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Fernanda Pereira


Justo en ese pasillo con las luces titilan-tes las puertas de madera vieja y mohosa los gritos de horror y sufrimiento se escuchaban al igual que el sonidos de las balas penetrando cada cuerpo que había, haciendo que ninguna mujer, hombre o niño quede con vida dejando nada más que fantasmas en aquel lugar.


Drama No para niños menores de 13.

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Sinopsis

Justo en ese pasillo con las luces titilan-tes las puertas de madera vieja y mohosa los gritos de horror y sufrimiento se escuchaban al igual que el sonidos de las balas penetrando cada cuerpo que había, haciendo que ninguna mujer, hombre o niño quede con vida dejando nada más que fantasmas en aquel lugar.


Recuerdo mi casa en las calles de California aunque era algo pequeña estaba llena de risas y armonía mi madre me cantaba cada noche y mi padre se iba a trabajar mi vida a los 5 años era tranquila, pero quién me diría a mi que todo cambiará de un día para otro, esa mañana mis padres se veían muy nerviosos y tristes mi madre no paraba de llorar mi padre solamente la abrazaba, pero cuando sonó el timbre ellos se asustaron al abrir la puerta dos hombres armados con tatuajes en el umbral de la puerta yo solo podía ver cómo nos agarraban y nos metían a un carro negro.


El viaje fue largo más no sabía a dónde íbamos no se podía ver nada, hasta que paramos ellos sacaron a mi padre mientras que mi madre lloraba y suplicaba que no lo hicieran pero no escucharon.


Una vez afuera cerraron la puerta para luego escuchar un sonido sordo y se montaron de nuevo sin mi padre, siguieron su camino cada vez nos alejamos más y más las lágrimas de mamá seguían sin ningún consuelo sus labios susurraban -lo lamento tanto- en ese instante comprendí que nunca volvería a ver a mi padre solo puse mi mano en la ventana y dije casi inaudible - adiós papá- mis mejillas húmedas me indicaban que hacía lo mismo que mi mamá, en ese momento y la abrace hasta quedarme dormida.


Cuando desperté ya habíamos llegado salimos del carro y solo puede ver una casa muy grande de color rojo y blanco se veía vieja parecía que nadie vivía ahí, nos adentramos a ese lugar y nos dejaron en ese pasillo rojo sucio las puertas de los cuartos eran marrones viejas llenas de moho con solo una ventana que nos decía si era de día o de noche, habían muchas personas pero casi nadie nos miraba una vez que ellos se fueron conocimos a la Sra María una mujer de unos 30 años morena con un tatuaje de una mariposa en el brazo que siempre sonreía ante todo, al Sr Lucas era de una edad avanzada unos 60 años con el cabello canoso y llenos de lunares pero olía a chocolate era muy tierno, a Carla una joven de 25 años afroamericana pero ella era calva y se podía ver su gran tristeza en sus ojos, también había 4 niños Mathias de 4 años un rubio pero no hablaba bien Ramón de 14 años rubio algo serio pero siempre nos sacaba una sonrisa eran dos cómicos hermanos, Marta de 8 años pelirroja con muchas pecas como le encantaban las bromas y Sara de 16 una joven pelinegra pero sus ojos eran diferentes el izquierda era de color azul y el derecho era verde, ella era quien nos cuidaba cada vez que los adultos se iban a "trabajar".


Ella procuraba que aquellas horas fueran sin preocupaciones ni tristeza, pero por alguna razón estaba prohibido salir de ese pasillo ni siquiera entrabamos en los cuartos hacíamos todo hay, todas las noches dormía con los demás niños y sara ya que mi madre junto con todas las mujeres entraban a los cuartos llevadas por las personas que nos vigilaban ya al amanecer las sacaban de hay, yo casi no dormía por los voces que salían de las paredes.


Aquellos hombres siempre tenían armas usaban ropa negra todos tenían tatuajes de dragones negros, se les veía en el brazo cada vez que se quitaban la chaqueta y se subían las mangas y todo el tiempo decían maldiciones, a veces podía ver su ropa y manos llenas sangre daban miedo, pero cuando llevaban a uno de nosotros a los cuartos durante el día nunca más se sabía de ellos.


Sara y Ramón nos enseñaban muchas cosas como a Mathi lo ayudaban a hablar, Marta a escribir y a mi a leer por suerte ellos nos daban hojas y lápices para aprender y a pesar de no tener libros ellos nos enseñaban con lo que ellos escribían, con el pasar de los días podía ver la agonía y el miedo que habitaba aquel lugar pero cada cierto tiempo eso aumentaba por un hombre alto de traje negro y siempre tenía lentes oscuros con una sonrisa siniestra lo llamaban el jefe, y cada vez que iba solo hablaba con Sara y decía lo mucho que quería estar con ella y que esperaba que ese día llegará pronto pero ella solo lo ignoraba y algunas veces le escupía el le debe una cachetada y se iba sin decir nada, ese hombre era el más peligroso de todos.


Esa fue mi rutina y sabía que debía acostumbrarme también que ahora mi vida le pertenecía a aquella persona pero no significaba que sería así el restos de mis días.

7 de Agosto de 2020 a las 00:22 0 Reporte Insertar Seguir historia
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