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Entre las LLamas


Ardiendo, ardiendo quedé con tu insólita partida. Mi corazón envuelto en tul de colores otoñales latiendo dolorosamente en mi pecho. Las lágrimas que rodaban por mis mejillas eran incapaces de apagar el fuego de mi interior, el fuego que dejaste al despojarme de tu presencia. Quise huir de este lugar también, huir desesperadamente y nunca volver. El tiempo se detuvo al cerrar mis ojos, todo a mi alrededor se tornó oscuro.

Surgí de los más profundo del suelo, surgí del núcleo de la tierra. Estaba dentro del retoño de una rosa, me encontraba envuelta en amplios pétalos que desde dentro parecían negros gracias a la oscuridad. Los acaricié con la yema de los dedos y pude olfatear el dulce olor que las suaves piezas habían dejado en mi blanca piel.

A lo que parecía el amanecer la rosa extendió sus pétalos captando la luz solar. Yo florecí junto al hermoso ser, con la ligera excepción de que cuando salí de sus adentros pude identificar un escozor en mi corporación. Los pinchazos en mi cuerpo, cubierto por solo un manto de color naranja intenso, provenían de los aguijonez que se habían clavado en mi piel. Las rosas albergaban sus espinas en su tallo, me preguntaba la razón por la que estas se hospedaban en mi carne. El dolor que las púas generaban no era nada comparado con la agonía que dejaste al huir de nuestro mundo, nuevamente te recordé.

Con lágrimas corriendo por mis mejillas color rubí observé la plataforma que se encontraba bajo mis pies, rodeándola solo existía un cielo nocturno con miles de luces centelleantes atadas a él. Parecían estrellas a primera vista, pero al prestar mayor atención se captaba que estos eran insectos brillantes aprisionados por una pegajosa red, similar a las que tejen las arañas. Los zumbidos metálicos resonaban en mi cabeza e intenté acallarlos haciendo presión en mi oídos. La aguda recepción de estímulos sensoriales me hizo perder la cordura. Como si fuese un espejismo apareció otra plataforma delante de la mía, con una sonrisa flameante me observabas desde esta. Inmediatamente reconocí esas facciones y mi corazón empezó a latir con apuro. Recolectando todas las fuerzas dentro de mi ser corrí hacia donde te encontrabas, corrí sin hesitar ni un segundo. Este era un universo en el que sentía que existías y siguiendo este instinto animal decidí plasmar mi camino hacia ti.

Sin mirar por donde pisaba se sintonizó el golpeteo de mi corazón con el de mis pies, ambos en una melodía estridente con un ritmo presuroso. La planta de mi pie sintió la orilla de la pieza metálica, mi sonrisa se hizo presente al sentirte tan cerca, pero bastaron unos segundos para que todo se desmoronara. Entre los escenarios no existía más que un agujero negro, un agujero negro que me hizo entrar a la realidad o al menos eso pensé. Lo último que recuerdo fue tu sonrisa mecánica acompañada de tus ojos sin vida que observaban con atención mi caída. Sentí que pasaron siglos mientras descendía, siglos en los que grité, me desmayé y desperté cientos de veces. Llegué a un lugar donde todo era blanco.

4 de Marzo de 2021 a las 20:49 0 Reporte Insertar Seguir historia
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