Era de esperarse que Iván buscara resguardarse, comenzaba a nublarse como si se avecinara una tormenta, o un huracán.
Su mirada se perdía en los talones de todas las personas que caminaban frente a él; cuanto mas miraba al suelo, mas pasos adelantados veía.
Siempre fue de sentirse atrás, como si todos supieran caminar por el pasillode la vida, él sabia caminar pero:
- ¿Para donde voy? - se preguntaba mientras empezaba a escuchar los truenos en el cielo.
Sintiendo ya el aire pesado, el frío se colaba en su piel y hacía que todos sus sentidos pensaran en aquella vez: Cuando tenía hogar, cuando podía recostarse y mirar el techo, cuando podía escuchar de la primera hasta la última gota.
Ahora solo caminaba deseando que no llueva mas de tres veces al mes.
- ¿Cuando llegué a esto?- decía mientras soltaba un sollozo.
Recordando cuando su familia se reunía y se sentaba frente a frente, en una mesa pequeña, en una casa de madera, pero juntos. Ellos siete.
El cielo quedó nublado en su maxima expresión, quedó todo obscuro, sin desperdiciar una nube. Iván pudo resguardarse y contemplar con sus ojos cada detalle.
-Es imprescindible sonreirle a los ojos del cielo, cuando te guiña con dos relámpagos seguidos-. Se decía siempre.
Con su libro de apuntes en la mano, advirtió que, a su costado se encontraba una mujer que tambien buscaba un techo en el cual sentarse a esperar que pase la lluvia, la vida, o tal vez solo buscaba sentarse.
Iván solo pudo advertir que cada parte de ella, combinaba con su boca.
A sabiendas de como era él, solo agachó la cabeza. Pero a la hora de cruzar miradas...
cayó la primera gota.
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