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Encerrados.

Nos habíamos quedado encerrados. Por tercera vez en lo que va del año la puerta del aula no dejaba salir a los 140 estudiantes y a los tres profesores de la asignatura. Algunos transformaban capuchones bic en ganzúas; bonitas prácticas les ofrecemos ¿será un título intermedio? Se escuchan chistes sobre posibles claustrofobias. No siempre la universidad es expulsora he aquí un ejemplo concreto de retención.

Durante la clase los alumnos de las sillas de adelante se mueven cual marea. No me resigno a dejar de usar el pizarrón aunque la falta de espacio hace que deba elegir no escribir por todo el desplazamiento que significa. Es suficiente con que toda la fila de adelante esté condenada a sacudirse la caspa de la tiza cada vez que borro.

El pizarrón está tan descascarado que no se quejan ya de la letra, difícil que lean en el ambiguo verde-negro-blanco que está ocupado por carteles y anuncios de distinta índole ¿Seré un docente que no se reconvirtió a las nuevas tecnologías? Mi gusto por la tiza ¿será una regresión a la educación primaria con sus bellos colores en los dibujos de la maestra o a la secundaria con su tiro nacional deporte favorito en las siestas del Colegio República Dominicana?

El techo no solo se llueve tiene también trampolines epistemológicos, partes faltantes en el cielo raso en las que si al dar la clase uno se siente falto de inspiración puede elevar su mirada más allá. El oscuro entretecho estimula al más duro, su oscuridad es insondable, la interrumpen por momentos trozos de forma extraña, de lana de vidrio supongo. En días de inseguridad, debo confesar, temo que de esos huecos caiga algún objeto y termine con la clase y el dictante.

La silla que pude conseguir en la última clase era antidogmática: le faltaban tres de los cuatro tornillos que la aferraban a la base por lo cual si gesticulaba sentado (soy un docente demasiado movedizo) podía moverme con silla y todo.

A la clase asistían todos los alumnos, afortunadamente pueden hacinarse en el aula. En otras cátedras se puede ver algo similar a los homeless pero versión académica, son los sinaula: alumnos que no lograron entrar y ven la clase desde la puerta, de vez en cuando informan a los que están más allá (¿educación a distancia?) como en una suerte de —¡pasala! Estos son los solidarios porque ¿los que están adentro qué piensan de los que quedaron afuera? Los que cuando llueve no se mojan contestan, llegaron tarde.

¿Nos hemos acostumbrado? "La costumbre teje telarañas en las pupilas" decía Oliverio Girondo. Nos hemos acostumbrado a la miseria y prestamos oídos a los cantos de sirena que nos dicen de una tecnología que nunca llega y que cuando llega no funciona.

A veces pienso con orgullo militante, somos universitarios de trinchera. Pero ¿De qué guerra? Nos tiran de todos lados incluso de propia tropa; nos acostumbramos a que nuestros funcionarios nos digan con cara de pronóstico reservado lo malo de los tiempos que se avecinan, mal, pero estaremos peor.

29 de Julio de 2020 a las 12:59 0 Reporte Insertar Seguir historia
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