RicardoPerezMenchaca Ricardo Perez Menchaca

La vida es un conjunto de consecuencias, algunas provocadas por uno mismo, otras por personas a las que ni siquiera conoces. Los acontecimientos que suceden en tu vida a veces son injustos, pero el tiempo es el único que te lleva a algún lugar, física o intelectualmente. Esta novela cuenta la historia de Vanessa Longoria, que como a muchas otras personas, la vida va presentándole obstáculos y ella tratará de cruzarlos, aunque en el camino ella va perdiendo a la persona que algún día fue y con temor va conociendo poco a poco a la persona en la que se llegará a convertir.


Drama Sólo para mayores de 18.

#drama #comedia #política #tráfico #superación #venganza #esperanza #realismo
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FLOR DE ALCATRAZ

A veces quisiera salir corriendo y que el aire que golpea mi cara se lleve todos los malos recuerdos. Que la noche fuera dueña de algún tipo de magia y al despertar se borren todas esas acciones que me trajeron hasta aquí. Dicen que todo lo que nos sucede es por algo mejor, que todo en la vida tiene un sentido, simplemente hay que encontrarlo. Sinceramente no veo qué sentido pueda tener mi existencia, porque a como lo veo ahorita, lo único que pasa es que he estado perdiendo todo lo que me importa. Quisiera encontrar el sentido a mi vida, tener un propósito. Pero cada vez siento que me ahogo más y más en el río artificial que yo misma he ido construyendo y ya no puedo ir en contra de la corriente. Quiero detenerlo todo, pero no puedo.

Todo comenzó el día de mi boda. Yo tenía 16 años y estaba feliz. Me sentía realizada con mi vestido de novia hecho por Doña Juanita, la costurera que vivía en la calle de atrás. Yo misma combiné varios diseños de las revistas que me trajo mi prima Lily de los Estados Unidos. Mi mamá y doña Mary acomodaban mi peinado en la recámara de mamá. Mi tío Toño, el papá de Lily, nos hizo el favor de prestarnos su carro del año y servir de chofer para irnos a la iglesia.... Mamá lo adornó con flores y moños. Recuerdo que me parecía muy bonito. Todo era perfecto, al menos eso era lo que yo pensaba.

Al pasar el tiempo supe que toda la gente hablaba de mi porque pensaban que estaba muy joven para casarme, que seguramente había salido con mi domingo siete, o sea, que estaba embarazada. En aquel entonces yo no era una puta, pero la verdad es que si estaba embarazada. Mi novio no lo sabía, pues el bebé no era de él. De no haber sido por ese incidente yo habría entrado a la iglesia vestida orgullosamente de blanco y sin el cargo de conciencia que pesaba sobre mi por ocultar la verdad, que pesaba aún más que el sentimiento de estar albergando la vida de un bebé que no era de mi novio.

La gente también hablaba de Alfredo, mi novio de 24 años, a quien la mayoría conocía como Fredo. De él decían que era un sinvergüenza que se había aprovechado de mi inocencia. Aunque nunca fue el caso, a mi edad actual, y si hubiera presenciado una boda en tales condiciones, yo hubiera pensado lo mismo. A veces los adultos nos preocupamos de más pensando y haciendo mil historias enredadas en nuestra cabeza, y al final la realidad es más simple de lo que parece, o en ciertas ocasiones, más difícil.

Fredo y yo llevábamos un año de conocernos cuando me propuso matrimonio. En ese entonces estaba estudiando su último año de medicina. Él iba a estudiar a Monterrey, a poco menos de dos horas de mi pueblo, Villa Antigua, pero todos los fines de semana regresaba y salíamos a la plaza, la paletería, o al río. Él siempre fue un hombre decente conmigo, era muy diferente a la mayoría de los muchachos.

Llegó el momento de ir a la iglesia. Todas estábamos apuradas de un lado a otro para que no se nos olvidara ningún detallito de esos que se acostumbran en las bodas. Que las florecitas, que los adornitos, los distintivos, y todas esas joterías.

Llegamos a la iglesia y ahí estaban todos los vecinos y familiares. Mis damas de honor estaban todas en bola detrás del portón, con sus vestidos color turquesa y sus pelos esponjados, como se acostumbraba en ese tiempo. Imaginando ese momento, sus cabezas debieron parecer algodones de azúcar color chocolate. Solamente faltaba de llegar mi amiga Lupita, La Güera, como también le decíamos, pero eso era algo normal en ella, por eso cuando la invitábamos a alguna parte siempre le decíamos a ella que el evento o reunión iba a ser una hora antes. No se si alguna vez lo notó, pero era la única forma de que llegara a tiempo.

Alfredo había entrado por detrás de la iglesia y se reunió conmigo en la puerta para entrar juntos, como se acostumbraba. Se veía guapísimo con su traje negro y su enorme distintivo con forma de alcatraz en la solapa. 

La misa transcurrió hermosa, aunque en realidad era como todas las bodas que se hubieran celebrado antes.

Las mismas frases, chistes y preguntas del sacerdote.

"Alfredo, aceptas como tu esposa a Vanessa..."

"No pueden casarse!"- gritó la dramática de La Güera. Ella veía muchas telenovelas y como en la vida real el sacerdote nunca preguntaba si había algún impedimento para casarnos, ella buscó ese momento.

"Ella, Vanessa está embarazada" dijo con cara de mustia.

Esa perra ardida tuvo que abrir su bocota.

14 de Marzo de 2017 a las 02:58 1 Reporte Insertar Seguir historia
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Conoce al autor

Ricardo Perez Menchaca Me di cuenta de mi gusto por crear historias cuando tenía alrededor de 12 años, pues me gustaba dibujar, y mi pequeña sobrina cuando veía mis dibujos me preguntaba "Quién es?" y en ese momento comenzaba a crear historias al instante especialmente para ella. En "Génesis", aparecen reunidos muchos de los personajes y relatos que le contaba a mi sobrina hace muchos años, ahora dirigidos a un público adulto. Espero que la disfruten.

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ela Caruso ela Caruso
Me gusta la historia, espero el proximo capitulo. Es una narracion fluida y entretenida. Te sigo.
October 01, 2021, 02:38
~

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