El estruendo era tal que hacía resonar los vidrios y rechinar los oídos. Las bombas caían del cielo como gotas de lluvia. Ciudades enteras yacían sepultadas bajo escombros tras los ataques sorpresas de las potencias mundiales. Corríamos cuál roedores en busca de un escondite, de un hoyo en cuál poder cubrirnos del polvo, la ceniza y los cientos de cristales que caían al ser derrumbados los edificios y casas; desde los más ostentosos hasta los más humildes.
Era el año de 2025, la guerra por el oro negro afianzó alianzas y rompió lealtades. Países enteros cayeron ante el juego de aquellos donde el capitalismo se regía y los crédulos socialistas en su afán de demostrar que si podían, solo fueron piezas más del juego que se venía desarrollando desde décadas anteriores.
No podríamos culpar a un gobierno, eran todos. El hambre de poder, sus ansias desmedidas por considerarse los números uno hicieron de la política mundial una guerra armamentista nunca jamás prevista antes.
Aun los países que se consideraban pacifistas entraron en guerra, sacando armamento que nadie sabía que tenían. Una cosa es cierta los únicos afectados eran las personas.
Había pocos lugares seguros para el resguardo de los civiles. Muy pocos. Quienes vivían en las afueras de las ciudades escapaban a los bosques, a las serranías. Quienes vivían en los centros de las metrópolis, sus restos yacen entre los escombros de las que una vez fueron inmensas urbes.
Hoy, cinco años después de los ataques vivimos aún en los búnkeres. Resguardados del aire tóxico que aun yace en muchos lugares por la explosión de bombas atómicas. Algunos de los que lograron adentrarse en las profundidades de los bosques y selvas murieron a causa de las radiaciones.
Hubo búnkeres que estaban en medio de esas olas radioactivas que ningún material usado, ni las grandes cantidades de yodo lograron hacer que las personas sobrevivieran. Afortunadamente, el búnker en donde nos encontramos nosotros es seguro, el ataque más cercano con una bomba atómica fue a varios kilómetros de donde estamos. Sin embargo, no nos libramos de la lluvia ácida ni del polvo radioactivo que logró contaminar gran espacio del lugar.
Los líderes del búnker nos mantienen informados, y una nueva expedición por sobrevivientes saldrá en una semana. Muy pocos gobiernos sobrevivieron y ahora hay un nuevo orden mundial. México, ahora solo es una minúscula parte de lo que era. Ni que decir de Estados unidos quien a lo largo de los años se ganó enemigos y en su momento por tomar venganza lo hicieron.
Hoy solo se puede decir que queda América, no hay nacionalidades. Ya no existen los colombianos, ni gringos, ni chilangos. Todos somos americanos, aun cuando en nuestros corazones aguardamos la pertenencia de nuestras patrias.
Hoy, cinco años después solo somos humanos tratando de sobrevivir.
No sabemos si podremos lograrlo.
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