¨El hombre sano no tortura a otros.
Por lo general, es el torturado el que se convierte en torturador¨
Carl Jung…
Júpiter:
La noche estaba tranquila, demasiada tranquila para mi gusto. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, ahí estaba esa maldita sensación que me estaba manteniendo más alerta de lo normal. Inconscientemente toqué mi espalda revisando que la pistola estuviera en su lugar, ya era un hábito tenerla arriba y prácticamente pertenecía a mi cuerpo. Me acerqué a la cuna para ver a mi ahijado de cinco meses dormir como una roca, ojalá yo tuviera la suerte de dormir así, pero mis malditas pesadillas me lo impedían. Mis fosas nasales se inundaron de esa dulce fragancia, no era necesario mirar para saber de quien se trataba, ahí estaba mi mejor amiga Victoria, aún con su juego de dormir y sin una gota de maquillaje parecía una diosa.
—¿No puedes dormir? —preguntó acercándose a la cuna para ver a su pequeño
—No he logrado conciliar el sueño— dije evitando pensar en mis pesadillas—. ¿Y ese milagro que estás despierta a esta hora y no disfrutando una buena velada con tu esposito? - reí con picardíapicar día.
—Mala pecadora ¡Quieres vivir historias candentes a mi costa!
—Pues claro, eres la única de las dos que moja el pan en la leche y tu marido parece un dios acabado de bajar del cielo— reímos a carcajadas.
—Shhh alcahueta baja la voz o despertaremos al niño. Meglin está en el despacho arreglando unos papeles, últimamente anda algo tenso y eso me preocupa.
—¿Qué ha pasado? — eso me alertó aún más, por todos era sabido que el esposo de mi amiga provenía de una familia de mafiosos.
—No lo sé…— el estruendo de unos disparos en el piso de abajo nos interrumpió.
—Ponte detrás de mí— saqué mi pistola quitándole el seguro, poniéndome en posición para atacar.
—No, escúchame atentamente Júpiter toma a Fabio y esto – me tiró del brazo entregándome una mochila que nunca había visto–. Aquí encontrarás todo lo que necesites, debes huir, necesito que te escondas por un tiempo hasta que Esus te encuentre, solo confía en él. Ven— tomó al niño en una mantica y me guio a través del closet hasta una puerta secreta—. Cuando llegues al final hay un carro oculto bajo las ramas. Por favor recuérdale toda la vida a mi hijo que sus padres siempre lo vamos amar y a ti también Júpiter—decía entre lágrimas dándonos besos y abrazos.
—Me puedo quedar. Sabes que puedo ayudarte a defenderte de esos hombres— pero ella me negaba con la cabeza—. Entonces ven conmigo. No me dejes tú también— estaba presa del pánico, no por miedo a que me pasara algo sino miedo a perderla. Eso sería un golpe muy fuerte para mí.
—No puedo, mi lugar está con Meglin— se oyeron varios pasos—. ¡YA! ¡Márchate ya! — dijo entregándome al niño
Empecé a correr como si el mismísimo diablo me siguiera, me detuve en seco cuando escuché más disparos y risas en el cuarto.
—La puta está muerta. Es una lástima me hubiera encantado deleitarme con ella ¿Dónde está el maldito bebé? Tráiganmelo. Ese niño debe morir— gritó una voz con un acento extraño.
Noooooo, grité mentalmente mientras me mordía el labio por la rabia e impotencia que sentía hasta que reconocí ese sabor metálico diluirse en mi boca. Con lágrimas en los ojos corrí lo más rápido que pude, vislumbré la salida, estaba cubierta por ramas, las separé protegiendo a Fabio con mi cuerpo para que no se arañara. Seguí las instrucciones y ahí estaba el coche oculto como Victoria me había dicho. Abrí la puerta y revisé el interior percatándome de que había una silla para bebes, lo acomodé y me puse en marcha sin rumbo fijo, solo tenía algo en mente ¡Esus nos encontrará! No sabía quién era, nunca lo había visto, solo sabía que era el hermano prodigio de Meglin. Pero antes los cabrones pagarían.
—Vengaré tú muerte, Victoria, así sea lo último que haga- ellos no sabían con quién han iniciado la guerra…
Así fue como la reina del fuego despertó de su letargo sedienta de sangre y venganza…
Liliana Laurent
