— Eres marimacha.
— No me gustan las niñas.
— Nunca hablas de chicos, acaso te gustan…?
— No me gustan las niñas.
— Josué te invitó a salir y la lesbiana de su hermana está enamorada de ti.
— No me gustan las niñas.
Y así fue mi respuesta en el transcurso de mi vida, hasta que la hermana de una de mis vecinas toco mi puerta por equivocación y lo primero que le dije fue. — Vaya, eres muy linda. — Podría pensar que solo era apreciación femenina, que solo era su ropa o su cara bonita enrojecida por sus lagrimas apenas contenidas.
Pero cuando me di cuenta que al masturbarme esa noche en que la conocí pensaba en ella, que al dormir pensaba en ella y que en la ducha también pensaba en ella. Comprendí lo que me sucedía, lo que siempre negué y nunca exploré.
Me gustaba mucho la hermana de mi vecina y lo único que me preguntaba era ¿Por qué tú me haces dudar de todo lo que conozco en mi vida? ¿Por qué tu eres la causante de este distanciamiento que llevo en mi vida? ¿Por que tienes que ser tú la dueña de mis fantasías?
Y de “no me gustan las niñas” pase a “creo que me gustan las mujeres.”
Si tan solo lo nuestro fuera igual de fácil de aceptar que una relación entre parejas heterosexuales.
*Esta es la historia de Danielle y Karen, dos mujeres que a los 25 años comienzan a descubrir su sexualidad.*
Gracias por leer!