Había una vez una unicornio blanca con una preciosa y brillante melena violeta, que resaltaba su pequeño cuerno que apenas comenzaba a salir. Se llamaba Lila, así le había puesto su mamá por las lilas que eran sus flores favoritas.
Lila se parecía mucho a su mamá, solo que ésta tenía la melena color rosa.
Lila y su mamá eran muy unidas, siempre estaban juntas Lila no se separaba ningún segundo de su mamá. Pero un día mientras caminaban por el bosque su mamá se detuvo, la miró y le dijo
— Lila, pronto llegará el día en que me tendré que ir — Lila, sacudió la cabeza muy asustada.
— Tendrás que cuidarte sola y empezar hacer las cosas sola — le explico su mamá suavemente.
— Pero mamá, yo no quiero que te vayas — dijo Lila llorando.
— Lila debes dejarme ir — le sonrió tiernamente su mamá, ella ya sabía lo que iba a suceder cuando tuviera que irse. Lila la miró.
Se hizo de valentía y le dijo — Ok, mamá lo haré — su mamá le sonrió contenta de que su hija había entendido y siguieron caminando.
Los días siguieron pasando, Lila y su mamá continuaron disfrutando juntas y felices. Pero el momento llegó, un día Lila fue al bosque a jugar y un puercoespín se le acerco con cara triste.
— ¿Eres Lila? — le pregunto. Lila dijo que si con la cabeza.
— Tu mamá falleció — le dijo, triste el puercoespín. Lila comenzó a
llorar. Entonces una tortuga que pasaba por ahí se acercó y le preguntó — ¿Qué te pasa?
— Mi mamá se fue — le respondió Lila llorando.
— No estés triste. Hiciste bien en dejar a tu mamá irse — le sonrió
con ternura la tortuga.
— Yo no me pude despedir de ella — dijo Lila.
— No te preocupes, ella te puede visitar. Si tú le hablas ella te escuchara todos los días.
— Gracias tortuga — le dice Lila, dibujando una sonrisa.
— De nada. Lila inténtalo y lo lograras — sonrió la tortuga.
— Gracias. Adiós tortuga — dijo Lila un poco más contenta.
Ese mismo día se fue a las cataratas donde le gustaba ir a pensar. Se sentó en la orilla a pensar, y de repente el cielo comenzó a llover luces de colores, Lila se sorprendió miro hacia arriba, su mamá se había dibujado con las estrellas en el cielo.
— ¿Mamá eres tú? — preguntó Lila.
— Si mi amor, soy yo mamá — respondió su mamá. Lila se emocionó
— Hola amor, ¿Cómo estás? — le dijo su mamá.
— Mami te extrañe mucho — dice Lila.
— Lo sé mi amor, te quiero mucho, mucho — le sonrió su mamá —Despídete de mamá ya me tengo que ir.
— ¡Mamá no te vayas! — gritó Lila.
— Me tengo que ir pequeña, yo siempre te voy a cuidar y amar. Me llaman los angelitos — le explicó con amor su mamá.
— Bueno mamá — sonríe Lila — Te quiero mucho, mucho. Adiós mami- su mamá le sonrió desvaneciéndose en el cielo y las
luces se fueron con ella.
A partir de ese día Lila supo que nunca estaba sola qué, aunque no pudiera ver a su mamá, sabía que ella estaba a su lado siempre, y que todos los días la cuidaba.
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