Martín era un niño de 12 años que tenía una debilidad muy especial, era un fanático de los
cuentos. Vivía en un pequeño pueblo de no más de 200 habitantes donde, como podrán
imaginar no existían las palabras biblioteca ni librería. Así que Martín esperaba todos los
veranos la llegada de los narradores de historias que venían junto con las ferias y los circos.
Un día llegó un narrador muy anciano. Martín, por supuesto, no quiso perderse ninguna
función, así que estuvo en la función de la mañana, en la de la tarde y en la de la noche.
Después de la última función el anciano se quedó mirando fijamente a los ojos de Martín y
reconoció el brillo de quien lleva el espíritu de un narrador.
Se acercó y le obsequió un viejo libro finamente empastado y le dijo:
“mira pequeño, este libro no es un libro común, es un libro mágico. Si lo lees serás el
personaje del cuento que tu quieras. Para poder lograrlo, lo primero que debes hacer es leer la
primera página, luego cerrarás tus ojos suavemente y finalmente colocarás tus dos manos
sobre las páginas leídas. Cuando hayas hecho esto ya no sentirás tu cuerpo y empezarás a
flotar, volando hacia el cuento que desees”
Esa noche, cuando todos estaban durmiendo, Martín empezó a leer el libro siguiendo paso a
paso las instrucciones del anciano.
Primero leyó la Cenicienta y al cerrar los ojos se encontró en el medio del baile, bailando con la
dama más hermosa de la fiesta. Claro que había escogido el papel del príncipe. Sonaron las
doce campanadas y la bella dama salió corriendo del salón, dejando su zapatito de cristal.
Como Martín ya sabía a quien le pertenecía fue directamente a su casa y no le probó el zapato
a las horribles hermanastras sino directamente a Cenicienta. Ella se lo probó y se fueron
tranquilamente en busca de la felicidad al palacio.
Después escogió leer el cuento de Blanca Nieves, pero en esta historia ya no quiso ser el
príncipe sino uno de los enanos, el famoso “Feliz”. Así apareció cantando con los otros enanos
camino a la casita del bosque para encontrarse con Blanca Nieves. Cuando llegaron estaba
todo limpio y ordenado y Blanca Nieves dormía en sus camas. Cuando ella despertó no pudo
quedarse callado y le advirtió que no aceptase ninguna manzana de nadie porque esta iba a
estar envenenada. También le dijo que después de un tiempo un príncipe la iba a despertar
con un beso y le aconsejó que se hiciese la dormida.
Luego de esos dos cuentos Martín se dio cuenta que no se sentía satisfecho sabiendo la
historia desde el principio. No había el factor sorpresa, no existía lo desconocido, así que
decidió aventurarse en un cuento que no hubiese leído aún. Así que abrió el libro en cualquier
página, leyó tan solo un pequeño párrafo y colocó sus manos sobre las viejas páginas, cerró
los ojos y se dejó llevar.
Cuando los abrió se encontraba en un gran palacio en la India, era un rey. Conversando con
sus discípulos se enteró que entre su pueblo corría la leyenda de que en las montañas había
un extraño pájaro con una gran cola dorada, el cual poseía una característica muy peculiar:
hablaba y se dice que contaba cuentos.
El rumor de que una caravana de viajeros había visto a esta extraña ave llegó a los oídos del
rey, el cual era un amante de las expediciones y decidió ir a buscar a esa extraña criatura.
Luego de un largo camino llegó hasta un pino muy alto donde el gran pájaro de cola dorada
tenía su nido en la punta del pino. El rey sabía que el ave no volaba de noche así que esperó a
que anocheciera y luego subió al árbol y la atrapó.
Ya de regreso el ave no pronunciaba palabra alguna, así que el rey la agarró por el cuello y le
dijo: si no hablas te corto el cuello. El ave le dijo: Soy el ave de los cuentos y te voy a contar
un cuento rey, pero mientras lo hago debes cumplir con un requisito, no debes suspirar, pues
si lo haces, yo desapareceré y los cuentos terminarán.
Y le comenzó a contar el siguiente cuento:
En las afueras de la ciudad de Shavar, un mercader regresaba de un largo viaje conduciendo
su carreta repleta de telas y tesoros de oriente. Se dirigía a la ciudad para vender su
mercadería. De repente su carreta pisó una piedra y se rompió una de las ruedas. El mercader
maldijo su mala suerte y se dio cuenta de que no podía continuar su viaje sin antes repararla.
Se quedó esperando en el camino a que pasara alguien para ayudarlo ya que no podía dejar
toda su mercadería a merced de los ladrones.
De pronto vio aparecer por el camino un cazador con su fiel perro labrador, los cuales
regresaban a su casa después de un día de cacería sin suerte. El mercader le propuso al
cazador que cuidase de su carreta mientras el iba a la ciudad de Shavar a reparar la rueda a
cambio de una de sus gallinas.
El cazador aceptó y el mercader partió rumbo a la ciudad a reparar la rueda. Y pasaron las
horas y el mercader no regresaba.
El cazador, el cual vivía cerca, se dio cuenta que su mujer se iba a preocupar mucho por su
retrazo y le dijo a su perro “quédate acá cuidando la carreta, y no dejes que nada suceda, yo
regreso inmediatamente” y así partió a la carrera.
Al cabo de un rato apareció por el camino el mercader con su rueda reparada. Al llegar vio al
perro labrador bien sentado junto a la carreta y comprendió la situación, y le dijo: debes ser
un buen perro para que tu amo confíe tanto en ti” y en agradecimiento le dio una moneda de
oro que el perro sostuvo con la boca. Luego se fue rumbo a la ciudad. El perro lo vio partir y se
fue rumbo a su casa.
El cazador se disponía a salir cuando vio llegar a su perro contento con una moneda de oro,
moviendo la cola.
“Qué haz hecho perro ladrón!” le gritó. “Te dejo cuidando una carreta y robas de la mano que
nos iba a alimentar”.
Cogió un palo y empezó a pegarle, y le pegó tanto que lo mato a palazos.
Martín suspiró y de pronto el cazador y su perro comenzaron a desaparecer y ese cuento
terminó.
- “Haz suspirado rey” dijo el pájaro dorado y comenzó a desaparecer y el cuento terminó.
Luego desapareció el rey y Martín se quedó con el libro en las manos.
Luego comenzó a desaparecer el libro mágico de Martín y el cuento terminó.
Y ahora sólo me toca desaparecer a mí pues este cuento también terminó.
Gracias por leer!
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