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Oscar Puissegur


Horacio, un soñador reflexivo que lleva adelante sus proyectos con la certeza de saber exactamente lo que desea.


Cuento Todo público.

#cuento #reflexión #sueños #amistad #sabiduria #libertad #imaginacion
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El holandés errante y el pirata de los sueños


Era ya bastante tarde cuando comenzamos a calafatear aquel pequeño barco Holandés que había llegado hasta aquí hace muchos años, cruzando el Atlántico con porfía y sobre todo por la valentía inaudita de sus tripulantes.

Era bastante pequeño para esa aventura, pero lo suficientemente grande para el propósito que Horacio le tenía deparado.

Durante toda su vida se dedicó a hacer todo aquello que tuviera alguna utilidad, Sabía de carpintería, del comportamiento de las pinturas dependiendo el propósito que tuvieran, no había entuerto de electricidad que no conociera, recuerdo que hacía todos los arreglos sin cortar el flujo eléctrico, sabía en detalle aquello referente a motores de explosión y de vapor, el trabajo con distintos metales y también sabia de radio y comunicaciones, recuerdo que decía que a pesar de poder explicar como ocurría que al encender un televisor o una radio uno podía escuchar o ver cosas que ocurrían en ese momento a miles de kilómetros de distancia, eso era magia. Porque a veces aunque haya una explicación técnica la magia formaba parte de la misma.

No hace falta explicar que es una persona especial, distinta.

-¿Sabés como despintar esa parte de la quilla sin arruinarla? me dijo.

-Por supuesto.- le contesté

-¿Por qué estás tan seguro?

- Es simple, lo he hecho antes, aparte soy un ser que piensa y sabe. Dije en tono de broma.

-¿O sea?

- Eso me diferencia de los animales.

Dejó de lijar, me miró un instante como midiéndome y me dijo.

-¿Qué te diferencia de los animales?

-Cogito ergo sum. Pienso, luego existo. Luego soy.

-Descartes.me dijo

-Un sabio. Le respondí

Se me quedó mirando nuevamente unos segundos y aseveró.

-Solo los sueños nos diferencian de los animales, ¿Quién dice que los animales no piensan? Un animal sabe muchas cosas, pero no pueden construir proyectos.

-Puede ser. Le contesté, realmente me dejó pensando y añadió.

-Muchas cosas están pre establecidas y nadie realmente se puso a pensar si estar de acuerdo o no, solo porque alguien muy famoso o erudito lo dijo queda como realidad instalada, cuando en realidad es discutible y hasta rebatible. Ahora te pregunto, ¿tenés algún proyecto con esa quilla?

-Sí. Dejarla inmaculada.

-Adelante entonces.

El barco tenía algo así como veinte metros de eslora, era completamente de madera y los metales eran de bronce, tenía un mástil de varios metros y un gran motor Diesel Bedford, el puente era pequeño pero hermoso, estaba un poco descuidado pero con nuestra capacidad y ganas lo íbamos a poner en condiciones.

En su vida Horacio había sobrevivido haciendo lo que le gustaba, extraña suerte, no todos podemos. Fue pintor, carpintero, actor, fotógrafo, técnico radiólogo y hacía artesanías que vendía en Parque Lezama los fines de semana que podía.

Siempre estuvo corriendo detrás de su sueño, hoy lo estaba llevando a cabo.

En un momento fue a vivir al sur, a un lugar paradisíaco, pero decía que estaba incómodo.

-Es hermoso éste lugar le dije un día que lo visité.

-Sí, me contestó, está todo en su lugar, ¿no crees?

- No comprendo.

-Así como lo ves hoy, lo vi Yo ayer y antes de ayer y mañana lo vas a ver igual, el bosque es un techo que oprime y las montañas están quietas, muertas, el lago del mismo color y sus aguas inmóviles. Es un hermoso paisaje, igual al que podría fotografiar y colgar en la sala de una casa.

Realmente cada cosa que decía me dejaba fuera de juego.

-Por eso quiero comprar un barco y ponerlo en un gran río como el Paraná, lleno de vida. Ese río fluye, nunca es el mismo, cambia, crece y baja, sus aguas son cálidas y llenas de vida, los peces son grandes, las aves lo surcan constantemente y en sus orillas se lo puede escuchar correr, es como una canción que la naturaleza nos regala y que la gente ignora, no se ponen a sentir el río, no se sientan como un ciego a oírlo, Yo sí, Yo puedo.

Así fue que al morir su madre, vendió su propiedad de Merlo. Viajó hasta mi casa y juntos salimos a comprar el barquito de madera que tanto deseaba. No podía ser de plástico, tenía que ser de madera, los materiales naturales son fieles decía, nunca te van a traicionar, van a tardar tiempo en arruinarse y te van avisando, la madera, la cerámica, los metales, el cuero, son parte de la tierra y el olor a la madera es parte de la naturaleza humana.

Meses nos llevó el proyecto. Cuando terminamos de calafatearlo, diseñamos el interior, debía ser sobrio, tenían que destacarse el lustre de la madera, el pulido de los bronces y el buen gusto.

Después de cientos de hora de trabajo, nos dedicamos a darle un nombre, El holandés errante me dijo con sorpresa propia, lo fileteó con maestría, y finalmente, lo botamos al agua.

Al verlo flotar nos abrazamos y lloramos, era hermoso. De color azul hasta la línea de flotación y luego un blanco brillante, su mástil era muy alto y los tensores del mismo estaban bien estirados y sujetos a anclajes de bronce cuidadosamente lustrados. Los ojos de buey también eran de bronce y habíamos colocado unas cortinitas de broderie blanco, el puente totalmente restaurado con un timón grande de madera oscura y un panel de instrumentos antiguo con una radio de buen alcance.

Luego de aprobar el curso de navegación, salimos a recorrer el río, el inmenso río marrón, aún lo recuerdo en la cubierta, de noche, tomado de uno de los tensores, con la nariz abierta y los ojos cerrados. La luna daba su reflejo sobre el agua calma que corría sin prisa y su figura se recortaba en el centro del astro que lo iluminaba, la dicha lo invadía y también a mí por sentir esa felicidad que lo embargaba.

Ayer lo vi. Vestido de pirata, la barba blanca muy crecida, con un pañuelo en la cabeza un ojo tapado con un parche y hasta se compró un loro que llevaba en su hombro y repetía lo que decía. En ese momento tomaba la mano de una señorita con un vestido de novia para ayudarla a subir y un acompañante vestido de smoking, había logrado vender noches de boda en el río. Llevaba a los recién casados a navegar, les ofrecía champagne y los guiaba por las islas, ponía música de violines y hacía inolvidables esa primera noche, tan inolvidable como su vida, la vida de un soñador incansable.

Lo observé con las manos en los bolsillos y la emoción a flor de piel.

´-Un sueño, eso es lo que te hace profundamente humano dijo, mientras me guiñaba un ojo y se alejaba de la costa.


Fin.


26 de Septiembre de 2020 a las 02:19 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Continuará…

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