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[Segunda Parte de: No soy un elfo navideño] El milagro de navidad se cumplió para Yuri y tiene una cita con el padre de Aristan. Quiere intentar que las cosas vayan normales, cree que Otabek puede ser un buen hombre, pero su hijo no deja de preguntar por su magia de elfo de navidad.


Fanfiction Anime/Manga Todo público.

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Cuento corto
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Que no soy un elfo navideño, renacuajo

Yuri estaba nervioso como el infierno.


Ni siquiera sabía porqué había aceptado salir con ese tipo, es decir… sí, era guapo, estaba caliente, intercambiaron un par de mensajes cordiales, ¡pero tenía un mocoso!


Encima de todo, Mila y Georgi se encargaron de burlarse de él en los últimos días de su trabajo como elfo navideño; decían que era un milagro de Navidad, que San Nicolás le había enviado una cita de regalo por su buena acción, que se debía a que no mató a aquel niñito, o que el hombre debía tener una debilidad por los twinks rubios.


Bueno, puede que los haya pateado un poco y les escondiera las llaves de sus casilleros por ser una molestia.


Como sea.


Después de la cortesía de los mensajes, donde Otabek, el papá del siglo (el cual Yuri podría o no llamarlo mentalmente daddy), le preguntaba qué es lo que le gustaba comer, el tema se extendió a hablar de otros intereses, como música, ropa, familia, día a día, hasta que acabaron mandándose buenos días, buenas noches y una que otra foto de su día. Lo mejor/peor, es que Otabek le mensajeaba cada que, según él, Aristan preguntaba por el Elfo Yuri.


A veces recibía imágenes del pequeño Altin sosteniendo un dibujo de palitos que se suponía era un retrato de Yuri con el mentado traje de elfo navideño; o del niño en bicicleta o jugando, o durmiendo sobre sus tareas.


En realidad, le hubiese gustado recibir fotografías del otro pequeño Altin… pero no, el tipo este era un hombre decente y de familia.


¿Qué?


Oh, por todos los dioses, ni siquiera estaba seguro cuando aceptó que la cena fuera en la casa de los Altin.


Quedaron en que sería apropiado reunirse el miércoles de la semana de vacaciones de año nuevo, como a las seis de la tarde, todo muy informal. En ese preciso momento, Yuri iba prácticamente solo en el transporte, abrazando una caja con un postre de crema y frutas que había preparado con ayuda de su abuelito.


De vez en cuando posaba los ojos en su teléfono viendo el mapa del gps, no quería perderse y hacer el ridículo, así que estaba atento y con todos sus sentidos en alerta. No estaba muy familiarizado con ese lado de la ciudad, por allí donde empezaba la zona de los condominios y las casas eran todas iguales pero de diferentes colores, el pasto bien cortado, jardines coloridos, arbustos con formas y elegantes buzones que podrían confundirse con pajareras.


Algo así como el paraíso para la clase media pudiente.


Y bueno, digamos que Yuri y su abuelito vivían en un pequeño apartamento ubicado en alguno de esos muchos edificios que se construyeron durante el apogeo de la URSS; para dos personas y un gato estaba bien, aunque tendrían que ver como reparar la calefacción antes del próximo invierno.


No podía evitar sentirse un poco… socialmente resentido.


Se apresuró a avisar la parada cuando el gps habló con ese tono monótono y robótico, advirtiéndole que debía hacer un cambio en su ruta.


Apenas se bajó del bus, se arrepintió de no haber llevado una chaqueta más gruesa. Había confiado en el pronóstico del clima y solo llevaba unos jeans oscuros, su camiseta favorita y un delgado suéter oversize de tono morado salpicado de manchas de leopardo en negro y blanco; y la aplicación del clima decía que estaría caluroso hasta bien entrada la noche… ugh, congelaría su trasero cuando tuviera que volver.


Yuri caminó un par de cuadras intentando memorizar el camino, pero era difícil con las casas muy parecidas. La voz de su gps le dijo que había llegado a su destino.


Puede o no que haya soltado un jadeo sorprendido cuando vio la preciosa motocicleta estacionada en el antejardín, era enorme y super cool, negra y plata, brillante… oh, podría babear sobre esa motocicleta. Estaba a punto de tocarla cuando escuchó que golpeaban una ventana, por lo que levantó la vista y se encontró con cierto renacuajo pegado en el vidrio, agitándose con demasiada emoción para un cuerpo tan pequeñito.


Lo saludó y el mocoso pareció explotar de felicidad. Y a medida que el rubio se acercaba a la puerta para tocar, podía escuchar claramente los chillidos agudos de: ¡papi!, ¡ya llegó el elfo Yuri!, ¡papi, abre!


El sonido de las llaves y el crujido de los goznes de la puerta duplicaron sus nervios y consideró brevemente dar media vuelta para ir a esconderse tras algún seto del antejardín, pero no tuvo tiempo de hacerlo porque ya estaba abierto.


Otabek se apreció con una diminuta sonrisa en sus labios, vistiendo una camiseta azul oscuro de cuello polo y manga corta que se ajustaba en todos los sitios correctos, unos jeans desgastados, zapatillas deportivas y, como detalle hogareño, un mantel de cocina colgando en su hombro. Seguramente estaba cocinando cuando llegó.


Hola, Yuri, gracias por venir.


Oh, a Yuri no le importaría que lo recibieran así todos los días: llegar de clases y que un hombre tan maravilloso abriera la puerta.


Pensando en todos los mensajes que habían intercambiado, el moreno era mucho más impresionante en vivo… ¿Cómo es que había conseguido una cita con él?

Elfo Yuri, ¡viniste! mi papá está cocinando carne de la rica.


Ah, sí.


El renacuajo.


Había olvidado a Aristan por un momento, pero el niño se encargó de recordarle su presencia cuando se le pegó en un abrazo alrededor de su cintura.


—Hola, Aristan. — saludó revolviendo los oscuros cabellos del más pequeño.


—¡Te acuerdas de mi nombre, Elfo Yuri!.

—Claro, renacuajo. Pero no soy un elfo.


—Aristan, deja que Yuri entre. — pidió Otabek al ver que su hijo iba a lanzarse a hablar de nuevo. — pasa, por favor.


—Gracias. Traje un postre.— le pasó el recipiente al moreno y se preparó mentalmente para poner sus pies en la casa Altin por primera vez (y si todo iba bien, podría no ser la última).


---


Yuri sonrió a pesar de que la continua charla de Aristan lo tenía mareado. No tenía idea porqué había sido arrastrado al cómodo sillón ni porqué ahora su regazo estaba lleno de dinosaurios de plástico.


Otabek desapareció en la cocina después de decirle que acabaría las ensaladas para la cena, Yuri se había ofrecido a ayudar, pero el pequeño niño insistió en que quería mostrarle sus juguetes al Elfo Yuri.


Y allí estaba, medio escuchando el eterno monólogo sobre cómo los dinosaurios pelearon con los extraterrestres, declarándolo como un hecho y no como si hubiese estado jugando a aquello justo antes de que él apareciera.


Analizó vagamente los dinosaurios de plástico sobre sus piernas, recordando que de pequeño su animal favorito era el tigre dientes de sable y que cuando grande quería ser paleontólogo, buscando dinosaurios, como los de Jurassic Park y, obvio, más tigres gigantes. Sus sueños se diluyeron con los años y ahora estaba estudiando Ingeniería Civil Química para trabajar encerrado en un laboratorio y así no tratar con más gente de la necesaria, sobre todo, no tratar con niños.


En algún momento Aristan debió darse cuenta de que el rubio volaba en algún lugar de sus ideas y tomó asiento a su lado, para empezar una nueva conversación.


—Elfo Yuri, ¿te gustan los gatos?


Y el niño obtuvo la atención que quería.


—Sí, me gustan mucho.— los ojos castaños de largas pestañas lo miraban expectantes, así que agregó: —tengo uno que se llama Potya.


—¡A mi también me gustan los gatos! Pero papá dice que soy pequeño para tener un gato, pero yo quiero uno.


—Cuando tengas más edad podrás tener los gatos que quieras. Tienes que ser más adulto para poder cuidarlo como corresponde.


Aristan asintió, al parecer estaba reorganizando las ideas en su cabecita.


—¿Mi papá es lo bastante adulto como para tener un gatito?


Ese mocoso sería un gran negociante cuando mayor, debería ser abogado o algo.


—Quizás, pero seguro que el trabaja y debe cuidarte, así que no tiene tiempo para cuidar también a un gatito.


—Bueno… hmmm… Elfo Yuri, ¿como son los gatos en el polo norte?


—¿Cómo voy a saberlo?


—Porque eres un elfo navideño y vives con San Nicolás en el polo norte.- Aristan frunció el ceño, casi parecía ofendido de que le estuvieran mintiendo de esa manera… salvo que Yuri no le estaba mintiendo.


—No soy un elf….- lo intentó, pero el niño superó su enojó y lo interrumpió preguntando:

—¿No se pelean con los renos?


Evitó rodar los ojos. No lo haría, era un mocoso, los mocosos preguntaban estupideces, y se les pasaba en algún momento de la vida, o crecían para convertirse en alguien como JJ (que seguía hablando estupideces o comportándose como un mocoso). Ojalá Aristan no acabara así, igual le agradaba un poco.


—No se pelean con los renos.- respondió en un suspiro cansado.


—Aparte de los elfos, ¿también hay duendes? ¿Son feos, o bonitos como los elfos?


Yuri revisó su teléfono y se preguntó cuánto más tardaría el papito del año en terminar la comida.


—¡Aristan! ve a lavarte las manos


Alabado sean los espíritus de las fiestas de fin de año.


El niño se paró y corrió hacia, lo que Yuri supuso era, el baño.


Otabek apareció en la sala… cada vez que se plantaba frente a sus ojos, lo encontraba más atractivo. Era como… hum, la versión masculina de una milf, ¿dilf?, ¿eso existía?... lo googlearía más tarde.


—Puedes pasar a la mesa, Yuri.- le indicó brevemente.


—Debería utilizar el baño, estuve jugando con los dinosaurios.


—Claro, puedes… .— indicó el pasillo por el que se fue el niño.— Aristan se toma su tiempo, si quieres puedes usar el baño de mi cuarto.


Yuri trató de esconder su sonrisa: no esperaba llegar al cuarto de Otabek tan rápido… o sea, no de esa manera en la que podría haber pensado anoche antes de dormir, pero un hombre puede permitirse soñar.


La habitación de Otabek era un cuarto común y corriente, paredes blancas con una pizarra de corcho donde tenía prendidos un montón de dibujos de su hijo y fotografías, un escritorio pegado a la pared justo a un lado de una repisa con un montón de libros, un closet de tamaño regular y lo que supuso era la puerta del cuarto de baño.


Sin querer, sus ojos revolotearon hacia la cama de dos plazas que estaba al centro de la cama, tenía un cobertor azul que parecía suave. una cantidad de almohadas y cojines que podía ser ilegal y un peluche de un oso recostado justo en el centro.


Dioses, era un hombre tan dulce.


Se lavó las manos con cuidado y se arregló el cabello; estúpidamente hizo un par de muecas al espejo, midiendo lo bien que se vería sonriendo, masticando o bebiendo.


Cuando cayó en cuenta de sus acciones, quiso azotar la cabeza contra el lavamanos.


No lo hizo, solo puso sus manos húmedas sobre las mejillas e intentó controlarse.


— Vamos, Yuri. Solo es una jodida cena.


Sí, el tipo absurdamente hermoso no era nada de lo que asustarse.


---


Sostuvieron una conversación amena mientras comían.


Otabek era un cocinero excelente y les preparó una carne asada tan deliciosa y tierna que era como hundir el tenedor en una nube, las patatas horneadas tenían una gruesa cáscara dorada crujiente y una salsa de oporto que era como ambrosía en su lengua.


Aristan interrogaba a Yuri a la velocidad de luz, preguntando por su supuesto trabajo en el polo norte, queriendo saber cómo los duendecillos podían construir tantos juguetes tan rápido, cuánto pesaba el trineo de San Nicolás … Oh, si San Nicolás y Ded Moroz son lo mismo (pero si son lo mismo, ¿qué pasa con la pequeña Snegurochka? ¿Y el trineo tirado por caballos y no por renos?). El rubio intentaba dar respuesta a cada pregunta descabellada, pero a partir de una respuesta, saltaban el triple de cuestionamientos.


Otabek intentaba calmar a su hijo y enviaba sonrisas compungidas, como pidiendo disculpas. El mocoso estaba hiperventilado e hiperkinético, su padre casi tuvo que amarrarlo a la silla cuando quiso salir disparado a buscar los juguetes que le regalaron por navidad.


—Supongo que si Yuri elfo navideño trabajaba con San Nicolás, debe saber que recibí de regalo… ¡dime que es!


—No puedo


—¿Por qué no?


—Ahm… porque no soy un elfo.— Yuri llevó su vaso de jugo a los labios para no tener que comprometerse en una nueva respuesta.


—No mientas.— se rió Aristan, moviendo la mano con su cuchara y salpicando patatas en todas direcciones.— ya sabemos que eres ayudante de San Nicolás.


—Leoncito, amor, no molestes a Yuri con eso. Es solo un chico que trabajaba a medio tiempo en el centro comercial.


—¡Que sí! Que sí es un elfo, ¿no ves que usa el cabello largo para ocultar sus orejitas de elfo de la navidad?


—Lo siento.— murmuró hacia Yuri, y este solo se encogió de hombros y movió su mano en un gesto para restarle importancia.


—Tú dijiste que si habían personas mágicas.— le reclamó a su padre.— yo creo que Yuri tiene mucha magia en su corazón.


Aquí el aludido podría discrepar: su corazón estaba lleno de odio hacia sus maestros de la universidad, resentimiento hacia aquellos compañeros que podían costearse los materiales sin necesidad de trabajar, un cansancio perpetuo, y un crush del tamaño del Lakhta Center con Otabek.


—Eso es muy lindo, renacuajo. Pero solo soy un estudiante, lamento decepcionarte.


Aristan resopló, estiró sus labios en un puchero, cruzándose de brazos y bajando su mirada, como si estuviese entrando en una pataleta.


—Pero Leoncito.— el moreno soltó un suspiro cansado.— compórtate, ¿quieres? Yuri ha venido de lejos para cenar con nosotros.


—Pero yo quería que Yuri fuera un elfo de la navidad.


Maldito mocoso malcriado.


Sinceramente, no sabía de dónde había se había arrancado este trozo suyo, quizás era algo así como espíritu navideño residual que se contagió por eso de tener que reponer la nieve plástica del trineo de San Nicolás en el centro comercial… como fuera.


Se inclinó un poco en la mesa y cubrió el lado de la cara que daba hacia Otabek, como si quisiera que no se enterara de lo que diría (aunque era obvio que lo escucharía).


Oh, mierda, se iba a arrepentir de esto.


—En realidad si soy un elfo de la navidad.— susurró en un tono que pretendía ser bajo, pero fue todo lo contrario.— pero no puedo decirlo o me quitaran la magia.


Los bonitos ojos de Aristan se abrieron junto a su boca en una expresión de pura sorpresa, sin embargo, antes de que pudiera agregar algo:


—¡Sí! ¡Sí!.— el niño chilló emocionado, salpicando comida hacia todas partes cuando se subió arriba de la silla para celebrar.— yo lo sabía, lo sabíaaaaaaaaa.


—Aristan, hijo, bájate… .— Otabek se levantó e intentaba atrapar al pequeño que rebotaba en su lugar y parecía que ya pronto arrastraría el mantel con todo y cena.


—Deberías casarte con papá para poder vivir todos juntos en el polo norte, junto a San Nicolás.


Yuri escupió el jugo que estaba bebiendo, sonrojándose hasta la raíz del pelo y evitando la mirada de Otabek.


Mierda, no había pasado ni un minuto y ya se arrepentía de sus buenas acciones.


---


Dioses.


La cena continuó con Aristan haciendo planes de su futura vida en el polo norte, no hubo manera de quitarle la idea durante el resto de la noche.


La vergüenza fue continua, a tal punto que Yuri podría decir que sus orejas (no de elfo, cabe decir), permanecieron rojas toda la velada; afortunadamente su cabello largo las cubría… pero sus mejillas rosadas no tenían excusas.


Yuri envolvió la bufanda aún más arriba, dejando solo sus ojos descubiertos; quizás de esa manera podría ocultar un poco de su vergüenza.


Otabek, muy caballero él, lo acompañó hasta la parada de autobuses, conversando de algunas detalles banales, como el clima y la economía.


Iban muy cerca, incluso rozaban sus hombros y sus codos de vez en cuando.


Eso lo ponía nervioso y lo hacía sentir como si tuviera quince años de nuevo, sonrojándose abruptamente y sus manos transpiradas. ¡Ni siquiera se le ocurría qué decir! algún tema interesante, como esas cosas que hablaban por mensajes, podrían hablar de sus gustos, de música, de la vida, de los extraterrestres… pero aquí a su lado solo podía mencionar el frío de la calle.


Estaba muy oscuro para ser las nueve de la noche, pero eran las consecuencias del invierno; de todos modos agradecía que el renacuajo se durmiera temprano y pudieran haber compartido esa copa de vino junto al pequeño calentador y coquetear vagamente, diciendo cumplidos aquí y allá..


Ahora en el exterior no parecía apropiado comportarse de esa forma.


De todos modos, ya estaban en la parada del autobús.


Arregló las hebras rubias que se escapaban del grueso gorro de lana y buscó el dinero para el pasaje.


—Antes de que te vayas... .— empezó Otabek, luciendo algo nervioso.— en unos días viene la madre de Aristan, pasan unas dos o tres semanas juntos, quizás menos, supongo que dependerá de su bebé… lo que quiero decir, es que Aristan se queda en la casa de su abuela materna y tendré un par de noches libres… tú, hum… ¿te gustaría que saliéramos a tomar algo?


Yuri abrió la boca, pero no fue capaz de decir nada de inmediato.


Esa era una petición para una cita.


¡Otabek quería tener una cita con él!


Se quitó la bufanda de la cara para dar una respuesta lo más clara posible.


—Estoy en vacaciones de invierno ahora, así que no habría problema.


—Entonces coordinamos cuando sepa los días exactos. Quizás Aristan se moleste porque no va a poder ver al elfo Yuri


—Ese renacuajo.— resopló para esconder una risita. No podía creer que tuviera que agradecerle algo a ese mocoso, ¡estaba teniendo una cita después de tantos años!


Por la vacía calle se escuchó el rugido de un motor acercándose, Yuri se estiró un poco para mirar y a la distancia vio que el transporte se acercaba.


Diablos. El momento se había ido tan rápido, ni siquiera pudo saborearlo bien.


Miró a Otabek que todavía tenía la diminuta sonrisa en sus labios y, sin pensarlo mucho, decidió que podía intentar un pequeño saludo inocente por las fechas en las que se encontraban.


—Que pases felices fiestas.— dijo en un tono bajito y azorado.


—Tú también.


Fue un abrazo medio torpe y rápido, ni siquiera alcanzó a cruzar sus dos brazos por la espalda del moreno, porque el maldito autobús venía demasiado cerca como para un contacto más prolongado, pero tenía una promesa de volver a verse… si tenía suerte, podría tener algo más.


Intercambiaron una sonrisa antes de que Yuri se subiera, se despidió con la mano, aun con la cara de felicidad idiotizada casi se tropezó cuando el chofer cerró las puertas y puso la máquina en marcha.


Apenas tomó asiento, su móvil vibró en su bolsillo:


“Avísame cuando estés a salvo en casa ”


Estúpido y perfecto Otabek.



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Aquí la segunda parte, con más fluff navideño antes de tiempo. Esperemos que esta navidad podamos tener la tercera parte -winkwink-

En su momento, eso fue dedicado a Emiko-san, que fue una de las más entusiastas con esta historia, sigue siendo dedicada a ella.

También, muchas gracias por leer esto :3 un abrazo enorme, bebés, gracias por leer, por comentar, por votar.

Cuídense mucho, que los quiero a todos sanitos.


8 de Julio de 2020 a las 21:53 1 Reporte Insertar Seguir historia
18
Fin

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AW Leiyedeth Cambiándome de hogar [Cat Lady] [Witch] Write 🔹Art 🔹Craft 💚Invítenme a un café: https://ko-fi.com/leiyedeth 💚Facebook: https://www.facebook.com/Leiyedeth/

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Yatovale 10 Yatovale 10
Va a ver tercera parte?🎉🎉🎉
July 08, 2020, 22:08
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