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Yoongi era un joven músico, inspirado por el dolor y la melancolía. Una caja de música era todo lo que le quedaba de su madre. Fascinado por aquella pequeña figura de un bailarín en ella. Hasta que una noche, el sonido de aquella melodía lo despierta, sumido en la curiosidad, encuentra en el salón, a un delicado chico bailando aquella singular pieza, con una suave sonrisa en su cara y unos pies ágiles, maltratados y cansados. Entonces Yoongi cayó fascinado, por aquel bailarín de su caja de música, que cobra vida por las noches. ✧Yoonmin. ✦Inspirado en el Lago de los Cisnes. ✧Fantasy!AU. ✦Ambientada en el año de 1885. ✧Romance/Fluff/Angst. ✦Historia corta más epílogo. PROHIBIDA LA COPIA TOTAL O PARCIAL DE LA OBRA, ASÍ COMO ADAPTACIONES SIN PERMISO. 151019. © wonderwhy.


Fanfiction Bandas/Cantantes Sólo para mayores de 18.

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PRIMER ACTO


Mi alma se vio desconsolada en el momento en que ella apretó mi mano y susurró sus últimas palabras. Sumergido en el llanto y la desesperación en mi corazón, le prometí volver a encontrarla, en un futuro, donde yo saltara de la mano con ella en camino a un paraíso. A un paraíso que sé, se pintaba para nosotros.


Y con aquella última promesa, cerró sus ojos, dedicándome el último aliento de su vida.


—Mamá… —Sollocé entre susurros, con la vista nublada y los aullidos de dolor ardiendo en mi garganta.


Permanecí ahí, en aquella fría silla, sosteniendo su mano, llorando ante la pérdida, doliendo en mi ahora frío corazón. No pude contar el tiempo, era totalmente inútil. Nada podía ser reversible ahora y mis lágrimas se habían acabado, secas, ahora plasmadas permanentemente en mis pálidas mejillas.


Cuando fue hora de que se la llevaran, planté un último beso en su frente y la vi partir, cubierta por una sábana de seda. Con aquel objeto en mis manos, corrí por los largos pasillos de aquel enorme lugar que se hacía llamar mi casa, mi hogar. Ahora todo se sentía vacío y desconocido.


Al encerrarme en el establo, corrí a una esquina y me dejé caer al suelo, con la pequeña caja de música en mis temblorosas manos.


«Quiero que la conserves, cariño. Ahora es tuya, cuídala con tu vida, así como yo la cuide con la mía.»


Sus palabras retumbaban en ecos ensordecedores dentro de mi cabeza, las lágrimas hacían aparición una vez más, mientras miraba fijamente el objeto dorado y brillante. Tan brillante, que por un momento me detuve a apreciar lo fascinante que era.


«No quiero quedarme solo mamá, eres lo único que tengo.»


«No estarás solo, tesoro, él estará ahí para ti.»


No logré entender sus palabras, pero tampoco importaba, suponía que en su lecho de muerte querría decir muchas cosas y aquellas significarían muchas más. Yo escuché atentamente y me prometí cumplir cada una de las cosas que me pedía, aún cuando no sabía con claridad en qué consistían. Entonces abrí la caja dorada y de ella salió aquella dulce melodía. Instantáneamente me eché a llorar en descontrol. Abrazando la pequeña caja a mi pecho, acompañando a mi solo y triste corazón. A mi deshecha y destrozada alma. A mi ahora, insignificante ser.


«Sé un buen hombre Yoongi, siempre sé un buen hombre.»


En ese momento, en lo que cabe de mi dolor, sentí algo punzar en mi pecho. Al retirar la caja lo suficiente, me percaté de que era la pequeña y delicada figura de un bailarín de ballet, girando al compás de la canción. Aquella canción que mi madre amaba tocar en el piano. Su canción.


«Algún día serás un pianista exitoso, hijo mío, y estaré tan orgullosa de ti.»


Y cuando la melodía cesó, sólo me dediqué a admirar la brillante caja y aquella pieza de porcelana que de cierta forma, me cautivaba y llenaba de paz.


Las semanas pasaron y mi luto parecía ser interminable, mi insomnio —como era de esperar—, era totalmente insoportable, el agobio me consumía y mi hígado comenzaba a resentir todo aquel alcohol que me deshacía por dentro. Como pequeñas gotas de ácido que creaban con lentitud un hueco en cada uno de los órganos de mi insufrible cuerpo. Nada era soportable, el dolor... se sentía como una llama abrasadora, un sentimiento complejo y cansino que me deterioraba.


Una vida llena de dolor, no es vida.


Eso me había dicho a mí mismo aquella noche cuando miraba fijamente las fotografías de mi madre y sentía que casi podía sonreír. Con amargura y tanta nostalgia… el cáncer era mi enemigo, el cáncer siempre fue enemigo de todos. Ella ahora estaba bien, pero yo… yo no podría estarlo sin ella.


Podría parecer un niño ridículo que no puede hacer nada solo y que necesitaba a su madre siempre para resolver sus problemas. Pues no, no era más un niño, sea mi desgracia, pero siempre necesitaré de mi madre, porque ella era la luz de mi vida. Y jamás me avergonzaré de ello. Puesto que sí, la necesito y la necesitaré siempre.


Cansado, me fui a dormir, o al menos eso intenté. Mañana se cumplía un mes de su muerte, y ese mismo día tendría que ir a recoger mis cosas de la que fue mi casa toda mi vida. Me rehusaba a vivir ahí una vez que ella ya no estuviera, no podría con la idea de pasar frente a una habitación en dónde sólo quedaba su esencia y no su presencia.


La puse en venta, me despedí y salí de ahí.


Ahora vivía en una pequeña casa en las afueras de la ciudad, no tan lejos de mi antiguo hogar. Estaba acostumbrado a lo enorme y lujoso, pero ahora… me sentía increíblemente cómodo en mi pequeño espacio, con mis pocas cosas. Mi enorme piano marrón ocupaba una de las esquinas del salón, el cual, a diferencia del resto de la casa, era amplio. Ahí llevaba a mis alumnos, había decidido trabajar en casa de ahora en más.

Tener 29 años y ser un músico frustrado era algo por lo que sentirme patético, un joven maestro pianista eternamente abrumado por la soledad y tristeza que rodeaba su vida. El sufrir era mi más grande inspiración. La melancolía y el arte de la triste nostalgia. Mis alumnos me temían, y no es que fuera un mal hombre, simplemente era sombrío, frío y distante… mi vida se cernía a sólo yo mismo y nadie más.


Porque no había nadie más.


Aquella noche logré dormir un par de horas, luego de retomar mi rutina y admirar aquella caja de música que en su momento fue especial para mi madre y ahora lo era para mí. Era un objeto curioso. Siempre tan brillante y hermoso, llamativo, fascinante. Lucía como el objeto más valioso en la tierra. Tal vez lo era. La mejor parte, era el interior. Al abrirlo, la tapa mostraba un pequeño espejo y una melodía que mi madre amaba interpretar. El lago de los cisnes. Así se hacía llamar… la melodía acompañaba a una delicada figura en aquella caja. La parte más curiosa.


Un pequeño bailarín al centro de ésta, giraba con gracia al compás del sonido, una figura de fina porcelana, tan hermosa, que me encantaba apreciar. No era común encontrar cajas de música con un bailarín dentro, por lo tanto era aún más llamativo. Aún más especial. Lo vi girar hasta que la última de mis lágrimas cayó y yo me fundí en un profundo sueño. Por primera vez, en tanto tiempo.


Aquella pieza inundó mis sentidos, creí estarla soñando puesto que se apreciaba lejana y amortiguada. Cuando el halo de sueño desapareció, restregué mis cansados ojos junto a un bostezo y me levanté de la cama. Miré el reloj que marcaba las dos de la mañana. Entonces caí en cuenta de que la música seguía sonando. Recordé que había dejado la cajita abierta, para cuando quise tomarla, no la encontré por ningún lado. Fruncí el ceño extrañado, cuando logré quitarme el sueño completamente de encima, me percaté de que la música provenía de abajo.


¿Alguien había entrado a mi casa?


Con aquel pensamiento me levanté, un poco asustado. Bajé las escaleras en silencio, escuchando la música cada vez más cerca y con más claridad. El corazón retumbaba con fuerza dentro de mi pecho. Tomé el florero postrado en un mueble del pasillo y con él en manos, listo para cualquier escenario, me asomé al salón. Y me quedé ahí, estático.


La pequeña cajita de música yacía sobre mi piano, abierta, sonando como siempre lo hacía. Y en medio del salón, en el gran espacio que sobraba, lo vi… La gracia de los movimientos, la delicadeza de los giros, la flexibilidad en su cuerpo, una sonrisa.


Un joven de cabellos dorados y piel increíblemente pálida bailaba ballet en medio de mi sala, al compás de aquella melodía, sus brazos se extendían con suavidad, al igual que sus largas piernas, llevaba vendas en los pies, debajo de sus brillantes zapatillas, los cuales se contorsionaban con cada paso, casi como si doliera a la vista. Los movimientos eran impecables, perfectos… tan gráciles. Sus suaves curvas se marcaban en cada movimiento y por un momento yo sólo olvide que un extraño bailaba tranquilamente en mi casa a mitad de la noche.


Entonces el jarrón resbaló de mis manos; estrellándose contra el suelo.


El sonido me trajo a la realidad. Aturdido, el chico paró abruptamente su baile, la música extrañamente cesó y me miró. Unos asustados y potentes ojos color miel me miraban fijamente.


Lo único que ese chico pudo robarme esa noche fue el aliento.


Parecía un delicado muñeco de porcelana.


Sus gruesos y rosados labios se movieron, pero yo no escuchaba nada salir de ellos… una pequeña y respingada nariz adornaba su suave rostro. Sus abultadas mejillas coloreadas de un cálido color igual al de sus labios. Los afilados y brillantes ojos cubiertos por unas espesas pestañas negras y largas.


—Lamento haberte despertado.


La aguda y suave voz retumbó en mis oídos. ¿Estaba soñando?


—¿Quién eres? ¿Qué haces en mi casa? —Reaccioné cuando el chico intentó acercarse.


—No creí que estuviera haciendo mucho ruido, lo lamento tanto Yoongi, no sucederá de nuevo. —¿Qué?


—¿Cómo demonios sabes mi nombre? ¿¡Quién eres!? —Comencé a alterarme, el chico se acercaba cada vez más y yo retrocedía asustado.


—N-no te asustes, yo no estoy aquí para hacerte daño… Yoongi, soy yo… ¿No me reconoces? Nos hemos visto por tanto tiempo. —¿Qué demonios está sucediendo? ¿De qué está hablando?


Tomé el paraguas que estaba a un lado de la entrada y lo levanté, él retrocedió y tapó su cara con sus brazos.


—¡Yo no te conozco! —El chico chocó contra la chimenea a sus espaldas y me miró con miedo—. Responde maldita sea… ¡Quién eres!


—¡Yoongi! ¡Mírame! ¿Quién soy? —Él insistió y me detuve un momento. Una sensación de calor recorrió mi pecho y me sentí mareado. Entonces lo miré atentamente, sí me resultaba familiar.


—Nunca en mi vida te he visto… ¿Viniste a robarme acaso? Iré por ayuda. —Me incliné al picaporte de la puerta de entrada y antes de tomarlo entre mis manos, una mano pequeña se sujetó de la manga de mi camisa.


—¡No, espera! ¿De verdad no me reconoces? He bailado para ti durante tantas noches… te acompaño cada vez, he estado ahí siempre… —Lo miré con el ceño fruncido. Mi vista viajo a la caja de música sobre el piano y ahí lo pude ver. La cajita estaba abierta, no había ningún sonido ahora y… la figura del bailarín ya no estaba. Entonces lo miré de nuevo. Agitado—. ¡Soy el bailarín de la caja!


Entonces mi mente procesó todo. El pequeño chico aferrado a mí me resultaba familiar, puesto que se parecía al muñeco de porcelana de mi caja de música… pero eso era una estupidez, me quería tomar el pelo… Esto no podía ser así.


Pero ahí estaba, un chico delgado y pequeño, rubio, pálido y hermoso. Igual a la figura de porcelana. Maldición, era el niño más hermoso que haya visto nunca… Mi mano por inercia se acercó a su rostro, éste era suave y cálido… posé el dorso en su mejilla y acaricié, él cerró los ojos y se dejó hacer por mi tacto. La electricidad corrió por mi espina a niveles impresionantes.


Sí esto era un sueño, no quería que acabara.


«No estarás solo, tesoro, él estará ahí para ti.»


Las palabras de mamá llegaron como balde de agua fría. Ahora tenían más sentido que antes.


«Él estará ahí para ti»


La caja. Ella hablaba de la caja… Ella hablaba de él. Tenía razón cuando decía que era especial.


—Esto no es real… estoy soñando. —Susurré, ahora pasando mis dedos por el ondulado cabello rubio. El niño abrió los ojos y se acercó más a mí. Mi barbilla le llegaba a la altura de sus ojos así que yo me agaché y él me miraba atento desde abajo.


—No es ningún sueño Yoongi. Yo siempre he estado aquí… solamente no había permitido que me vieras. —Él estaba tan cerca. Mi corazón latía con rapidez, me era tan extraño.


—¿Eres real?


—Si puedes tocarme es que lo soy. —Habló y colocó su mano sobre la mía, la cual había vuelto a acunar su mejilla.


—¿Cuál es tu nombre? —Susurré aquello, la voz me temblaba y a este punto me sentía en las nubes. Divagando.


Una de sus pequeñas manos se escurrió por mi pecho, dejándola ahí, cerca de donde venían los violentos latidos de mi corazón.


—Soy Jimin… Así me puso tu madre. —Tragué saliva. ¿Mi madre?


—No lo entiendo… No entiendo nada, Jimin. —Saboreé ese nombre en mi boca, amando cada letra que se deslizaba por mi lengua. Era un nombre precioso, para un niño precioso.


—Tranquilo… como dije, yo no estoy aquí para hacerte daño… yo le prometí a tu madre que te cuidaría tanto como la cuidé a ella y así será. —Las lágrimas se acumularon en mis ojos.


—¿De qué hablas?


—Todo a su tiempo, Yoongi… ahora debo regresar, pero… estaré aquí cada noche, a la misma hora. ¿Entiendes? —¿Entender? ¡Estoy mas que confundido! ¿A dónde tiene que ir?


Se separó lentamente de mí, tomó la caja entre sus manos, me miró con una cálida sonrisa y salió corriendo por el pasillo.


Me tomaron unos segundos reaccionar, cuando corrí en su dirección entré a la habitación, encontrando la cajita sobre mi cama, la música había vuelto y… el pequeño bailarín en ella.

15 de Mayo de 2020 a las 21:09 3 Reporte Insertar Seguir historia
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tae ggukie tae ggukie
Amo ésto 😔💖
March 18, 2021, 06:33
Eli Eli
Me enamoré de tu narración ✨
January 21, 2021, 08:36
MP Mirtuchi Park
Wow!!tan...mágico...
October 09, 2020, 19:45
~

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