Eu tinha muita curiosidade de tocá-la. De como era sentir o contato da minha pele na dela, da sensação que era segurar sua mão, de sentir cada arrepio quando a beijava... Queria poder recitar os mais belos poemas para ela, sussurrar em seu ouvido coisas que não faziam o menor sentido e cantar para ela até dormir. Mas era realmente uma pena ela não gostar de meninas.

Después de 7 años aún estaba allí, esa calma que sentía con solo tenerla a su lado. Eran tan diferentes y a la vez tan iguales. Una sosteniendo una copa de vino tinto y la otra con una jarra de cerveza Stout. Sus conversaciones siempre tenían más de algún beso intermedio seguido del típico reclamo "sabes a cerveza" o "sabes a vino", pero que nunca era impedimento para uno nuevo después de un "a ver si esta vez me convence tu dichoso vino" o "a ver si consigues que me guste esa cerveza".

—Madame ¿Podrá perdonarme?— dijo la chica, desnuda con las cejas curvadas abajo al igual que sus hombros tristes; entrego la correa a su ama que estaba conectada a su collar. La ama tomó la correa con una pacífica sonrisa. —Gatita—. Llamó cariñosa a la que consideraba «su florecita» —Es imposible no hacerlo—. Susurró sobre sus labios —Buena chica.