nacaruu NacarUu ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

Rosetta siempre ha visto a Micah como un chico extraño, sin opiniones y con pocas expresiones faciales, por lo que le provoca cierto desagrado. Sus compañeros de clase lo detestan, y pareciera no importarle en lo más mínimo, nunca se ha escuchado una queja de su parte, solo se enfoca en escuchar a la maestra y garabatear en hojas. Motivada por la poca simpatía que siente Rosetta comete un error, que la lleva a conocer a su compañero de clases mientras intenta deshacer el maleficio que ha creado.


Fantasía Todo público.

#criaturas #escuela #maleficio #magia #258
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Capítulo 1

Todos los días veía como aquel niño permanecía en silencio, sentado mientras aparentaba tomar notas. Su cabello castaño claro no era del otro mundo, y su piel tampoco destacaba, así que no veía un motivo para que tomara distancia de los demás. Siempre dirigía pocas palabras, y su tono en lugar de ser tímido resultaba ser antipático. Rosetta juzgaba en silencio, Micah le resultaba desagradable, era tan irritante como una espina que atravesaba la suela del zapato. No solo era eso, tenía la certeza de que algo en él estaba mal, no sonreía, tampoco mostraba en su rostro alguna emoción fuerte. Era un chico extraño que estaba siempre adornado siempre con un collar y una pulsera, ambos compuestos de oro y decorados con unas gemas rojas pequeñas y relucientes.

Era distante, parecía ser orgulloso; aún recordaba cuando solo le dirigió un desabrido "gracias" cuando le entregó un helado a modo de regalo de cumpleaños. A su mente venían las imágenes de su rostro mientras comía, sin una sola arruga típica de una sonrisa. En ese momento fue que percibió que él no pertenecía a ese lugar.

Había estado pensando en eso hasta que él se levantó para depositar varios papeles en la pequeña canasta de ese salón de clase. No podría decir que era popular, pero todos le miraron con disimulo en su ida y vuelta. Para añadir, la maestra no tardó en regresar al salón, se supone que había ido a hablar en la dirección sobre un proyecto que a todos les interesaba; parecía que hacía obtenido lo que quería, se notaba alegre.

—Ya hablé con los directivos, y tenemos buenas noticias: el tour sí está autorizado. Entonces en dos semanas estaremos en el hermoso parque de Lurila. Espero que resulte divertido y que aprendan cosas nuevas —, habló la profesora Inés mientras escribía en el tablero los datos más relevantes—. Y ahora vamos a definir las cosas que quieren ver primero. Para tener una lista de prioridades.

—¡Quiero ver los ventriculosus! —exclamó Dalila, una de las amigas de Rosetta.

—¡Debemos ver las tiendas de recuerdos!

Y así muchos dijeron lo que deseaban, incluida la misma chica de cabellos cobrizos. Veía como en el tablero estaban escritos esos lugares, y actividades propuestas, le emocionaba salir de la ciudad para poder ir a un sitio como Lurila, la idea era cambiar de ambiente, alejarse de esas estrictas reglas por un rato, y divertirse.

—¿Micah tienes algo que sugerir?

—No, maestra Inés —, contestó ese chico enfocado en garabatear, ni le dirigió la mirada a la maestra.

—¿Alguien ya dijo lo que querías? —preguntó ella, como si eso sirviera para asegurarse de que él se encontraba bien.

—No es así.

—¿Entonces?

—No se me ocurre nada, y no creo ir al viaje.

—Tu papá y mamá ya firmaron la autorización, Micah. Claro que puedes ir. ¿Acaso no quieres ir? Es una gran oportunidad para aprender y hacer amigos Micah, así ya no estarás siempre solo en los recesos —habló esa docente provocando unas risas en el salón—. ¡Niños nada de burlas!

—No hace falta —respondió continuando con sus garabatos en las hojas de su cuaderno.

—Bien, pero debes asistir. La idea es que todos nos divirtamos, ¿no quieren ver la magia en su estado natural? ¿Quieren divertirse y comer dulces artesanales?

—¡Si! —exclamaron los demás niños del salón.

A la salida de la escuela lo encontró sentado en uno de esos columpios esperando a que alguien llegara, Rosetta ya sabía lo que iba a ocurrir, pero en realidad no le importaba, o eso decía, porque no se movió de allí para observar. No tardaron en aparecer aquellos niños, entre esos estaba Dalila. Micah bajó del columpio sin dejar de mirarles fijamente, se preparó para recibir el primer golpe y los que le siguieran.

— Vamos! ¡Di algo! ¿O solo te gusta mirar a los demás por debajo pero al momento de la verdad jamás te defiendes? —exclamó Dalila mientras le pegaba con una rama en uno de sus brazos.

—¡¿Crees que porque tus papás son respetados vamos a ponerte una corona?!

—¡No eres importante!

—Si quieres que esto se detenga solo golpea y deja de creerte gran cosa —, dijo uno de los niños empezando a usar un corto pero doloroso chispazo con su varita.

Rosetta sabía que en esos momentos sus papás hubieran querido que interviniera, o llamara a algún adulto para que detuviera las agresiones, pero fue como si dejase de pensar, solo observaba estática desde el otro lado de la calle. Finalmente aquellos chicos se cansaron, o su tiempo se agotó. Ella contempló cómo Micah se levantó y atendió aquellas heridas para que sanaran o no se hicieran notorias. Detalló que había pateado la arena para que la sangre que derramó no fuera visible, y después retiró el polvo que lo ensuciaba. Antes de que se retirara sus miradas se cruzaron, esto le generó escalofríos a esa niña, no entendía el motivo, pero esa sensación no desaparecía.

Pasaron unos días, de nuevo estaba atrapada en la escuela mientras intentaba replicar aquel hechizo que la maestra Inés había hecho a modo de demostración. Dalila probó en varias oportunidades pero solo salían insignificantes chispas, el objetivo era hacer que esos pedazos de papel rasgado volvieran a ser uno solo. Iba a hacer el intento número nueve cuando escuchó la voz de la profesora.

—¡Muy bien Micah! ¡A este paso podrás incluso sanar! —exclamó la mujer llamando la atención de todos los estudiantes.

—Presumido… —susurró Susan, una amiga que estaba en su mismo grupo de trabajo.

—Rose esto debe ser algo penoso para ti. Tú deberías ser quien brille en esta clase, tu madre se dedica a eso —comentó Dalila intentando nuevamente, y no tuvo éxito.

—¿Por qué debería importarme? —, respondió Rosetta aunque en su interior si había un sentimiento extraño al no poder hacerlo, posiblemente porque sabía que él ya se encontraba con la capacidad de sanar las heridas de su propia piel.

—Rosetta, deberías intentarlo con más ganas, ponle corazón —dijo la cuarta niña de esa mesa, Ágata—. Demuestra que eres capaz, y así no tendremos que escuchar cómo lo felicitan.

—¡Vamos! ¡Vamos! —intentaron animarle gritando en voz baja.

No tardó en sentirse presionada, por lo que cedió. Tomó su varita y se concentró todo lo que pudo. Aparecieron chispas, pero los pedazos de papel comenzaron a acercarse, todas miraban emocionadas lo que parecía ser una victoria. Sin embargo el momento se vio arruinado porque le habían arrojado agua encima, su vestido se mojó como era de esperarse, y el hechizo se detuvo por la humedad..

—¡¿Qué te pasa?! —, gritó Ágata al culpable, se trataba de Micah, se había acercado solo para arrojarle el agua de su termo encima.

Dalila se levantó enfurecida al mismo tiempo que Susan, por su parte Rosetta intentó disimular su desagrado por lo que había ocurrido segundos antes.

—¡¿Crees que puedes venir y hacer eso solo porque temes que te gane?! —alzó su voz Dalila, estuvo a punto de golpearlo, pero la profesora Inés la detuvo con su técnica de restricción de movimientos.

—Rosetta lo estaba haciendo mal, unas chispas iban a convertirse en fuego, entonces solo se me ocurrió arrojar agua —habló Micah con su tono usual—. Lo siento, Rosetta.

—Sí, eso puede ocurrir —confirmó la docente, quien se acercó de inmediato.

—¿Profesora, en serio le va a creer? —dijo Susan.

—Niñas, no se enojen, llevo años enseñando esto y sí puede ocurrir. Por eso mismo debo estar pendiente de todos ustedes y debido a lo mismo limitamos la magia que pueden usar con su material de aprendizaje. Además, Micah ya se disculpó. Y en cuanto a Dalila espero que no vuelva a ocurrir.

—¡Eso no sonó sincero!

—¡Solo lo dijo para salir del paso!

—Yo lo dije en serio —habló Micah y volteó a ver a Rosetta—. No fue lo mejor, y actúe por impulso, por eso mismo me disculpo de corazón.

—¡Solo espero que no vuelva a ocurrir! —, dijo esa niña, dirigió su mirada hacia otro lado y buscó un pañuelo.

La profesora Inés decidió limitar la capacidad de las varitas del salón, dejándolas de forma temporal solo como palitos decorados, todo esto para no tener que preocuparse ante un posible accidente, y así llevar sin preocupaciones a Micah junto a Dalila fuera del salón buscando mediar entre ambos. Rosetta se quedó en aquella mesa junto a sus otras dos amigas, estaba segura de que a la salida lo iban a golpear como ya se había vuelto costumbre. Una vez aquellos tres regresaron al salón Dalila retornó con furia hacia la mesa, mientras Micah solo volvió a la suya sin dirigirles la mirada. La clase continuó y finalizó sin otro incidente.

Durante el descanso Rosetta las siguió y se sentaron en las gradas mientras la mayoría de niños de su curso jugaban con una pelota. El día estaba nublado, y no tenía nada espectacular. Ella aún sentía frío por culpa de su vestido empapado, y las demás no tardaron en notarlo.

—Rosetta, deberíamos hacer algo con él —, comentó Dalila y le dio una mordida a su sándwich sin ocultar sus malas intenciones y enojo.

—Sí estoy molesta, pero en cierta manera tiene justificación —respondió.

—No sabes todo lo que dijo, repetía que vio que lo hiciste mal, al igual que la mayoría de tus hechizos. Así que decidió actuar. ¿Y crees que se arrepintió? ¡Para nada! Actúa como si nada le importara, y vio la oportunidad de fastidiar. Como nunca atacas cree que puede tratarte como si fueras menos.

—Siempre nos mira por debajo, como si no fuéramos tan buenas como él. Y jamás se integra. Incluso ahora no está jugando —añadió Ágata—. Despide orgullo por todos lados, es más diría que apesta a orgullo.

—Deberíamos arrojarle algo para que apeste de verdad —, sugirió de un momento a otro Susan.

—¡Qué gran idea! Apestar hará que se sienta avergonzado —habló Dalila—. Después de eso no podrá dárselas de superior.

—Suena feo —comentó Rosetta intentando no vincularse porque eso podría terminar en castigos y regaños, no le caía bien Micah, pero no iba a meterse en problemas.

—Es algo horrible, para alguien horrible —no tardó en justificar Ágata.

—Estaré fuera de esto. Háganlo si quieren, pero no me metan, mis papás no son tan flexibles cuando me porto mal.

—Bien, bien… Pero solo no digas nada. Empezaremos a trabajar en la poción clases, y vamos a hacer que dure unas cuantas horas —escuchó a su mejor amiga.

El resto del tiempo de descanso escuchó las pestes que ellas dijeron. Era incómodo, pero parte suya estaba convencida de que eso no le importaba. Solo debía evitar a una persona como él, no podía ser tan difícil.

Notó como en la siguiente clase se pusieron manos a la obra, tomando disimuladamente materiales para esa poción. Por fortuna aquel profesor no lo notó, ya que de ver aquellas cosas hubiera sabido de inmediato lo que planeaban.

Las horas pasaron, y las clases terminaron. Recogió sus pertenencias con rapidez, tampoco quería ser testigo de lo que ocurriría una vez estuvieran fuera de los dominios de la escuela, una vez cruzaran las puertas ya no era responsabilidad de esa institución lo que ocurriera entre los alumnos. Ella ya había salido, y se encontró con Micah, este le estaba observando desde los columpios mientras arrastraba sus pies sobre la arena.

—Rosetta, necesito decirte algo —habló en voz alta para llamar su atención.

Pudo ignorarlo, pero de todos modos debía esperar a que su madre apareciera y le llevase a casa, y algunas veces tenía que esperar hasta media hora, así que solo pensó en no ser tan grosera sabiendo que le vendría algo mucho peor, y no quería parecer sospechosa. Al cruzar se fijó en los ojos marrones Micah, parecían no tener brillo, como era usual.

—Gracias por venir —dijo ese niño—. Lamento lo que ocurrió. Fue lo único que me vino a la cabeza, aunque pude simplemente decirte que era peligroso.

—No importa, pero a la próxima solo abre la boca.

—Entiendo, no volverá a pasar.

—Como digas… —. Intentó hacer que un mechón de su cabello no se le pegara al rostro gracias al viento.

—Hay algo más que tengo que decirte. Puedes mejorar en eso, pero tampoco hay que desgastarse como lo haces, seguro te sentías muy presionada a hacer que funcionara. Todo eso solo genera más errores, y más aún cuando no tienes experiencia alguna, o no tienes "talento natural".

—Mis papás me van a enseñar todo lo que saben. No me salgas con que no tengo talento y tú sí.

—No me refería a eso —respondió Micah sabiendo que la había ofendido de alguna manera—. Es solo que bajo mucha presión las cosas no funcionan como deberían. Pudiste quemarte, las brasas mágicas que se convierten en fuego no son tan fáciles de apagar cuando han tomado fuerza.

—Si quisiera que alguien me regañara hablaría con mi papá, muchas gracias —, respondió Rosetta, el enfado se notaba bastante en su rostro, y por parte de Micah no habían muchos cambios. Era tan poco expresivo que incluso daba la impresión de no ser humano.

Cuando estaba por tomar distancia sintió como este le tomó del brazo, no de una forma agresiva, pero tampoco caballerosa. Este le hizo dar la vuelta, ella estaba a punto de liberarse de su agarre, pero él habló:

—Lo siento, Rosetta.

—¡Dalila tiene razón, ni se nota que lamentas lo que haces! —exclamó ella y dio una vuelta cargada de un drama innecesario, y, en menos de un segundo él la jaló provocando que se girara un poco. Escuchó un frasco romperse, sintió cómo algo le golpeó y un líquido humedeció su piel.

La mano de Micah estaba sangrando, uno de los vidrios le habían cortado, y no tardó en aparecer el olor nauseabundo. Rosetta no imaginó que ellas lo harían mientras estuviera cerca, sobre todo porque eso le había salpicado. La mayoría le había caído encima, a él no le había pasado gran cosa. Posiblemente acababa de ser usada como un escudo, era lo más probable que por eso él quería mantenerla cerca.

—¡¿Pero qué?! —alzó su voz y lo sostuvo del cuello de su camisa, quería golpearlo.

Micah, retrocedió y salió corriendo sin que se notara temor en sus expresiones faciales; parecía que no tenía arrepentimiento ni le generaba algún tipo de satisfacción. Pronto Dalila y las demás se acercaron.

—¡Lo siento mucho Rosetta! —, dijo Susan sacando su frasco de perfume, y empezó a gastarlo intentando disimular el olor.

—¡¿Y por qué estabas cerca de él?! Es despreciable, no dudó en ponerte a ti como escudo —reprendió Dalila tapándose la nariz, por lo que su voz sonaba algo extraña.

—Eso es lo de menos, debemos hacer algo, Rose no puede llegar a casa de esta forma. Huele a podrido —interrumpió Ágata.

—¡Ustedes háganse cargo! ¡Yo voy a ir por ese idiota! ¡¿Cómo se atreve a meterse con Rose?! —interrumpió Dalila y salió corriendo.

— ¡¿Por qué lo arrojaron cuando yo estaba cerca?! ¿No pensaron que esto podría ocurrir? Son tan… —dijo Rosetta y comenzó a llorar de la rabia que sentía.

En lugar de encontrar consuelo solo vio como Susan y Ágata retrocedieron y dijeron que irían a buscar a Micah y a Dalila. Mientras esperaba su regreso solo se fijó en la arena manchada por la sangre de Micah, ese sentimiento negativo que residía en su interior le impulsó a tal punto que solo decidió guardar esa arena en una bolsa, pensaba en arrojarla directo al rostro de quien se asomara primero. Pero nadie apareció, solo su madre, y a esa no le haría nada.

—¡Oh por…! ¡¿Rosetta quién hizo esto?! —exclamó la mujer, no le importó el hedor que despedía al momento de acercarse y consolarla.

—No lo sé… —mintió con su voz entrecortada.

—Luego averiguaremos quién fue, de momento debemos ir a casa y ver qué podemos hacer —, dijo su mamá, y la llevó en sus brazos hasta su transporte.

Mientras el vehículo se desplazaba por los cielos Rosetta miró el montón de arena que aún tenía resguardado en sus puños, el paisaje de casi todos los días no le importaba, solo quería que las cosas no se quedarán así. Los golpes que sus amigas le proporcionaran no podían ser suficientes. Esa y otras ideas cruzaron por su mente mientras escondía esa bolsa en su mochila, más que su propio olor estaba aturdida ante el deseo de desquitarse.

En su hogar su madre se puso manos a la obra e intentó liberarle de ese incómodo efecto por medio de una ducha cargada de hierbas aromáticas, pero una vez salía del agua ese hedor aparecía. Tras varios intentos solo notó que su madre se había quedado sin ideas, y lo demás fueron experimentos sin éxito alguno.

—Lo siento mi niña —escuchó a su madre— Pero parece que no puedo hacer mucho. Quien sea que creara esa poción la cargó con mucho rencor, lo que podría alargar sus efectos. Con lo que intenté debió haber desaparecido, pero no ha sido así. Tendremos que esperar a que desaparezca, lo bueno es que las pociones jamás son eternas.

—¿Ya no puedes hacer nada más?

—No, pero si sabes quién es dímelo, me encargaré de que sus padres se enteren y le castiguen. No pienso dejar pasar a quien sea que te esté acosando.

El problema fue que Micah no creó esa poción, si lo mencionaba lo más seguro era que él dijera quién fue en realidad. Se hundiría a sí misma por cómplice si esas tres eran descubiertas. Solo le quedaba mentir o guardar silencio. Una vez la cena terminó se dirigió a su cuarto, solo quería que las horas corrieran para dejar de sentir ese asco que le perseguía. Antes de irse a dormir dejó esa bolsita donde la luz de la luna le diera, así se acordaría de arrojarla al día siguiente cuando tuviera que regresar a su estúpida escuela.

Pero, el efecto no desapareció al día siguiente. No podía ir así, sería motivo de burlas de por vida. Por eso mismo tuvo que quedarse en casa, eso ordenó su mamá, y le daba toda la razón. Sin embargo, una vez las puertas se cerraron y se quedó sola empezó a llorar. Esa mezcla de tristeza y rabia le habían vencido, jamás se había sentido de esa manera, no sabía lidiar con esos sentimientos. Corrió hasta su cuarto, miró la bolsa y la tomó.

Rosetta tomó una decisión esa mañana. Dejó caer sus lágrimas en esa arena y caminó hacia donde sus padres tenían su taller.

6 de Junio de 2021 a las 03:07 0 Reporte Insertar Seguir historia
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