Estaba mal y ellos lo sabían, era el peor pecado que un ángel podía cometer y la peor traición para un demonio. Estaba tan malditamente prohibido lo que ellos estaban sintiendo y sabían que las grandes consecuencias que esto conllevaba. Pero, ¿cómo ignorar lo que sus corazones sentían? ¿Cómo dejar de sentir ese vacío que se formaba en sus pechos cuando se separaban?
Tal vez, solo tal vez, pasar una condena eterna valía la pena si podían pasar un día más juntos, encerrados en su propio mundo y perdiéndose en los ojos del otro.
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