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Felipe Beytía


Un cuento corto acerca de uno de los demonios "necrones" del pueblo de Suchipata.


Cuento No para niños menores de 13.

#monstruo #pesadillas #misterio #cueva #peligros #pueblo
Cuento corto
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La cueva de Jurjut

Judy, una joven recién graduada de psicología, estaba llegando al poblado de Suchipata. Esta ciudad se encontraba cerca de la carretera de tierra y era bastante pequeña. La primera impresión de la joven al llegar, fue de asombro, ya que no parecía haber casas en la zona, solo grandes edificios que aparentaban ser el hogar de alguien. Pasó debajo del arco que permitía el acceso al pueblo, camino hasta la plaza y se dedicó a buscar a alguien que la pudiera instruir acerca de dónde trabajaría.

- ¿Perdida?

Le preguntó un hombre de tez negra que se encargaba de arreglar los arbustos del único hotel del pueblo. Judy se acercó a él, este tenía un afro, era de labios gruesos, usaba lentes y poseía tres puntos debajo del ojo derecho.

- Sí, soy Judy.

- Hola Judy, soy Denis.

- Hola Denis, ¿Sabes dónde está la oficina de psicología?

- Así que eres la nueva psicóloga. Eso es bueno... La oficina es ese edificio grande de allá.

- Gracias... ¿Dónde están las demás personas?

- Seguramente en las plantaciones de grano.

Después de esta corta conversación, Judy se dirigió a las instalaciones de psicología. Era una oficina bastante grande: Poseía un escritorio y una cama, que se veía oculta por una cortina. El lugar estaba todo desordenado, parecía que el anterior psicólogo se había ido con mucha prisa. La chica abrió la cortina para dejar sus cosas en la cama y, al hacerlo, encontró revistas pornográficas debajo de la almohada. Sin embargo, parecía que la cama no había sido usada en bastante tiempo, a diferencia del resto de la oficina. Judy se pasó la tarde limpiando el lugar. Terminó a eso de las nueve y dieciocho. Exhausta, se lanzó a la cama. Comenzó a mirar el techo, preguntándose diversas cosas, como si es que allí conseguiría novio en aquel lugar, ya que deseaba, bastante, tener una relación amorosa. Pensó en cuantos años poseería Denis, seguramente debía de tener unos cincuenta años. Pasó el tiempo y Judy se durmió.

Al día siguiente, fue al baño de la oficina. Había dormido como una diosa. Se miró en el espejo y vio su corto cabello negro todo despeinado. Se arregló, se vistió, desayuno y se dispuso a salir del edificio. Abrió la puerta y apareció una señora con su hijo, el cual poseía grandes ojeras. La mujer le explicó que venía por su cita de los jueves, que tenía siempre con el antiguo psicólogo. Judy revisó al niño, le hizo un par de preguntas y luego le dijo cosas típicas de psicólogo, el pequeño sufría de pesadillas intensas. Cuando el niño y su madre se fueron, alguien volvió a tocar la puerta: Era otro cliente. El día de Judy se pasó en atender a múltiples clientes, en su mayoría madres con sus hijos. Parecía que todos sufrían de lo mismo: Pesadillas muy frecuentes.

Cuando cayó la noche, Judy se hizo un té y se sentó en el escritorio. Comenzó a beber, hasta que escucho algo. Algo se había caído. Un cuaderno, un cuaderno de color naranja que poseía unas extrañas letras y símbolos. Dejó el té en la mesa y fue hacia el cuaderno que, por tan delgado que era, parecía un folleto. Trató de abrirlo, pero le fue inútil. Parecía estar pegado por dentro. Lo guardó en el estante y se dirigió hacia el escritorio. Se llevó una sorpresa al ver que su taza ya no tenía té, parecía que ya se lo había tomado. Cuando fue a dormir, se quitó la camisa, dejándose el pecho desnudo y se quitó los pantalones, quedando solamente en Bragas. Se acostó.

- ¡Demonios! Hace mucho calor.

Fue lo que dijo antes de quedarse callada y dormirse al rato. Se levantó en el bosque, delante de una gigantesca cueva. Salió de la cama que se encontraba misteriosamente en aquel lugar y se paró delante de la oscura entrada a la cueva. Desde adentro se escuchaban arañazos y sonidos de que algo se movía muy veloz dentro de allí. Judy comenzó a sentir algo, algo que le incitaba a entrar. No tenía idea, pero deseaba entrar. Comenzó a escuchar un leve susurro, una voz gastada y muerta que la llamaba en una lengua extraña.

- Jasalgul jaza... jasalgul jaza... judtsed... jasalgul...

¿Te lo imaginas? Estar semidesnuda en medio del bosque enfrente de una cueva y que te llamen desde adentro. Dio un paso, luego otro, hasta llegar al borde de la entrada. Las palabras que la llamaban, cambiaron.

- Judy jasalgul jaza.

Estaba a punto de entrar, pero entonces se detuvo. Tenía medio pie dentro, pero se detuvo. De sus labios salió la frase: "No debería entrar". Entonces, justo en ese preciso momento, aparecieron dos esferas brillantes y celestes. A la vez se escuchó, en voz fuerte: ¡Pues no entres!

Judy despertó en su cama, estaba muy asustada y sudada. Habría sido una pesadilla. Tal vez leerla no fue atemorizante, pero en el acto, lo fue. No pudo dormir después de ello. El recuerdo de aquellas gigantes, celestes y brillantes esferas en la oscuridad, le impedía conciliar el sueño. Sintió ruidos otra vez. Provenían del frente de las oficinas. La muchacha se colocó una bata, buscó algún tipo de cosa para defenderse, como un cuchillo. Para su buena suerte, encontró una pistola. Salió con gran velocidad y apuntó a quien estaba afuera.

- ¿Denis?

El negro había estado podando los arbustos fuera de las oficinas de psicología. Vestía un chaleco verde. La joven estaba confundida, así que le preguntó la razón por la que él estaba podando su jardín. Él le explicó que siempre podaba gratis, ya que le gustaba ver ordenada y limpia a la ciudad. Denis miró de reojo a Judy, a la cual se le notaban los pechos.

- Déjame adivinar. Estás desesperada por una pareja, que andas haciendo esas cosas en solitario.

Judy no comprendía de qué hablaba hasta que se dio cuenta de que se le notaban los pechos. Sonrojada, se cubrió y, llena de vergüenza, le dijo que no, que ella dormía así debido al calor.

- Denis... ¿Sabes... si por aquí hay alguna cueva?

- Sí, la cueva del bosque. Está hacia allá.

- Espera... ¿Me estás diciendo que esa cueva se encuentra detrás de la oficina de psicología?

- Sí... como a unos ¿qué? cien o doscientos metros.

- Okey, gracias. Hasta luego Denis.

- Oye Judy.

- ¿Si?

- Veo que no has comido nada hoy, si quieres mañana te puedo invitar comida del hotel.

- Claro, muchas gracias.

Judy volvió a entrar. Guardó el arma y se sentó en su escritorio. Cogió una hoja de papel y comenzó a dibujar. Miraba a la nada y, cuando menos se dio cuenta, se había dibujado a sí misma en frente de la cueva y con las dos esferas celestes en la oscuridad. Se preguntaba el significado de aquellas raras palabras. Y sin pensarlo, cayó dormida otra vez.

Al día siguiente, volvió a tener gran cantidad de clientes, pero, al medio día, se tomó un descanso y fue al hotel. Denis le dio un plato llamado "Sagría a la mar" un tipo de sopa del pescado que habita en los lagos de Suchipata. Terminó de comer y fue corriendo al baño a vomitar.

- Por eso es que se come la sagría con limón

Murmuraba Denis al ver como la pobre corría al baño. Judy pasó fatal el resto del día. Entre fuertes diarreas y vómitos intensos. Salió del baño de su oficina, mientras se secaba la boca con una toalla. Vio el reloj: Era la una de la mañana. Se sorprendió, pensaba que era más tarde, ya que su día se le hizo eterno. Se lanzó a la cama, después de poner un basurero cerca. El basurero era para vomitar en él. Entonces tocaron su puerta. Fue a abrirla. Esa vez estaba un poco más cubierta que la vez que se topó con Denis fuera de la casa: Aunque no traía pantalones, se cubría la parte de arriba con una gran camiseta negra, tan grande que parecía vestido. La abrió y frente a ella estaba el primer niño al que había atendido al llegar al pueblo.

- Tuve otra pesadilla y mis padres dijeron que viniera a verla.

La psicóloga le dejó entrar. El niño se sentó delante del escritorio, mientras Judy tuvo que correr para vomitar en el baño. El pequeño le dijo que si había comido sagría debía de haberle echado limón para evitar esos problemas. Judy salió del baño, secándose la boca.

- Oiga, dibujo mi sueño... pero no recuerdo a una mujer desnuda... se parece a usted.

Judy no sabía que responder, el niño había tenido el mismo sueño que ella. Sin embargo, el pequeño le explicó que esa noche había soñado que en la cueva, aparte de los ojos, había aparecido una huesuda mano. El niño estaba muy asustado, entonces la psicóloga le dijo que se calmara, le dio una pastilla para dormir y le envió a casa. Cuando el niño se fue, se quitó la camisa y volvió a la cama. Al día siguiente, había un gran alboroto.

- Mi niño. Mi niño ha desaparecido.

Gritaba una señora, luego fue hacia Judy y comenzó a reclamarle. La acusó de ser ella la culpable de la desaparición de su hijo. La psicóloga respondió diciendo que ella envió al pequeño devuelta a casa y que era la culpa de la madre por dejar al niño solo, sabiendo que ella estaba enferma y que no le podría acompañar. Ante esto, la señora le dio un fuerte puñetazo a Judy en la cara, esto la hizo caer desmayada al piso. Despertó delante de la cueva. Se quedó paralizada al escuchar gemidos de dolor agonizante desde adentro del oscuro agujero. Judy comenzó a llamar al niño por su nombre y, pocos segundos después, recibió una respuesta.

- En mi sueño, le di la mano.

Apenas terminó la frase, se escuchó el sonido de que algo explotaba, como cuando se aplasta una sandía. Judy no sabía ni que hacer, ni que pensar. Pero entonces, se comenzaron a ver otra vez las celestes y brillantes esferas. - No me rechazarás para siempre.

Fue lo que se oyó desde dentro. Judy despertó en una celda. La habían arrestado por la desaparición del niño. Cuando un detective comenzó a interrogarla, ella contó todo sobre la cueva y los sueños. El detective, que poseía un extraño pendiente, no creyó nada de lo que Judy le decía. Sin embargo, ante la falta de pruebas, la dejaron libre a la semana. Al salir de la comisaría de Suchipata, Judy estaba muy delgada, seguía enferma. Había vomitado toda la semana, razón por la cual olía horrible.

No había nadie en la plaza, ni en el pueblo. Seguramente estaban en las plantaciones. Judy se dio cuenta la razón de que la soltaran al ver un cartel en un poste: Otro niño había desaparecido. Fue con Denis, le contó todo y le pidió ayuda para salvar a los niños, sin embargo, no le creyó y se rehusó.

Llegó a la oficina. Estaba segura de que si nadie la ayudaba a salvar a esa niña, ella lo haría sola. Primero tomó una ducha y se cambió de ropa. Agarró una mochila y en ella puso una linterna, la pistola y baterías extra para la linterna. Armada de valor, Judy se dirigió a la cueva. Se detuvo delante de la entrada, preguntándose si era buena idea. Todo su coraje se fue cuando una leve brisa salió de la cueva. Nadie podría evitar aquel sentimiento. Ella esperó a que aparecieran las esferas celestes, pero no lo hicieron. Al ver esto, su valor regresó y, sin dudarlo, entró a la cueva. Alumbraba todas partes con la linterna. Entonces, algo caminó detrás de ella. Fue tan veloz que no consiguió verlo, usando la linterna. Avanzó un poco más hasta que se tropezó con lo que parecía una rama, pero, alumbrándolo desde el suelo, Judy se horrorizó al ver el cadáver de un niño sin cabeza. Tres gotas de un líquido espeso cayeron en la pierna de Judy. Entonces, alzó la mirada. Las esferas celestes estaban justo enfrente de ella. Las iluminó, pero, al instante, estas se alejaron a gran velocidad.

- ¿Qué?... ¿Esas cosas le temen a la luz?

Judy comenzó a seguir a las esferas. Vio su reloj, eran las doce de la noche. El sonido de un botón presionándose asustó a Judy. Pero entonces la luz volvió.

- Espera un momento... Esa no es la luz de mi linterna.

Se dio la vuelta para estar frente a las esferas celestes. Judy intentó correr o alumbrarlas con la linterna, pero no pudo. Algo sujetaba sus muñecas y con mucha fuerza. Entonces, sintió la misma presión, pero en su cabeza.

- Jasalgul jaza... jasalgul jaza... judtsed... jasalgul...

En breve, sintió como la levantaban y como la fuerza que había sobre sus muñecas, se las destruía, comenzó a gritar.

- Jasalgul jaza... jasalgul jaza... judtsed... jasalgul... jazaga jasalgul jaza...

Judy abrió los ojos, estaba a pocos centímetros de las esferas cuando comenzó a sentir gran presión en la cabeza. Desde fuera de la cueva, se oyó una explosión, como cuando se aplasta una sandía.

Entonces Judy despertó. Estaba en su cama en la oficina. Estaba igual que la vez que tuvo la primera pesadilla. El calendario decía que era el mismo día. Todo fue una pesadilla. Al costado del calendario, se encontraba el cuaderno naranja que se había caído aquel día. Estaba abierto en una página donde había extraños dibujos y una

Palabra subrayada: Jurjut. Entonces, alguien tocó la puerta. Comenzó a mover la perilla. Judy no sabía la razón, pero observó asustada el cuaderno y leyó una parte de lo que decía:" ¿Falso? Real". Luego miró al reloj: Once cincuenta y nueve.

Judy no notó cuando dos esferas celestes aparecieron bajo su cama…

Casi dos años después, nadie sabe lo que pasó, nadie sabe dónde se encuentra aquella joven que llegó al poblado de Suchipata. Sin embargo, a la gente no le importaba, todos sabían que vendría un nuevo psicólogo.

Denis se encontraba en la recepción de su hotel, era de noche. El negro leía una revista de jardinería cuando un hombre entró al hotel.

- Hola, ¿Tiene habitaciones libres? – Preguntó el hombre.

- Todas las que quieras – Dijo Denis mientras buscaba las llaves.

- Soy periodista

- ¿Y qué? ¿Te aplaudo?

- Je, que divertido – El hombre no paraba de sonreír, lo que a Denis le molestaba. – Vine al pueblo a investigar acerca de las desapariciones de Otto von Losto y Judy Carceda, los antiguos psicólogos del pueblo.

- ¿Eso no es trabajo para la policía?

- A los policías no les importa, pero la gente de la capital quiere saber. Por eso estoy aquí. Para descubrir los secretos detrás de esas desapariciones. Si no lo hago yo, vendrán otros y me quitarán la fama.

- Tú habitación es la F8, en el segundo piso – Dijo Denis de manera cortante mientras le entregaba las llaves del cuarto.

- Gracias. – La atención del hombre se fijó en un extraño cuaderno naranja que se encontraba sobre la mesa, pero no preguntó y se fue a su cuarto.

Cuando el hombre se había ido, Denis cogió el teléfono y realizó una llamada.

- ¿Azamael? Sí, Hola. Oye, envié un tonto a tu cuarto. Diviértete con el sacrificio.

Entonces se escucharon golpes y gritos. Denis solo volvió a coger la revista de jardinería y dijo.

- “Si no lo hago yo, vendrán otros” – Dijo mientras le dirigía una mirada al cuaderno naranja. – En ese caso – Denis se quitó los lentes, sus ojos se tornaron completamente celestes – Que vengan.

Fin












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29 de Mayo de 2020 a las 03:30 0 Reporte Insertar Seguir historia
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