relative Victorie S.

Un lugar nuevo y extraño, rodeado de personas igual de perdidos que tú en un extraño e imponente lugar, junto con una sensación que, cuanto menos, resultaba preocupante. Una sensación parecida a morir. Cuento basado de un sueño del autor.


Cuento No para niños menores de 13.

#amistad #sueños #"muerte #aventura #ficcion
Cuento corto
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Muerte Lúcida

Había muerto de manera abrupta. Sin avisos, sin despedidas. Simplemente me había alejado del mundo y me hallaba en uno nuevo: Más ligero, más imponente, más raro.

Había recobrado la conciencia junto a otro grupo de personas. Estábamos todos tirados en el suelo de lo que parecía una catedral. Techos altos, los colores eran dorado, vino tinto y verde pino. Se veía sólido pero sin embargo se sentía como una ilusión. Es muy extraño de explicar.

Habían personas de todo tipo: Adultos, niños, un par de abuelos y varios jóvenes como yo. Tenía un desagradable sabor metálico en la boca. Las personas parecían desorientadas. Uno de los chicos me estaba observando al otro lado de la habitación y le sostuve la mirada. Era alto, muy delgado, el cabello negro un poco largo y la tez algo bronceada. Parecía no dar crédito a esto. Sin darme cuenta ya me había levantado y me acerqué a él.


— ¿También eres consciente de dónde estamos? — pregunté directamente. Mis piernas se sentían tan débiles que antes de acercarme lo suficiente me hicieron caer. Él intentó suavizar mi caída.

— Sí, tengo la sospecha de que te he visto antes — esa pregunta me sacó de mi zona de pensamiento, dejándome en blanco.

— ¿En serio? Yo… -yo no logro recordarte.

— Claro, cuando estábamos en el vivero de plantas, necesitabas a alguien que te ayudara a llevarlas.

— ¿Vivero? –fruncí el ceño de manera evidente. Desvié la mirada al suelo e intenté recordar justamente esos detalles. El corazón empezaba a caer: No recordaba nada. Él pareció darse cuenta.

— ¿C-Cuál es mi nombre? –me llevé las manos a la cabeza, consternada, intentado recuperar mis recuerdos. Quizás aún fuera el shock de pasar de un lado al otro. Había comenzado a llorar sin querer. Aquel muchacho se veía afligido y me abrazó.

— Puede ser que vuelvan pronto… respira…

— Ppero no recuerdo si quiera qué…

Dejamos de hablar al ver que algo se aproximaba hacia nosotros. El pasillo era largo con una alfombra algo roñosa que debió ser rojo puro en sus mejores días. Una masa de piel cocida por partes, sin ojos ni piernas solo una extensión de piel como si fuera una manta, se arrastraba haciendo movimientos erráticos. Abría la boca que era considerablemente más grande que su cabeza mostrando una dentadura torcida, amarilla y con algunas costuras incluso. Aquel ser era pequeño pero a todos nos causaba desagrado. Al llegar frente a todos nosotros cerró la boca y se dio la vuelta. Empezó avanzar de nuevo hacia el umbral repitiendo los mismos erráticos movimientos.

Miré al chico y se veía igual de perdido que yo. Me ayudó a levantarme y caminamos junto con el resto de las personas a paso tranquilo. La gente murmuraba sobre la edificación: Realmente era imponente. Sin embargo, aquel bicho me había dejado una amarga sensación y una sola pregunta. ¿Por qué?

Una de las muchachas cantaba alegremente una melodía, moviéndose de aquí y allá. Ambos la mirábamos y no encontrábamos explicación a su comportamiento.

— Puede que… esté feliz de estar en el otro mundo –comentó él.

— Esto no es el paraíso –miré de reojo al bicho que nos guiaba a lo que parecía ser el salón principal de la catedral.

— Quizás primero nos juzgan y luego nos dejan pasar…

— No lo sé… no lo sé… -los ojos se me volvían a volcar de lágrimas-. Siento que no debería estar aquí

— ¿C-cómo?

— Tengo la impresión que… que mi vida continua, que esto es un error –me quité las lagrimas de la cara y lo miré-. Recuerdo unas pocas cosas, que… que mi cuarto era blanco, que tengo una mascota, estoy… estoy estudiando algo porque siento que estoy sujetando un libro…

Levanté mi mano derecha. Estaba en la posición exacta en la que se encuentra al sujetar un libro. No podía cerrarla más. Él tomó mi mano y la pasó entre el espacio en el que se supone que estaba el libro pero lo atravesó sin problemas. Me tomó del brazo y nos sacó del grupo de gente antes que atravesáramos el interminable umbral.

— ¿Qué es lo último que logras recordar? –cerré los ojos y me senté en el suelo invocando toda la paz que podía encontrar.

— Las 11:32, tengo algo suave en mis piernas, una luz que me muestra un “Buenas noches”. La apago cierro los ojos.

— Las 11:32 es una hora –movió los dedos nerviosamente-. Es… ¡La hora! No hemos encontrado ningún reloj de péndulo en todo el trayecto.

— Pero no tiene sentido que en el más allá exista un reloj

— Por mera decoración, deberían de tenerlo ya que quizás deberían hacernos sentir a gusto con cosas conocidas…

Los dos volvimos la mirada por donde habíamos venido. Lo tomé de la muñeca y salimos corriendo tan rápido como habíamos venido. Una densa oscuridad se había tragado el majestuoso pasillo. Lo realmente aterrador no era la desaparición del mismo, sino que un rostro arrugado, severamente curioso con los ojos abiertos par a par desprendiendo una luz amarilla nos miraba fijamente a ambos.

Al atravesar el umbral nos percatamos que no había nadie. La multitud de gente se había ido. Escudriñamos cada rincón del salón que era absurdamente alto en búsqueda de un reloj pero no había ninguno. Decidí ponerle un nombre a mi compañero.

— Alex –él volteó enseguida y ladeó la cabeza.

— ¿Alex?

— Sí, tenemos que tener un nombre para comunicarnos, ¿No?

— Ah, sí… tienes razón. Te llamaré… -hizo un gesto severamente pensativo-. Jhovana.

— Es un nombre muy raro –comenté.

— Pero es bonito –se defendió encogiéndose de hombros. Se acercó a donde estaba para no quedarnos en el medio de todo el salón.

— A ver… existe la posibilidad de que esto sea un sueño. Un sueño demasiado realista.

— ¿Crees que podemos salir de aquí? Lo veo algo complicado.

— ¿Por qué?

— ¿No ves que nuestros cuerpos se mueven a nuestra merced? En un sueño jamás pasa eso. Debe ser algo mucho más fuerte que nos trajo aquí.

— ¿Qué… estás insinuando?

— No lo sé, pero esto tiene pinta de ser mucho más que un sueño.

— Vale la pena intentar despertar, ¿no crees?

— Y… ¿qué sugieres?

Me di la vuelta para mirar la cornisa sobre el altar al fondo del salón. Fácilmente abrían allí 10 metros hasta el suelo del altar. Me miró un poco aterrado pero accedió. Empezamos a caminar por un lateral de la sala detallándola. Había un candelabro que debía pesar el mundo entero del cual colgaban algunas gotas de cera de las velas que allí se encontraban. La luz de luna se escurría por todos y cada uno de los miles de ventanales que poseía la catedral dejando incluso opacada la luz de las velas. Estando a unos metros de las escaleras que subía a la cornisa del altar un grito desgarrador nos hizo girarnos.

Un hombre adulto que estaba en el grupo de personas cuando llegamos estaba corriendo evidentemente desesperado. Miraba a todos los sitios. Alex y yo como un acto reflejo nos juntamos y escondimos más en la oscuridad que ofrecía el pequeño techo interno. Por una de las puertas de los laterales se escuchaban ruidos secos acercándose velozmente. El hombre empezó a correr hacia el altar pero la turba de maniquíes incompletos estaba empezando apenas su cacería. Lo habían atrapado. El hombre empezó a patearlos para quitárselos de encima pero fue en vano. Con una fuerza asquerosamente descomunal empezaron a desmembrar frente a nosotros aquel sujeto en carne viva. Los alaridos resonaban por todo el salón y cada vez más y más maniquíes se lanzaban sobre él para encontrar un trozo de la recompensa. Cuando los quejidos cesaron los maniquíes se quedaron quietos como piedra.

Me aferré a Alex y él a mi intentando hacer el menor ruido posible. Al fondo vimos como la muchacha que estaba cantando antes estaba corriendo para entrar a otro pasillo cuando se dio cuenta de la turba de maniquíes en el salón y la cantidad de sangre en el suelo. Gritó y los maniquíes volvieron a la vida erráticamente corriendo tras de ella. Habían utilizado las extremidades del hombre para completarse a sí mismo e incluso había dos que tenían sus ojos.

En un acto de repulsión total sentía como mis tripas se revolvían pero Alex me sujetó con fuerza llevándome casi que cargada arriba de la cornisa a una velocidad increíble. El miedo le movía así que debían probar esa opción.

Ya arriba de la cornisa se veía demasiado lejos el suelo y más aún la mancha de sangre anterior. Tragué en seco, estaba muy asustada. Él sujetó mi mano y asintió.

— Todo va a estar bien, volveremos a nuestras vidas, esto es un mal sueño –decía tranquilo, buscando calmarme. Lo repetí con él varias veces hasta que nuestros pies se movieron solos al extremo de la cornisa.

Me encontraba muy adolorida. Con dificultad abrí los ojos y me entraron ganas de llorar. La habitación en la que me encontraba era absurdamente alta, con una mesa de banquete y muchas sillas de madera tallada. La mesa estaba sin servir, los candelabros sin velas, telarañas por cada una de las esquinas y polvo por todas partes. Estaba recostada en la pared del umbral que llevaba de nuevo a otra habitación, igual de grande pero muy larga con miles de puertas. Se veía como un haz de luz descendía por la pared del final alumbrando un trono en el que nadie se encontraba.

Sentía presión en mi mano derecha. Al girarme, Alex aún estaba inconsciente. Me coloqué frente a él y empecé a darle golpes en su mejilla para que despertase. Con dificultad, él también se movió y miró aterrado el lugar en donde estábamos.

— N-No funcionó –exclamó con la voz quebrada, mirándome-. Puede ser que de verdad estemos aquí…

— Me niego a creerlo –me levanté y le extendí mi mano para que se levantara-. Tengo una vida que vivir, una familia que me espera. No puedo irme así sin más.

— Esto es una habitación nueva…

— Sí, parece que hubiéramos atravesado el suelo del altar y cayésemos un piso más abajo. Debe existir una manera de despertar de este sueño tan pesado.

Cuando creíamos que todo pudo haber estado tranquilo, la risa de una niña empezó a sonar muy fuerte por toda la habitación del comedor. Salimos corriendo lo más rápido que podíamos pero la voz iba apagando todas las luces para poder correr tras nosotros. Alex me tomó de la muñeca y me haló para que siguiera su ritmo y entramos de bruces en la última puerta al lado derecho del trono. Pusimos el seguro a la puerta y colocamos las espaldas allí para que no la pudiera derribar. La puerta se dobló de una manera horrible para romperla pero no pudo. Parecía que nos había dado por perdidos.

Frente a nosotros había un pasillo de color verde sucio. Daba la impresión de ser un pasillo de hospital. El pasillo avanzaba únicamente un par de metros y giraba a la derecha. Antes de cruzar había una puerta abierta de una habitación por la cual se filtraba algo de la luz de luna. Aterrados nos tomamos de la mano y avanzamos con todo el silencio y cautela del mundo. En la habitación había una camilla de hospitalización donde se escuchaba el pitido de un corazón estable, pero en la camilla no había nadie. Con la voz carrasposa y súper proyectada creo recordar que nos decía que nos largásemos de ahí. Asustados giramos en el pasillo y nos percatamos que se abría un poco más a nuestra izquierda.

Continuaba el pasillo de hospital un par de metros más y se ampliaba en una sala de investigación de detectives. Una sala que también estaba llena de polvo y suciedad. Cuando estábamos caminando volvimos a escuchar la voz de la niña que provenía de la habitación que habíamos visto antes. Alex huyó despavorido y entró en la oficina central de los investigadores. Yo entré en pánico y sin saber muy bien que hacer corrí hasta el final de aquella sala por un pasillo donde había dos carteles. “Baños para hombres” y “baños para mujeres”.

Sin pensarlo mucho entré rápidamente al baño de mujeres y era absurdamente gigante. Cubículos que fácilmente podrían medir 5x5 metros con paredes de aluminio los cuales no llegaban al suelo. Corrí hasta el final de los baños (cuyas puertas, para mi desgracia) estaban cerradas desde adentro. Me tiré al suelo y me arrastré hacia el final de los baños pegada a la pared. Esa habitación estaba muy bien iluminada. Luz blanca, suelos impecables, solo no había nadie. O que yo hubiese visto no había nadie.

Sentía que me estaban lanzando bolas de papel a la cara. Cuando levanté la mirada había una mujer regordeta, de baja estatura, morena, con una camisa blanca y encima un blazer azul marino con pantaalón de vestir y tacones bajos reprochándome cómo había entrado a los baños. Incrédula me levanté y, sin dar crédito a lo que veía, le puse las manos en los hombros. Abrí los ojos de par en par..

— Necesito tu ayuda –exclamé.

— ¿Mi ayuda?

— ¿Qué es este lugar? ¿Dónde estamos?

— ¿Qué en dónde estamos? –la mujer se rio-. Estamos en la sección de investigación de… no lo recuerdo.

— ¿Cómo que no lo recuerdas? ¿Trabajas aquí, no?

— Ay, los nuevos, siempre tan divertidos… no, no trabajo aquí. Nadie trabaja aquí. Somos almas en pena que no podemos huir de estos lugares. Somos fantasmas de estas reliquias.

Sentía que un nudo se formaba en mi garganta.

— ¿Estoy… soñando?

— Quizás, pero nosotros tenemos bastante clara cuál es nuestra condición.

— Mi amigo, él entró en la taquilla principal, él también está…

— ¿Soñando? –se rio-. Dalo por muerto. Esa taquilla es donde registran a las almas y los mandan a sus planos correspondientes.

— ¿Planos correspondientes?

— Sí, ya sabes, infierno, limbo, cielo, un lugar de su pasado…

— ¡P-pero él no está muerto!

— ¡Si están aquí, es porque lo están, mocosa!

— E-Esto es un error… ¿p-puedes ayudarme a sacarlo?

— Tienes que ir a esa oficina a debatir ese caso y pedir los expedientes…

— ¿En serio pretendes que haré burocracia en la entrada del más allá? ¿En serio?

— ¿Y qué quieres? ¿Lanzarte a la suerte para encontrarlo a la buena de Dios?

— Solo quieres que pierda el tiempo y me vaya con él… -abrí la puerta dispuesta a salir del baño.

— ¿Tú crees, cielo, que quiero eso? No… solo que no sabes que cosas tan horribles hay ahí fuera –me di la espalda y la mujer me siguió-. Hay cosas terribles, seres que quieren sentir de nuevo la humanidad que ustedes tienen. Pero si era su tiempo… deben aceptarlo.

— No era el tiempo de ninguno de nosotros…

— ¿Puedes estar segura de eso?

Me quedé en silencio, mirándola. La mujer no era agresiva, en cambio sentía gran tranquilidad al hablar con ella. Las lágrimas habían brotado y ella pareció afligirse. Me abrazó y acarició mi cabello.

— Espera un segundo aquí, ¿sí?

Ella salió del baño. Me senté en el suelo apoyando la espalda contra la pared mirando mis manos. Siendo un sueño o no, era una experiencia fascinante y al mismo tiempo horripilante. Moví los dedos sobre mis rodillas un par de minutos hasta que escuché la puerta abrirse. La mujer entró y se agachó frente a mi.

¾ Hiciste un trabajo increíble –me peinó y yo solo pude hacer una mueca de confusión-. Él está bien. Está en un buen lugar porque demostró valentía al acompañarte y estar contigo desde que llegaron aquí.

Tragué en seco.

— Y… ¿q-qué será de mí? –pregunté temblorosa. Había empezado a llorar silenciosamente.

Tú volverás a casa.

Un sonido constante me hacía mantener la cordura. El suave tanto de la carátula en mi mano derecha me otorgaba un buen presagio. El olor a limpio impregnaba mis fosas nasales y lo suave de la manta me ofrecía cobijo.

Con dificultad abrí los ojos. El lugar era blanco. Veía cables y mangueras ir de un lado a otro. Mi cuerpo estaba vendado y casi no podía moverme sin invocar una ola de dolor que se expandía por todo mi cuerpo. En la televisión que debía de tener más años que yo, transmitían la noticia de que el edificio 23 de la calle Roosevelt en Garden había sido consumido en llamas con 50 fallecidos y 7 sobrevivientes. El inicio del fuego se había originado porque hubo un cortocircuito desde la planta que suministraba la electricidad del edificio generando una explosión en todos los pisos. Los sobrevivientes habían sido salvados solo por haber estado cerca de las ventanas de emergencia ya que era imposible entrar en el lugar. En la pantalla empezaron a mostrar la foto de las personas que vivían allí, dando por sentado su muerte y los pocos sobrevivientes.

Tragué en seco y sentí como mi corazón se volvía diminuto. Mi rostro estaba ahí en la pantalla. Como pude bajé la vista hacia el libro que estaba en mis manos: Estaba dañado por el fuego pero aún se mantenía. En la carátula podía leerse aún el nombre: Amigos temporales.

Por mi mejilla se escurrió una lágrima y no pude evitar las ganas de llorar. Del cuello hacia abajo estaba vendado por las quemaduras. Buscando algún doctor o enfermera dirigí como pude la mirada hacia la puerta y me quedé estática. Alex estaba apoyado en el marco de la puerta, saludándome.

Se acercó lentamente hacia la camilla y miró el libro que tenía en la mano.

— ¿Con que este era? –rió. Yo sonreí con todo el dolor del mundo-. Tendrás que leérmelo, porque para aferrarte a él incluso en la otra vida…

Asentí con las pupilas. Él entendió mi mensaje y sonrió.

— Gracias por no dejarme solo –dijo tranquilo. Más lágrimas se escaparon de mis ojos y él también empezaba a llorar-. Voy a estar aquí esperándote.

— Tuvieron que morir para conocer a un buen amigo… -la risa de la mujer se escuchó en el umbral de la puerta. Sonreí y mentalmente dije “gracias” a ella. Me asintió en forma de gratitud.

— A ti cielo. Hacía muchos años el departamento no encontraba tanta determinación en un alma. Llamaré al doctor para que te revise. Espero no verte pronto, chica.

Alex rio y por dentro hice lo mismo. Ella se esfumó en el pasillo del hospital y él se sentó en el sofá que estaba cerca de la camilla.

— Qué bueno que al final sí tuviste razón, todo era un mal sueño…

3 de Abril de 2021 a las 15:23 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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Victorie S. Es prematuro el final si se tiene un mal inicio. Sin embargo... siempre vale la pena apostar por un quizás. Integrante Iriac.

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