¿Sabéis cual fue el lugar donde primero se supo que había nacido Dios? Algunos pensaréis que fue en Belén, pero no. Antes de que se supiera en Belén y sus alrededores, se supo en el Cielo y todos los ángeles se pusieron a cantar y a bailar de alegría en cuanto se conoció la buena nueva… Bueno, casi todos, porque había uno que no hacía más que pasearse nervioso de un lado a otro y mirar hacia la Tierra con la ayuda de un telescopio celestial. Ese ángel era el encargado de guiar a los Reyes Magos y suya fue la idea de la estrella de Belén.
Veréis como fue…
Miguel (mientras ajusta el catalejo): ¡No puede ser! ¡Otra vez se han detenido! A este paso no llegan ni para la primavera.
Rafael (llega bailando y dando palmas): Laralá lala lala. Anima esa cara, Miguel, que estamos de fiesta: Dios ha nacido. ¿Puedes imaginarte algo más extraordinario? Nuestro Dios se ha hecho hombre para corregir lo que estropeó el enemigo cuando engaño a Adán y a Eva.
Miguel (sin dejar de mirar por el catalejo): Sí, estamos de fiesta; sí, es estupendo; sí, el niño que ha nacido derrotará al maligno… Pero ¿qué hacen?, ¿por qué no avanzan?
Gabriel (aparece revoloteando en espiral mientras canta): Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los… ¡La paz con vosotros, compañeros!
Rafael: Te veo radiante, Gabriel. Dime, ¿por casualidad has vuelto a bajar a acariciar al Niño?
Gabriel: Estoy de servicio, Rafa, he bajado a informar a los pastores. ¡Qué contentos se han puesto todos al saber que su rey ha nacido! Y ya puestos, los he guiado hasta el Niño, ¡Qué hermoso es! Tiene unos ojazos y unas manitas y su piel es tan suave que dan ganas de comérselo a besos…
Rafael: Que es exactamente lo que tú has hecho, ya que pasabas por allí. ¿A que sí, Gabriel?
Gabriel: Solo han sido un par de besitos y unas caricias… Y le han gustado: me ha sonreído.
Miguel (esgrimiendo el catalejo): ¡Venga ya, soñador! Es un bebé y los bebés recién nacidos no sonríen.
Gabriel: ¿A ti que te pasa que estás tan áspero? ¿Se te ha olvidado que es Navidad y estamos de fiesta?
Miguel: ¡Cómo voy a olvidarlo! Precisamente estoy preocupado porque los Reyes Magos aun no han localizado al Niño.
Rafael. ¡Ahí va, los Reyes! No me acordaba de ellos.
Gabriel: Yo tampoco. Y ya que los mencionas, ¿por qué no han acudido a Belén?
Miguel: Están de camino, pero han tenido muchas complicaciones durante el viaje: han sido atacados por bandidos, se hundió un puente que tenían que cruzar, les robaron el mapa, se inundó el camino… El enemigo no quiere que lleguen a Belén.
Gabriel: ¿Quién?
Rafael: El embustero.
Gabriel: ¡Ah! Os referís al envidioso de Lucifer.
Miguel: Al mismo. Ahora se han perdido y no han tenido mejor ocurrencia que ir a preguntar al rey Herodes.
Rafael: ¡Vaya ojo que tienen tus Reyes, Miguel! Herodes no es de confianza, los engañará, les mentirá, los embaucará, les…
Miguel: Herodes tramará algo, sí. Yo tampoco me fío de él.
Gabriel: Tenéis razón. Mejor bajemos a ver si podemos echarles una mano a los Reyes.
Miguel: Tengo una idea, amigos. Si me ayudáis, sé cómo podemos guiarlos.
Los tres ángeles bajaron a la tierra, se cogieron de las manos y giraron en círculo a toda velocidad, iban tan rápidos que brillaban. Ellos fueron la estrella que guió a los reyes hasta el humilde rincón de Belén donde nació Dios… Y antes de volver al Cielo, advirtieron a los Reyes Magos para que no se fiasen de Herodes, pero esa es otra historia.
* La ilustración es de Ferrándiz.
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