La brisa de verano mecía suavemente las ramas de los árboles, esa noche no parecía especial o diferente a cualquier otra, pero un hombre arremolinado en su cama se despierta, jadeante y sudoroso, una noche más, susurra mientras ve hacia la ventana, logra vislumbrar la luna en el cielo despejado, que, aunque llena ante sus ojos esta se ríe de él.
Se sienta lentamente en el borde de la cama y frota su cara con ambas manos, pasados unos segundos se levanta para servirse algo de agua; él era un astrónomo y hace unas semanas, en una de sus observaciones rutinarias, logro observar sombras sobre una supernova, puntos oscuros sobre un gran foco, dentro de su estupor maquino explicaciones en su cabeza, tal vez un grupo de asteroides viajando hacia mucho tiempo ya pasaron sobre ella, tan grandes, tal vez remanecientes de una catástrofe ocurrida relativamente cerca a esta, más estas maquinaciones no podían ocular lo horrorosamente fuera de lugar de estos objetos, estos viajaban muy cerca el uno del otro y tenían un tamaño lo suficientemente grande para ser vistas bloqueando algo de la incandescente luz de la supernova, es allí cuando algo pareciere haberse quebrado dentro de su cerebro, destellos de luz, plasma con forma cambiante uniéndose y separándose de manera asquerosa, ojos, ojos que veían hacia todas las direcciones posibles y uno directamente hacia él, esta mirada producía una sensación que tal vez solo pueda ser descrita como escozor en todo el cuerpo, un sonido como el una tetera hirviendo a punto de despedir su silbato por la presión del vapor en el que se había convertido el agua y de la nada, paz. Cuando abrió sus ojos se acerco desesperado nuevamente a la lentilla del potente telescopio, en esta solo se veía la supernova, resplandeciente, sin ningún obstáculo bloqueando su magnificencia. Corrió hacia la computadora que grababa todo lo que se veía por el telescopio, y nada, nunca hubo nada en ese lugar además de la estrella, se desmallo en el instante de hacer este descubrimiento y fue enviado a casa.
Regreso a trabajar al día siguiente de lo ocurrido, tratando de ocultar los sudores fríos y sus constantes temblores de sus colegas, pero lo peor de lejos eran esas pesadillas, todas las noches, siempre iguales, siempre el plasma, los ojos y el escozor, pero eso iba a cambiar esta noche, pues era la última. Al terminar de servirse el agua y llevarse el vaso a la boca se desplomo, para nunca volver a levantarse.
Varios días después la policía irrumpió en su casa, ya que sus compañeros y amigos reportaron su desaparición, encontraron su cuerpo en el suelo, inmediatamente después de que el forense dictase su veredicto se llevó a cabo una investigación en el observatorio, así como exámenes a todos los trabajadores, mas todos se encontraban bien de salud y el lugar se encontraba en estado óptimo sin ningún tipo de riesgo para el bienestar de los empleados. La autopsia había revelado varios tumores dentro del cuerpo de este hombre, causadas por una constante exposición a la radiación.
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