Una lluvia fría y torrencial azotaba Londres, pero esto era algo normal en la ciudad, aunque no era normal para un cachorro sin mejor techo que un oloroso basurero de un callejón.
Una joven de cabellos largos y castaños dorados, que vestía uniforme escolar, caminaba al lado de su tutor bajo sus paraguas, después del último día lectivo por la temporada navideña. Fuera porque el animalito detectó sus pasos o porque sólo insistía en defenderse contra las inclemencias del clima y de la vida que le estaba tocando, su voz resonó con cada fibra de la esperanza que le restaba.
—¿Lo escuchaste? —preguntó la joven deteniéndose frente al callejón. Se adentró y buscó con la mirada, sin importar que sus rodillas se mojaran al agacharse.
Durante el poco tiempo que llevaba en este mundo, los ojos del cachorro todavía no sabían distinguir con precisión. Todo que no fuera quien la trajo y sus hermanos le resultaba extraño, sin embargo, no vaciló al toparse con los ojos verdes de la humana.
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—Me recordaste a tu madre biológica cuando insiste en traerla, Alex. Ella siempre rescataba animales callejeros y decía que todos merecemos un hogar —comentó el tutor de la joven.
Ésta sonrió tímida y acariciando el lomo del cachorro dormido en su regazo, envuelto en una toalla.
—Es increíble que haya gente que abandone así a una gatita de unos meses —opinó.
—Lastimosamente, sí hay —se lamentó su tutora, sentada junto a ellos en el sofá de su casa, disfrutando las reconfortantes llamas de la chimenea.
—¿Se puede quedar?
Sus tutores no tardaron en decidirlo y le devolvieron la sonrisa. Las palabras sobraban para decirle que este momento también les recordó, de alguna forma, a cuando tomaron gustosos la decisión de hacerse cargo de ella a sus seis años. Ya había transcurrido mucho desde aquello, pero ninguno de los presentes olvidaba ni un sólo día las penosas circunstancias por las que su situación acabó de este modo, dignas de narrar en una ocasión más oportuna.
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Luego de una larga noche de sueño, despertó en un dormitorio. Se liberó de la toalla que aún la cubría y subió al tocador en el que había un espejo, para ella, gigantesco. Su pelaje era blanco puro con manchas grises, sus ojos eran también de un verde tendiendo al amarillo y su porte natural indicaba elegancia y superioridad. Le gustó su reflejo, no le faltaba amor propio.
Alex abrió la puerta y la encontró alabándose mediante maullidos. Ambas hablaban idiomas diferentes y, aun así, tuvieron el mismo pensamiento.
—Hmm, ya sé cómo te llamaré: ¡la Dama Gata! —le dijo alzándola en sus brazos y asomándose a la ventana.
Dama. Dama Gata. Era un buen nombre, algo en su interior le aseguró que sí pertenecía a una noble cuna, si bien jamás pudo acordarse de la veracidad de este hecho.
Contemplaron los primeros cristales de hielo adheridos al vidrio. El invierno y la Navidad se acercaban, los primeros para la dama y los primeros para la joven en compañía de alguien, aunque fuera de otra especie, que comprendía la soledad.
Gracias por leer!
Esta novela narra la historia de un gato y su dueño, mostrando en este cap el cómo se encontraron. La narracion es genial, está todo muy cuidado. La historia es muy tierna, dulce y bella, aparte de que son caps cortos ideal para todos los públicos. ¡Recomendado!
Me encantan las historias sobre rescates animales y especialmente aquellos sobre gatos. Sin duda las aventuras de la Dama Gata son dignas de elogio.
Me gusta como sutilmente empleaste las palabras del reto, y también como representas la personalidad felina.
Esta aventura, realmente me recuerda a mis propios mininos y probablemente todos los que tienen gatos se sienten de igual forma.
Una preciosa e increíble historia para leer en cualquier momento y que en navidad viene a enternecer corazones. Con una suave prosa, una trama dulce bien desarrollada y una dedicada ortografía, es una lectura totalmente recomendada. Espero que todos disfruten con las navidades de la Dama Gata. Felicidades a su autora.