas de la playa, los camiones salieron de su largo entierro, conducidos por una fuerza mística, por toda la ciudad llevando bienes de toda clase. Y de los atolones desencallaron los barcos, saliendo por fin de su larga decadencia para comerciar con lejanos puertos de lejanas ciudades y fue entonces, cuando me llegó el humo de las fábricas y de los coches y de las estufas, comencé a preocuparme, pues miré al horizonte y el bosque ya no estaba, solo granjas y campos de petróleo, más ciudades por doquier, entonces me miré a mí mismo, y me pregunté qué había hecho, pero vi, que aún tenía mi dorado pelaje, mi melena, mis fauces y mis garras y me di cuenta que aún era un león, tal vez usaba traje, hablaba 6 idiomas, tenía un doctorado, un buen empleo y una casa en el barrio alto, pero aun no era humano y tal vez nunca lo sería, pero eso no me quitaba caminar erguido, libre y digno, como todos ahora en la ciudad.


La vida en el bosque no es digna, nos matamos unos a los otros por comida y por placer, morimos muy pronto, sin haber hecho del mundo un lugar mejor, no así en la ciudad, pero a diferencia de los antiguos humanos que alguna vez fuimos, soy un león y la gente todavía es una cabra, un tigre o una cacatúa y no podemos olvidar el ambiente que fue nuestro hogar por tanto tiempo y por él, tal vez podamos plantar árboles, reparar ríos y praderas y simplemente ser más eficientes nosotros mismos, para no dañar este ambiente natural que es el futuro y el pasado al mismo tiempo.

9 de Junio de 2021 a las 22:56 0 Reporte Insertar Seguir historia
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