cstc Carlos Alberto (TécpatlCecetlallikatl)

Un bosque, seres feéricos y una niña. Una combinación con resultados interesantes.


Fantasía Épico No para niños menores de 13.

#hadas #Duendes-Alados #cazadores #leyenda #bebé
Cuento corto
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Raquel, reina de las hadas

Es un día perfecto para la pequeña Raquel; una niña más que vive en un pueblo europeo a finales de siglo XIX. Su vestido elegante indica que pertenece a la clase alta, sumando la gran casa victoriana cercana de donde juega en estos momentos, la cual han construido cerca de un bosque.

A Raquel siempre le ha gustado moverse entre estos árboles, incluso desde que aprendió a gatear, pero nunca se atreve a explorar más allá de los primeros dos o tres pinos. No quiere perderse y pasar hambre. Este bosque es muy tranquilo y hasta el momento no han aparecido rumores de que esté encantado; a diferencia de otras arboledas alejadas, repletas de creaturas e historias fantásticas que siempre relatan los pobladores locales, jurando que en esos lugares viven gnomos, ogros, duendes y otros seres, tanto peligrosos como feéricos.

Todo parece un día normal y sin nada de novedades.

Raquel juega mientras que sus padres platican con unos conocidos que los están visitando. Ella es hija única, por lo que no tiene hermanos o hermanas con quien jugar; afortunadamente los visitantes tienen cuatro hijos, convirtiéndose en sus compañeros de juegos provisionales.

El grupo de cinco niños corren y gritan entre los primeros troncos y arbustos del bosque, bajo la atenta mirada de una de las sirvientas que ahora cumple la función de niñera; todo es diversión, hasta que suena una pequeña campana desde la puerta principal de la casa.

—¡Hora de comer! —grita la sirvienta-niñera que cuida de los pequeños.

Los niños obedecen y salen del bosque.

En realidad, casi todos obedecen.

—Psst, psst. Oye, niña, niña

Es lo que escucha Raquel, deteniéndose en seco y volteando hacia atrás. Se queda muda de la impresión, descubriendo a dos diminutas hadas que vuelan gracias a un par de alas de mariposa.

—Hola pequeña; hemos notado que te gusta visitar nuestro bosque. ¿No quieres visitar nuestra aldea? —pregunta uno de los seres feéricos: un pequeño hombre alado, que apenas mide diez centímetros de alto.

—No seas grosero; primero son las presentaciones —le regaña la diminuta mujer alada a su compañero, para luego preguntarle a la humana—. ¿Cómo te llamas, pequeñita?

—Raquel; mi nombre es Raquel —responde la niña de diez años y de cabello largo ondulado color castaño claro; ahora, ella realiza la siguiente interrogante—. ¿De verdad son hadas? Nunca escuché que aquí habitaban los seres feéricos.

Con demasiada curiosidad, Raquel se acerca un paso más hacia los desconocidos que acaban de aparecer.

—Yo soy un hada; mi nombre es Elýnn; él es mi esposo y es un duende alado —responde la mujercita con alas de mariposa, al tanto que señala al hombre minúsculo que flota al lado suyo.

—Nadie ha esparcido los rumores de nosotros, porque nadie nos ha encontrado. Nos escondemos muy bien de los cazadores —asevera muy orgulloso el duende alado.

—Hemos notado que te gusta visitar nuestro bosque, cada vez que tú y tus padres se mudan por meses a esa vivienda cada año; nunca pierdes la oportunidad de jugar por aquí. Eres muy amable con nuestros árboles y flores, por eso queremos invitarte a conocer más de nuestro hogar; ¿no quieres conocer nuestra aldea? —pregunta el hada con amabilidad.

Raquel lo piensa por unos momentos. Voltea hacia su casa, notando que uno de sus amigos se acerca.

—Vamos Raquel, tus padres te están esperando —dice el niño; su nombre es Fernando y tiene once años. Su cabello es lacio, corto y de color negro.

La pequeña no dice nada, volteando por unos momentos con los seres feéricos.

—Solo será por unos momentos —expresa el hada.

—En un momento iré, Fernando; creo que vi una ardilla en un árbol. Iré a ver y luego te alcanzo —le dice Raquel con alegría para luego internarse más en el bosque, siguiendo a la pareja de duende alado y hada.

—¡Espera Raquel! ¡Espera! —exclama el niño mientras sigue a su amiga, pero al buscar entre los primeros troncos de la orilla de ese bosque, descubre que ella ha desaparecido.

El niño regresa rápido a la casa, dando la preocupante noticia al resto de la familia.


≈♣≈


Es la primera vez que Raquel se interna tan profundamente en el bosque.

Mira hacia arriba, notando que el día no ha cambiado, manteniéndose ese azul en el cielo; en los alrededores hay bastantes flores multicolores y varios animalillos, incluyendo la ardilla que en realidad inventó. Algo mantiene alejados a los animales peligrosos, excepto a los cazadores.

Después de caminar un largo trecho, Raquel y sus guías llegan a un claro en medio del bosque Nayadd; la niña aparta unas ramas bajas de un árbol, asombrándose por el panorama que descubre.

Todo el claro está lleno de hongos, setas y pequeñas casas de madera, aparte de un par de arbustos en el centro; varios troncos de alrededor tienen huecos en la base, mostrando más hogares de los residentes místicos.

—¡Ya regresamos, ya regresamos! ¡Hemos traído a la niña! —grita muy emocionada la pareja de hada y duende alado.

En solo segundos, un mar de seres feéricos de la misma especie emerge del alto pasto y de los árboles circundantes; todos esos hombrecillos y mujercillas aladas rodean a la visitante, contemplándola con atención. Por su parte Raquel se sorprende y emociona por este descubrimiento tan peculiar; todos los seres feéricos tienen diferentes tipos de ropa en miniatura.

Las hadas guían a la niña hasta los arbustos del centro del claro, pidiéndole de manera constante que cuide sus pasos; no quieren que destruya una de sus casas por accidente.

—Ahora espera un poco, déjanos present…

Le dice Elýnn a Raquel, pero otra voz cercana la interrumpe de golpe.

—¡Pero qué demonios está ocurriendo aquí! —grita la voz de otra mujer.

De entre los arbustos aparece otra hada con alas de mariposa, resultando ser la reina de las hadas locales. La monarca mide casi el doble a comparación de las otras hadas presentes: dieciocho centímetros. Sus ropas son de mejor calidad y decoradas con diminutas joyas preciosas; en lugar de una corona de oro, sobre su cabeza y sobre su cabello largo color negro luce una pequeña corona de pétalos de flores, las cuales están amarradas a una delgada ramita con forma de aro.

Al salir la reina de su hogar escondido, todos los plebeyos de alrededor guardan completo silencio, mientras se quedan flotando en el aire gracias a sus alas.

Elýnn es la primera en romper el silencio general.

—Su majestad, perdónenos si la hemos molestado con nuestro alboroto —se disculpa ella al tanto que agacha la cabeza, mas no puede ocultar su emoción.

La monarca feérica da un vistazo alrededor, encontrando primero a una intrusa.

—¡¿Por qué hay una niña humana en nuestro recinto?! ¡¿Quién la ha traído y por qué no la ahuyentan?! —inquiere furiosa la reina, volteando con todos los presentes.

—Yo la traje, su majestad; yo y mi esposo la guiamos hasta aquí —dice Elýnn al tanto que alza el rostro, agregando—. Recuerde que le avisamos que traeríamos a una visitante especial.

—¿Te estabas refiriendo a esta niña? Creía que te estabas refiriendo a otras hadas o duendes; nunca me imaginé que te referías a una humana —dice muy molesta la reina, para luego volar directo a la cara de Raquel—. No eres bienvenida a nuestro recinto, ahora lárgate por donde viniste —asevera enojada el hada regente, haciendo ademanes con sus dos manos; en una de esas manos está sujetando una especie de bastón tallado.

Raquel lentamente camina hacia atrás, ahora asustada por el comportamiento de la monarca.

Al notar que la intrusa no se apresura en irse, la reina llama a varios compañeros, los cuales emergen del mismo arbusto del centro. Los guardias alados están armados con lanzas en miniatura; usando esas armas filosas, los guardias reales atacan a Raquel en sus manos y rostro, provocándole varias heridas.

La niña huye y corre de regreso al bosque, logrando que esos duendes dejen de atacarla y se retiren de regreso al claro. Triste y asustada, Raquel quiere regresar a su casa y con sus padres, para su mala suerte no sabe cuál camino tomar.

Está perdida por completo.

—Por lo menos, deje que mi esposo y yo la guiemos de regreso a su hogar —le pide preocupada Elýnn a la reina.

—No, déjenla sola; no es nuestro problema. No sé porque siempre cometen el error de alejarse demasiado de nuestro recinto, tú y tu esposo. Debemos estar siempre atentos y tener mucho cuidado de los… —expresa con seriedad la reina, pero un grito de alarma no le permite terminar la frase.

—¡Cazadores, cazadores! ¡Cuidado! —gritan varios seres feéricos.

Un segundo después todo es caos y confusión en el claro; la reina hada es atrapada en un santiamén por una red antes de que pueda reaccionar. Los otros seres feéricos son atrapados poco a poco en medio de gritos de todo tipo.

Por fortuna Elýnn y su esposo logran escapar del claro, empezando a buscar por algo o alguien que les ayude; no tardan en toparse con una niña desamparada y perdida.

—¡Raquel, Raquel! ¡Ayúdanos por favor! —exclama preocupada Elýnn al tanto que se acerca con la pequeña.

—Pero la reina no me quiere en su recinto —responde Raquel con tristeza.

—Unos hombres están capturando a las hadas; ayúdanos por favor —suplica el esposo de Elýnn todo desesperado.

Al acabar de dar la noticia, otros seres feéricos se acercan con la niña y sus dos compañeros.

—¡Atraparon a la reina! ¡Debemos de escapar hacia otro punto del bosque! —dicen ellos para luego huir más lejos; atrás de ellos, otros duendes alados y hadas huyen asustados.

Preocupada por lo que está ocurriendo, Raquel regresa al claro descubriendo a cuatro hombres adultos atrapando a la mayor cantidad de hadas posibles, con ayuda de unas grandísimas y larguísimas redes para atrapar mariposas. Los sujetos desconocidos están vestidos con ropas de la clase baja: pantalones sucios, camisa de manga larga, tirantes y una boina de lana color café.

—Jaja. Muy bien compañeros, ya tenemos el premio mayor. Busquen bien en los árboles, de seguro hay hadas escondidas ahí; luego buscaremos a los que han escapado —ordena uno de los hombres parado cerca de los arbustos del centro y sujetando otra red con sus manos; adentro de esa larga red se encuentra la reina y otro gran grupo de hadas. De manera constante tratan de escapar, sin embargo, un listón amarrado al principio de la red impide que huyan.

—¿Quiénes son ellos? —le pregunta Raquel a sus dos amiguitos, al tanto que se mantienen escondidos.

—Cazadores. Son cazadores de hadas; usan esas redes mágicas para atraparnos —asevera molesto el esposo de Elýnn.

—¿Redes mágicas? ¿Tienen poderes mágicos? —indaga Raquel.

—Solo si nuestra reina nos otorga parte de su poder, pero la han atrapado y estamos indefensos; ni si quiera nuestros guardias pueden escapar de esas redes —informa desanimada Elýnn, señalando una de las redes que sujeta otro hombre.

Raquel observa los alrededores por unos momentos, para después decidir actuar lo más pronto posible. Ella sale corriendo de su escondite, dirigiéndose hacia el hombre en el centro del claro; con todas sus fuerzas lo avienta, provocando que el cazador desprevenido caiga directamente en los arbustos espinosos, quedándose atorado ahí. La red que sostenía con una mano cae al suelo.

—‹Aahh›. ‹Ay, ay›. ¡Ayúdenme, ayúdenme! —grita el hombre sin saber para nada qué acaba de ocurrir.

Rápido Raquel coge la red y se aleja un tanto, mientras los otros tres cazadores sacan a su líder de los arbustos; en medio de la confusión ellos sueltan sus redes, liberando a los seres feéricos que ya habían capturado.

Apresurándose lo más posible, la pequeña desata el listón.

—¡La niña! ¡Detengan a la niña! —grita uno de los sujetos, apenas percatándose de la mocosa que está ayudando a las hadas.

Uno de los hombres corre hacia Raquel, llegando tarde; la reina y otro montón de hadas escapan de la red mágica, aprovechando que el listón ha sido desamarrado.

El jefe del grupo es sacado de los arbustos, justo en el momento en que la reina escapa hacia adentro del bosque.

—¡Nooo! —grita el cazador líder, corriendo un trecho tras la reina.

En solo segundos, todas las hadas y duendes alados han abandonado el claro.

Muy furioso, el hombre voltea hacia la niña que han capturado sus tres compinches.

—Tú. ¡Tú dejaste escapar el mejor trofeo de mi vida, niña entrometida! ¡Esa reina valía más que una fortuna! ¡Mis mejores clientes se van a enfadar! —asegura el líder, furioso, al tanto que se acerca y extrae una larga navaja plegable de uno de los bolsillos de su pantalón—. Lo vas a pagar muy caro —expresa él con voz macabra.

Lentamente el hombre se acerca con malas intenciones hacia Raquel. Antes de quitarle la vida a la pequeña, una lanza en miniatura atraviesa por completo la mano del líder, provocando que de un grito de dolor y suelte su navaja.

Los cazadores voltean alrededor, notando que el mar de hadas ha regresado y ahora vuelan sobre sus cabezas; buscan sus redes para poder atraparlas de nueva cuenta, pero ya no están. Varias de esas personillas las han robado y ahora están flotando muy arriba, alejando esos objetos peligrosos de los malvados.

—Jefe, creo que estamos en… problemas —dice preocupado uno de los hombres, soltando a la niña y caminando paso a paso hacia atrás; sus otros dos compañeros hacen lo mismo.

—¡Ataquen a los cazadores! —exclama enojada la reina; al mismo tiempo, su bastón empieza a brillar con una luz color magenta; segundos después, todos los brazos de las hadas y duendes alados son envueltos con lumbre de ese color. De igual manera, las lanzas de los guardias también quedan envueltas con minúsculas flamas magentas.

Los seres feéricos atacan con bolas de fuego, electricidad y otras magias dañinas a los cazadores; al ser un grupo de varias decenas, los hombres tienen que correr para salvar sus vidas.

—¡Me las vas a pagar, niña entrometida! ¡Algún día recibirás tu merecido! —exclama furioso el líder de los ladrones de hadas, antes de huir entre el bosque.

Surge una gran celebración cuando los cazadores se pierden de vista.

Raquel ya estaba por marcharse, pero la misma reina se atraviesa en su camino.

—¿A dónde vas, Raquel? ¿No quieres acompañarnos por unos momentos? —indaga la reina con un tono amable, al tanto que vuela cerca del rostro de la niña.

—¿En… en serio… quiere que me quede? —pregunta muy sorprendida la pequeña.

—Sí, sí quiero. Lamento haberme comportado de una forma tan grosera, pero esos cazadores nos molestan muy seguido; nos hemos cambiado de hogar durante varios días, pero siempre nos encuentran. Quédate, por favor —pide la monarca.

Raquel acepta, gozando de un tiempo de convivencia por parte de los seres feéricos, hasta que recuerda que tiene que regresar con sus padres; mas al final, la reina le suplica que se quede, e incluso está dispuesta a nombrarla nueva reina de las hadas.

—Contigo con nosotros, ahora podremos defendernos mejor de esos ladrones.

Así trata de convencer Elýnn a la niña.

Al final de otras súplicas por parte de las demás personillas aladas Raquel acepta quedarse, convirtiéndose en la nueva reina de las hadas; ellas le recompensan con un trofeo: la navaja plegable que dejó atrás el jefe de los cazadores. Raquel usa esa navaja para tallar una rama, obteniendo un bastón similar al de la antigua reina; esa misma hada impregna la vara tallada gruesa y larga con parte de su magia, transformándola en otro objeto más poderoso. Desde ese día, Raquel protege a sus hadas con su báculo mágico y su navaja plegable.

Años después se empieza a esparcir el rumor acerca de la reina de las hadas Raquel, quien se mueve por todo el bosque Nayadd, guiando a sus súbditos para encontrar un hogar mejor y escapando de los ladrones de las hadas.

A pesar de intentar permanecer en las sombras por años y años, la reina Raquel no pudo huir ni esconderse del amor.

Un día conoce a un apuesto leñador. Al principio ella quería detenerlo para evitar la destrucción de su paraíso personal, aunque al final la monarca se enamoró de él; por desgracia, él solo la amaba por su belleza física.

Al final de varios días de visitarse, hicieron un trato especial: la reina de las hadas le daría una noche de pasión a su amante, con la condición de que el leñador y sus compañeros de trabajo se tenían que marchar para nunca regresar. El hombre aceptó la condición. Esa misma noche y en medio de un claro especial, bajo un manto de estrellas junto con cientos de miradas curiosas de hadas escondidas en las ramas cercanas, ambos amantes juntaron sus almas, su deseo sexual y cuerpos desnudos.

A la mañana siguiente los leñadores se fueron. Uno de sus compañeros acaba de asegurar que hay monstruos peligrosos en las cercanías; jura que en la noche se encontró con varios de ellos y que fue atacado, mostrando varias heridas en todo su cuerpo.

Nueve meses después de ese hecho, la reina Raquel da a luz a su primera hija con ayuda de sus súbditos feéricos; a sugerencia de su pequeña amiga Elýnn, Raquel bautiza a su primogénita con el nombre de Lulubel.

Seis meses después de que Lulubel nació, ocurre lo siguiente.

Raquel se encuentra en un nuevo claro del bosque, cuidando de su pequeña bebé, cuando de repente se escucha la alarma general.

—¡Alguien se acerca, alguien se acerca! —gritan varios seres feéricos desde una orilla del claro.

Raquel coloca a su hijita dormida adentro de una cuna hecha con madera tallada.

—¿Cazadores? —inquiere Raquel al tanto que sujeta su báculo mágico y navaja plegable.

—Parece ser un cazador, pero este luce ropas finas —aclara uno de los centinelas.

En breves momentos aparece un hombre elegante vestido con un traje color gris; el desconocido da sus primeros pasos adentro del claro, encontrándose con la reina de las hadas que tanto es mencionada en varios rumores.

Nadie hace o dice nada mientras que el sujeto misterioso contempla con detenimiento a la bella mujer.

—¿Raquel? ¿Eres tú? —inquiere muy asombrado el hombre de veintisiete años; sus cabellos cortos son lacios y de color negro.

La monarca se le queda mirando extrañada al sujeto de la clase alta; sus recuerdos regresan con lentitud, en especial ese día que conoció a Elýnn.

—¿Fernando? ¿Qué haces aquí? —indaga la mujer de veintiséis años igualmente asombrada, luciendo un vestido elegante color magenta.

—¿Tú que haces aquí? Tus padres y mi familia te hemos estado buscando por dieciséis años. Estoy bastante asombrado de que estés saludable y tengas ropas nuevas —menciona Fernando muy alegre al tanto que voltea alrededor, expresando al final—. Vámonos, tus padres están desesperados por verte de nuevo.

—Me llevaré a mi hija para presentársela a mis papás —dice la reina Raquel, acercándose a la cuna de madera.

—Aguarde su majestad, aguarde —le dice la ex regente, quien ahora es la sirviente principal de la reina humana—. Nosotros, sus súbditos, le ayudaremos a llevarla; igualmente, nos encargaremos de su báculo mágico y arma filosa —expresa ella, refiriéndose a la navaja plegable.

Partiendo aprisa Fernando sujeta la mano de Raquel, guiándola a través de árboles y arbustos; atrás de ellos dos, un mar de hadas carga la cuna y los dos accesorios de la reina.

Al salir de la arboleda y llegar a las cercanías de una casa victoriana, algo muy extraño sucede.

Ambos amigos adultos se detienen y voltean hacia atrás, contemplando el bosque solitario.

No hay nada ni nadie en las cercanías.

—¿Fernando? ¿Qué… qué acaba de ocurrir? No recuerdo nada de lo que me ha pasado. Lo último que recuerdo, es que me adentré en el bosque cuando era una niña —dice Raquel con preocupación.

—No… no… Tampoco lo sé. Te estaba buscando en el bosque, pero no recuerdo en dónde te encontré —menciona Fernando bastante confundido.

En esos momentos dos familias completas salen de la casa; Raquel descubre a sus padres, ocurriendo un emotivo reencuentro después de dieciséis años.

Entre tanto, un grupo de hadas observa escondido desde las orillas del bosque.

—¿Habrá sido una buena idea, borrarle la memoria a nuestra reina Raquel? —le pregunta triste Elýnn al hada mayor y antigua reina.

—Ella tenía que regresar con los suyos. Nos ayudó bastante durante estos años, especialmente con su heredera —asevera la ex regente hada, volteando hacia la cuna de madera que protege a la bebé, la cual es cargada por decenas de súbditos.

—¿Qué haremos con las armas de Raquel: su báculo mágico y esa navaja larga? —pregunta el esposo de Elýnn con mucho interés.

—Las protegeremos hasta que Lulubel tenga la edad para saber manejarlas. Ahora marchémonos; tenemos que encontrar comida y leche para nuestra futura reina. Todavía hay que estar atentos a los cazadores —dictamina seriamente el hada mayor.

Elýnn y su esposo se despiden de lejos de su amiga y reina Raquel, para después seguir al mar de seres feéricos que se mueven entre los árboles.

Raquel vuelve a su vida, casándose poco después con Fernando; muchos dicen que ella es la misma reina de las hadas que se menciona en varias leyendas, pero la misma mujer niega haber convivido con esos seres feéricos, además de asegurar que no existen. Pronto, las fábulas de la reina de las hadas se olvidan.

Años después, esos rumores vuelven al pueblo cercano al bosque Nayadd y a los oídos de Raquel y Fernando, asegurando que una niña tiene bajo su mando a varios centenares de pequeños seres feéricos alados.

Así nace la leyenda de Lulubel, la nueva reina de las hadas.

3 de Septiembre de 2020 a las 21:36 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

Conoce al autor

Carlos Alberto (TécpatlCecetlallikatl) He vivido en la Ciudad de México prácticamente toda mi vida. Estudié lo básico y ahora trato de esforzarme para ser un buen escritor. Descubrí mi vocación varios años atrás, encontrando un vasto universo en mi imaginación. Ya he escrito un tanto de esos mundos, y seguiré compartiendo mis novelas con ustedes. Visiten mi pagina de facebook https://www.facebook.com/Alucinaciones-de-un-hombre-empedernido-saga-107495967276978/?modal=admin_todo_tour

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