ofeliamysto Priscila Almazán

Laerte es un joven universitario que es advertido por su abuela sobre una mujer de ojos verdes que brillan, la cuál, según su abuela, le traerá desdicha y sufrimiento. Poco después de aquella advertencia, Laerte encuentra un anillo del cuál sale un ser que promete concederle tres deseos. ¿Quién es esa mujer de la que su abuela le advierte? ¿Qué deseos pedirá? ¿Quién es ese ser que le concederá los deseos?


Fantasía Viaje en el tiempo No para niños menores de 13.

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Encontrando lo que no se está buscando

Laerte era un joven universitario de 20 años que estudiaba arqueología y su vida no era tan diferente de la del resto. Él vivía con su madre Dione y dos hermanos menores Rena y Felix, mientras que su padre Abramo poco lo veía desde que su madre lo dejó. Amigos tenía varios, pero sólo podía considerar como a sus más íntimos amigos a Valerio, compañero de la escuela desde la preparatoria y a Alysa, a quien conoció en la primaria.


Como parte de sus estudios, Laerte solía salir a prácticas de campo a diferentes lugares del país en compañía de sus compañeros, donde los maestros los guiaban en trabajos arqueológicos reales que duraban varios días, en los cuales, dependiendo de la labor, solían quedarse en campamentos, casas rentadas o albergues. Fue en una de estas salidas, en la que Laerte se encontraría con algo que cambiaría su vida.


—Por hoy hemos terminado muchachos, recojan las herramientas para volver a la casa —anunciaba el maestro mientras echaba un vistazo al avance del día— Recuerden que nos queda una semana antes de terminar.


Con rapidez los alumnos recogieron las cosas y las subieron a la camioneta, pues aunque a muchos les entusiasmaban las salidas en campo, en aquel lugar en particular no encontraban nada verdaderamente relevante que los emocionara como en otras ocasiones, así que volver a la casa donde se hospedaban les causaba alivia, especialmente en un día tan caluroso como ese.


—No creo que encontremos nada, llevamos dos semanas escavando y sólo hemos hallado un puño de trozos de vasijas —bufó Valerio subiéndose a la camioneta.


—Quizá no encontremos nada, pero tampoco se confíen —intervino el maestro Franco que cerraba la cajuela de la camioneta— Como una especie de maldición, suelen salir cosas en los últimos días de trabajo y si eso pasa, van a arrepentirse de haberlo encontrado, porque no podemos quedarnos más días, y habrá que registrar todo a prisa.


—¿Qué pasaría si encontramos algo que no podamos registrar a tiempo? —preguntó Laerte.


—Yo podría quedarme un par de días más —comentó uno de los alumnos con entusiasmo.


—Muy buena pregunta. Como saben, hay tiempos establecidos para trabajar, no sólo por el presupuesto, sino porque a veces los dueños de los terrenos no siempre serán tan abiertos a dejarlos trabajar por más tiempo —explicaba el maestro— Así que si encuentran algo importante pocos días antes de terminar la temporada, deberán evaluar si pueden o no hacer el registro y levantar el material. Si calculan que les es imposible, deberán enterrar todo de nuevo, registrar el sitio donde lo encontraron y planear su metodología para volver en la siguiente temporada.


—¿Eso no probaría que la gente de los alrededores saquen las cosas antes de que podamos volver? —preguntó Dalila, una de las alumnas.


—Si, por desgracia es un riesgo, porque aunque es ilegal que mueven esos objetos, mucha gente desconoce las legislaciones al respecto. Hablaremos más de eso cuando volvamos al salón de clase, por ahora, volvamos a la casa.


A pesar de que a varios alumnos les despertaba la curiosidad de oír al maestro, todos obedecieron al ser más grande su cansancio y sin más dilación se dirigieron a la casa en el centro del pueblo. Tras dejar las herramientas en la bodega todos comieron juntos y al terminar, cada uno elegía libremente el momento en que debían hacer trabajo de oficina o descansar, pero sabiendo que al final de la temporada habrían de entregar un informe de todo el trabajo realizado.


En esa ocasión, Laerte, Valerio y Oscar, decidieron salir a caminar al pueblo. No era un lugar muy grande y tampoco había muchas cosas que pudieran hacer allí, pero ese día habían estado mucho tiempo sentados o de rodillas escavando, y tenían ganas de estirar las piernas.


Durante su paseo, decidieron comprar unas cervezas pero antes de poder entrar a la tienda, Laerte recibió una llamada que decidió atender fuera de la tienda mientras sus amigos hacían la compra.


—¿Qué ocurre mamá? —pregunté Laerte preocupado de la llamada repentina, pues aunque solía comunicarse diario su con madre, normalmente lo hacía por la noche para dar las buenas noches.


—No te alarmes hijo, tu abuelita se ha puesto mal y he tenido que traerla al hospital, pero está fuera de peligro —explicaba Dione— No iba a decírtelo para no preocuparte en tus tareas, pero tu abuelita insiste en que quiere hablar contigo.

—¿Hablar conmigo? —preguntó extrañado.


—Si, al parecer ha tenido un sueño que la alteró y dice que no se sentirá tranquila si no habla contigo —murmuró evitando que su madre la oyera— Por favor óyela y no la cuestiones, sólo dile que estás bien.


—De acuerdo, pásamela.


—¿Laerte? ¿Hijo? ¿Estás bien? —preguntó Dafne con mucha angustia.


—Si abuelita, soy yo y estoy bien. Estoy en la tienda con unos amigos.


—¡Qué alivio! Escúchame hijo, quizá ya no te vea cuando vuelvas, pero tienes que recordar dos cosas muy importantes —decía la anciana apresurada como si se le terminara el tiempo— No confíes en la mujer de ojos verdes que brillan, no importa lo que te diga o lo amable que parezca.


—Abuelita, no digas eso, volveré en una semana, claro que nos veremos —contestó Laerte desconcertado con las palabras de su abuela pero preocupado de que quizá su madre no le dijo qué tan mal estaba ella realmente— Y por la mujer de ojos verdes no tienes de qué preocuparte porque no conozco a nadie así, pero si la llego a ver, me alejaré, te lo prometo.


—Gracias a Dios te lo he dicho a tiempo. Por favor, no lo vayas a olvidar —suplicó la mujer para luego cambiar su tono de voz, que si bien aún sonaba preocupada, se oía más dulce al decir— No olvides que te amo mucho.


—Yo también te amo abuelita y no olvidaré tu consejo.


El alivio en la anciana fue muy evidente y con tal tranquilidad, pudo despedirse de su nieto, pero en cuanto Dione respondió nuevamente el teléfono, Laerte no tardó en preguntar a su madre por lo que estaba pasando.


—Al parecer tu abuelita tuvo una pesadilla, dice que vio a una mujer de ojos verdes que te traería desdicha y sufrimiento. No quiso hablar mucho de su sueño, pero la alteró tanto que le dio un infarto —contestó Dione cuando pudo salir de la habitación donde su madre descansaba— Por suerte ocurrió cuando fui a su casa para lavar su ropa y pude llamar a tiempo a los paramédicos. Ya la revisó el doctor y dijo que estaría fuera de peligro cuando se tranquilizara, pero ella dijo que no lo estaría si no hablaba contigo primero —dio un suspiro pesado— Ahora que habló contigo se ve más tranquila y el doctor dijo que la tendría en observación esta noche, mientras esté estable, mañana le darán el alta.


—¿Estás segura? Ella dijo que no podría volverla a ver cuando regresara —preguntó preocupado.


—Créeme hijo, si hubiera algo más, te haría volver de tu viaje ahora mismo, pero el doctor dijo que estaba bien. Me quedaré esta noche con ella y si llega a pasar algo, te avisaré.


—De acuerdo —dijo Laerte dando un suspiro de alivio.


—Bueno, entonces te dejo. Te llamo por la noche, te quiero.


—Si mamá. Nos vemos hablamos después, yo también te quiero. Adiós.


Laerte colgó sin poderse quitar la preocupación y muy extrañado de las palabras de su abuela, además, ella no era muy dada a supersticiones y fantasías, sin embargo un simple sueño la había alterado tanto como para provocarle un infarto y por lo menos desde la última vez que la vio antes de ir a su práctica, ella no parecía dar señales de demencia senil o afectaciones mentales.


—¿Qué ocurre hermano? —preguntó Oscar que junto a Valerio, salía de la tienda con una bolsa con las cervezas y algunas botanas.


—Nada.


—Si no quieres decirnos está bien, pero no mientas que no es nada, porque tienes una cara sepulcral —dijo Valerio.


—¿Por qué no volvemos a la casa y nos cuentas mientras nos tomamos las frías? —propuso Valerio.


—Ya no tengo ganas de tomar. Ustedes regresen a la casa, yo quiero dar otra vuelta —contestó Laerte quien desde la llamada de su abuela, se pregunta si no sería mejor volver a casa y ayudar a su madre.


—Oye… —Oscar fue detenido.


—Si no tengo noticias de ti en media hora salgo a buscarte —advirtió Valerio.


Laerte miró a Valerio y asintió antes de comenzar a caminar sin rumbo, la idea de volver a casa le nació desde el momento en que oyó que su abuela estaba en el hospital y tras oír toda esa extraña situación, no dejaba de pensar que su madre necesitaría ayuda. Lo que lo detenía a permanecer, era que su madre insistía en que todo estaba bien y que dejar las cosas de la escuela por algo pasajero no valdría la pena. Sin embargo, la razón por la que realmente no lograba decidirse, era porque tenía un mal presentimiento.


Mientras pensaba qué hacer, Laerte se vio a las afueras del pueblo sin haberse dado cuenta y por fortuna, se percató de ello cuando apenas había avanzado unos metros fuera, así que de inmediato dio media vuelta y antes de avanzar, miró su celular. La media hora de caminata estaba por cumplirse y aunque aún no resolvía qué hacer, se sentía más tranquilo así que decidió enviarle un mensaje a Valerio para avisarle que ya iba de regreso. Tras enviar el mensaje y dar el primer paso para volver al pueblo, Laerte pisó algo que, a pesar de sus gruesas botas de campo, pudo sentir bajo su pie.


Las afueras del pueblo era terreno sin pavimentar, así que a Laerte no le extrañaba que lo que pisó fuera una piedra, y dado que tenía otras cosas en las que pensar, ni siquiera había razón para tener que mirar, sin embargo, algo lo obligó a centrar su vista en aquello que pisó y para su sorpresa, lo que vio fue un anillo negro que despedía brillos rosas o morados con la luz del sol y al mismo tiempo una franja del mismo color seguía la circunferencia de la joya por en medio.


Curioso, Laerte levantó el anillo y lo miró apenas unos momentos, pues su celular sonó y se apresuró a leer el mensaje que le llegó. Era de Valerio, quien le advertía que no tardara, así que sin prestar más atención al anillo, lo metió en su bolsillo y se apresuró a volver a la casa.


Una vez de regresó, Oscar no tardó en preguntar lo que ocurría llamando la atención del resto de los compañeros que estaban en la casa, pero Laerte explicó vagamente que su abuela estaba en el hospital y se había ido a caminar a esperar las noticias de su madre, pues no quería ahondar en el tema. Incluso dijo que su abuela sólo se había caído y que su madre ya le había dicho que habían salido del hospital.


La explicación satisfizo a Oscar y al resto, pero Valerio supo de inmediato que había algo más en todo ello, sin embargo, al conocer a su amigo, esperó la oportunidad en que ambos quedaron solos para preguntar. Fue hasta la noche en que todos ya se habían acostado a dormir, que Laerte salió al patio para seguir reflexionando y Valerio salió con él prendiendo un cigarro. Una vez los dos fuera, fue el propio Laerte quien inició el tema y le explicó a su amigo lo que verdaderamente ocurrió.


—Tengo un mal presentimiento y me gustaría regresar —Laerte concluyó la explicación.


—Es raro que te dejes llevar por presentimientos —comentó Valerio para luego permanecer en silencio unos momentos y dar otra bocanada a su cigarro— Admito que también me resulta extraño el comportamiento de tu abuelita.


—Ella incluso hace burla de los que creen tener sueños premonitorios, pero se oía realmente aterrada cuando me advirtió. Tampoco puedo creer que tenga un problema mental que apareciera de repente, estaba bien cuando vinos aquí.


—No soy doctor como para atreverme a decir nada al respecto, así que dejemos que los doctores lo averigüen, pero respecto a lo que quieres hacer ¿por qué no mejor esperas? —sugirió Valerio— Tu mamá dijo que tu abuelita estaría en observación, si ese sueño es nada y no dejó estragos, la dejaran salir mañana, así que sería mejor que no pensaras en irte por lo menos hasta que tu mamá te avise si le dieron el alta.


—Ya había pensado en ello, pero no puedo quitarme esta sensación de preocupación —comentó Laerte recargándose en la pared de la casa y metiendo las manos en los bolsillos del pantalón— No sé si pueda dormir o concentrarme lo suficiente.


—Dices eso y aún así nos has corregido a Oscar y a mi con los dibujos —rió Valerio— Creo que estás exagerando, no es propio de ti pero quizá sea un pretexto que tu mente hizo inconscientemente —dio otra fumada al cigarro— No te culpo, creo que todos ya nos aburrimos de no encontrar nada interesante, ha sido la práctica menos fructífera que hemos tenido.


—Quizá tengas razón —contestó Laerte pensando que era una explicación viable y sacó de su bolsillo el anillo que había olvidado que llevaba— Pero si no le dan el alta a mi abuelita, me iré.


—Al menos tendrás una buena excusa si esto sigue así de aburrido —río y notó al anillo que su amigo miraba— ¿Y eso? ¿A caso piensas declarártele a Airlia?


—Lo encontré mientras caminaba, olvidé lo que traía —contestó Laerte y Valerio le quitó el anillo para verlo mejor.


—Es anillo de hombre ¿qué harás con él? Tu no usas estas cosas —lo miraba detenidamente.


—No sé, ni si quiera sé para qué me lo traje —lo tomó de las manos de Valerio para mirarlo más de cerca— No sé qué material sea, si fuera oro podría venderlo.


—Creo que es de fantasía, pero me gusta, además se ve nuevo. Si no lo quieres puedes regalármelo a mi —sonrió y fumó lo último de su cigarro.


—No, quizá sea de alguien del pueblo. Si nos lo ven, pueden pensar que lo robamos y querrán echarnos del lugar —dijo metiéndolo de nuevo en su pantalón— Mañana se lo comentaré al guía y quizá él sepa de quién es.


—Préstamelo, al menos quiero probármelo —Valerio extendió la mano queriendo alargar el tema del anillo para que su amigo olvidara su preocupación.


—Olvídalo, ni siquiera nos lo vamos a quedar —dio un manotazo a la mano de su amigo.


—¡No seas aburrido! —exclamó Valerio dando un suave golpe al hombro de su amigo para distraerlo y poder sacar el anillo de la bolsa, sin embargo, Laerte se movió rápidamente esquivando a su amigo.


—No seas infantil y volvamos adentro.


—No soy infantil, así que puedes prestármelo unos momentos para probármelo o lo tomaré por mi mismo —sonrió Valerio ocurriéndosele una idea para animar a su amigo— Ni siquiera te darás cuenta cuando te lo quite, soy como un ninja.


—Quiero ver que lo intentes, si lo logras, te regalaré mi consola —dijo Laerte divertido de la amenaza de su amigo. Sacó el anillo de su bolsillo y se lo puse en el dedo— No te lo voy a dejar tan fácil.


Laerte mostraba su mano con el anillo puesto para invitar a su amigo a quitárselo, pero notó que la cara de Valerio cambió al mirar la argolla. Al principio creyó que era una trampa de su amigo para ganar la apuesta, pero por el rabillo del ojo notó que algo se movía desde su mano y al girar la vista, vio cómo del anillo salía una espesa nube de humo rosa que poco a poco se compactaba para formar una figura más sólida.

17 de Mayo de 2020 a las 06:57 2 Reporte Insertar Seguir historia
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robustories robustories
Pero... pero ... los ojos verdes son lo más hermoso que hay. (?) Está entretenida la historia, a ver que sale del anillo.
May 17, 2020, 13:04

  • Priscila Almazán Priscila Almazán
    Si, son bellos pero ya verás qué pasa más adelante. Espero que te guste :) May 17, 2020, 19:20
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