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Grisha adora a la humanidad, y hará lo que sea para salvarla del apocalipsis, incluso matar a los propios humanos.


Fantasía Fantasía oscura No para niños menores de 13.

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Mi historia comienza antes de mi propio nacimiento, y antes del nacimiento de mi propio padre. Sin embargo, aún no es el momento de averiguar lo que pasó en aquel entonces. Antes de que todo comenzase y empezase a ver y comprender realmente el mundo, yo era tan solo un ser de veinticinco años. Desde mi nacimiento, no se me podía llamar hombre o mujer, ya que no podía apreciarse unos genitales. Mis cuidadoras dejaron que yo lo decidiese una vez fuese un adulto.


Desde mi nacimiento hasta mis veinticinco años, viví en unas montañas alejadas de la mano de dios, junto con doce doncellas jóvenes y bellas, cuyos ojos habían sido quemados con varas incandescentes. Ellas me cuidaron y me educaron. Ellas me contaron muchas historias sobre el mundo y sobre lo hermosa y bondadosa que era mi madre. Ellas me dijeron que ella me amaba más que a cualquier otra cosa en el mundo, pero que me tuvo que abandonar por la tristeza de saber que yo tenía un final muy cercano.


Ella creía fervientemente que moriría pronto, y no tenía motivos para dudarlo. Nací como un bebé de piel arrugada y podrida, patas de cabra cuya piel también estaba podrida, genitales amorfos, con mis vísceras rígidas y gruesas, y de mis pupilas salían pequeños cuernos gruesos, rugosos y oscuros. Era un bebé horrendo, un monstruo nacido de las peores pesadillas de la humanidad, y nacido para morir pronto. Ella hizo lo que pudo para hacer que pudiese vivir. Cambió mi piel podrida por una fina capa porcelana flexible, resistente y cálida, me arrancó mis vísceras rígidas para darme unas normales, y me arrancó mis ojos con cuernos para ponerme unos ojos de cristal. A pesar de estar mejor, mi madre sabía que terminaría muriendo, por lo que reunió a doce doncellas leales a ella, para que me cuidasen y protegiesen por ella.


Ellas empezaron siendo unas jóvenes doncellas que, con cada año que pasaba, se volvían más viejas y arrugadas. Lentamente fueron muriendo de vejez. Una a una, cayeron hasta que, a mis veinticinco años, tan solo quedaba una, la más joven de todas, la cual parecía tener noventa años.


Ella sabía que ya no podían cuidarme más, por lo que me dijo que me iba a enviar con un hombre que me iba a cuidar. Aquel hombre llegó rápidamente. Fue el primer hombre humano que vi en mi vida. No pude apartar mi mirada de aquel hombre. Grabé su aspecto en lo más profundo de mi ser. Él no era hermoso. Su cara era cuadrada, con una barba de tres días, unas prominentes cejas y una larga y enmarañada cabellera oscura. Lo que más me sorprendió fue su prominente altura. Las doncellas no eran muy altas, y siempre me decían que era un hombre alto, así que creía que yo era el ser más alto del mundo.


Este hombre era Goupteeth, un demonio menor, uno sin poder ni rango, el cual tenía la total confianza de mi padre. Él me enseñaría a moverme por el mundo humano y a no llamar la atención de nadie para no tener problemas. Me alegro mucho de haberlo conocido, fue como un padre para mí.


—Vengo a recogerlo como me pedisteis —le dijo a la última de las doce doncellas.


—Grisha, este es el hombre del que te hablé. Él te cuidará a partir de ahora.


—Ese nombre humano… debes olvidarlo y darle uno distinto —dijo Goupteeth.


—Marcharos e id hablando por el camino —dijo la última doncella. Acepté sin quejas, cogí mis cosas y me marché con aquel desconocido. Ella murió nada más me fui, en un incendio que arrasó con las montañas donde nací y crecí. Lo hizo para asegurarse de que no hubiese pruebas de mi pasado.


Aquel día murió definitivamente Grisha y nació Cacuz, un demonio menor sin mucho poder. Aunque en la privacidad usaría mi nombre real con mis más allegados.


Desde aquel día aprendí muchas cosas sobre el mundo real, y Goupteeth me enseñó un oficio simple que no requería de mucho trabajo: recolectar las almas de los contratistas. Era llegar, recoger el alma, y marcharme. Había tantos demonios menores haciendo aquel trabajo, que apenas duraba unas horas trabajando, y la mayor parte del tiempo estaba viajando para llegar hasta el contratista. Era un demonio menor sin preocupaciones ni deberes u obligaciones.


Viví tranquilamente en un pisito junto a Goupteeth, cuyo nombre humano era Mateo. Él me enseñó toda la cultura demoníaca que debía usar para que me reconociesen como un demonio y para que ni demonios ni ángeles sospechasen sombre mi verdadera naturaleza.


Aprender todos los cuentos y leyendas de los demonios fue un arduo trabajo, ya que chocaban con la verdad que las doce doncellas me contaron sobre la creación y la naturaleza del mundo.


Lo que Goupteeth me contó me sorprendió por lo distinto y a la vez perecido a las historias que me contaban las doncellas. Escuché atentamente lo que me decía mi padre e involuntariamente, durante toda su narración, no pude evitar negarlo todo incrédulo. Para mí, no tenía sentido alguno que un ser tan poderoso crease algo para hacerlo sufrir. Más tarde, cuando vi y experimente a la humanidad en todo su esplendor, comprendí porque los abandonó, y me alegro demasiado por ello.


Lo que las doncellas me contaron fue que, en el principio, solo había uno que no podía ver ni escuchar nada. Tampoco pensar, porque no había nada que pensar, ni forma de pensar. La nada lo consumió, llevándoselo a una muerte en vida. Pero ese no fue su final, en un momento de su existencia, algo salió de él. Ahora eran dos, y el segundo no quería continuar muerto. Él creo el sonido, él creo el primer idioma, él creo el universo y él creo la primera civilización. La primera civilización le dio un nombre mortal: Creador. El primer ser le dio un nombre superior: Segundo. Y sus hermanos nacidos después de la creación lo llamaron hermano. Él tuvo tres nombres, dos de ellos de origen superior.


Él era amado por su padre, el primer ser, sus hermanos y la primera civilización. Pero todo ese amor fue consumido y destruido por el hermano hereje. Él provocó una guerra en la familia por el amor de su padre, donde muchos hijos del primer ser murieron. El causante de esta guerra, se arrepintió al obtener el odio de sus hermanos y de la primera civilización, y ver como su padre lo abandonó una vez el Segundo murió. El hermano huyó y lloró durante un tiempo desconocido hasta llegar a este mundo alejado de la mano de cualquier lugar conocido. Él creo un sol que lo alumbrase, una luna que crease mareas y algunos planetas que lo protegiesen. El llamó a aquel planeta: Hogar. Pero aquel hogar estaba vacío. Por ello, el hermano paria creó un ángel inteligente y hermoso que lo acompañase durante su vida y lo ayudase. Él nunca contó nada sobre su pasado y le dio todo su conocimiento para que lo ayudase a crear una nueva civilización. El ser creó otros ángeles que eran copias exactas unos de otros. Estos no tenían nada distinto los unos de los otros, todos eran exactamente iguales a pesar de tener distintas vivencias. Les faltaba algo. Y eso lo sabía perfectamente.


El ser creo otros seres que no fuesen como él. Mucho más débiles, y con una vida mucho más corta que la de un ángel. Eran una pequeña prueba para ver qué es lo que debía hacer para dejar de crear clones sin voluntad ni carácter. El ser le dio libre albedrío a su nueva creación y se dio cuenta que el egoísmo, la avaricia, la ira, la gula, la lujuria, la pereza y la envidia; les daba algo que los ángeles no tenían, les daba algo que los hacía distintos unos de otros. Y hacía que fuesen más interesantes que los ángeles bellos, poderosos y eternos.


El Primer Ángel se dio cuenta que los humanos se convirtieron en los seres favoritos de su padre creador. En aquel momento, por primera vez en su vida, sintió envidia. Aquel fue un sentimiento fuerte, el cual se arraigó en lo más profundo de su alma. Los seres favoritos de su padre creador eran tan débiles, que el padre creador temió por sus vidas. Los encerró en un jardín, protegidos de todo mal y cuyos guardianes y servidores debían ser los ángeles. El Primer Ángel se sintió ofendido al tener que servir a unos seres débiles y mortales. En aquel momento, por primera vez en su vida, sintió ira. Este sentimiento hizo explotar sus entrañas. Él se reveló contra su padre creador.


El padre creador se asustó al ver a su creación más hermosa y poderosa tenía libre albedrío como los humanos. Temiendo que lo que llamó libre albedrio se expandiese entre su primera creación, lo envió a un nuevo planeta que creó, alejado y aislado del le los humanos, sin un sol, sin bellas plantas, sin animales de los que alimentarse, sin su amor.


Allí envió a cualquier ángel que presentase libre albedrio.


Viendo que cada vez había más y más ángeles que se revelaban en contra de su divina voluntad, los llevó a otro mundo para que no siguiesen presentando libre albedrio. Un mundo similar al humano, sin embargo, este era plano.


En parte, las historias que las doncellas me contaron tenían muchas similitudes a la historia que todos toman como real.


Después de escuchar las historias de las doncellas, Goupteeth me dijo que no las olvidase, pero que nunca las mencionase en frente de ningún ángel o demonio. Él se encargó de que nunca se supiese sobre mi pasado. Él se encargó de que nunca se escapase de mis labios ni una sola palabra de aquellas historias, preguntándome constantemente por la creación.


Los años pasaron, yo lo aprendí todo de Goupteeth y él, con su propia carne, me enseñó su última lección sobre los ángeles y los demonios. Él me contó en aquel momento que los demonios y los ángeles no podían acceder al mundo humano de ninguna forma física. Sin embargo, podían poseer los cuerpos humanos para andar sobre la tierra. El poder del ángel o del demonio dañaba el cuerpo haciendo que este envejeciese rápidamente. En algunos casos, llegando a consumirlos.


También aprendí que los demonios y los ángeles necesitaban volver cada cierto tiempo a sus cuerpos reales, ya que iban perdiendo su poder lentamente hasta llegar a su muerte física, y, más tarde, su alma se vería consumida sin un cuerpo que la pueda contener.


Mi padre tuvo que volver al reino de los demonios con gran pesar por tener que dejarme por primera vez en toda mi vida completamente solo. En aquel momento no lo tomé tan seriamente como debería de haberlo hecho. La primera noche, supe que era tenerle miedo a la soledad. No pude dormir en toda aquella noche, ni en las siguientes. Tenía miedo a la soledad y al silencio. Pasé todas las noches hasta que Goupteeth volvió despierto y con miedo al silencio. Hice mi trabajo para que nadie descubriese la verdad de mí ser, pero cuando no estaba trabajando recolectando las almas de los contratistas… descubrí una radio rusa nocturna de muy buena calidad. A día de hoy, sigo siendo un ferviente oyente de esta frecuencia.


Con el tiempo, he sido capaz de quedarme solo y en silencio. Y disfruto ampliamente de mi soledad y del silencio tanto como estar acompañado y escuchar.


En mi tiempo en solitario, me vi intrigado por un cuervo que esperaba al lado de una panadería. Una amable mujer le dejaba migas de pan caliente no muy lejos de aquella panadería. El cuervo esperaba todos los días a la misma hora la llega de aquella mujer con su comida, y le dejaba acercarse y tocarlo. Incluso, de alguna forma, aprendió a darle los bueno días. Fue encantadoramente perturbador ver un pájaro negro como la noche hablando como un humano.


Aquel cuervo tan encantador me dio tanta curiosidad que quise aprenderlo todo sobre estas aves. Gracias a mi creciente curiosidad y a los problemas que tenía de encontrar los libros en la biblioteca, aprendí a usar internet. Aquello fue increíble, fue como zambullirme en una piscina sin fondo. Me hundí en aquel mar de conocimiento infinito dejando de lado temporalmente mi trabajo.


Durante semanas, investigué y apliqué mis escasos conocimientos de los cuervos. Fui a un parque cercano donde había una bandada de cuervos y les di todos los días de comer. Me hice amigo suyo hasta el punto en el que me dejaron acariciarlos y jugar con ellos. Debo decir que no me esperaba que les gustasen tanto los puzles.


Uno de aquellos cuervos me siguió hasta mi casa. Él empezó a acompañarme a todos lados y yo, después de mucho tiempo, le dejé quedarse en mi casa. Le puse unas normas, las cuales aceptó y acató inmediatamente. Las principales eran: nada de revolotear dentro de casa, hacer sus necesidades en la caja del baño y solo sentarse, dormir, posarse, lo que sea, sobre tu silla.


Finalmente, sucedió lo que debía suceder, ya que abandoné mis deberes como demonio. Vino mi superior y me dio una amonestación y una reprimenda tediosa. Desde aquel día, mi supervisor se quedó a mi lado, vigilando que cumpliese mi trabajo a pedido de mi padre Goupteeth. Él no comprendía por qué mi padre le pidió aquello, pero tampoco hizo preguntas. Solo se encargó de pasar por las mañanas para que saliese de casa a hacer mi trabajo y me pedía que le enviase una foto con mi trabajo hecho.


Tardó dos años en dejar de perseguirme para que hiciese mi trabajo, aunque no lo necesitase realmente. Al final, me acostumbré a mi rutina de trabajo y de ocio, y no me salí demasiado de ella.


Pasaron los años sin que me diese cuenta, acompañado de cada vez más y más cuervos. Los cuervos con los que experimenté por primera vez en el parque, fueron viniendo a mi casa. La gran mayoría anidaron cerca de mi casa, vivieron unas vidas tranquilas y pacíficas, tuvieron descendencia varias veces y, finalmente, murieron. Todos excepto el primer cuervo que me acompañó a casa y que nunca se marchó. A este le puse un nombre simple y agradable Kato.


Las nuevas generaciones de cuervos fueron naciendo con extrañas malformaciones. La principal y más llamativa fue ver como empezaron a nacer con sus picos de un tono grisáceo y dos pares de ojos negros y brillantes.


Podría haber tenido una vida tranquila, viendo como la humanidad avanzaba rápidamente a pasos agigantados hacia lo desconocido junto a la compañía de mis preciados cuervos y mí preciado amigo Kato. Sin embargo, tuve que toparme de frente con ciertas personas que decían que pronto llegaría el apocalipsis. No podía permitir que aquello pasase, que la humanidad desapareciese junto con todo lo que suponía, todo su valioso saber y arte.


Me informé ampliamente sobre los planes para el apocalipsis. Empecé por las bases, me hice amigo tanto de demonios menores como de ángeles menores haciendo chanchullos un tanto… ilegales. Se podría decir que hice horas extra para que mis compañeros demonio pudiesen tener un poco de tiempo para preparar su posibilidades de ascenso. Además de que hice contratos ilegales para beneficiar a los humanos en ayuda a los ángeles menores que debían de hacer pequeños milagros como evitar que alguien muera en un estúpido accidente.


Claramente, cualquiera se podría haber dado cuenta que las bases no tienen es tipo de privilegio. Ellos nunca serían capaces de saber qué es lo que estaba pasando y como se estaban preparando, por lo que, después de mucho tiempo, hice unos cuantos méritos para ascender. Dejé de recolectar las almas de los contratistas y pasé contactar con los contratistas. En el momento en el que realmente entré en la jerarquía demoniaca, empecé a ver cuál era una buena posición desde la que empezar a moverme y, finalmente decidí que, donde estaba, era la mejor posición para mis planes.


Aprendí a hacer contratos a pesar de que solo debía de captar posibles contratistas. Mi nuevo supervisor era un hombre muy pero que muy vago, no le importó enseñarme sobre su trabajo para tener él menos trabajo. Así es como pasé rápidamente de ser un simple demonio menor con poco poder, a un demonio con poco poder pero que puede hacer contratos sin problemas.


A continuación, empecé a hablar con ciertos magos y brujos para informarme sobre la magia. Claramente, no era capaz de usarla, pero estar informado es importante. Después de una de mis partidas de póker con unos magos tramposos encantadores, me enteré de la existencia de unos encantadores humanos que eran capaces de usar un tipo de “magia” especial para crear materia y vida: los alquimistas. Gracias a un par de trucos que aprendí sobre las debilidades de los magos, supe cómo proceder para que no pudiesen usar su magia en mis cartas y hacer trampa. Aposté fuerte para obtener la información sobre quienes eran esos alquimistas, los magos aceptaron y terminé ganado gracias a ese pequeño truquito.


Me dieron la dirección de buenas maneras, sabían que era mejor que fuesen a buenas conmigo, aunque yo pensaba que era por ciertas razones pero en realidad era por esas y otras razones. Ellos me indicaron como llegar hasta los alquimistas, pero no me dijeron que eran unas personas muy reservadas y con muy mal genio. Me costó mucho tiempo llegar hasta ellos, que me aceptasen como uno más y me enseñasen sus artes. Me costó mucho aprender el uso de sus ciencias místicas, la cual no tenía nada que ver con la magia o los milagros.


Con el tiempo, me di cuenta que los alquimistas eran claramente diferentes al resto de humanos, ellos eran carentes de cualquier rastro de magia, ellos eran carentes de alma. No fueron creados por el ser que creó la vida en este planeta. Ellos me dijeron que veían colores, que me veían de un color rosado extraño. Yo, en mi ignorancia, pensé que se trataba de gente capaz de ver auras. Pero hablando con uno de los niños de la comunidad, me di cuenta que no veían auras, veían colores. La humanidad era de un color azul rosado. Ellos no decían morado, ya que este color estaba asignado a las plantas. La humanidad era azul rosado, todos llevaban estos colores. Ellos veían ambos, pero por su jerga, lo llamaban azul rosado. Al igual pasaba con otros colores mezclados en las personas, dicen primero el predominante acompañado del de menor cantidad.


También me contó que había visto ángeles y demonios, y todos ellos llevaban el color rosa con ellos. Además, los contratistas tenían más color rosa que azul.


—¿Cuál es tu color?


—Verde.


—¿Y el mío?


—Rojo rosado.


No fue muy difícil darse cuenta que todo lo creado por el ser era rosa. Por eso me surgieron varias dudas, a las cuales nunca les pude dar una respuesta definitiva. La primera duda vino con el color de la humanidad. Esta tenía dos colores: azul y rosa. Se podría entender que el rosa era de origen divino. Pero, si la humanidad fue creada por ese ser, ¿no deberían de ser todos rosas como los ángeles y los demonios? ¿El azul de dónde venía? Otra duda vino al enterarme del color de los alquimistas. Ellos no eran azules, sino verdes. No eran humanos, pero se veían iguales a los humanos, se comportaban como humanos y se relacionaban con humanos. ¿Qué eran entonces? ¿Quién los había creado o como habían sido creados? ¿Cómo habían llegado a este lugar? Ni en los mitos que me contaron las doncellas ni en los mitos que seguía la humanidad contaban que había seres habitando este plantea antes de la llegada del ser.


La última duda vino con mi color: rojo y rosa. Yo tampoco era humano. Eso ya lo sabía, sin embargo, estaba relacionado con el ser. Las doncellas nunca me contaron que yo estuviese relacionado con el ser. Gracias al niño de los alquimistas, me di cuenta de que yo estaba relacionado con las creaciones del ser. En aquel momento uní las piezas sueltas del puzle y me di cuenta de que mi madre, quien me dio el color rojo, como los alquimistas, era de otro lugar lejos de la creación del ser. Ella debió venir a este lugar por alguna razón y decidió tener un hijo con un ser de creado por el creador. En aquel momento pensé que lo más probable era que ese padre fuese un demonio bastante poderoso que me quisieses y mandó a alguien de suma confianza a integrarme en la base de la estructura de su sociedad y, a su vez, me protegiese.


Gracias a los alquimistas, aprendí muchas cosas y obtuve un plan sólido.


Durante siete años me dediqué a experimentar con los contratos hasta que encontré la forma de hacerlos en mi beneficio, e hice ciertos contactos en las altas esferas de los ángeles. Iba una vez por semana a un café a hablar con el arcángel Diorino. Él quería sacarme información sobre los demonios para sus planes de guerra, a mí no me importaba nada decirle lo poco que sabía, después de todo me iba a encargar de que esa guerra nunca ocurriese.


Nadie comprendía mis planes, nadie me tenía en cuenta como algún tipo de adversario o alguien peligroso del que es malo perder de vista un solo segundo. Yo seguí con mi vida tranquilamente mientras hacía algunos contratos fuera de la “legalidad” contratos donde prometía algo que no podía cumplir por mi propio poder y debía usar el de los demonios.


Después de tener al menos cien contratos “ilegales” y haber convencido a una persona para que firmase un contrato conmigo para enfermar a cierta persona, fui como siempre a un hospital, a cazar a la presa que preparé para ese momento. Me encontré con aquel pobre cordero. Por su cara, por su maquillaje corrido y por el lugar en el que estaba, se podía ver a simple vista que tenía una enfermedad terminal. Me acerqué y miré disimuladamente para saber si era una mujer creyente.


Le ofrecí un pañuelo y un hombro en el que llorar, le conté lo de siempre para que simpatizase conmigo y le di mi tarjeta de contacto para que hablase conmigo cuando estuviese preparada para curarse.


Después de unos cuantos días, la llevé a mi casa para hablar con ella mientras tomábamos una taza de café.


—Ya estoy preparada para que me digas como curarme.


—Voy a ser claro y directo contigo, soy un demonio que va a pedir tu alma a cambio de curarte. Una vez se firme el contrato, se te dará lo acordado y tendrás diez años para disfrutarlo antes de que otro demonio vaya a por tu alma.


Ella se tomó bien mis palabras, y yo lo sabía, ella estaba preparada para ello.


—¿Dónde debo firmar para curarme?


—En realidad… ¿por qué debes de mal gastar tu alma con tan solo alargar tu vida diez años? Se pueden hacer contratos para darte la fama y la gloria, se pueden hacer contratos para dar talento, se pueden dar contratos para dar inspiración… Se pueden hacer muchos tipos de contrato por el alma humana. ¿Por qué solo vas a alargar diez años de tu vida para estar con tu familia?


Aún recuerdo como se quedó cuando le hice aquellas preguntas. Ella se dio cuenta inmediatamente de lo que les estaba ofreciendo. La elegía a ella por eso mismo, porque sabría cómo obtener un buen trato por su alma inmortal.


—Mi enfermedad es muy común, pero me ha venido muy agresiva. En realidad, podrían habérmela curado si hubiese ido antes al oncólogo. Pero no fui porque no tenía tiempo, porque me pasaba el día trabajando. Ahora tengo un niño pequeño y una mujer de cuidar, si solo me marcho después de diez años… —la mujer hizo una pausa y negó con la cabeza—. Me han dicho que me queda poco tiempo, pero más que suficiente para que un tratamiento experimental llegue a mí. Voy a hacerlo, voy a firmar un contrato por la cura contra el cáncer más común del mundo. Pero quiero que sea una cura poco agresiva.


Le di el contrato que había preparado cuidadosamente durante años. Uno perfecto para algo así. Ella lo firmó sin titubear. Inmediatamente apareció una libreta cosida sobre su regazo. Ella se marchó felizmente y yo cumplí con mi parte de los otros contratos. Mientras esperaba aquellos diez años para recoger mis almas.


Esperé pacientemente durante diez años para saber si lo que había hecho, iba a servirme para algo. Una vez fui a recoger sus almas, y cumplir así con los contratos, conseguí que me diesen la parte rosada de su color y me la quedé. Llevé conmigo a aquel niño para que me confirmase si su color había dejado de ser rosado. Hice que su color fuese puro.


—Tu color se ha vuelto más rojo —me dijo aquel niño, el cual se había vuelto todo un adulto para aquel momento.


—Interesante.


Cuando volví a casa, en mi sillón, había un demonio. No era un humano poseído por un demonio, era un demonio de carne y hueso. Un ser con cara búho, dientes de león, tentáculos por piernas y el resto del cuerpo humano.


—Los demonios no tenéis permitido venir al mundo humano.


—Los híbridos como tú y como yo si tienen permitido ir a los tres mundos —me respondió aquel desagradable ser.


—¿Has venido a hacerme daño?


—He venido a salvarte. Tu padre me envía —el grotesco ser se levantó de mi sillón y se dirigió a la ventana, la cual estaba llena de mis queridos compañeros cuervo—. Lo que has hecho, ha llegado a oídos de nuestros superiores. Es algo inaudito. Toda la burocracia se está revisando para que esto nunca vuelva a pasar.


—No van pueden hacer nada, tendrían que destruir todo el sistema para poder hacerlo.


—No lo vuelvas a hacer.


—No lo volveré a hacer pronto, pero para cambiarlo todo, voy a tener que volverlo a hacer.


—¿Qué quieres hacer?


—Lo que nadie en su sano juicio haría, destruir el sistema para mejorarlo. ¿Tú no estás harto de ser un simple demonio? ¿No quieres hacer algo distinto con tu vida?


—Supones que no me gusta mi trabajo.


—No tuviste elección. El sistema de los demonios no tiene una economía real. Trabajar por temor a los demonios más poderosos. Trabajas para que ellos no te maten. ¿No te gustaría trabajar para conseguir dinero y gastarlo en tus aficiones? ¿No te gustaría tener aficiones?


En aquel momento no lo noté, pero arranqué la semilla muerta de lo que alguna vez fueron sus ilusiones y sueños, y planté un pequeño árbol que no dudo en arraigar fuertemente en la tierra de Tultixe. Lo que hice más la pequeña revelación de mis planes, lo puso completamente de mi lado.


—Has pasado demasiado tiempo en el mundo humano.


—Nací aquí, me criaron aquí, y moriré aquí.


—Si no fuses hijo de quien eres… Déjalo, da igual. Vámonos.


—¿Cuánto tiempo voy a tener que pasar escondido?


—Un siglo o dos. Eso es demasiado tiempo. Me vas a llevar al infierno, ¿cómo puedo moverme entre mundos?


Tultixe dijo algo en latín. Un portal se abrió bajo mis pies. Caí en un rio de azufre. Él descendió volando. Kato nos miró atentamente. Sabía que se estaba debatiendo entre seguirme o quedarse para cuidar del resto de cuervos. Le sonreí para tranquilizarlo. Al final, se quedó.


—¿Cómo me vas a ocultar?


—Trabajaras en las cuadras por el momento. Es el lugar más seguro para alguien como tú.


No pasé ni una semana cuidando de los caballos infernales, cuando Tultixe volvió a mí y me dijo como saltaba entre mundos. En aquel momento comprendí que los alquimistas no eran seres normales y corrientes. La madre de Tultixe era alquimista. Ella lo crió en la comunidad, ella lo educó como alquimista y, después de varias charlas conmigo, decidió que él pertenecía única y exclusivamente a los alquimistas.


No me enseñó directamente sus artes para andar entre mundos, pero me dejó pasar entre mundos cunado lo necesitaba.


Gracias a él, continué recolectando la parte rosada de las almas humanas y volviéndome cada vez más rojo. Al verme y darse cuenta de lo rojo que me estaba volviendo, Tultixe se dio cuenta de lo que estaba planeando.


En el infierno, poco a poco, participé en la preparación de las tropas demoniacas. Creía que tendría cien años más para terminar con mis planes, pero no fue así. Tultixe vino un día alertado porque ya había una fecha oficial para el apocalipsis y porque habían descubierto que alguien estaba filtrando información a los ángeles. Mi padre vino en persona a castigar al traidor. Yo no estaba aterrado. Sabía que mi padre no permitiría que me hiciesen ningún daño. Por ello, cuando vino Lucifer en persona a la cuadra y agarró a un demonio menor sin importancia, no me sorprendí, ni me importó.


—Ven, tu padre quiere hablar contigo —dijo Tultixe una vez terminó el espectáculo.


Lo seguí hasta un lugar apartado, detrás de una cascada de azufre, y allí me encontré con el mismísimo Lucifer. No me sorprendí, ya que lo estaba sospechando desde hacía mucho tiempo.


—Hola, padre —dije nada más lo vi.


—Hola, hijo —me respondió—. Tenía un gran discurso preparado para revelarte que yo soy tu padre y sé lo que estas planeando, pero eres mi hijo, así que es normal que sepas que soy tu padre. Seguramente sepas mucho más de lo que parece y tan solo te faltan algunos detalles, aparentemente, poco importantes, pero, en realidad, muy relevantes. ¿Quieres preguntarme o que te lo cuente todo?


—Cuéntamelo todo.


—Hace más de mil años, mi padre se marchó repentinamente, abandonándonos a todos y creando el caos en el cielo. Poco después, un ser que yo y mis hermanos reconocimos como padre, apareció. Este ser permaneció observándonos durante mucho tiempo. Los demonios dejamos de atacar el mundo humano por temor a ese ser que tan solo se quedó observándonos. Decidí mandar a mis tropas a atacar a aquel ser. No me esperaba que al acercarse, mis tropas se desintegrasen. Sentía tanta ira hacia aquel ser, tanto rencor y odio, que decidí ir en persona a acabar con la vida de aquel ser. Desde hacía mucho, sabía que mi vida no tenía ningún sentido, así que no me importaba morir. Al acercarme a aquel ser… algo ocurrió. Aquel ser hizo algo que… nunca podría explicar con las palabras que conocemos. Yo… el ser me mostró un mundo de conocimiento y felicidad. Fui feliz por primera vez en mucho tiempo. Todo mi odio hacia la humanidad desapareció. No sé cuánto tiempo pasó, solo recuerdo la felicidad que pasé y la tristeza de separarme de aquel ser. Aquel ser desapareció de un día para otro, me abandonó como lo hizo mi padre. Y me dejó con un regalo que ninguno de los dos notamos.


>>El ser… hizo que tú crecieses de uno de mis muslos. No sabía cuánto tiempo debía pasar para que dejases mi muslo. Lo oculté como pude y, en el momento en el que saliste de mi muslo, unas doncellas enviadas por el ser llegaron para recogerte. Sabía que no podía estar a tu lado, por lo que dejé que aquellas doncellas se marchasen al mundo humano a criarte.


—Las doncellas siempre me dijeron que madre se sentía triste porque moriría pronto… Seguramente se entristeció al saber que tú también eras tan efímero como un humano. Una vez termine con los preparativos para mis planes, te daré la vida eterna para que seas feliz eternamente. Tultixe, vayamos a por la pieza final de mi plan.


Tultixe me abrió un portal para llevarme al mundo humano. Desde hacía mucho tiempo, había estado tanteando ciertas personas para saber si había alguien que se ofrecería para sacrificarse por la humanidad. Encontré a un joven cura que rezaba todos los días por el bien de la humanidad.


Entré en su iglesia, vacía por la falta de fe, y me senté en la primera fila a escuchar sus oraciones.


—Otra vez ha venido el demonio a tentarme —dijo él, tan temeroso de mí como siempre.


—Eres un hombre de fe muy inteligente, escúchame y verás que aceptar mi contrato va a ser de más ayuda para la humanidad, que rezarle a la nada esperando que alguien escuche tus gritos en la infinidad del espacio.


—Dios escucha a todos sus hijos.


—Tu padre se ha marchado, ya no está aquí. Ha abandonado el barco y os ha dejado navegando sin rumbo. Ahora tenéis la oportunidad de tomar el timón de vuestra propia existencia. Haz un pacto conmigo para que nadie pueda intervenir en vuestras decisiones.


—Si hiciese eso, los ángeles no podrían guiarnos.


—Y los demonios no podrían atormentaros.


—Si hicieses eso, nuestras almas nunca llegarían a Dios.


—Como si lo estuviesen haciendo ahora mismo. Dios no está, y lo sabes muy en el fondo de tu corazón.


—Si hiciese eso, los ángeles no podrían protegernos.


—Y los demonios no podrían tentaros.


—Es el libre albedrío.


—¿Libre albedrío es que un demonio pueda poseer a cualquier humano sin necesidad de que este lo acepte antes?


—Dios es el camino, sin él no tendríamos moral.


—¿A quién temes más, a un satánico, el cual sabes perfectamente que no ha hecho nada, o a un feligrés, creyente de toda la vida, el cual te ha contado sus pecados y sabes que debes perdonarlo porque “se arrepiente”? Mejor dicho, ¿por qué el satánico merecería el infierno y el fervoroso feligrés merecería el cielo? Predicas que Dios es amor y perdón, pero luego, si no lo sigues o reniegas de su existencia, iras el infierno. Y si pides perdón pero has hecho cosas horribles, iras al cielo.


—Has venido aquí solo a reírte de mis creencias.


—No, eso lo hago todas las mañanas después del café. Cuando me paso media hora en mi trono, mirando twitter y la hipocresía de la gente, tanto de fe como la normal y corriente. He venido aquí para evitar que los ángeles y los demonios arrasen el bello mundo que creó tu padre.


—¿Cómo?


—El apocalipsis está a la vuelta de la esquina, y créeme, los ángeles no van a hacer el rapto. Creen que los humanos deben ser erradicados porque han perdido su fe.


—En ese caso, debería de predicar con más fuerza.


—¿Cuánto tiempo crees que necesitarías para hacerlo? Un milenio, un siglo, una década, un año, un día, una hora… El tiempo se ha acabado, ya no puedes hacer nada más que firmar un contrato conmigo y darme tu alma a cambio de evitar el apocalipsis, y de evitar que los demonios y los ángeles puedan volver a acercarse a un humano. Un alma a cambio de ocho mil millones de almas. Un sacrificio a cambio de ocho mil. El último sacrificio para la humanidad.


—¿Por qué quieres salvar a la humanidad?


—Porque la adoro. Porque crean cosas impresionantes. Adoro los cines, adoro sus series, adoro su arte, adoro su ciencia… Adoro cada parte de la humanidad.


—Incluso sus guerras, incluso las hambrunas, incluso el sufrimiento…


—Sí, todo. Sin el mal, la humanidad solo sería felicidad. Tan aburrida como los ángeles, quienes no pueden sentir nada o se vuelven demonios, y los demonios, quienes solo pueden sentir odio y envidia. Los humanos son los únicos que pueden tener libre albedrio total. Y si sabes un poco de historia, te darás cuenta de que lentamente evoluciona hacia algo mejor para todos ellos. Ya no hay guerras constantes como antes, ya no hay asesinatos como antes, ya no hay epidemias como antes, ya no mueren los niños como antes… Cada día que pasa van más y más rápidamente hacia un futuro más estable y próspero. Donde los niños tienen muy pocas probabilidades de morir, incluso por las manos de sus propios padres. Y quiero que tú me ayudes a conseguirlo.


Desde el inicio de la conversación, el joven cura empezó a escucharme. Muy en el fondo de su corazón, sabía que mis palabras eran verdad. Él no confiaba en mí, porque creía que era un demonio más del montón que quería atormentarlo y llevarse su alma. Él creía que mi llegada era una prueba para su fe, pero después de escucharme y no escuchar en ningún momento que abandonase su fe, empezó a comprenderme. Aunque también podría haber cambiado su opinión sobre mí. ¿Quién sabe? Yo no pasé el suficiente tiempo a su lado para saber cómo era, y tampoco me dijo que sentía.


El joven cura se quedó uno segundos en silencio, orando por una respuesta que no se le iba a dar. Parece ser que, el silencio de su padre, le dio la respuesta que esperaba.


—Firmaré ese contrato —dijo, finalmente.


Le extendí el contrato y un bolígrafo. Él no lo leyó, solo rellenó las partes que le indiqué. Al terminar, me miró sorprendido.


—No ha pasado nada.


—Que tú puedas ver. Ahora tienes diez años de vida antes de que los demonios se lleven tu alma al infierno. Disfrútalos como quieras.


La inmediatez es algo relativo. Para alguien que vive la vida rápidamente, inmediatamente debe ser momentáneo. Pero para alguien como yo, que tiene todo el tiempo del mundo, unas semanas entre lo que hice y enfrentarme a las consecuencias de lo que hice, es inmediato.


Antes de que me diese cuenta que había pasado una semana, sentí la presencia del máximo exponente de los ángeles y de los demonios, en persona, en la iglesia del joven cura. Cuando sentí su presencia, no pude evitar sonreír. A ellos les había permitido acceder físicamente a este hermoso mundo.


Me senté en silencio en los últimos bancos de la iglesia, junto con Kato, quien quiso traerse unos gusanitos.


Le encantan los que saben a queso.


—¿Quién? —preguntó el arcángel Gabriel al pobre cura.


—Un demonio vino.


—¡CALLATE! —gritó padre para callarlo. El pobre cura se encogió en su sitio, temeroso de ver a mi padre en todo su esplendor, al igual que al arcángel.


—NO LO MANDES CALLAR, Y MARCHATE AL INFIERNO, DEMONIO.


—A MI NO ME GRITES, GABRIEL. PEQUEÑO MOCOSO ENGREIDO.


—YA TENGO MÁS DE DIEZ MIL AÑOS, YA NO SOY UN MOCOSO.


Yo pude aguantarme la risa, por otro lado… Kato es… nunca ha sabido como contenerse. Me podría enfadar, reprocharle e intentar cambiarlo, pero es parte de su encanto y yo adoro el encanto de Kato. Es tan humano a pesar de ser tan solo un cuervo.


—¡SER GRACIOSO! ¡SER GRACIOSO! Ser gracioso porque él ser viejo pero él ser niño.


—El cuervo habla —dijo el joven cura antes de desmayarse.


Cada vez que recuerdo esa escena, puedo escuchar el sonido de una cuerda romperse antes de que el joven cura se desmayase.


—Kato, deberías de contenerte un poco de vez en cuando, quería ver como se desarrollaban las cosas.


—Yo sentir. Pero ser gracioso.


—Sí, es muy gracioso. Kato.


—¿Qué?


—¿Quieres tener manos?


—¡Sí! ¡Sí!


Yo pregunté aquello en aquel preciso momento, porque quería demostrar mis nuevos y supremos poderes a aquel par. Hice que Kato creciese hasta el tamaño de un humano adulto. Hice que le creciesen un par de brazos emplumados en el lugar más agradable para que pudiese volar sin problemas. Extrañamente, le salieron los brazos en la cintura. Un par de brazos emplumados y terminados en unas manos humanoides que tenían un cierto parentesco con sus patas. Su cara cambió a una más humana, pero sin nariz, con pico y con un par de ojos en el frente.


—¿Te gusta tu nueva forma?


—¡Sí! ¡Sí!


—Si no te gusta, dímelo. Y si te cansas de ella, dímelo. Haré que adoptes la forma que prefieras. Es más, voy a dejar que adoptes la forma que prefieras cuando quieras, si tú quieres. ¿Aceptas una parte de mí poder?


—¡Sí! ¡Sí!


—Toma mi buen amigo Kato.


—Lo siento, lo siento. Siento algo entraño dentro —dijo colocándose una mano en el vientre y otra en el pecho cuando recibió una pequeña parte de mi poder.


—Yo no sentí nada extraño la primera vez, debe ser porque ya era una parte de mí.


Me giré a mirar a los anonadados ángeles. Les sonreí. Ellos temblaron pensando que iba a hacerles algo.


—Padre, no temas. No pienso hacerte daño. Es más, voy a hacer algo que os encantará. Voy a convertir el infierno en un paraíso, un mundo lleno de plantas y animales hermosos y diversos. Un mundo que podrás reinar como te plazca. He decidido que todo vuestro mundo estará basado en el azufre.


—Tu querer que todos coexistir, pero si demonios ser de azufre, ellos no poder acceder al mundo humano.


—Tienes razón, Kato… A veces me sorprende tu extenso vocabulario y tu total falta de conjugación de verbos. En ese caso, lo basaré en carbono, como el mundo humano —me aclaré la garganta para así poder retomar el tema principal—. Bueno, esta es la última vez que os vais a ver. No voy a permitir que os veáis en mucho tiempo. Es más, voy a poner los tres mundos en tres sistemas solares distintos. Podréis intentar conoceros, pero solo si recorréis los años luz que os separaran. Y solo os permitiré mantener vuestra parte divina por puro capricho.


—Como usted ordene —dijo Gabriel aceptando su destino y aceptándome como a su señor.


—Iré de vez en cuando a visitaros. Para ver que hacéis. Por curiosidad.


—Como usted ordene —dijeron ambos aceptando su destino.


—Padre, ¿tienes algo que hacer este fin de semana?


—No, creo que no.


—En ese caso me gustaría que quedásemos para charlar y conocernos mejor. Las doncellas no me hablaron mucho de madre como mujer, podrías contarme algo sobre ella.


—Yo no diría que era una mujer, su forma favorita era la de una mesa.


—Bien, cuéntamelo todo mientras tomamos una taza de alguna bebida que nos guste. Seguramente os termine dando un teléfono para estar en contacto.


—¿A mí y a él? —preguntó padre desconcertado.


—No, a Goupteeth y a ti.


—Ser tarde, película empezar.


—Adiós —dije y chasquee los dedos chasquee los dedos y ambos desaparecieron. Los dejé en sus planetas. El de los ángeles creció hasta ser una esfera y el de los demonios floreció con miles de biomas, animales y plantas.


Podría terminar mi historia diciendo que, los tres planetas, se volvieron bellos planetas. Pero estaría mintiendo. Los humanos aún no han conseguido la tecnología necesaria para limpiar lo que sus antepasados ensuciaron, pero lentamente van mejorando las cosas. Los ángeles se pasan todo el tiempo rezando y alabando a su padre, con la esperanza de que vuelva a ellos. Y los demonios viven como los humanos. Unos tranquilamente, otros generan guerras. Los demonios y los humanos son tan interesantes y divertidos… puede que los ayudé un poco. Y a los ángeles… creo que voy a dañarlos un poco.

29 de Marzo de 2021 a las 20:15 0 Reporte Insertar Seguir historia
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