La pistola cayó al suelo. Pero fue ella quien la dejó caer. Ella, un tanto sin oxígeno, permaneció inerte, de pie, dentro de la bóveda fría en la que se encontraban. Sus ojos parecían desorbitados. Y la sangre que recorría su cuerpo ponía en evidencia la cruel masacre. Su hermana, quien estaba a su lado, con un rostro pálido y lleno de terror. reaccionó: "Lucía, ¿qué has hecho?". Pero Lucía parecía no ser quien decía ser. Entonces sonrió. Parecía feliz. Feliz de haber matado a todos esos niños...

Sus miradas se encontraron. Y no existía nada más alrededor. Él la miraba como quien conociése a alguien de toda la vida, y ella, igual. No se habían conocido antes, o al menos eso creían, pero algo los ataba el uno al otro como si fuesen dos imanes casi imposibles de separar. El ambiente empezó a iluminarse, pero por alguna extraña razón, el alegre y pacífico rostro de él se transformó en penumbra, y el de ella en confusión. Entonces lo revivieron, pero diciéndole que su novia no lo logró...

Él le dijo que se quite la venda. Que tenía que salir. Que enfrentarse al mundo. Que no se quede discapacitada. Que una cosa era físicamente estarlo, pero otra era escoger serlo. Ella le esquivaba la mirada. Bajaba la cara y no quería escuchar. El cruel accidente la había dejado sin su pasión: la danza. Pero le regaló una vida. Una vida que a ella ya no le apetecía tener. Pero él estaba ahí, y nunca la dejó. Más bien la transformó en un ser de luz que bailaba con una sola pierna como si fuesen dos.

Lucas entró a casa. Entró, no solo golpeado, sino también drogado. Tan drogado que no gesticulaba bien las palabras. ¿Qué demonios te sucedió?, le preguntó su padre. A lo que Lucas solo pudo responder con un sonido de desaprobación. Héctor, su padre, nunca lo había visto en ese estado, pero era algo que sucedía constantemente. Su sentimiento y señal de desaprobación fue profundo. Entonces cogió el teléfono y ordenó: Vengan, ahora. 10 minutos más tarde, la policia llegó.

Los pies golpeteaban el suelo como máquinas. El polvo emergía de la tierra como si el viento lo empujara. Los gritos inocentes revelaban que eran niños. Niños que corrían con locura hacia el autobús para agarrarse de lo que pudieran y cruzar la frontera entre Marruecos y España. La gente dentro del vehículo permaneció atónita, mientras observaban como algunos niños se caían en el intento y otros rogaban por lograrlo.

Her scars showed who she was. Every scar inside her mind, but also over her body. The cuts. The blood. The suffering. She was so beautiful, but she didn't know it. She decided to harm herself, by taking her body to a place of confusion and nightmares. To a place where alcohol, drugs, and depression were the only ones that rule her life. She didn't let anybody to help her. Until one day she was standing in the top of a building about to suicide. Suddenly, she felt it. Her dead mom's hand all over hers. She knew what she was telling. She knew she was meant to survive.

Nadie la quería. Solía ser esta niña que se rezagaba para ser olvidada. No se creía suficiente, ni tampoco se sentía parte de un grupo al que ni siquiera quería pertenecer. La relación con su padre era kármica. Siempre fue un hombre ante el cual ella tenía que mantener la compostura, sin decirle lo herida que estaba por ser maltratada por sus compañeros. Al mismo tiempo se sentía avergonzada. Y ni los profesores la ayudaban. 15 años más tarde se convirtió en alguien que nunca se imaginó: en una asesina.

Se estaba sofocando. Se estaba quemando y nadie lo podía salvar. Él sentía cómo cada partícula de su cuerpo ardía de dolor. Habían encendido fuego en su casa, y él no entendía por qué, ni peor quién. Entonces, despertó gritando del trance. Se encontraba en su perfecta, y lujosa habitación blanca, sudando como quien hubiese corrido una maratón. Estaba vivo, pero al mismo tiempo sentía que no. Sabía que había sido un sueño, pero al mismo tiempo no. Entonces entraron los doctores. "Sufrió otro episodio", escuchó.

Finalmente me encontraron. Estaba tumbada sobre la tierra despertándome de un sueño que parecía eterno. Me sentía feliz de ver la luz, pero no entendía exactamente por qué me hallaba en ese extraño y frío lugar. Había gente a mi alrededor, gente que me miraba pero al mismo tiempo no. Sus murmullos incesantes llegaron a aturdirme, pues no comprendía por qué no me daban la mano ni me tocaban. Entonces, alcancé a escuchar la voz de un hombre: "Está muerta". Y el tiempo se paralizó para mí.