alonndra Ginnevra D,

Artículo sobre la invasión de Aníbal a la Península Ibérica en el año 221 a.c. - publicado en 1890


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#España #Historia #Sagunto #Cartago #púnicas #Roma antigua
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Parte I

Aníbal y Escipión

Se encargó Aníbal del mando del ejército el año 221 antes de Jesucristo. Fogoso, intrépido, lleno de la idea y del deseo de vengar en Roma las humillaciones de su patria quiso ante todo imponerse a los españoles, ganar al soldado, deslumbrar a Cartago y arrastrarla a la ejecución de sus designios. Fortaleció Cartagena, la hizo centro de sus operaciones, y dejando atrevidamente la costa, penetró en el corazón de la Península. Domó en aquel mismo año los pueblos de la Alcarria; en el siguiente llegó hasta Salamanca que tomó al primer embate. Se le resistió en vano otra ciudad populosa que se llamaba entonces Arbucala: la sitió y la tomó al fin por asalto. De retirada ya, tropezó con un inmenso ejército de castellanos que se habían unido ante el común peligro; pero ni aun estos lograron vencerle. Aunque inferior en fuerzas triunfó por su estrategia. Interpuso entre las dos huestes el Tajo, y no atacó a los enemigos hasta que lo vadearon. En el río con sus caballos y en las riberas con sus elefantes, quebrantó mucho a los castellanos; y cayendo luego sobre ellos, los derrotó y puso en fuga llevando el terror a toda la comarca. A 100.000 hombres eleva Polibio la cifra de nuestro ejército. La victoria de Aníbal puso por lo pronto fin a toda resistencia.

Ganada ya, tanto por estas rápidas conquistas como por la generosidad y la clemencia, de Cartago la voluntad, del soldado el corazón y del español el ánimo, ardía Aníbal en impaciencia por chocar con los romanos. Había respetado hasta aquí la ciudad de Sagunto; pero ahora viéndola por su fortuna en disidencia con pueblos vecinos que él tenía bajo su mando, la presentó como un elemento de perturbación a los ojos de Cartago y la acometió con asentimiento de la República. 

Púsole cerco, sin que le movieran a levantarlo ni el heroísmo de los sitiados, ni sus propias heridas, ni el levantamiento de otras gentes, tan pronto insurrectas como vencidas y castigadas, ni los embajadores que le envió Roma para amenazarle con la guerra si no desistía de su injusto empeño. Largo fue el asedio, muchos los ataques de los saguntinos y los asaltos de los cartagineses, varia la suerte de los combatientes, numerosas las máquinas contra la ciudad empleadas y no menores los medios de defensa; pero al fin después de ocho meses de combate cayó la plaza envuelta en humo y sangre bajo el poder de Aníbal quien sin respeto a tan grande infortunio, la entregó al pillaje y puso a los prisioneros bajo la servidumbre de sus soldados. Catástrofe memorable que el tiempo no borrará jamás de las páginas de la historia.


18 de Enero de 2017 a las 01:43 0 Reporte Insertar Seguir historia
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