andypfrench Andy P French

Inko, Inka y Katze se embarcan en nuevas aventuras a través de situaciones mágicas y entretenidas, que los llevan a encontrar El Poder del Artista Creador. Historia creada para el reto El Libro de Inko, Inka, Katze de La Copa de Autores.


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Capítulo 1


Inko entró a la casa con cara de haber descubierto el mar muerto, suspiró emocionado y empezó a hablar tan rápido que parecía un tren bala.


—Por favor, habla más despacio porque no te entiendo nada. ¿Te pasó algo? —preguntó Inka a Inko, mirándolo con sorpresa y también un poco asustada de ver su estado.


Inka corrió a traer un vaso con agua porque Inko cada vez estaba más atragantado. Le golpeó su espalda a ver si fue que se atoró con algo, pero lo hace con tanta fuerza que Inko sale volando.


Inko del golpe cae al piso tan fuertemente que el muslo izquierdo le quedó doliendo.


—Estoy bien, lo que sucede… es que no te puedes llegar a imaginar lo más increíble que me ha pasado. Es espectacular, maravilloso, nunca antes visto.


—Ya por favor, para y cuéntame qué es lo tan extraordinario.


Inka se sentó en el piso al lado de Inko, esperando a que narre lo sucedido.


—Apúrate, cuenta ya porque me tienes nerviosa —soltó un tanto desesperada.


Katze se acercó sigiloso y se enroscó en las piernas de Inka, empezó a ronronear y prestó atención como si entendiera todo lo que estaba sucediendo


Inko empezó a contar con sus ojos desorbitados y un poco fatigado de la emoción.


—Estaba en la biblioteca buscando libros de aventura y…


—¿En dónde más podrías estar? —preguntó Inka riendo a carcajadas, agarrándose el estómago.


Inko un poco molesto, se acomodó mejor y prosiguió.


—La biblioteca es el mejor lugar para soñar, conocer sin estar, observar sin ver, sentir sin tocar, porque las palabras permiten ir a mundos lejanos y experimentar aventuras sin fin.


Inka se sonrojó ante el discurso de Inko.


—Yo sé, pero no te molestes... de vez en cuando me encanta sacarte una sonrisa. Aunque verte enfadado también me hace gracia.


Inka acarició a Katze y volvió al tema.


—Pero finalmente, cuéntame...¿Qué encontraste?


Inko muy serio y hasta un poco enfadado titubeó pero decide proseguir.


—Encontré un gran libro rojo con una portada brillante, llena de maravillosas decoraciones. Lo abrí y me encontré con hermosas ilustraciones y grandes secretos. Me atrapó por horas y no te imaginas lo que descubrí.


Inko sacó de su morral el libro y le mostró a Inka un mapa de lo que es al parecer un lugar mágico. Lo abrió y de él salió una luz tan brillante que los encegueció por un momento. Tan fuerte fue su impresión que lo volvieron a cerrar de inmediato.


Pero la curiosidad fue más fuerte que el miedo, volvieron a abrirlo con mucho cuidado, la luz se tornó poco a poco en un arco iris de los más maravillosos colores y al final de él señalaba un punto específico en el mapa.


—Señala un lugar donde existe el poder del artista creador.


Katze empezó a ronronear con más fuerza y los ojos se le dilataron al ver la luz que salió del libro.


Inka quedó sorprendida y comenzó a hacer preguntas.


—¿Y dónde queda ese lugar mágico? ¿Y qué es eso del poder creador? ¿En serio crees en eso?


—Creo totalmente que existe ese lugar —respondió Inko muy seguro de sí mismo—, porque si no, ¿por qué nos lo muestra el libro?


—Además, yo creo que para saber qué es eso del poder del artista creador tenemos que ir a donde queda ese lugar maravilloso —continuó Inko señalando en el mapa.


—Según el libro, queda en el bosque de la esperanza, cerca de la montaña de la ilusión, un poco al norte de la alegría, pasando por el puente de las oportunidades, a una hora de la fuente de la juventud… Eso sí, no podemos olvidar en el camino comer el fruto de la magia para llenarnos de energía para poder llegar al riachuelo de aguas cristalinas, que limpia el pensamiento y da el poder de la sabiduría.


Inka e Inko se miraron con emoción.


—¡Qué empiece la aventura! —-gritaron a la vez.


—Amiguito prepárate porque nos vamos a divertir en nuestra nueva aventura —Inka agarró a Katze


Katze la miró con ternura y se preparó para el viaje metiéndose en el cargador que Inka llevaría en su espalda.


Inko e Inka tomaron sus morrales, y guiándose por el mapa, atravesaron un bosque de árboles tupidos de hermosos tonos, que jugaban entre verdes, amarillos, naranjas y rojos. Sus hojas caían bailando con el viento como si estuvieran danzando con la melodía de los pájaros cantores que volaban alrededor de ellos como acompañándolos en su mágica aventura. Los árboles a su paso se separaban, como dándoles la bienvenida.


Caminaron un buen tiempo entre la espesura de este bosque hasta llegar a una planicie de prado muy verde, de donde brotaban a su paso infinidad de flores pequeñas de intenso color amarillo y pompas de diente de león, que soplaban revoloteando haciendo figuras en el aire a la par de un sinnúmero de mariposas de brillantes colores.


Ellos maravillados, bailaban y corrían cuidando de no pisar tan hermosa vegetación,


Katze corría libre por todo el prado, saltando persiguiendo las mariposas y las libélulas que se posaban en su cola, como queriendo jugar con él.


Al final de la planicie quedaron enfrentados a una majestuosa montaña, que según el mapa era la montaña de la ilusión. Al subir un poco su cuesta, en medio de ella, vieron que había una cueva.


La curiosidad nuevamente fue más grande que el miedo, lo que encontraron dentro de ella fue un sembradío.


—No te parece Inko que son plantas de cristal —dijo Inka suspirando maravillada.


—Sí —respondió Inko alzando un poco la voz.


Al hacerlo, el eco les respondió.


—Sí… sí… sí… sí...


Hablaban y el eco les respondía, felices lo hicieron muchas veces en medio de la risa. En un momento que por fin hicieron silencio, escucharon una imponente voz.


—¿Terminaron de jugar? —preguntó la montaña.


Los tres quedaron sorprendidos ante la gruesa voz que soltó.


—Sí, si —dijeron a coro.


—Bien ahora, les voy a conceder un deseo, es el turno de pedir cada uno algo que les haga ilusión.


Los dos se quedaron muy callados pensando.


—Deben apurarse porque me van a salir más rocas si no se deciden pronto —expresó la montaña riendo a carcajadas asemejándose a Papá Noel.


—A mi me da ilusión La Paz en el mundo —respondió Inka.


—Eso no te lo puedo conceder, porque La Paz debe conseguirla por decisión propia cada ser humano en la tierra.


—Entonces me hace ilusión algo más sencillo, quiero poder darle a cada color un sentimiento, un pensamiento hermoso o una emoción, así podría darle a todo el mundo sensación de paz.


—Muy inteligente, eso sí puedo dártelo.


—¿Y tú? —preguntó a Inko


—A mi me da ilusión poder crear mecanismos para conservar y cuidar el planeta.


—Hecho —dijo la montaña de la ilusión y como un suspiro les otorgó sus deseos.


Felices se despidieron y siguieron su camino.

7 de Noviembre de 2020 a las 01:53 0 Reporte Insertar 6
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